Cuadernos de Vorónezh, de Ósip Mandelshtam

La resistencia poética

Por Martín Chiavarino

De esperanza de un mundo nuevo más justo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas devino en una dictadura personalista gobernada por psicópatas que se acomodaban a las ideas del Partido gobernante por conveniencia, aprovechándose de la burocracia para beneficio propio y convirtiendo en realidad los vaticinios más aciagos que señalaban los primeros teóricos marxistas del Siglo XIX y principios del Siglo XX como Gueorgui Plejánov, quienes argumentaban que lo peor que le podía ocurrir al movimiento obrero es que su dirección sea cooptada por individuos que traicionen las ideas marxistas.

 

Ósip Mandelshtam fue un poeta ruso que encontró su lugar de pertenencia en el movimiento poético acmeísta, un grupo de poetas reunidos en la década del diez del Siglo XX como respuesta a la tendencia simbolista imperante en la poesía rusa. Si los simbolistas utilizaban la polisemia y el hermetismo como bases de su obra, el acmeísmo buscaba la claridad ante todo a través de la precisión. Las ideas y situaciones concretas reemplazaban así a las ensoñaciones y el misticismo del simbolismo, poniendo el énfasis en lo cotidiano como principal elemento de inspiración.

 

Imbuido por este estilo y por la vanguardia futurista, Mandelshtam publicó varios poemas antes de la Revolución, la cual celebró moderadamente al igual que la mayoría de los artistas del Imperio Ruso como lo que fue, la caída de un imperio y una monarquía en decadencia en medio de una guerra absurda y el surgimiento de una nueva era de posibilidades que abrían la puerta a la experimentación. Desgraciadamente, al igual que todos los sobrevivientes de su generación, Mandelshtam vería la Revolución traicionada por sus propios líderes a medida que la teoría de la dictadura del proletariado devenía en dictadura a secas, con un líder genocida, Stalin, secundado por sus serviles perros de caza.

 

Nacido en Varsovia en enero de 1891, Mandelshtam emigró con su familia a la capital del imperio ruso, San Petersburgo, en 1897. Estudió literatura y filosofía en la Universidad de la Sorbona en París para abandonarla un año después por la Universidad de Heidelberg, en Alemania, y un par de años más tarde regresar a San Petersburgo para estudiar en la universidad local luego de convertirse al metodismo para poder ingresar, dado que los judíos tenían prohibido estudiar allí.

 

Su obra cobraría importancia internacional a partir de la publicación en Berlín en 1922 de una antología de poemas escritos entre 1916 y 1920 para luego centrarse en una especie de autobiografía titulada El Ruido de Tiempo (1925), un relato corto, El Sello Egipcio (1928), y una serie de artículos reunidos en Sobre la Poesía (1928). A pesar de sufrir la censura oficial, Manderlstam no caería verdaderamente en desgracia hasta 1928, cuando el estalinismo cierre el cerco sobre la cultura y comience la exclusión de los elementos díscolos de los cenáculos literarios oficiales. La década del treinta sería una época de persecuciones, no solo de detractores sino de cualquier disidente de las ideas de Stalin sobre el rumbo político, económico y social de la Unión Soviética. Mandelshtam no sería una excepción y sus críticas a Stalin en su obra le valdrían diversos arrestos a partir de 1934 y el exilio en Vorónezh, en el suroeste de la Rusia Europea. Allí crearía sus tres celebres cuadernos escritos entre 1934 y 1937, escondidos y guardados por su esposa Nadiezhda Jázina, con quien se casaría en 1922 en Kiev después de deambular juntos por Rusia durante la Guerra Civil tras conocerse en 1919.

 

A pesar de que la restauración de Mandelshtam comenzaría luego de las críticas de Nikita Jrushchov a Stalin y el regreso de la viuda del escritor a Moscú en 1964, donde escribiría junto a otros autores las memorias de su exilio, que se publicarían en inglés en 1970, los Cuadernos de Vorónezh recién se editarían en 1988 poco antes del colapso de la Unión Soviética, ocho años después de la muerte de Nadiezhda y cincuenta años después del fallecimiento del poeta.

 

En los cuadernos late la necesidad de escribir y de vivir, dos funciones que para Mandelshtam son la misma cosa. Los poemas están marcados por las penurias materiales del exilio, pero también por la felicidad de la convivencia junto a otros artistas proscriptos por el régimen estalinista. Las críticas al derrotero de la Revolución se mezclan con el anhelo de vivir ante la proximidad del fin, dejando entrever un pesimismo desgarrador en la valentía de un hombre condenado al exilio que solo tiene la poesía como recurso.

 

Escrito entre febrero de 1934 y mayo de 1936, el primer cuaderno retoma la producción poética de Mandelshtam después de la confiscación de su obra poética anterior, del período entre 1930 y 1934, durante su primera detención por parte de las fuerzas de seguridad tras la lectura de El Montañés en 1933, un poema muy descarnado y virulento sobre la figura de Stalin. Aquí Mandelshtam se reencuentra consigo mismo, con el poeta nómade, con el escritor incapaz de encajar entre los escritores serviles, que se mira a sí mismo reconociéndose en su nueva condición de exiliado. A diferencia de su producción artística previa, una serie de antologías con poemas sin ligazón entre sí, la dificultad para conseguir papel en el destierro y su nueva condición lo inspiran a escribir por primera vez una obra poética con un tema en particular, precisamente el exilio, que se despliega auténtica y fiel a sus sentimientos y con la aciaga realidad que experimenta, acmeísta en todo el sentido del concepto literario.

 

El segundo cuaderno, escrito entre diciembre de 1936 y febrero de 1937, es más crudo que el anterior, con una comprensión ya asumida de las consecuencias de sus palabras. En el tercer cuaderno, escrito entre febrero-marzo de 1937 y mayo de ese mismo año, Mandelshtam se inspira en la naturaleza y su visita al museo de Vorónezh, evocando la urgencia de completar su obra y dejar un legado, de finalizar su interpretación del exilio y de la historia que le tocó vivir a través de su mejor forma de expresión, la poesía.

 

En el final del libro se incluye la famosa Oda a Stalin, un poema escrito en enero de 1937 que no se publicaría hasta 1989. Mandelshtam lo enviaría a varias publicaciones con la intención de congraciarse con Stalin, pero lo único que denota el poema es la incapacidad del autor para escribir una loa genuina y honesta, escribiendo en un tono de prosa poética muy forzado. La presente edición de los Cuadernos del Vorónezh también contiene La Cuarta Prosa (1930), un breve relato en clave poética con numerosas críticas al devenir de la Revolución Rusa y a los escritores aduladores del régimen estalinista.

 

De la mano de la editorial independiente argentina Blatt & Ríos, dirigida por Damián Ríos y Mariano Blatt, los Cuadernos de Vorónezh son publicados por primera vez en Argentina y por segunda vez en castellano con un hermoso diseño de cubierta de la ilustradora Isol Misenta y una traducción de un profesor y experto en literatura eslava de la Universidad de Buenos Aires, Fulvio Franchi, autor de la introducción y de las notas a pie de página del libro, que contextualizan y agregan información necesaria para comprender el texto, muchas veces tomadas de las memorias de Nadiezhda Mandelshtam. Los Cuadernos de Vorónezh es una obra tan desgarradora como alegre, llena de valentía y de temor, como la vida misma que Mandelshtam se empeñó en retratar a través de la poesía.

 

Cuadernos de Vorónezh, de Ósip Mandelshtam, Blatt & Ríos, 2024.