Los intentos fallidos de caza de brujas contra próceres varios del séptimo arte como Roman Polanski y Woody Allen, en el primer caso por un delito prescripto y en el segundo por acusaciones inventadas por una ex pareja que se sintió despechada, Mia Farrow, sólo han logrado subrayar el hecho de que el artista y la persona real efectivamente pueden separarse en los análisis en recepción y que fetichizar una dimensión por sobre la otra es sinónimo de fundamentalismo idiota porque la vida -y todo lo que incluye- es pura heterogeneidad. Tres realizaciones se han acumulado en sendas carreras desde el surgimiento del #MeToo y del feminazismo misándrico burgués sin conciencia social, un extremismo imbécil que terminó generando como consecuencias tanto el hartazgo social global para con el lloriqueo rosa y gay como la consolidación del ascenso de una nueva derecha hiper cavernícola, por ello la seudo izquierda light del nuevo milenio jamás entenderá a la izquierda marxista histórica preocupada por lo macro/ las injusticias de las mayorías por sobre lo micro/ el chiquitaje de los reclamos de sectores egoístas con anteojeras de caballo, corriente inteligente cercana al Polanski de Basada en Hechos Reales (D’Après une Histoire Vraie, 2017), El Oficial y el Espía (J’Accuse, 2019) y El Palacio (The Palace, 2023) y nuestro Allen reciente de Un Día Lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019), El Festival de Rifkin (Rifkin’s Festival, 2020) y Golpe de Suerte (Coup de Chance, 2023), esta última la flamante adición del neoyorquino a su periplo del otro lado del Océano Atlántico desde que comenzase a pasearse por Europa dos décadas atrás por los obstáculos para conseguir financiamiento en Estados Unidos a raíz de la metamorfosis del mainstream vernáculo desde las postrimerías del Siglo XX y en especial la centuria que atravesamos, un trajín que va desde el esquema orientado a los adultos pensantes de antaño hacia la estupidez lobotomizadora del presente.
Golpe de Suerte, nada menos que el debut de Woody en idioma francés y su tercer opus filmado en su mayoría en Francia luego de Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011) y Magia a la Luz de la Luna (Magic in the Moonlight, 2014), ya que La Última Noche de Boris Grushenko (Love and Death, 1975) y Todos Dicen Te Quiero (Everyone Says I Love You, 1996) sólo incluyeron un puñado de escenas rodadas en el país, asimismo se engloba en una vertiente muy específica de la carrera de Allen, aquella de temática criminal en sus distintas acepciones, colorido rubro que arranca en la farsa, pensemos por ejemplo en Robó, Huyó y lo Pescaron (Take the Money and Run, 1969), Disparos sobre Broadway (Bullets Over Broadway, 1994), Ladrones de Medio Pelo (Small Time Crooks, 2000), Scoop (2006) y Hombre Irracional (Irrational Man, 2015), y llega hasta la solemnidad de Crímenes y Pecados (Crimes and Misdemeanors, 1989), Match Point (2005) y El Sueño de Cassandra (Cassandra’s Dream, 2007), sin olvidarnos del homenaje cinéfilo en línea con Sombras y Niebla (Shadows and Fog, 1991), apología del expresionismo alemán, Misterioso Asesinato en Manhattan (Manhattan Murder Mystery, 1993), oda al cine de Alfred Hitchcock, y La Maldición del Escorpión de Jade (The Curse of the Jade Scorpion, 2001), carta de amor al film noir y los primeros thrillers hollywoodenses. La trama es muy simple y se centra en una pareja de la alta burguesía parisina, Jean (Melvil Poupaud) y Fanny (Lou de Laâge), él un asesor financiero y ella una empleada de una galería de subastas que se reencuentra con un viejo compañero escolar, Alain (Niels Schneider), escritor con el que inicia un affaire. Jean sospecha del asunto y eventualmente contrata primero a un investigador privado para confirmarlo y luego a unos sicarios para matar al amante, sin embargo la suegra del marido y madre de Fanny, Camille (Valérie Lemercier), descubre el homicidio de modo paulatino.
Con la evidente idea de homenajear a Georges Simenon, el creador del mítico Comisario Jules Maigret y sin duda el autor de novelas policiales en lengua francesa más exitoso y celebrado en todo el planeta, Allen en Golpe de Suerte también se hace un festín con las típicas ironías del acervo cinematográfico galo -aquel especializado en los thrillers más variopintos, por supuesto- acerca de la estratificación económica y la superficialidad y el hedonismo de los ricachones, desde Henri-Georges Clouzot y Claude Chabrol, pasando por René Clément y Jacques Deray, hasta Georges Lautner y François Ozon, lindo planteo que unifica con su obsesión de larga data en torno al choque entre por un lado el azar, en el relato simbolizado en Alain, por cierto todo un abanderado de las coincidencias cósmicas que se acumulan como fichas de dominó y efectivamente permiten que se encuentre con Fanny en las calles de París y comience este vínculo con destino trágico, y por el otro lado el determinismo más tenaz que no deja nada librado a esa suerte del título, en pantalla con Jean oficiando de fundamentalista cuasi despótico del asunto ya que la creencia de que no existe nada más allá de la voluntad individual -y la ambición que surge de ella- lo conduce a mandar a asesinar al escritor como hiciese en el pasado con un socio que supo acusarlo de malversación y también desapareció de un momento a otro por obra y gracia de sus sicarios favoritos, los hermanos rumanos Dragos (Sâm Mirhosseini) y Milos (Jamel Elgharbi). Otro de los ejes conceptuales por antonomasia de la producción artística del director y guionista, el conflicto de idealismo versus pragmatismo, en esta oportunidad aparece representado mediante la persistencia del primer amor, quimera que Alain viene arrastrando desde que se topase con Fanny en su adolescencia, y a través del materialismo desabrido y cosificante de Jean, quien defiende a su “esposa trofeo” mientras disfruta obnubilado del ferromodelismo.
Mucho menos turística y exagerada que Medianoche en París y Magia a la Luz de la Luna, la película resulta tan previsible como disfrutable en su sencillez, velocidad y astucia a la hora de indagar en tópicos como la cleptocracia capitalista, los chismes, el matrimonio, la banalidad cultural contemporánea, la vida bohemia de los artistas, el cariño prohibido, las mentiras cotidianas, la frustración, la pedantería burguesa, las dudas existenciales, los celos, el consabido crimen, la sed de justicia y sobre todo unos oligarcas homologados a idiotez, aburrimiento ad infinitum y charlas sobre dinero, restaurants, hoteles de lujo y pavadas como kayak, senderismo y caza de ciervos. Allen no sólo garantiza muy buenos diálogos y actuaciones sensatas de los cuatro intérpretes principales, Lemercier, Poupaud, Schneider y la siempre lozana Lou de Laâge, sino que además apuntala una fotografía exquisita de la mano de su socio reincidente Vittorio Storaro, genio adepto a los travellings y los planos amplios, y nos regala un soundtrack jazzero maravilloso en el que sobresalen diferentes composiciones de Nat Adderley, Milt Jackson, Einar Aaron Swan y ese inmaculado Herbie Hancock de Cantaloupe Island (1964). Sin ofrecer nada particularmente nuevo o magistral ni representar un renacimiento creativo innecesario para un señor con la friolera de 88 años a cuestas, Golpe de Suerte mantiene el buen nivel de calidad de Un Día Lluvioso en Nueva York y El Festival de Rifkin y enfatiza la adaptabilidad de un Woody que sobrepasa todas las barreras culturales/ idiomáticas/ sociales y continúa construyendo personajes estupendos como el de la suegra incisiva, Camille, equivalente a un inspector y desde ya el nexo tácito que desde su neutralidad conecta la pantomima pública de Jean de millonario simpático con la realidad del psicópata del ecosistema privado capaz de cualquier cosa con tal de salirse siempre con la suya, ya sea en pos de impunidad, un capricho y/ o aumentar su capital…
Golpe de Suerte (Coup de Chance, Francia/ Reino Unido/ Estados Unidos, 2023)
Dirección y Guión: Woody Allen. Elenco: Lou de Laâge, Melvil Poupaud, Niels Schneider, Valérie Lemercier, Sâm Mirhosseini, Jamel Elgharbi, Guillaume de Tonquédec, Elsa Zylberstein, Grégory Gadebois, Sara Martins. Producción: Erika Aronson y Letty Aronson. Duración: 97 minutos.