En un hipotético desfile de las secuelas innecesarias, tardías y olvidables a más no poder de seguro Beetlejuice Beetlejuice (2024) llevaría la bandera porque la mediocridad de la nueva obra de Tim Burton, especie de vuelta concienzuda a los practical effects y a las peripecias alrededor del Manual para los Recién Fallecidos, no llega a calificar de desastrosa pero tampoco de más o menos simpática o amena o atendible, moviéndose precisamente en una medianía que si bien no despierta vergüenza ajena ni llega a aburrir del todo, como sí lo hacían casi todas las realizaciones que ha venido estrenando en el nuevo milenio desde que comenzase su decadencia creativa con El Planeta de los Simios (Planet of the Apes, 2001), lo cierto es que provoca cierta incomodidad porque después de la catarata de trabajos por encargo de los últimos años por fin había decidido escuchar a sus fans de antaño y refritar algo de personalidad propia al retrotraernos a su cúspide creativa de los 80 y 90, aquella de las extraordinarias Beetlejuice (1988), Batman (1989), El Joven Manos de Tijera (Edward Scissorhands, 1990), Batman Vuelve (Batman Returns, 1992), El Extraño Mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993), faena animada de Henry Selick con producción e historia de Burton, y Ed Wood (1994). Esta movida a priori loable por parte del ex niño gótico, orientada a aggiornar su cariño del pasado hacia los marginados, apóstatas sociales y lunáticos de diversa tesitura darky, llega luego de venderse al mejor postor -al Diablo hollywoodense, en síntesis, ya que el dinero tiende a suprimir el intelecto- y de volcarse a la redundancia soporífera de El Cadáver de la Novia (Corpse Bride, 2005), Sweeney Todd: El Barbero Demoníaco de la Calle Fleet (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, 2007) y Sombras Tenebrosas (Dark Shadows, 2012) y a la luminosidad bobalicona de films como Charlie y la Fábrica de Chocolate (Charlie and the Chocolate Factory, 2005) y El Gran Pez (Big Fish, 2003), su intentona de impronta fellinesca destinada a ganar premios.
Con la excepción de las honrosas Frankenweenie (2012), film en stop motion inspirado en su corto homónimo de 1984, y Ojos Grandes (Big Eyes, 2014), biopic clasicista sobre la pintora kitsch Margaret Keane en la piel de Amy Adams, toda la producción artística del Siglo XXI de Burton ha sido una decepción en espiral que llegó al estrato de los bodrios impresentables de la mano de esa hedionda trilogía repleta de CGIs y sensiblería compuesta por Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland, 2010), Miss Peregrine y los Niños Peculiares (Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children, 2016) y Dumbo (2019), esta última quizás la peor película de su carrera y para colmo un fracaso económico que lo llevó a una insólita expulsión de Hollywood por la friolera de un lustro, todo gracias a la misma Walt Disney Company que lo había echado en los 80 luego de la versión primigenia de Frankenweenie, considerada deprimente para lo que se esperaba de un por entonces empleado de la empresa, por ello el señor hace poco y con toda la razón acusó a la Disney de homogeneizar su contenido vía la chatarra de Pixar, Marvel y Lucasfilm. Este Burton de 66 años aparentemente experimentó una regresión psicológica -o un intento explícito- y por ello decidió desempolvar un proyecto que llevaba 36 años más o menos dormido, el de la continuación de la entrañable Beetlejuice, película que no necesitaba corolario alguno ya que funcionó a la perfección como un exponente de dos tendencias de su época, la primera relacionada con la oscuridad de la fase inicial de la carrera del director, aquella que llega hasta La Leyenda del Jinete sin Cabeza (Sleepy Hollow, 1999), y la segunda homologada a dos fetiches temáticos/ retóricos de fines de la década del 80 y comienzos de los 90, nos referimos a los relatos de fantasmas y la comedia bizarra de crítica social post la Trilogía de la Imaginación de Terry Gilliam, Bandidos del Tiempo (Time Bandits, 1981), Brazil (1985) y esa Las Aventuras del Barón Munchausen (The Adventures of Baron Munchausen, 1988).
El guión de Alfred Gough y Miles Millar, los mismos de una serie muy rudimentaria para Netflix que también se esforzó demasiado en su plan de devolvernos al Burton de otras y mejores épocas, Merlina (Wednesday, 2022), no se sostiene bajo ningún punto de vista en una inevitable comparación con el original de 1988 acreditado a Michael McDowell y Warren Skaaren, una historia rebosante de insolencia, surrealismo e imaginación que se acopló de maravillas con los latiguillos góticos del joven Tim. Ya se sabía de antemano que Warner Bros. iba a vetar a tres actores fundamentales del primer opus, a Geena Davis por osar envejecer, a Jeffrey Jones por producir pornografía infantil y a Alec Baldwin por matar accidentalmente a la directora de fotografía Halyna Hutchins en el set de la película Rust, de Joel Souza, así en esta oportunidad todo gira alrededor de tres generaciones femeninas de aquella familia Deetz, ahora de la mano de Lydia (Winona Ryder), otrora ninfa dark que en su calidad de médium se transformó con el transcurso de los años en conductora de un exitoso programa esotérico de TV bautizado Casa Fantasma (Ghost House), Astrid (Jenna Ortega, protagonista de Merlina), una hija adolescente algo insoportable que la odia por considerarla un fraude, y Delia (Catherine O’Hara), madrastra banal de la primera y artista plástica de inclinaciones vanguardistas que llora la muerte de su marido, Charles (Jones es recreado con animación en una secuencia retrospectiva), luego de que su avión se estrellara y fuese devorado por un tiburón. La trama en sí juega en simultáneo con un Betelgeuse que se pronuncia “Beetlejuice” (Michael Keaton), fantasma “bioexorcista” por antonomasia, que es perseguido por su ex esposa, Delores (Monica Bellucci, la pareja del realizador), y un policía espectral, Wolf Jackson (Willem Dafoe), y que todavía anhela casarse con Lydia para regresar al reino de los vivos, una obsesión que resulta tan caprichosa e intercambiable como el resto del “no desarrollo” dramático o discursivo de esta odisea macabra en general.
A pesar de cameos interesantes de parte de Danny DeVito, como un conserje al paso, y de Burn Gorman, como un sacerdote pragmático, y de la presencia de un par de contrapesos románticos para Lydia y Astrid tachados de malévolos, Rory (Justin Theroux) y Jeremy (Arthur Conti), el primero un productor parasitario de la médium que asimismo quiere contraer matrimonio con ella y el segundo un asesino que se cargó a sus progenitores en los años 90 y desea intercambiar lugares con la púber en el Más Allá, de hecho manipulándola desde las debilidades del corazón, en realidad el único varón importante es el del título y en una dosis relativa porque Keaton pretendió recuperar el rol algo secundario de su personaje, un planteo que evidentemente le jugó a favor a él -todas sus secuencias son bastante dignas y se nota que la pasó muy bien regresando al bioexorcista- y sin duda empobreció al resto del escuálido devenir cómico porque ni Ryder ni O’Hara ni mucho menos Ortega -la chica está bien aunque su criatura heredó los peores clichés de la madre en acepción adolescente, Lydia, una quejosa ad infinitum- logran levantar el asunto por sobre una corrección anodina y trasnochada, de nostalgia baladí en consonancia con la desesperación de Burton y de sus guionistas en pos de encapsular ese espíritu demente y socarrón de 1988. Se agradecen las alusiones efímeras a Harry Belafonte, responsable de las geniales Day-O (The Banana Boat Song) y Jump in the Line (Shake, Señora), y al estupendo Mario Bava de Operación Miedo (Operazione Paura, 1966), mediante líneas de diálogos, y La Máscara del Demonio (La Maschera del Demonio, 1960), a través de un bello flashback en italiano protagonizado por Keaton y Bellucci, sin embargo el grueso de Beetlejuice Beetlejuice resulta insípido, la cosa sólo retoma un buen nivel durante el último acto, cuando el interés está extinto, y en suma la propuesta apenas si sirve para enterrar todavía más hondo aquella basura inmediatamente previa, las citadas y por demás tediosas Dumbo y Miss Peregrine y los Niños Peculiares…
Beetlejuice Beetlejuice (Estados Unidos, 2024)
Dirección: Tim Burton. Guión: Alfred Gough y Miles Millar. Elenco: Michael Keaton, Winona Ryder, Catherine O’Hara, Jenna Ortega, Justin Theroux, Willem Dafoe, Monica Bellucci, Arthur Conti, Burn Gorman, Danny DeVito. Producción: Tim Burton, Dede Gardner, Tommy Harper, Jeremy Kleiner y Marc Toberoff. Duración: 104 minutos.