Un Lugar en Silencio: Día Uno (A Quiet Place: Day One)

La pizza del fin del mundo

Por Emiliano Fernández

Y pensar que en décadas anteriores el triste recorrido en términos cualitativos de las sagas cinematográficas podía brindar de vez en cuando alguna que otra sorpresa al espectador porque la espiral descendente no siempre se cumplía a rajatabla, todo lo contrario a lo que ocurre en nuestros días ya que la tendencia a estirar interminablemente las franquicias exitosas no sólo genera cansancio en el público sino que rápidamente deriva en productos que se mueven entre lo impresentable y lo anodino, en este sentido basta con pensar en la seguidilla de películas que empezó con Un Lugar en Silencio (A Quiet Place, 2018), obra de John Krasinski que sin ser una maravilla por lo menos ofrecía una excusa bastante digna -monstruos ciegos que acechaban a los bípedos mediante el sonido- para desparramar un simpático puñado de escenas de suspenso mayormente minimalista o ascético, ese que de un tiempo a esta parte viene repitiéndose en muchas aventuras hollywoodenses centradas en el apocalipsis y contextos fatalistas de esta envergadura. Ya Un Lugar en Silencio: Parte II (A Quiet Place: Part II, 2020), nuevamente de Krasinski, dejaba de lado toda sorpresa y exacerbaba lo malo y lo bueno del convite anterior, tanto la sensiblería como el asedio de las criaturas, para unificarlos en un verdadero fiasco homologado a devaluación artística.

 

Como no podía ser de otra manera, Un Lugar en Silencio: Día Uno (A Quiet Place: Day One, 2024), opus de Michael Sarnoski que funciona como una precuela y un spin-off de la epopeya primordial del 2018 aunque sin llegar ni remotamente al nivel de la otra faena reciente que acumulaba ambas condiciones, la inmaculada Furiosa: De la Saga Mad Max (Furiosa: A Mad Max Saga, 2024), de George Miller, continúa aquel descenso hacia lo intrascendente instantáneo gracias a una vacuidad casi absoluta que se opone al mínimo discurso de los dos eslabones anteriores, pensemos que el film original vinculaba todo el tiempo a la paternidad con una existencia monástica que implicaba proteger a la prole de las criaturas y la segunda obra, por su parte, incluía una distinción entre los sobrevivientes a este fin del mundo de mutismo impuesto desde el cosmos, así teníamos a unos burgueses civilizados que vivían en islas y a unos pobres diablos que debían pelear por sus vidas en el continente ya que los invasores del espacio no podían nadar. Esta tercera película afloja un poco con la cursilería melodramática -el cine de terror nunca la necesitó- pero no entrega nada nuevo en consonancia con más escenas de acecho y más protagonistas intercambiables cuya óptica individual nos priva de una hecatombe a gran escala que jamás vemos del todo.

 

Samira alias Sam (Lupita Nyong’o) es una poetisa negra con cáncer que recibe fentanilo a través de parches transdérmicos y está internada en un asilo para pacientes terminales en las afueras de Nueva York. Un enfermero con las mejores intenciones pero pocos resultados positivos, Reuben (Alex Wolff), la engaña para que se sume a una comitiva que concurrirá a un espectáculo de marionetas en Manhattan, sin embargo todo se va al demonio cuando caen los reglamentarios meteoritos del espacio y de ellos surgen los amigos invidentes, los cuales siguen sin poder nadar y por ello la administración de yanquilandia destruye sin más los puentes de la isla para aislar a los monstruos y ordena desde helicópteros dirigirse hacia una zona portuaria para una evacuación generalizada de civiles. Reuben pronto fallece y el lugar del “compinche” de Sam pasa a ser ocupado por Eric (Joseph Quinn), un burguesito británico de buen pasar económico que está en Nueva York para estudiar derecho, quien de la nada misma -y mediante una excusa narrativa involuntariamente graciosa, léase pánico paralizante- decide acompañarla no hacia el muelle sino hacia Harlem para comer algo en una pizzería del barrio, Patsy’s, asimismo por otro pretexto muy atado con alambre, en esta oportunidad porque el papi finado de la afroamericana solía llevarla allí luego de tocar jazz.

 

Precisamente como el enfermero y buena parte de los personajes de la franquicia hasta este momento, Un Lugar en Silencio: Día Uno ventila intenciones a priori nobles, como un humanismo intimista y esa angustia a escala reducida a la que apuntábamos previamente, no obstante las redundancias, obviedades, caprichos y torpezas acumuladas van dando forma a un film incluso menos memorable que el del 2020, lo que es decir mucho no sólo por el somnífero de Krasinski sino también porque el director de turno, Sarnoski, venía de una ópera prima realmente muy buena con Nicolas Cage y este mismo Wolff, Cerdo (Pig, 2021). Si bien resulta loable la esquemática noción -casi inexistente, a decir verdad- de ponderar al riesgo si no se tiene nada que perder o para superar un miedo que nos petrifica, lo que en realidad salva a la propuesta del desastre total es la excelente labor de Nyong’o, célebre por 12 Años de Esclavitud (12 Years a Slave, 2013), de Steve McQueen, y Nosotros (Us, 2019), de Jordan Peele, y la presencia del gato que acompaña siempre a su personaje, Frodo, un animal auténtico/ sin CGI cuyas caras, ojos y movimientos resultan mucho más interesantes que el combo rutinario de fondo en materia de aglutinar ingredientes de Los Pájaros (The Birds, 1963), de Alfred Hitchcock, Alien (1979), de Ridley Scott, Exterminio (28 Days Later, 2002), de Danny Boyle, Creep (2004), de Christopher Smith, y en especial Niños del Hombre (Children of Men, 2006), de Alfonso Cuarón. Por momentos pareciera que el Hollywood contemporáneo no conoce punto intermedio entre el tono idiota baladí de los blockbusters ciclópeos y el melodrama barato como el que nos ocupa, uno de inglesito ricachón y negra en estado terminal más minino, de allí se explica lo derivativo, meloso y mainstream descartable de este periplo en pos de la pizza idealizada del fin del mundo…

 

Un Lugar en Silencio: Día Uno (A Quiet Place: Day One, Estados Unidos/ Reino Unido, 2024)

Dirección y Guión: Michael Sarnoski. Elenco: Lupita Nyong’o, Joseph Quinn, Alex Wolff, Djimon Hounsou, Thea Butler, Alfie Todd, Elijah Ungvary, Eliane Umuhire, Takunda Khumalo, Benjamin Wong. Producción: John Krasinski, Michael Bay, Andrew Form y Brad Fuller. Duración: 100 minutos.

Puntaje: 4