Truck Turner

La recompensa muta en venganza

Por Emiliano Fernández

Isaac Hayes (1942-2008) fue uno de esos artistas cuyas vida y trayectoria tuvieron diversas facetas de impronta complementaria, algo que abarca tanto el recorrido concreto del señor por la industria cultural de yanquilandia como la lectura que puede extraerse del asunto, en este sentido conviene tener presente que todas las vertientes apuntadas derivaron, primero, en mayor o menor medida en frustración y paradojas varias que impidieron que alcance su máximo potencial, una lástima porque el afroamericano tenía mucho talento, y segundo, en el hecho de que el grueso del público del nuevo milenio jamás lo escuchó nombrar, detalle que habla de la ignorancia popular pero aún más de la condición de artista de culto/ nicho de Hayes. Para los melómanos el amigo Isaac siempre estará relacionado a la maravillosa seguidilla de siete álbumes que grabó para Stax Records entre fines de los años 60 e inicios de la década siguiente, hablamos de Presenting Isaac Hayes (1968), Hot Buttered Soul (1969), The Isaac Hayes Movement (1970), …To Be Continued (1970), Shaft (1971), Black Moses (1971) y Joy (1973), todos clásicos del jazz, el soul progresivo, el funk y el rhythm and blues de dejo psicodélico en general que le hicieron sombra a su producción posterior, en suma volcada a la música disco más chatarra salvo por un regreso tardío al soul y el funk a partir de los 80, ya desesperado después de declararse en bancarrota y perder las futuras regalías de todas sus composiciones debido a la lamentable decisión de comprar un equipo de básquet, esos Memphis Tams que rebautizó como los Memphis Sounds. Los cinéfilos, por otra parte, puede que lo recuerden por el citado soundtrack del film dirigido por Gordon Parks y protagonizado por Richard Roundtree en el rol titular, Shaft (1971), toda una joya del blaxploitation o cine de explotación centrado en los negros y sus vicisitudes de la época, rubro en el que reincidiría en ocasión de otras dos bandas sonoras aunque en este caso de películas que supo estelarizar, nos referimos a Three Tough Guys (1974) y Truck Turner (1974), realizaciones respectivamente de Duccio Tessari y Jonathan Kaplan para las que Hayes concibió una colección de instrumentales y tracks vocales que cayeron un tanto por debajo de todo lo hecho para Shaft, evidentemente su obra maestra de la música incidental.

 

Si bien el señor con el transcurso de los años se convertiría en una de las caras visibles de la cienciología, la tristemente célebre “religión” fundada en 1953 por L. Ron Hubbard, y le pondría la voz a un extraordinario personaje de South Park (1997-2025), Chef, a lo largo de 135 episodios que culminarían con la renuncia de Isaac en 2006 a posteriori de sufrir un accidente cerebrovascular, determinación aparentemente motivada por un entorno cercano a la cienciología que tomó el control de la carrera del músico e intérprete con el objetivo de vengarse de los creadores del show animado, Trey Parker y Matt Stone, por sus repetidas burlas contra el culto de Hubbard, lo cierto es que Hayes en el Siglo XXI continúa siendo sinónimo de blaxploitation y soul progresivo por los trabajos nombrados al punto de que casi nadie recuerda que encaró un largo derrotero -en especial durante los 90- como actor secundario, gremio en el que supo brillar como The Duke, el villano de Escape from New York (1981), de John Carpenter, sin olvidarnos de otras incursiones en el séptimo arte como I’m Gonna Git You Sucka (1988), de Keenen Ivory Wayans, CB4 (1993), de Tamra Davis, Posse (1993), de Mario Van Peebles, Robin Hood: Men in Tights (1993), de Mel Brooks, Oblivion (1994), de Sam Irvin, It Could Happen to You (1994), de Andrew Bergman, Six Ways to Sunday (1997), de Adam Bernstein, Blues Brothers 2000 (1998), de John Landis, Reindeer Games (2000), del genial John Frankenheimer, y Hustle & Flow (2005), de Craig Brewer. Ahora bien, sin duda su rol más interesante para la gran pantalla fue el segundo, aquel de Truck Turner, no sólo porque fue su único verdadero protagónico en una carrera saturada de “personajes adicionales”, eufemismo por el antojo de realizadores, guionistas y productores melómanos que lo incluían en el elenco para homenajearlo de manera tácita, sino también porque en su otro trabajo de peso, esa Three Tough Guys de este mismo 1974, terminó muy opacado por sus dos colegas de turno, nada menos que Lino Ventura y Fred Williamson, amén del hecho de que la odisea de Tessari es muy inferior con respecto a la de Kaplan y hoy por hoy ha caído olímpicamente en el olvido, algo que en cierta medida le ocurre a Truck Turner si la comparamos con una Shaft más mainstream, ilustre y clasicista.

 

En realidad la película había sido escrita por una actriz reconvertida en guionista, Leigh Chapman, que aparece bajo el seudónimo de Jerry Wilkes y también firmaría el guión de Dirty Mary Crazy Larry (1974), de John Hough, para alguna estrella caucásica y curtida en línea con Lee Marvin, James Coburn o Robert Mitchum, no obstante el texto de Chapman fue adquirido por la legendaria American International Pictures y se decidió reescribir el material para tratar de posicionar a Hayes como un antihéroe de acción aprovechando sus éxitos musicales, aquel carisma/ aquella estampa de sex symbol y el detalle contextual de que literalmente venía de ganar un Oscar por la canción titular de la epopeya de Parks, Theme from Shaft (1971), así se contrató para la reescritura a Michael Allin, recién salido de Enter the Dragon (1973), tanque de Robert Clouse, y a Oscar Williams, ya un experto en blaxploitation gracias a The Final Comedown (1972) y Five on the Black Hand Side (1973), ambas dirigidas por el propio Williams, y Black Belt Jones (1974), otra faena muy conocida de Clouse. La historia propiamente dicha es casi inexistente y se centra en Mack “Truck” Turner (un Isaac muy cómodo en el rol), ex jugador de fútbol americano que tuvo que retirarse luego de una lesión y por ello se dedica junto a su mejor amigo, Jerry Barnes (Alan Weeks), a atrapar a distintos fugitivos. Los cazarrecompensas suelen trabajar para un agente de fianzas, Nate Dinwiddie (Sam Laws), que los remite a Fogarty (el querido Dick Miller), blanquito que a su vez los envía detrás de Richard Leroy “Gator” Johnson (Paul Harris), un proxeneta violento y muy peligroso que tiene un burdel encabezado por Dorinda (Nichelle Nichols, aquella oficial de comunicaciones de Star Trek, Nyota Uhura). Luego de recurrir a la madame, a los muchachos se les escapa Gator pero un dato de Duke (Scatman Crothers), un alcahuete retirado, les permite localizarlo de nuevo e incluso balearlo en un duelo a toda pompa. Dorinda pronto reafirma su control sobre el establo de putas del finado y ofrece la mitad de las ganancias a cualquier capo del lenocinio de Los Ángeles que mate a Turner, quien resulta ser Harvard Blue (Yaphet Kotto), un caudillo que golpea a Dinwiddie y asesina por equivocación a Barnes, generando la sed de revancha del personaje de Hayes.

 

Además de la impagable presencia del protagonista, el encanto de la película pasa por la intensidad que Kaplan supo imprimirle al proyecto y específicamente a las dos mitades del convite, la primera de tono jocoso y hasta costumbrista freak, especie de prólogo de esas buddy movies policiales de los años 80 que van desde 48 Hrs. (1982), de Walter Hill, hasta Lethal Weapon (1987), de Richard Donner, y la segunda parte homologada a un desquite salvaje y ultra gore que honestamente bordea el surrealismo a raíz del enfrentamiento final entre Turner y Blue después de que el primero protegiese/ se sacase de encima a su novia cleptómana, Annie (Annazette Chase), a la que incrimina en una tienda por hurto para que la arresten, hablamos de la escena del tiroteo en el hospital cuando Mack visita a Nate y de repente arriba el villano de Kotto, una figura recurrente del cine de la época que alcanzaría su cúspide profesional con Blue Collar (1978), de Paul Schrader, y Alien (1979), de Ridley Scott, excusa para una generosa masacre que incluye a pacientes, enfermeros, mafiosos, doctores, féminas, tullidos, visitantes, guardias de seguridad y soplones, más algún niño del montón, y que por cierto no tiene nada que envidiarle a las carnicerías igualmente profusas de -por ejemplo- Missing in Action (1984), de Joseph Zito, Rambo: First Blood Part II (1985), de George P. Cosmatos, o Commando (1985), opus de Mark L. Lester, por supuesto restándole a la fórmula en cuestión el discurso fascistoide y jingoísta del reaganismo de los 80. Kaplan, por el contrario, compensa el nihilismo también hiper violento de los 70 con una efervescencia visual que se contagia al público a través de una edición frenética aunque nítida y una retahíla de travellings, zooms, planos holandeses, ralentís peckinpahneanos y arneses para el recordado fallecimiento de Harvard Blue en la puerta del nosocomio, un instante que salta entre lo etéreo, el lirismo y aquel horror de zombies que siguen y siguen moviéndose a pesar de todo. Con homenajes al paso a Otis Redding y Jimi Hendrix, el film constituye una de las cumbres del blaxploitation más caricaturesco y permite el lucimiento de Hayes como actor, llegando incluso a anticipar el sustrato punk y/ o justiciero de Over the Edge (1979) y The Accused (1988), las otras dos realizaciones atendibles de Kaplan…

 

Truck Turner (Estados Unidos, 1974)

Dirección: Jonathan Kaplan. Guión: Leigh Chapman, Michael Allin y Oscar Williams. Elenco: Isaac Hayes, Yaphet Kotto, Nichelle Nichols, Alan Weeks, Scatman Crothers, Dick Miller, Annazette Chase, Sam Laws, Paul Harris, Charles Cyphers. Producción: Fred Weintraub y Paul M. Heller. Duración: 92 minutos.

Puntaje: 9