Mario Bava en la memoria cinéfila del Siglo XXI suele estar homologado exclusivamente al horror cuando en realidad a lo largo de los años el director coqueteó con el péplum de Ester y el Rey (Esther and the King, 1960), obra de Raoul Walsh de la que se encargó de su versión italiana, la fantasía de Las Maravillas de Aladino (Le Meraviglie di Aladino, 1961), faena codirigida junto al norteamericano Henry Levin, la mixtura de aventuras y terror de Hércules en el Centro de la Tierra (Ercole al Centro della Terra, 1961), aquella primera colaboración con Christopher Lee, la épica de capa y espada de La Furia de los Vikingos (Gli Invasori, 1961), remake algo mucho extraña de Los Vikingos (The Vikings, 1958), el clásico de Richard Fleischer con Kirk Douglas, Tony Curtis, Ernest Borgnine y Janet Leigh, y Los Cuchillos del Vengador (I Coltelli del Vendicatore, 1966), en donde participó también el cineasta Leopoldo Savona, la ciencia ficción de Terror en el Espacio (Terrore nello Spazio, 1965), obra fundamental en el desarrollo mainstream posterior del formato, la comedia camp de Dr. Goldfoot contra el Mundo (Le Spie Vengono dal Semifreddo, 1966), en la que unió fuerzas con el mítico Vincent Price, la súper acción policial de estética pop de Diabolik (1968), traslación a la gran pantalla del cómic homónimo creado en 1962 por las hermanas Ángela y Luciana Giussani, la “commedia sexy all’italiana” de Cuatro Veces esa Noche (Quante Volte Quella Notte, 1971), opus libidinoso con una estructura narrativa semejante a Rashômon (1950), la obra maestra de Akira Kurosawa, el poliziottesco más salvajón de Perros Rabiosos (Cani Arrabbiati, 1974), obra en su momento incompleta por falta de fondos del productor Roberto Loyola que recién llegaría al público entre 1995 y 1996, y su colorida retahíla de spaghetti westerns, aquella de Camino del Fuerte Álamo (La Strada per Forte Alamo, 1964), opus rutinario previo al boom del género de la mano de Sergio Leone, Sergio Sollima y Sergio Corbucci, Gringo Salvaje (Ringo del Nebraska, 1966), propuesta codirigida por el español Antonio Román, y Roy Colt & Winchester Jack (1970), una obra con pinceladas autosatíricas correspondientes al ocaso en popularidad del spaghetti y su reemplazo gradual por géneros alternativos como el giallo y el poliziottesco.
Más allá de alguna que otra participación televisiva como en la miniserie Odisea (Odissea, 1968), adaptación de la Ilíada y la Odisea, epopeyas líricas escritas por Homero en el Siglo VIII a.C., y Los Juegos del Diablo (I Giochi del Diavolo, 1979), en términos prácticos lo último que filmó antes de fallecer en 1980 a los 65 años de edad de un infarto justo cuando estaba por comenzar el rodaje de una gesta de ciencia ficción con el guionista y también director Luigi Cozzi, Jinetes Estelares (Star Riders), no se puede negar que Las Maravillas de Aladino languidece frente a otras adaptaciones del famoso personaje de Las Mil y una Noches (Alf Laylah wa-Laylah, Siglos IX y X), Hércules en el Centro de la Tierra es un poco demasiado delirante, aquellas dos épicas sobre vikingos del italiano no resultan tan atractivas como el film de Fleischer, Dr. Goldfoot contra el Mundo es incluso peor que la primera película con el personaje de Price, la de por sí floja Doctor Goldfoot y su Máquina de Bikinis (Dr. Goldfoot and the Bikini Machine, 1965), de Norman Taurog, Cuatro Veces esa Noche es bastante morosa a escala del relato en sí y los tres spaghetti westerns poco y nada pueden ofrecer al compararlos con los clásicos de los “tres Sergios”, no obstante joyas en la tradición iconoclasta de Terror en el Espacio, Diabolik y Perros Rabiosos justifican el éxodo temporal de Bava y además se podría decir que todas las obras mencionadas cuentan con un encanto muy especial que se condice con la fotografía casi siempre apasionante del señor y una impetuosidad retórica que merece ser vista para creerla/ disfrutarla de primera mano. Ahora bien, si nos concentramos en el ámbito de cabecera del maestro italiano, el terror y los thrillers a lo proto giallos sesentosos, también es posible encontrar obras que no están a la altura de sus cúspides evidentes y en este sentido basta con pensar en las casi siempre olvidadas Schock (1977), faena codirigida sin acreditar por su hijo Lamberto Bava que intentó aggiornar el relato de fantasmas, posesos y/ o casas embrujadas, y 5 Muñecas para la Luna de Agosto (5 Bambole per la Luna d’Agosto, 1970), traslación no reconocida de Eran Diez Indiecitos (And Then There Were None, 1939), de Agatha Christie, clásico de la novela de misterio a lo “whodunit” y genial estudio sobre la antropofagia comunal tácita.
El contexto claustrofóbico es una linda isla del Mar Mediterráneo que pertenece al ricachón George Stark (Teodoro Corrà), un pope industrial que junto a sus socios principales, Jack Davidson (Howard Ross) y Nick Chaney (Maurice Poli), están obsesionados con comprarle una fórmula para una resina revolucionaria al Profesor Fritz Farrell (William Berger), un científico que osa rechazar tres cheques de un millón de dólares, correspondientes a cada uno de los oligarcas en cuestión, aseverando que su mejor amigo y colega murió asesinado hace poco, aparentemente a causa de los experimentos encarados en conjunto, y además prefiere trabajar en pos del bien de la humanidad y no por dinero, éste el gran fetiche del dueño de la mansión y sus otros invitados. El título del film, uno ambiguo de decadentismo burgués que puede ser interpretado tanto desde el punto de vista masculino como desde la perspectiva femenina, se completa en materia del primer rubro con el camarero de Stark, Jacques (Mauro Bosco), y en lo referido al “plantel femenino” nos topamos primero con Isabelle (Ely Galleani alias Justine Gall), vástago adolescente de los cuidadores de la isla, quienes están ausentes por una cirugía de la madre, y segundo con las cuatro esposas de estos semi señores feudales en sutil pugna, Trudy Farrell (la belleza aristocrática Ira von Fürstenberg), hembra gélida a más no poder, Jill Stark (Edith Meloni), una pintora abstracta que protagoniza un affaire lésbico con la anterior, Marie Chaney (Edwige Fenech), señorita putona que se acuesta con diversos machos y tiene en alta estima al pícaro Jacques, y Peggy Davidson (Helena Ronee), única mujer con un matrimonio más o menos feliz. Justo cuando el aislamiento es total porque el radioteléfono no funciona, la lancha del dueño de la isla desapareció y el yate en el que llegaron se marchó de repente, los cadáveres comienzan a apilarse empezando por Jacques, acuchillado sin más en su abdomen, y Peggy, con un tiro en la frente, finados que son trasladados a un frigorífico industrial de la casona dentro de bolsas de polietileno, asepsia burguesa hipócrita de por medio. Gerry recibe disparos de rifle de parte de una Isabelle que arrastra su cuerpo al mar, sin embargo la chica no parece ser la responsable del resto de las fechorías y estrategias cruzadas de engaño y/ o extorsión.
Bava, que había reemplazado en la silla del director a Guido Malatesta, fallecido en aquel 1970 durante los días previos al comienzo del rodaje, se encargó además de la prodigiosa edición y de la extraordinaria fotografía como una forma de compensar la imposibilidad cronológica de modificar el paupérrimo guión de Mario di Nardo, aquel de Roy Colt & Winchester Jack y opus varios de José María Forqué, Luigi Bazzoni y Tulio Demicheli, no obstante se las arregló para introducir el hilarante leitmotiv del freezer y aquella vuelta de tuerca final del amor de la ninfa plutocrática, Isabelle, hacia el profesor, disparándole con balas de pentotal sódico para adormecerlo y así “salvarlo” de las intentonas homicidas del resto de los invitados de la isla, lo que hizo que confesase de sopetón ante las autoridades el asesinato de su colega, el verdadero inventor de la fórmula de la resina. Entre la comedia negra, la odisea erótica y el suspenso de entorno cerrado símil Christie pero también Alfred Hitchcock y Henri-Georges Clouzot, 5 Muñecas para la Luna de Agosto retoma tópicos muy caros a Bava como la seguidilla de crímenes, la maldad inherente al ser humano, la codicia como motor de las sociedades modernas, la mugre y pestilencia de la muerte, los caprichos hedonistas al paso, la testarudez del bípedo promedio, la inocencia farsesca del día a día y desde ya esa telaraña de la manipulación más feroz, grotesca y pragmática, no sólo la que teje el dúo de villanos, Trudy y Jack, sino la que se va formando entre todos los personajes ya sea por lujuria, un juego de poder sadomasoquista apenas maquillado o la mentada riqueza, léase la valiosa fórmula de Gerry y esos cheques que cambian de manos constantemente sin que quede demasiado registro en pantalla. La realización cae muy por debajo de los otros giallos del maestro, La Muchacha que Sabía Demasiado (La Ragazza che Sapeva Troppo, 1963), Seis Mujeres para el Asesino (Sei Donne per l’Assassino, 1964), El Signo Rojo de la Locura (Il Rosso Segno della Follia, 1970) y el proto slasher Ecología del Delito (Ecologia del Delitto, 1971), y nada tiene que hacer frente al ciclo de horror gótico de La Máscara del Demonio (La Maschera del Demonio, 1960), Las Tres Caras del Miedo (I Tre Volti della Paura, 1963), La Fusta y el Cuerpo (La Frusta e il Corpo, 1963), Operación Miedo (Operazione Paura, 1966), Los Horrores del Castillo de Núremberg (Gli Orrori del Castello di Norimberga, 1972) y la abiertamente surrealista u onírica Lisa y el Diablo (Lisa e il Diavolo, 1973), panorama cualitativo que de todos modos no desdibuja los méritos de la propuesta que nos ocupa porque sólo resulta olvidable, al igual que Schock, vista dentro del enclave específico del espanto de Bava, en cambio se abre camino como una obra mucho más atractiva si la comparamos con el grueso del resto de la producción artística del italiano y con la enorme mayoría del terror mundial de las décadas siguientes, de un nivel francamente calamitoso. La Isabelle de la deliciosa Galleani/ Gall, intérprete que mutaría en actriz fetiche de Joe D’Amato y trabajaría con Carlo Lizzani, Dino Risi, Lucio Fulci, Enzo G. Castellari y Damiano Damiani, entre otros, se acopla a la tradición de los purretes de temer de Operación Miedo, Ecología del Crimen y Schock, ejemplos de un sarcasmo existencial que viene por el costado del eslabón más débil de la cadena humana…
5 Muñecas para la Luna de Agosto (5 Bambole per la Luna d’Agosto, Italia, 1970)
Dirección: Mario Bava. Guión: Mario di Nardo. Elenco: Ira von Fürstenberg, Teodoro Corrà, Howard Ross, William Berger, Edwige Fenech, Helena Ronee, Ely Galleani, Edith Meloni, Mauro Bosco, Maurice Poli. Producción: Luigi Alessi. Duración: 81 minutos.