Nacimiento/ Renacimiento (Birth/ Rebirth)

La maternidad como martirio

Por Emiliano Fernández

Las muy distintas versiones del feminismo del Siglo XXI, desde el sensato de los sectores populares hasta el blanco y aporofóbico/ racista de la hedionda burguesía, han heredado del feminismo también ecléctico de la centuria pasada cierta esquizofrenia en lo que respecta a la maternidad, por ello es posible encontrarse con muchos grises entre el rechazo tajante a tener hijos y la decisión de quedar embarazada símil mandato natural o simple curiosidad o aburrimiento o soledad o mucho amor para dar o broche de oro de una pareja consolidada. Sin que importe realmente la razón de fondo, la maternidad en el Siglo XXI choca con el discurso de independencia rosa con respecto al macho y también con toda la catarata de estímulos, exigencias y actividades que el mercado capitalista le enchufa a los sujetos, de allí que un trabajo full time como cuidar a los hijos fácilmente pueda transformarse de una bendición a una pesadilla por no haber considerado antes las muchas obligaciones del caso y el poco simpático marco de esclavitud que el purrete impone. Durante los últimos años se han acumulado una generosa cantidad de películas que subrayan el sustrato abnegado de las madres y/ o el carácter abiertamente parasitario de los vástagos, casi siempre films de terror que se ven impulsados a reconocer que en este caso no se puede recurrir al chivo expiatorio masculino -el gran comodín de la culpa polirubro- porque la biología más primitiva, eso de alimentar a la cría y satisfacer todo su catálogo de necesidades, siempre le molestará a la idiosincrasia femenina de autonomía y raudo desarrollo individual, conflicto ético que los hombres no tienen y les importa un comino porque reproducirse no es ninguna prioridad.

 

Así las cosas, realizaciones recientes que exploraron el dejo puntiagudo o hasta de doble filo de la maternidad fueron Tenemos que Hablar de Kevin (We Need to Talk About Kevin, 2011), de Lynne Ramsay, Mamá (2013), de Andy Muschietti, Goodnight Mommy (Ich seh, Ich seh, 2014), de Severin Fiala y Veronika Franz, The Babadook (2014), de Jennifer Kent, El Monstruo (The Monster, 2016), de Bryan Bertino, Prevenge (2016), de Alice Lowe, ¡Madre! (Mother!, 2017), de Darren Aronofsky, Relic (2020), de Natalie Erika James, Hijo (Son, 2021), opus de Ivan Kavanagh, Titanio (Titane, 2021), de Julia Ducournau, M3GAN (2022), de Gerard Johnstone, e Incubación (Pahanhautoja, 2022), de Hanna Bergholm, entre otras. Nacimiento/ Renacimiento (Birth/ Rebirth, 2023), ópera prima en el formato de largometraje de la norteamericana Laura Moss, es la nueva adición al lote y una bastante digna porque se sirve de la fábula frankensteineana de 1818 de Mary Shelley para indagar en una maternidad homologada a un tremendo martirio, ahora vinculado primero a una enfermera especializada en ginecología, Celia Morales (la medida y eficaz Judy Reyes), que pierde a su hija por meningitis, Lila (A.J. Lister), y segundo a una médica patóloga que trabaja en el mismo hospital que la anterior, Rose Caspar (una excelente Marin Ireland), y se la pasa inseminándose con semen del montón para quedar embarazada, abortar siempre a las diez semanas y utilizar el feto resultante -y sus células madre- para fabricar un suero con el que puede revivir a los muertos, empezando por una cerda llamada Muriel y por supuesto continuando con el cadáver de la mocosa, ese que asimismo regresa desde la ultratumba.

 

Con claros elementos de un popurrí de propuestas semejantes como El Monstruo Está Vivo (It’s Alive, 1974), el gran clásico de Larry Cohen, La Generación de Proteo (Demon Seed, 1977), de Donald Cammell, Cromosoma Tres (The Brood, 1979), de David Cronenberg, Re-Animator (1985), de Stuart Gordon, Cementerio de Animales (Pet Sematary, 1989), la obra de Mary Lambert, Sangre de Bebé (Baby Blood, 1990), de Alain Robak, Al Interior (À l’intérieur, 2007), de Alexandre Bustillo y Julien Maury, Shelley (2016), de Ali Abbasi, y Antibirth (2016), de Danny Pérez, Nacimiento/ Renacimiento analiza una sociedad entre dos personas muy distintas con el único objetivo compartido de mantener con vida a la nena de seis años, la cual ve sus órganos regenerarse aunque sin que se produzcan avances significativos a nivel de su cerebro y sus nervios espinales. Como sin complicaciones no hay película, el guión de Moss, en esencia una diseñadora de producción, y de Brendan J. O’Brien, un microfonista de cine con mucha experiencia, nos propone una infección uterina en Rose, como consecuencia de tantos abortos sin que su compañero de trabajo sepa nada, Scott (Grant Harrison), que las obliga a ella y a Celia, cómplice de sus experimentos desde que encontrase a su hija en el departamento/ laboratorio de la patóloga, a parasitar a una embarazada muy concreta, Emily Parker (Breeda Wool), cuya sangre y marcadores varios biológicos concuerdan con los de Lila, por ello Rose falsifica una amniocentesis para que la susodicha se la tenga que hacer una y otra vez con la idea de robarle el líquido amniótico, seguir fabricando el suero y ya esperar al parto, donde podrán acceder a la jugosa placenta.

 

Moss no será precisamente una narradora incuestionable y de hecho en algunas escenas se siente fuerte ese típico letargo retórico del mainstream y el indie de hoy en día, incapaces de identificar las redundancias y los baches para eliminarlos del metraje, pero su enfoque minimalista y claustrofóbico -casi siempre con la acción concentrada en el departamento de Caspar, también semi sala de internación y centro de rehabilitación- funciona de maravillas a la hora de confrontar o más bien hacer dialogar las dos perspectivas, la de una Celia algo santurrona que adora la vida que llega al mundo y pretende mantener en funcionamiento el cuerpo de su hija porque la ama, en sí una mujer solitaria que tuvo a Lila por fecundación in vitro, y la de una Rose autoinmolada que desromantiza a la maternidad, detesta la compañía de los mortales, prefiere la paz de los cadáveres y en suma anhela con locura el éxito del experimento porque su cariño está del lado de la ciencia, fetiche biológico llevado al extremo de la frialdad porque también “jugó” con el cuerpo de su madre, una tal Muriel Caspar (Sarah Dacey-Charles) que falleció por Parkinson, abriéndole el brazo izquierdo y electrocutándolo a lo Víctor Frankenstein. La película tiene mucho de autorretrato rosa impiadoso ya que se pregunta hasta qué punto las mujeres de hoy en día, las liberadas de los preceptos más burdos del patriarcado pero a veces asexuales y anodinas, pueden llegar a ir para ser madres o salvar a sus hijos o alcanzar la gloria sirviéndose de su útero o cuerpo, por ello se agradece el gore de practical effects y toda la escalada de body horror desde el tejido fetal, pasando por la lúgubre aspiración de médula ósea, hasta llegar a la placenta…

 

Nacimiento/ Renacimiento (Birth/ Rebirth, Estados Unidos, 2023)

Dirección: Laura Moss. Guión: Laura Moss y Brendan J. O’Brien. Elenco: Marin Ireland, Judy Reyes, Breeda Wool, A.J. Lister, Sarah Dacey-Charles, Monique Gabriela Curnen, Erica Sweany, Richard Gallagher, Grant Harrison, Rina Mejia. Producción: Mali Elfman y David Grove Churchill Viste. Duración: 99 minutos.

Puntaje: 7