Cómo Volar un Oleoducto (How to Blow Up a Pipeline)

La militancia contra el genocidio climático

Por Emiliano Fernández

Fue desde las décadas del 80 y 90 del Siglo XX que se empezó a notar en el día a día de la existencia de todo el planeta los coletazos del calentamiento global antropogénico que padecemos de manera angustiante en el nuevo milenio, léase esa colección de sequías, olas de calor, lluvias, inundaciones y nevadas repentinas que conducen a la extinción de muchas especies de la flora y la fauna. En un contexto de políticas gubernamentales insuficientes y la codicia insensible de siempre de los inmensos oligopolios capitalistas, centrales en las causas del aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera como la deforestación, la producción de cemento y la quema eterna de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas, en la tercera década del Siglo XXI resulta más que evidente que la exacerbación del efecto invernadero es tan pronunciada que prácticamente eliminó el movimiento de los negadores del cambio climático ya que la sucesión de calamidades en materia habitacional y alimenticia no deja indiferente a nadie. El mentado ecoterrorismo, influenciado por la izquierda antiimperialista de los 60 y sobre todo La Banda de la Tenaza (The Monkey Wrench Gang, 1975), la célebre novela del norteamericano Edward Abbey sobre una guerrilla de ecologistas que pretende volar una presa que destruye un río, fue y sigue siendo una de las muchas respuestas al fenómeno de la catástrofe ecológica que todos y cada uno provocamos como miembros de una raza parasitaria y profundamente egoísta, la humana, por ello el cine ha venido tratando el tema desde fines de la centuria pasada desde diferentes ópticas, pensemos para el caso en el enfoque colateral o por lo menos secundario de la militancia ambiental en El Jinete Pálido (Pale Rider, 1985), de Clint Eastwood, y El Reverendo (First Reformed, 2017), de Paul Schrader, en aquella ciencia ficción socarrona correspondiente a 12 Monos (12 Monkeys, 1995), de Terry Gilliam, y Okja (2017), de Bong Joon-ho, y finalmente en el thriller deudor del libro de Abbey de El Este (The East, 2013), de Zal Batmanglij, y Movimientos Nocturnos (Night Moves, 2013), film de Kelly Reichardt.

 

Sin lugar a dudas uno de los trabajos recientes más festejados y polémicos sobre activismo verde radical es Cómo Volar un Oleoducto (How to Blow Up a Pipeline, 2021), libro de no-ficción del sueco Andreas Malm, un profesor de ecología humana y un militante marxista que se ubica mucho más cerca del sabotaje aguerrido que de la desobediencia civil en lo que atañe a la lucha contra las gigantescas compañías del rubro energético, las principales responsables del incremento en los niveles de dióxido de carbono atmosférico, en este sentido Malm niega tanto el pacifismo en el nuevo ambientalismo, por considerarlo estéril o inconducente al igual que todas las estrategias de no violencia, como ese fatalismo apático y ultra nihilista de buena parte de la población contemporánea, perspectiva que produce impasibilidad cuando todavía es posible aminorar el daño al planeta o hasta revertir algunos de los cambios como quedó demostrado hace muy poco vía el repliegue del ser humano por las múltiples políticas de encierro con motivo de la pandemia del coronavirus. Cargando las tintas especialmente sobre la quema de combustibles fósiles como origen crucial del efecto invernadero y del cambio climático, el autor propone intensificar el activismo ambiental mediante actos simbólicos de destrucción de propiedad privada suntuaria o de lujo como por ejemplo camionetas 4×4, yates y jets privados, primera fase de un necesario incremento de la violencia política que debería incluir la voladura de gasoductos y oleoductos en tanto acciones en legítima defensa frente a la polución sistemática avalada por todo el statu quo capitalista. La maravillosa adaptación cinematográfica del opus de Malm, encarada por el realizador estadounidense Daniel Goldhaber, respeta a rajatabla estos mismos lineamientos y los pone al servicio de una historia que gira en torno a un grupo de ocho militantes del ecoterrorismo que se proponen volar en dos partes un oleoducto del oeste de Texas, zona de referencia para establecer el precio del petróleo, con el claro objetivo de cortar el flujo de crudo, motivar una crisis inflacionaria y subrayar tamaña vulnerabilidad social energética.

 

Xochitl (Ariela Barer), la líder tácita del colectivo, es una joven que perdió a su madre en una ola de calor y vive en una metrópoli saturada de contaminación, desidia estatal y las infaltables refinerías de petróleo, a su vez amiga de Theo (Sasha Lane), una lesbiana que está falleciendo de leucemia mieloide crónica por haber crecido cerca de plantas químicas, y conocida de Shawn (Marcus Scribner), estudiante universitario de cine que también opta por el terrorismo luego de desencantarse de los boicots inofensivos contra los titanes de la energía. El experto en explosivos es Michael (Forrest Goodluck), un nativo que vive en una reserva indígena junto a su madre, Joanna (Irene Bedard), y que se abre camino como un autodidacta en esto de experimentar con ácidos y detonadores, y el miembro de mayor edad es Dwayne (Jake Weary), un obrero especializado en fosas sépticas que vive precariamente con su esposa, Katie (Olive Jane Lorraine), luego de haber sido echado de su tierra cuando el gobierno se la confiscó para el tendido de un oleoducto, hombre que fue entrevistado por un equipo de filmación en el que Shawn oficiaba de microfonista, también responsable de reclutar en una biblioteca a una parejita de activistas ecológicos, Logan (Lukas Gage) y Rowan (Kristine Froseth), que está en contacto con el FBI -pasándole en secreto datos de la célula y la operación en general- para evitar una condena por un crimen semejante previo. El equipo, que además se completa con la novia de Theo, Alisha (Jayme Lawson), la cual inicialmente formula unos cuantos reparos a puro escepticismo narcisista posmoderno, sabe que con destruir las cubiertas de las 4×4 no alcanza y por ello utiliza el conocimiento de Dwayne sobre la que fuera su tierra para identificar los tramos sin vigilancia del oleoducto, sin embargo deben hacer frente a diversos contratiempos como una detonación accidental, la repentina aparición de un drone, la caída de uno de los barriles con explosivos sobre la pierna derecha de Alisha y hasta la aparición de dos inspectores armados en una estación petrolera intermedia, donde deben cerrar el flujo de crudo para evitar un enorme incendio.

 

El guión de Goldhaber, Barer y Jordan Sjol trabaja a la perfección temáticas relacionadas como el genocidio climático, las olas de calor en las grandes ciudades, la polución de la periferia, la pobreza y marginalidad de las clases populares, las políticas de confiscación de tierras para seguir rapiñando el planeta, los guetos en los que viven los nativos americanos, las prácticas mafiosas históricas del Estado, los estratos dirigentes, las empresas y los popes y millonarios del capitalismo, el sabotaje contra toda infraestructura de contaminación en tanto estrategia válida de resistencia y por supuesto la necesidad de superar la cultura woke idiota de burguesitos privilegiados e inocuos con la meta de ya pasar a una politización intelectual verdadera que incluya la cosmovisión del marxismo ecológico biocentrista y que ataque con vehemencia toda acción corporativa e individual destructora o explotadora para con la naturaleza y nuestro entorno vital. Burlándose de la mitología mentirosa del progreso y del idilio folklórico del campo y revalidando a la violencia como respuesta moral ante la retahíla de injusticias acumuladas, Cómo Volar un Oleoducto (How to Blow Up a Pipeline, 2022) funciona como una obra maestra del indie con destino de neoclásico de izquierda y como una rareza pirotécnica y apasionante en la desabrida coyuntura del séptimo arte del Siglo XXI que confirma el talento de Goldhaber, quien en parte ya había demostrado su destreza para el suspenso y la tensión en su sorprendente ópera prima, Cam (2018), sobre el miedo al hackeo en la era de la pornografía digital, aquí incluyendo una serie de flashbacks que interrumpen estratégicamente el presente del relato y cubren la identidad y pormenores de cada uno de estos militantes verdes radicales. Entre la efervescencia de Martin Scorsese, Steven Soderbergh y Michael Mann y aquellos debates inconformistas de Gillo Pontecorvo, Costa-Gavras y Paul Greengrass, el film adopta como propios los engranajes retóricos de la caper movie o película de atracos para diversificar la mirada social sobre el tema, esquivar la banalidad del mainstream y recuperar lo mejor de ese cine visceral de la década del 70…

 

Cómo Volar un Oleoducto (How to Blow Up a Pipeline, Estados Unidos, 2022)

Dirección: Daniel Goldhaber. Guión: Daniel Goldhaber, Ariela Barer y Jordan Sjol. Elenco: Ariela Barer, Kristine Froseth, Lukas Gage, Forrest Goodluck, Sasha Lane, Jayme Lawson, Marcus Scribner, Jake Weary, Irene Bedard, Olive Jane Lorraine. Producción: Daniel Goldhaber, Ariela Barer, Isa Mazzei, Adam Wyatt Tate, David Grove Churchill Viste, Alex Black y Alex Hughes. Duración: 104 minutos.

Puntaje: 10