Dossier

La Mosca vs. La Mosca

Por Ernesto Gerez
  1. Los inicios

 

La Mosca de David Cronenberg hizo que me gustara el cine desde chico. Tal vez, junto con The Return of the Living Dead de Dan O’Bannon, Robocop de Paul Verhoeven y otros tantos hits ochentosos de sci-fi y de horror. Recuerdo haberla visto en VHS a finales de la década del ochenta o al comienzo de la década del noventa. La Mosca también fue el disparador para que me alquilara una gran cantidad de películas en video de género horror entre los años 1992 y 1994 -siendo un preteenager que estaba finalizando la primaria- y fue responsable, en parte, de algunos años de pesadillas por ver tantas películas calificadas para mayores. Y digo en parte porque los otros responsables fueron mis padres hippies permisivos, los amigos del viejo Piccadilly de la calle Lambaré y los de un videoclub de Floresta del que por desgracia no recuerdo el nombre.

 

Claro que en ese momento ni sabía los nombres de los directores; mi búsqueda sistemática pasaba por los géneros de mi agrado y, generalmente, no alquilaba nada más viejo que lo filmado en la década del setenta. Por tal motivo mi encuentro con la primera versión de La Mosca se produjo muchos años después. Y unos años más tarde aún, me enteré de que esa película de 1958 en la que se basaba el film de Cronenberg, era una adaptación de un relato sci-fi de George Langelaan publicado en junio de 1957 en la revista Playboy; relato que no pasó desapercibido dado que resultó ganador del premio Playboy a la mejor ficción anual de la revista. El director y productor Kurt Neumann percibió el potencial de la historia y convocó a James Clavell para que escribiera el guión.

 

  1. La Mosca fifties

 

La película de Neumann fue bastante fiel al texto original de Langelaan. De hecho, el film de 1958 comienza por el final y sigue con un acto entero de un flashback de Helene Delambre -la mujer de Andre, el científico protagonista- al igual que en el relato original. En ambos casos Helene confiesa el crimen de su marido y le explica a la policía que tuvo que matarlo por pedido de él, luego de que un experimento de teletransportación fallara y Andre se transformara en dos entidades monstruosas, por un lado un hombre-mosca y por el otro una mosca con cabeza humana.

 

La gran diferencia entre el relato y la película se da en el último acto: mientras que en el texto de Langelaan la mujer se suicida luego de la confesión (de hecho, es una carta y no un relato oral, como sucede en el film), en la película de Neumann la esposa de Andre se salva de ir al manicomio luego de que el inspector mata a la mosca-hombre atrapada en una telaraña y le retira los cargos. Final terrible por un lado, y cuasifeliz por el otro, con el genial hermano de Andre, François (Vincent Price) -confeso enamorado de Helene desde el comienzo de la historia- llevando al hijo de la pareja protagónica al zoológico y reemplazando a su difunto hermano. Hay otras diferencias como el lugar de desarrollo de la acción: Francia en el texto y Canadá en la película, pero son menores. Neumann, más allá de realizar un producto sci-fi con espíritu clase B (aunque tuvo un importante budget para su época y fue un éxito de público), logró una película con una estética seriota (al menos hasta el momento en que la mosca con cabeza humana grita piedad desde la telaraña), y el humor que desprende no parece haber sido buscado; además posee elementos de melodrama (el triángulo Andre-Helene-François) y trata de evitar el efectismo del horror apoyándose en el miedo a lo que no se muestra (Andre con la cabeza tapada).

 

  1. El proyecto Cronenberg

 

Los profundos cambios se producen con la remake del subversivo David Cronenberg.

Todo es diferente en los ochentas; Veronica (Geena Davis) es una mujer independiente y tiene la profesión liberal del momento: periodista. Ya no hay familia con mucama ni caretas de cotillón. Los interiores son desordenados y las relaciones no tienen firma. A diferencia de la seriedad de la película del 58, la de Cronenberg tiene mucho humor consciente. Y en lugar de jugar a no mostrar, el ex barón de la sangre juega a mostrarlo todo y en primerísimo primer plano: sangre, pus, heridas, pelos, pérdida de uñas y dientes. Si en la vieja La Mosca la transformación era repentina, aquí será un proceso lento, doloroso, asqueroso. Como si el alma del egocéntrico científico (un gigante Jeff Goldblum) se hiciera carne y se pudriera en cámara lenta.

 

Pero hablemos de los puntos de contacto, que son pocos pero superlativos. La mayor coincidencia entre las dos obras es el amor de las mujeres. Ellas que se entregan por completo a su ser amado y dan todo por ellos; dan tanto que hasta les dan la eutanasia. El papel de la mujer, tanto en Neumann como en Cronenberg es fundamental. En el film del primero es el alma y cuerpo del relato, es la que arranca, desarrolla y termina la historia; en Cronenberg es la que representa la moral de los espectadores; es la periodista que queda fascinada con el descubrimiento del científico primero y con el hombre después; la que huye de sus locuras y demonios; y la que vuelve a ponerle fin al monstruo. Tanto Helene como Veronica son tan o más importantes que el insecto que le da el nombre a sendas películas. Y ambas les reservan un final feliz a ellas, porque claro que no van presas por matar a un insecto; eso no sería posible, al menos no en este planeta.

 

La Mosca (The Fly, Estados Unidos, 1958)

Dirección: Kurt Neumann. Guión: James Clavell, a partir de un cuento corto de George Langelaan. Elenco: David Hedison, Patricia Owens, Vincent Price, Herbert Marshall, Kathleen Freeman, Betty Lou Gerson, Charles Herbert, Eugene Borden, Harry Carter, Arthur Dulac. Producción: Kurt Neumann. Duración: 94 minutos.

La Mosca (The Fly, Estados Unidos/ Reino Unido/ Canadá, 1986)

Dirección: David Cronenberg. Guión: David Cronenberg y Charles Edward Pogue, a partir de un cuento corto de George Langelaan. Elenco: Jeff Goldblum, Geena Davis, John Getz, Joy Boushel, Leslie Carlson, George Chuvalo, Michael Copeman, David Cronenberg, Carol Lazare, Shawn Hewitt. Producción: Stuart Cornfeld. Duración: 96 minutos.