Becoming Led Zeppelin

La música calmará a las fieras

Por Emiliano Fernández

Para comprender el surgimiento y la filosofía de Led Zeppelin (1968-1980), mítica banda británica de hard rock conformada por Robert Plant en voz, Jimmy Page en guitarra, John Paul Jones en bajo y teclados y John Bonham en batería, primero hay que tener presente el derrotero histórico de sus antecesores, The Yardbirds (1963-1968), grupo legendario de garage blueseado que se fue moviendo paulatinamente hacia la psicodelia y fue cambiando de guitarristas a partir de una base más o menos fija, léase Keith Relf en voz y armónica, Paul Samwell-Smith en bajo, Jim McCarty en batería y Chris Dreja en segunda guitarra y eventualmente bajo cuando Samwell-Smith abandona el grupo en 1966 para transformarse en productor. La primera encarnación de The Yardbirds, con Eric Clapton en la guitarra líder o primera guitarra, genera Five Live Yardbirds (1964), un muy buen trabajo en vivo editado solamente en el Reino Unido, y efectivamente desemboca en la salida prematura de Clapton, todo un purista del blues, debido al enfoque comercial y radio friendly del primer repertorio bluesero y cercano al R&B y el rock and roll más primitivo, cortes de difusión de tres minutos de por medio. La segunda y más conocida fase del grupo, caracterizada por el ingreso de Jeff Beck en 1965, vuelca el espectro sonoro hacia la psicodelia y el proto rock pesado y termina siendo encapsulada tanto en For Your Love (1965) y Having a Rave Up with the Yardbirds (1965), dos placas lanzadas en el mercado estadounidense que fueron compiladas por el productor del debut en vivo, Giorgio Gomelsky, y que amalgamaban temas con Clapton y Beck, como en Roger the Engineer (1966), opus de estudio producido por el bajista Samwell-Smith y el manager Simon Napier-Bell que en el Reino Unido es conocido simplemente como Yardbirds y en yanquilandia bajo aquel título de Over Under Sideways Down, con Beck controlando en soledad la guitarra líder porque no quedaba nada de Clapton por refritar. La entrada de Page, un sesionista con un largo periplo profesional por estos años, se produce con la salida de Samwell-Smith y el enroque interno resultante permite a Beck y al flamante miembro hacerse cargo de las guitarras, período de transición aunque crucial que deriva en tres grabaciones memorables, el single Happenings Ten Years Time Ago (1966), joya del rock psicodélico, Stroll On (1967), recordado cover de Train Kept A-Rollin’ (1951), de Tiny Bradshaw, que fue a parar al soundtrack de Blow-Up (1966), obra maestra de Michelangelo Antonioni, y finalmente el single Beck’s Bolero (1967), tema instrumental que de hecho fue atribuido a Beck en calidad de su primera grabación solista.

 

El episodio final en la historia de The Yardbirds, el más visitado cuando se habla de Led Zeppelin lamentablemente desconociendo el resto del pintoresco derrotero, involucra el despido de Beck en ese mismo 1966 por su temperamento explosivo, su perfeccionismo y sus ausencias en algunos shows de las eternas giras de entonces, lo que en primera instancia genera la metamorfosis de la banda en un cuarteto con Page como único guitarrista y en segundo lugar desencadena el lanzamiento del último álbum, Little Games (1967), trabajo de estudio producido por Mickie Most y más volcado al pop -las compañías discográficas, Columbia y Epic Records, estaban asustadas por el magro desempeño en charts de aquella incomprendida Happenings Ten Years Time Ago– que incluye el arsenal psicodélico previo pero desentendiéndose de las “marcas registradas” de esta última fase de Yardbirds que se trasladarían a Zeppelin, sobre todo un repertorio más variado y pesado, unas zapadas cada vez más extensas y la flamante tendencia del guitarrista a tocar su instrumento con el arco de un violonchelo. Sinceramente Page no tuvo que esforzarse demasiado en 1968 para ya hegemonizar la banda porque ésta se cayó solita a pedazos de la mano de la conciencia de que sus mayores logros estaban en el pasado, esos Having a Rave Up with the Yardbirds y Roger the Engineer, y de la salida inicial de Relf y McCarty, interesados en el folk y la música clásica, y luego de Dreja, quien insólitamente quería convertirse en fotógrafo símil el protagonista de Blow-Up, por ello construyó de la nada a The New Yardbirds ayudado por un nuevo manager, Peter Grant, con Plant, recomendado por el también cantante Terry Reid, sujeto famoso por asimismo haber rechazado la invitación de Ritchie Blackmore para incorporarse a Deep Purple en reemplazo de Rod Evans, y con la base rítmica de Bonham y Jones, el primero recomendado por Robert y el segundo autoinvitándose al colectivo por haber compartido muchas grabaciones con Jimmy en calidad de sesionistas o partícipes en general. Luego de un tour escandinavo de septiembre de 1968 como The New Yardbirds, Dreja opera judicialmente con premura alegando que tenía en su poder el nombre y por ello Page y Grant optan por Led Zeppelin, un apelativo que surgió de un chascarrillo durante la grabación de Beck’s Bolero de parte de Keith Moon y John Entwistle, baterista y bajista respectivamente de The Who, quienes bromearon acerca de la posibilidad de un supergrupo futuro que según su opinión se iría a pique como un “zepelín de plomo” por obra y gracia de la contracultura hedonista y drogona del primer rock, esta entrañable aristocracia juvenil.

 

La carrera de Zeppelin resulta fácil de analizar y cubre un período de oro hasta 1975 y una dolorosa decadencia hasta la separación por la muerte accidental en 1980 de Bonham, un alcohólico y depresivo que se ahogó en su propio vómito, crisis que efectivamente cubre la segunda mitad de los 70 y que arranca con las adicciones a la heroína de los miembros del colectivo y un espantoso accidente de tránsito en 1975 en Grecia protagonizado por Plant y su esposa hindú, Maureen Wilson, que lo dejó con un tobillo fracturado y en parte recuerda aquella debacle de motocicleta de Bob Dylan en 1966 en lo que respecta a oficiar de “punto de quiebre” en la carrera que nos ocupa, algo que se exacerbó con el fallecimiento en 1977 de su hijo de cinco años, Karac Pendragon Plant, por una afección estomacal. Más allá de los distintos ítems que componen la leyenda, como por ejemplo eso de ser la primera banda de proto heavy metal junto con Black Sabbath y Deep Purple, su reputación de destructores de hoteles y en el campo del libertinaje, la innegable propensión a robar canciones del viejo blues negro de la primera mitad del Siglo XX, el misticismo tolkieneano freak de las letras del vocalista, el consabido uso del arco por parte de Page para añadirle “color” a los shows, la energía de Bonham en la batería y todos esos recitales fascinantes en una infinidad de estadios sostenidos en el generoso volumen, los riffs y la sincronía perfecta de la banda, además del apego hacia la independencia creativa y los álbumes por sobre los singles en su vínculo con Atlantic Records, lo cierto es que el mayor legado de los señores son sus seis primeros discos, Led Zeppelin (1969), carta de amor magistral al blues psicodélico, el jazz y la música folklórica tanto inglesa como de base estadounidense, Led Zeppelin II (1969), profundización y refinamiento del sonido pesado previo tracción a riffs demoledores y una actitud altisonante muy acorde, Led Zeppelin III (1970), vuelco parcial al esquema formal acústico con interesantes pinceladas de country y música celta sin renunciar del todo al groove asesino de Zeppelin, Led Zeppelin IV (1971), suerte de grandes hits espiritual que eleva hacia la estratósfera la garra y la pasión del grupo gracias a una síntesis sublime de mitología, contracultura hippona y hedonismo rockero de veinteañeros, Houses of the Holy (1973), incorporación del funk, el reggae, el soul y aquel rock progresivo desde la óptica psicodélica y pirotécnica de siempre, y Physical Graffiti (1975), álbum doble que resume todas las encarnaciones anteriores mientras juega con el art rock estrambótico y oficia de catedral sónica y segunda y última obra maestra de la banda después de Led Zeppelin IV.

 

Por supuesto que los álbumes posteriores no son malos aunque se ubican muy por detrás, pensemos en Presence (1976), primera experiencia entre correcta, rutinaria y francamente desganada/ simplista/ demasiado sintetizada que indica el cansancio y el bloqueo creativo de fondo, The Song Remains the Same (1976), buen disco doble en vivo con jam sessions que cubre el período hasta Houses of the Holy y en su momento fue muy ninguneado por cierta evidente sobreproducción típica del elefantismo del arena rock, In Through the Out Door (1979), otro intento semi experimental que superó lo hecho en Presence ahora en términos de proto new wave y una world music pegada a un purismo rockero algo mucho nostálgico, y Coda (1982), disfrutable pero accesorio popurrí póstumo de descartes y temas en vivo que sin ser brillante deja entrever la potencia e imaginación de los muchachos, en los últimos tiempos con Page -productor oficial de todas las placas- renunciando en lo que atañe al liderazgo musical ante Jones y Plant debido al alcoholismo de Bonham y la propia adicción a la heroína de Jimmy. Como ocurre con todos los grupos que gozaron de una enorme popularidad en su tiempo, las carreras solistas de los tres miembros sobrevivientes fueron muy erráticas en términos artísticos y comerciales y por ello las reuniones parciales, los “pases de factura” y las reconciliaciones fueron una constante a lo largo de las décadas, dejándonos con dos shows de regreso francamente horrendos, esos de Live Aid de 1985 y Atlantic Records 40th Anniversary de 1988, y otro digno, aquel Ahmet Ertegun Tribute Concert de 2007 en honor al jefazo de Atlantic que había fallecido el año anterior, evento en el que Jason Bonham ocupó la batería de su padre y que sería editado como Celebration Day (2012), un combo de concert movie más álbum en vivo semejante a The Song Remains the Same, otro trabajo que llegó desfasado al público porque había sido grabado tres años antes, en 1973. A Page, Plant y Jones les llevó la friolera de 45 años aprobar un documental oficial sobre aquel periplo en conjunto y nuestro producto tardío es Becoming Led Zeppelin (2025), film que cubre en primera persona la vida de los cuatro músicos -Bonham aparece a través de material de archivo- hasta Led Zeppelin II, planteo un poco frustrante porque las canciones por venir brillan por su ausencia aunque eficaz si consideramos la meticulosidad del director, Bernard MacMahon, el cual le dedicó seis años al proyecto luego de American Epic (2017), andanada de documentales y discos alrededor de las primeras grabaciones de la música folklórica yanqui durante los años 20 y una obra de una década de investigación.

 

MacMahon por suerte deja en el metraje canciones completas tanto por respeto al tema de turno como para examinar detalladamente cómo sonaban en directo en cada instancia de estos pasos primigenios, ya transformados en una cuadrilla extraordinaria de demolición, no se olvida del querido ingeniero Glyn Johns, especie de coproductor no acreditado del primer disco y gran colaborador de The Rolling Stones, The Who y The Kinks, subraya el cambio de época cuando superan en ventas a The Beatles, de la mano de Led Zeppelin II ganándole la pulseada a Abbey Road (1969), trae a colación la idolatría boba de Plant por yanquilandia, más como país que por su música, y las hilarantes críticas negativas del debut discográfico a raíz del hype alrededor de Jimmy, un “sesionista estrella” del momento, y de la reconversión en sí de The Yardbirds, responsables de singles muy exitosos de la talla de Heart Full of Soul (1965), For Your Love (1965), I’m a Man (1965), Over Under Sideways Down (1966) y Shapes of Things (1966), y construye un montaje en torno a Good Times Bad Times y sucesos varios de aquel presente para contextualizarnos en el año del Mayo Francés, 1968, una coctelera en la que entran la Masacre de Tlatelolco, el saludo del Poder Negro en los Juegos Olímpicos de México 1968, sendos estrenos de Barbarella (1968), de Roger Vadim, y Night of the Living Dead (1968), de George A. Romero, la llegada al West End londinense de Hair (1967), convite contracultural con letras de Gerome Ragni y James Rado y música de Galt MacDermot, la Marcha de Derry dentro del Movimiento por los Derechos Civiles en Irlanda del Norte, la escalada de la Guerra de Biafra (1967-1970), en Nigeria, el despliegue de 24 mil tropas nuevas por parte de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam (1964-1975), la entrega del Premio Nobel de la Paz a René Cassin, jurista francés que redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, la independencia de Guinea Ecuatorial con respecto a España, el ascenso del excrementicio Richard Nixon, quien se convertiría en presidente al año siguiente, la llegada a la cadena CBS de Hawaii Five-O (1968-1980), célebre serie policial creada por Leonard Freeman, el comienzo de la fabricación del Boeing 747 o “Jumbo” y de la persecución fascistoide contra John Lennon por tenencia de marihuana, los tests nucleares en el Sitio de Pruebas de Nevada bajo el paraguas de la infame Operación Crosstie, entre 1967 y 1968, y la primera transmisión por TV desde el espacio con motivo de la misión Apolo 7 de la NASA, previa al Alunizaje de 1969 de una Apolo 11 con Neil Armstrong y Buzz Aldrin caminando sobre nuestro satélite.

 

Entre pivotes del Page sesionista como Carter-Lewis and the Southerners, Shirley Bassey y Donovan y algún homólogo de Jones, en línea con Lulu circa el soundtrack de To Sir, with Love (1967), clásico de la integración racial de James Clavell con Sidney Poitier, la película nos pasea por influencias conocidas e ignotas como Lonnie Donegan, Little Richard, Gene Krupa, Johnny Kidd & the Pirates, Sonny Boy Williamson II, Perry Foster o James Brown y desde ya pone el acento en el encuentro entre Page vía The Yardbirds y Plant vía Band of Joy (1966-1968), este último un grupo heterogéneo de soul y blues que incluyó entre sus filas a Bonham y que sólo grabaría unos demos. Si bien en algunas ocasiones no se le presta la suficiente atención al paso de Page por Yardbirds para evidentemente saltar más rápido a Zeppelin, algo particularmente doloroso tratándose de un opus con un abordaje posmoderno melancólico que se restringe a la génesis histórica/ identitaria/ musical del colectivo inglés, Becoming Led Zeppelin balancea con astucia las cuatro perspectivas para que no griten los egos de los señores o su descendencia y señala la importancia primero de Grant, nexo entre la rusticidad de The Yardbirds y las innovaciones tecnológicas de los recitales de The New Yardbirds/ Led Zeppelin, segundo de la primera gira por Estados Unidos y Canadá de 1968 y 1969, fundamental para solidificar a los muchachos probando en vivo el álbum debut y la continuación del sonido pesado y semi avant-garde del final de The Yardbirds, tercero del rol de Page como director musical de Zeppelin, sin duda el más experimentado en términos de trabajo en estudio o arreglos más producción, y cuarto de la idea de autonomía/ libertad total de Jimmy a la hora de negociar con Atlantic Records, lo que incluía tours, contenido y diseño de las placas y adelantos de dinero, un esquema que permitió la colaboración con Hipgnosis en logotipo y portadas desde 1973 y que se mueve en consonancia con el claro objetivo del guitarrista de no transformarse en una fábrica de hits pop obligatorios como ocurriese con la banda encabezada por Relf y McCarty, algo también resumido en su lucha contra los singles reduccionistas y a favor del álbum como entidad artística indivisible que cuando mucho podría fragmentarse en uno de sus dos lados, A o B, para la difusión por radio. Más allá del corte histórico antojadizo en 1970 y las críticas que recibirá el trabajo de MacMahon por ello, todas válidas porque resulta imperdonable la ausencia de las muchas joyas de Led Zeppelin IV y Physical Graffiti, en última instancia la música calmará a las fieras melómanas del rock y los momentos más interesantes del film aportarán otra dosis de bienestar cultural, sobre todo el lujo de ver a este Jimmy octogenario sonriendo frente a su versión púber de 1958, una entrevista sonora inédita con Bonham, las reacciones de los tres ante las palabras del baterista, el traslado de Page hacia la casa flotante utilizada para los primeros ensayos, en Pangbourne, en el sur del Reino Unido, el hilarante detalle de algunas señoras y niños tapándose los oídos debido a la potencia de Communication Breakdown, el hecho de escuchar a Robert conversar con oyentes radiales de los años 60 o mostrándonos sus notas con la letra garabateada de Ramble On, las reacciones del susodicho y Page frente a un registro documental inédito del Bath Festival of Blues de 1969, en Somerset, y por supuesto la aparición de mucho material fotográfico y audiovisual restaurado del grupo en la intimidad y en recitales durante aquellos 60, una excusa para el desfile de maravillas -sin interrupciones significativas en el montaje- como How Many More Times, White Summer/ Black Mountain Side, la citada Communication Breakdown, Dazed and Confused, I Can’t Quit You Baby y Whole Lotta Love, uno de los himnos más poderosos de Led Zeppelin II

 

Becoming Led Zeppelin (Reino Unido/ Estados Unidos, 2025)

Dirección: Bernard MacMahon. Guión: Bernard MacMahon y Allison McGourty. Elenco: Jimmy Page, Robert Plant, John Paul Jones, John Bonham, Peter Grant, Jeff Beck, Glyn Johns, Keith Relf, Chris Dreja, Jim McCarty. Producción: Bernard MacMahon, Allison McGourty, Duke Erikson y Ged Doherty. Duración: 121 minutos.