Heavy Lifting, de MC5

La sedición más urgente

Por Emiliano Fernández

Pioneros absolutos del punk y el heavy metal y en su pico de creatividad una amalgama celestial entre el discurso contracultural de los años 60 y la pirotecnia de The Who, The Jimi Hendrix Experience, Cream y The Rolling Stones, MC5 terminaría convirtiéndose con el pasar de los años -y de muchos análisis retrospectivos- en una de las bandas cruciales del acid rock y sin duda en la agrupación por antonomasia de ese garage rock de The Troggs, The Standells, The Trashmen, los Them de Van Morrison, The Sonics, The Remains, esos primeros The Electric Prunes y aquellos The Stooges con el inmenso Iggy Pop, entre otros colectivos que hicieron de la potencia, el desparpajo creativo y la crudeza sus banderas fundamentales. Apuntalada en la formación histórica de Robert W. Derminer alias Rob Tyner en voz, Wayne Kramer y Fred “Sonic” Smith en guitarras, Michael Davis en bajo y Dennis Thompson en batería, la vida de la banda se reduce al período que va desde 1963 hasta 1972, momento a partir del cual las drogas y los problemas con la ley -tiempo en prisión incluido- se vuelven acuciantes, y nos deja con apenas tres álbumes de militancia anticapitalista que marcarían a fuego las generaciones siguientes de músicos amantes del rock ampuloso y con conciencia social, ese que crecería en el segundo lustro de los años 70 y se apagaría en gran parte de la década del 80 para volver a resurgir en los 90 y replegarse una vez más durante el nuevo milenio, época marcada por una patética falta de compromiso en el campo artístico que se enmascara con mucha ligereza y mediocridad.

 

El trabajo en directo Kick Out the Jams (1969), producido por Jac Holzman y Bruce Botnick, nos regala una mixtura caótica de psicodelia, rock pesado, jazz y el paradigmático garage de su tiempo, más una pizca de blues y proto punk, en uno de los mejores debuts de la historia del rock y la música aguerrida en general, amén de la valentía de editar un disco en vivo como puntapié profesional exhibiendo la dinámica sonora/ anímica/ ideológica en cuestión sin ningún maquillaje. Ahora con Jon Landau, el futuro mentor de Bruce Springsteen, controlando la grabación y sus múltiples minucias, Back in the USA (1970) funciona como una epopeya clasicista que anticipa el glam y la revolución musicalmente conservadora pero muy agitada a nivel discursivo del punk por venir, aquí matizada con pinceladas de soft rock, power pop, rockabilly y alguna que otra balada. Especie de regreso al -y expansión del- sonido visceral de Kick Out the Jams, High Time (1971), con producción de Geoffrey Haslam y los mismos MC5, enfatiza en estudio la impronta de jam band de los muchachos símil Grateful Dead o The Allman Brothers Band y pone de manifiesto el espíritu de cuasi free jazz rockero que mueve buena parte de su acervo compositivo, en esta oportunidad incluso volcándose al hard rock de aires progresivos y coqueteando con maestría con el soul y el rhythm and blues. A modo de homenaje, ya que de hecho es el compilado que tantos nuevos fans han utilizado de “puerta de entrada” al breve catálogo de los estadounidenses, también podemos nombrar a The Big Bang!: Best of the MC5 (2000), colección que engloba los primeros singles y las canciones más recordadas de los tres discos clásicos, desde la efervescencia de Kick Out the Jams hasta el minimalismo de Back in the USA y el enfoque ecléctico concienzudo de High Time.

 

Si hay algo que nadie esperaba era otro álbum de estudio de MC5, por ello Heavy Lifting (2024) tomó a todos desprevenidos por más que Kramer había anunciado la placa dos años atrás con una mínima participación del baterista Thompson, sin embargo las muertes del susodicho y el propio Kramer, en mayo y febrero de este mismo 2024, habían dejado el proyecto en un limbo porque literalmente ya no quedaba ni un miembro original con vida después del óbito de Tyner en 1991, Smith en 1994 -esposo de Patti Smith desde 1979, nada menos- y Davis en 2012. Aprovechando la producción de un veterano y muy inspirado Bob Ezrin, célebre por sus colaboraciones con Pink Floyd, Lou Reed, Alice Cooper, Peter Gabriel, Kiss, Julian Lennon, Deep Purple, Phish, Aerosmith, Jane’s Addiction y Hanoi Rocks, entre muchos otros, y con la evidente decisión de la compañía discográfica independiente de turno, la alemana earMUSIC, de que no ocurra lo mismo que aconteció con ese documental de David C. Thomas sobre el colectivo musical, MC5: A True Testimonial (2002), que quedó inédito por un juicio absurdo de parte de Kramer y la falta de fondos para cubrir los derechos de las canciones, Heavy Lifting por suerte llegó a oídos del público y resulta un trabajo muy digno comandado por Kramer en soledad, señor que pasó de codearse con John Sinclair, manager del grupo y adalid de la marihuana, y de tocar con MC5 en las legendarias protestas por la Convención Nacional Demócrata de 1968 a dedicarse a la carpintería durante los años 80 y 90 y reformar su banda insignia en innumerables ocasiones desde entonces, así las cosas el álbum reflota la energía apocalíptica de antaño y se atreve a jugar con alguna que otra base funky o cercana a la música disco, además de exprimir con inteligencia la alineación principal de Kramer en guitarra, el ignoto aunque eficaz Brad Brooks en voz, Abe Laboriel Jr. en batería, parte del séquito de Paul McCartney desde 2001, y el inefable Don Was en bajo, precisamente el colaborador decisivo de The Rolling Stones en Voodoo Lounge (1994), Stripped (1995), Bridges to Babylon (1997), A Bigger Bang (2005) y Blue & Lonesome (2016).

 

La mejor canción del disco, Heavy Lifting, con la maravillosa guitarra de Tom Morello de Rage Against the Machine, Audioslave y Prophets of Rage, se engloba sin problemas en la tradición de las otras aperturas explosivas del grupo, aquellas Ramblin’ Rose de Kick Out the Jams y Sister Anne de High Time, panorama que por supuesto excluye a Tutti Frutti de Back in the USA, cover punky amable del mega clásico de Little Richard, y nos regala un riff estupendo, un puente tranquilo magistral y por cierto otra esplendorosa diatriba de izquierda en la que el narrador, tan “crudo y talentoso” como un “nihilista, animalista, simplemente una mala estadística”, celebra las buenas drogas y se propone “robar a los ricos y todos los hijos de puta” porque “el crimen me pagará, levantamiento pesado”, amén de la certeza de que cuando no hay arrepentimiento por parte del sujeto “Dios se vuelve fatalista”, léase todos los fascistas de la alta burguesía, el aparato represivo y el Estado en general. Barbarians at the Gate, un nuevo temazo de dejo garage altisonante y con unos coritos en el estribillo que no tienen nada que envidiarle a The Beatles o The Beach Boys, le pega sin eufemismos a la nueva derecha del Siglo XXI, esa colección de neonazis y mitómanos apestosos en sintonía con Donald Trump, Jair Bolsonaro y Javier Milei, a través de versos como “están subiendo las escaleras corriendo/ sangre saliendo de sus ojos/ meando en el viento con la verdad dejada atrás/ comedia de robo con un disfraz rojo, blanco y azul/ olor a traición, falso grito de batalla”, o el mismo estribillo, “poder y decepción, abuso y consentimiento, desorientación y caos/ golpeando la puerta, golpeando, golpeando, golpeando/ los bárbaros están en la puerta, quieren vivir una mentira al borde del odio”, en sí una descripción casi literal del primer gobierno del republicano Trump y/ o su intento de autogolpe de 2021, el llamado Asalto al Capitolio de los Estados Unidos para desconocer la victoria electoral del demócrata Joe Biden. Change, No Change opta por retomar el costado psicodélico de MC5, Brooks cantando en falsete incluido, y sigue reflexionando sobre la posibilidad de un cambio social real y denunciando el conservadurismo, complicidad y fariseísmo en yanquilandia no sólo de los republicanos sino también de los demócratas, algo que queda de manifiesto en pasajes como “la restitución son sólo oraciones vacías/ la retórica viene sin gastar dinero” o “los desamparados y las personas sin hogar están quemando sus esperanzas/ ropa toda esparcida entre alguna cuerda de sacrificio”, un esquema convalidado por la oligarquía capitalista en el poder y sus testaferros políticos, “los culpables y los hipócritas prestan juramento/ empresas y delegados certifican el pacto”, que se debe combatir desde la unión revolucionaria popular, “juntos prevaleceremos, divididos estamos estancados/ ninguna lluvia de balas nos hará arrastrarnos/ se enseñarán estrategias y se librarán batallas/ un hombre hambriento no siempre puede ser comprado”.

 

The Edge of the Switchblade, un hard rock disfrutable a lo Deep Purple y Led Zeppelin con la voz adicional de William DuVall, de Alice in Chains, y un buen solo de guitarra de Slash, de Guns N’ Roses y Velvet Revolver, oficia de memorias tácitas musicales de Kramer ya que aquí se define como un renegado fuera del mainstream, cita a Kick Out the Jams y recupera aquel Festival de la Vida en ocasión de la catastrófica Convención Nacional Demócrata de 1968 en Chicago y la represión policial subsiguiente, sin pasar por alto la precariedad económica del grupo y la rebeldía paradigmática del señor y su vocación en pos de “liberar algunas mentes jóvenes”, planteo que lo lleva a concluir que “la verdad saca a relucir el miedo, recién entonces es posible que puedas hacer grandes cosas”. Luego de Black Boots, simpático tema con Tim McIlrath, vocalista y guitarrista de la banda punk Rise Against, que se mueve en el límite entre el rock alternativo noventoso y las piruetas psicodélicas de Jimi Hendrix y piensa a la angustia claustrofóbica homologándola a “botas negras” militares golpeando el suelo, llega I Am the Fun (The Phoney), una composición entre garage y deliciosamente funky que habilita el doble lucimiento de Brooks y Kramer, ambos desparramando su arsenal de trucos y profundizando el motivo temático favorito de Heavy Lifting, los engaños y la traición, ahora encarados no desde el poder público sino desde la vida de los artistas y el evidente hartazgo que a veces sienten ante el fervor de cierto público tontuelo y ante ellos mismos en tanto eternos ilusionistas o farsantes, planteo que trepa hasta la hipérbole y muta en una parodia de la cultura superficial, hedonista, apolítica y destinada a la diversión hueca o descerebrada del nuevo milenio, pensemos en este sentido en una estrofa crucial, “mentirte en la cara no es realmente robar, es lo que quieres escuchar/ estoy alimentando lo que necesitas/ todo se trata de mí y nadie más importa/ soy un cohete borracho construido para el desastre”, o en el outro, “personalidades deliciosamente vanidosas/ amor recetado mezclado con desdén sangriento/ estoy en el baño mirándome, observo a un fantasma que me grita pidiendo ayuda/ es como un guión con todos los clichés/ sabes el final pero no puedes apartar la mirada”.

 

Twenty-Five Miles, un rockito clasicista que arranca en una base bluesera y salta hacia un estribillo power pop tendiente a recuperar el tópico ancestral de un camino de nunca acabar que promete el reencuentro con la mujer amada, deja todo servido para Because of Your Car, genial tema con Stevie Salas en guitarra, Vicki Randle en bajo y Winston Watson en batería que termina de dejar en claro que Brooks a lo largo del disco lleva progresivamente a Kramer hacia el fetiche del cantante, un funk de segunda generación modelo las múltiples reinterpretaciones del acervo de turno de parte de The Rolling Stones o el mismo Mick Jagger solista símil Sweet Thing de Wandering Spirit (1993), de allí se entiende el regreso del falsete y una buena tanda de sensualidad con motivo de una letra irónica e hilarante en la que el amor se reduce a la atracción erótica y a un cuerpo femenino transformado en el coche de la señorita en cuestión, “vamos, bésame, nena, o dime adiós/ podríamos soltarnos en la autopista esta noche/ todos estamos aquí para vivir una vida plena/ lo suficientemente asustados como para intentarlo, lo suficientemente dulce como para morder/ bueno, respeto todo lo que eres y tal vez sólo te amo por tu auto”. La adictiva Boys Who Play with Matches entroniza la contundencia y el desenfreno típicos de MC5 mientras mira con melancolía el pasado y la necesidad de importar el inconformismo de los años 60 y 70 a nuestro presente de necios, puritanos y lobotomizados a montones, mucha piromanía de por medio como subrayan versos varios en sintonía con “golpeamos la llama, hacemos lo que queremos/ siempre tarde a la escuela, accidentes automovilísticos y cenizas de cigarrillos/ tenemos que quemar la regla de oro” o “bombas incendiarias y noticias letales/ las ovejas negras están fuera de control/ tiempos salvajes que tuvimos que probar/ ilumínalo hasta el cielo: sólo chicos que juegan con cerillas”. Blind Eye, con la batería del histórico Thompson, toma la forma de un power pop de denuncia con marco semi new wave alrededor de la tendencia burguesa aporofóbica que efectivamente niega, rechaza o directamente persigue a los miles de menesterosos que genera el capitalismo a diario como régimen de exclusión, especulación y concentración de la riqueza en poquísimas manos, así los privilegiados se encierran en sus casas fortificadas para ver televisión, jugar videojuegos o perder el tiempo con sus celulares mientras la miseria crece sistemáticamente, “en la rampa de la autopista ella siempre está sentada allí/ amamantando a su bebé al costado de la carretera/ ella me sonríe pero no la veo/ estoy ocupado mirando mi teléfono/ soy independiente, estoy construyéndome a mí mismo/ miro para otro lado y veo lo que quiero ver/ en mi América todos son libres/ tenemos hogares y todos somos muy felices/ no veo hambre, no veo miedo/ hago la vista gorda y con ojos ciegos todo desaparece”.

 

Can’t Be Found, nuevamente con Thompson más Vernon Reid, el mítico guitarrista de Living Colour, nos lleva al rock pesado pirotécnico modelo High Time con el objetivo de pensar las diversas ausencias contemporáneas, desde la cordura, la verdad, la satisfacción, la sabiduría, la paz y el contenido valioso y sincero hasta la comprensión, la humildad, la gracia, las soluciones asequibles, la solidaridad y “el arte perdido de la aceptación”, no obstante la esperanza no termina de extinguirse porque la batalla contra los neofascistas excrementicios y los explotadores del empresariado merece ser peleada, “todas las rachas de decepción y las lenguas del disenso/ ya nadie quiere escuchar, todos obtuvieron sus cambios y leyes y miedos/ ya no puedo decidir qué mierda está ocurriendo/ pero vamos a sobrevivir, nos sentiremos vivos de nuevo”. La lúdica Blessed Release, una epopeya de conquista romántica o libidinosa bien clásica, incorpora una mínima coda punk y en esencia nos deja con un Brooks nuevamente consagrado al falsete y el funk modelo Sweet Thing con chispazos de música disco stoneana, enclave encantador que arranca en Hot Stuff de Black and Blue (1976) y Miss You de Some Girls (1978), pasa por Dance (Pt. 1) de Emotional Rescue (1980) y llega hasta Mess It Up de Hackney Diamonds (2023) y aquella seguidilla de Rain Fall Down, Infamy y Look What the Cat Dragged In, las tres del querido A Bigger Bang (2005), todo en el contexto de una letra abiertamente sacrílega, “te entiendo por arriba y por debajo/ te doblegaré como una creencia/ si pudiera darte lo que quieres tendrías una liberación bendita”. El último track del álbum, Hit It Hard, con el tecladista Joe Berry de la banda francesa electrónica M83, es una minúscula y afable maratón funky a lo James Brown, Sly and the Family Stone, Prince o el George Clinton de Parliament y Funkadelic, en esta ocasión por un lado promoviendo la unión y la lucha militante organizada contra la lacra capitalista y la mediocridad intelectual omnipresente, “une al pueblo, que nadie caiga en desgracia/ no tenemos que lucir iguales, no tenemos que culpar/ queremos pertenecer al mundo y todos sus sueños/ el poder puede machacarte la cara mientras eliminas tu miedo/ deja que la gente diga ‘golpéalo, golpéalo fuerte’”, y por el otro lado invitando a focalizar las acciones subversivas, “no puedes golpear lo que no puedes ver/ no creas todo lo que leas/ examina cómo obtuviste lo que obtuviste/ lucha contra el poder, intenta que no te disparen/ golpea las calles con fuerza y ​​orgullo/ las caras racistas simplemente no podrán esconderse/ un movimiento en conjunto que sentimos por dentro/ déjame cambiar el mundo, cambiemos este mundo”.

 

El hecho de que el discurso de izquierda marxista de MC5 haya envejecido tan bien es en simultáneo un desastre para el contexto económico y sociopolítico de hoy en día, en suma indicando que poco y nada cambió a nivel de injusticas estructurales desde mediados de la centuria pasada, y una victoria para Kramer y compañía, quienes saben adaptarse a los pormenores del Siglo XXI y comprenden perfectamente que la lógica de expoliación parasitaria continúa siendo la misma pero encarada desde resortes mucho más burdos o groseros, a su vez basados en millones de reaccionarios lobotomizados por el poder más concentrado para que acepten su catálogo de mentiras, banalidades, desvaríos y nubes de humo pedorreico y caprichoso. Combinando las dos facetas más festejadas del sonido del grupo, la garage de Kick Out the Jams y la pesada más tradicional de High Time, Heavy Lifting en buena medida relega a un segundo lugar el proto punk de Back in the USA y aquella psicodelia jazzera que enmarcó gran parte de la producción artística de los señores, enfoque compositivo si se quiere más clasicista aunque en estas trece canciones gozando de una vitalidad demoledora y hasta siendo complementado por el funk, el carisma y la versatilidad como cantante de Brooks, siempre cómodo tanto en las odiseas hardrockeras distorsionadas como en la sensualidad intoxicante y semi payasesca. Más allá de la filosofía contracultural de la banda, un ingrediente por supuesto fundamental en lo que atañe a la idiosincrasia y la propuesta artística en general de MC5, lo que verdaderamente sostiene este imprevisto y bienvenido tercer trabajo de estudio, el primero luego de la friolera de 53 años y para colmo dentro del marco póstumo apuntado, es la potencia todo terreno de las composiciones y la banda ensamblada por Kramer, léase Brooks más el bajista Was y el baterista Laboriel, y producida con mano maestra por Ezrin, una y otra vez dejando espacio para la honestidad expresiva de los músicos sin sobregrabaciones infinitas ni capas o floreos innecesarios del rubro que sea, por ello mismo Heavy Lifting lejos está de ofrecer novedades pero lo que se propone hacer lo hace de manera brillante, hablamos de rockear desde el nervio y la valentía de la sedición más urgente.

 

Heavy Lifting, de MC5 (2024)

Tracks:

  1. Heavy Lifting
  2. Barbarians at the Gate
  3. Change, No Change
  4. The Edge of the Switchblade
  5. Black Boots
  6. I Am the Fun (The Phoney)
  7. Twenty-Five Miles
  8. Because of Your Car
  9. Boys Who Play with Matches
  10. Blind Eye
  11. Can’t Be Found
  12. Blessed Release
  13. Hit It Hard