BlackBerry

La técnica en los negocios

Por Emiliano Fernández

De los tres pilares de la revolución de las comunicaciones de fines del Siglo XX e inicios del Siglo XXI sólo la vieja y querida computadora de hogar, esa que nace en las décadas del 70 y 80 con el lanzamiento de la Apple II y la IBM PC, mantiene un halo y/ o quid de herramienta noble multiuso que vuelca el esquema de poder hacia el usuario porque los otros dos pivotes del cambio, hablamos de Internet, red civil de ordenadores conectados que se separó en los 80 de la militar/ estatal ARPANET, y los teléfonos móviles, esos que se originaron en los rústicos teléfonos de coche de la segunda mitad del milenio pasado y que se universalizarían bajo la fisonomía del viejo “ladrillo” de los 80 y la miniaturización subsiguiente, pasaron a transformarse en sinónimos de las peores tecnologías de vigilancia gubernamental y privada empresarial que uno pueda llegar a concebir, suerte de pesadillas de la ciencia ficción metamorfoseadas en realidad prosaica de la mano de los algoritmos: en materia de Internet, una supuesta panacea para todos los males de la humanidad según sus principales divulgadores en el cenit de su masificación durante los años 90, efectivamente facilitó las comunicaciones a gran escala pero con el tiempo abandonó aquellas promesas de democratización de los comienzos para convertirse en otro brazo oligopólico más del mercado capitalista y en un patético canal de distribución de contenido y de recopilación masiva de información íntima de cada uno de los individuos que acceden a la red, fiasco que opera en consonancia con el fetiche posmoderno para con el marketing, la inteligencia artificial, la miniaturización, la virtualidad y todo este control demente/ conductista sobre el comportamiento de los usuarios, un planteo que se concentra en la utilización colectiva de teléfonos celulares y la paradoja de los esclavos pagando por el privilegio de ser espiados e influenciados a través de los dispositivos de turno, esos que individualizan a cada sujeto sirviéndose de sus rutinas en materia de los servicios digitales prestados, la construcción de perfiles de consumidores y finalmente las mentadas técnicas de reconocimiento, unas que abarcan desde las clásicas huellas digitales hasta la “lectura” de los rasgos faciales para que resulte fácil para las múltiples cámaras de todo el planeta situar al bípedo en cuestión en esta gran prisión al aire libre del Siglo XXI símil 1984 (1949), la novela de George Orwell.

 

Si bien resulta indudable que el primer salto cualitativo en el campo de la telefonía móvil se produjo de la mano del BlackBerry 850 de 1999 de la empresa canadiense Research in Motion (RIM), ya habían existido otros aparatos híbridos que unían funcionalidades de los celulares clásicos con las PDA o computadoras de bolsillo, pensemos en el IBM Simon de 1994, aquella Hewlett-Packard OmniGo 700LX de 1996 y el Nokia 9000 Communicator asimismo de 1996, todos modelos de vanguardia que pronto dejaron el terreno libre para la compañía de Waterloo, Ontario, y ese “juguete” que revolucionó un mercado basado en la venta de minutos de conexión y el recurso comunicacional de moda, el email, amén de la incorporación de un teclado físico QWERTY y de funcionalidades básicas semejantes a las de una computadora hogareña. La siguiente fase en el desarrollo de estos microordenadores portátiles, una que padecemos hasta el día de hoy y que ha permitido un despliegue masivo de la cosificación humana y la fragmentación en nichos comerciales a niveles nunca vistos, también suele atribuirse a un único dispositivo, específicamente el iPhone de 2007, cuando en realidad el susodicho es una versión expandida del LG Prada de 2006, primer verdadero celular con pantalla multitáctil, ésta a su vez la principal novedad a simple vista -quiebre de esa larguísima tradición de los teclados de una materialidad a toda prueba, desde las viejas máquinas de escribir- pero el asunto en realidad ocultaba otros dos “detalles” que fueron cruciales en lo que respecta al nacimiento de las comunicaciones virtuales del Siglo XXI, primero un sistema operativo mucho más poderoso que permitía un mayor procesamiento de datos comparable a su homólogo de las PDA y segundo una metamorfosis extrema por parte de los proveedores de acceso a Internet, crecimiento exponencial de la banda ancha de por medio, desde el negocio de la venta de minutos al negocio de la venta de datos, ahora englobados en paquetes que fueron creciendo desde determinada cantidad de megas a estos gigas del presente que ofrecen las grandes operadoras del rubro, todo además vinculado con el cambio desde la rudimentaria navegación web de antaño, casi siempre monocromática y bastante lenta, a la adicción contemporánea a la mensajería, las redes sociales, el contenido multimedia y el emporio de las aplicaciones/ programas para fidelizar en ítems y servicios.

 

BlackBerry (2023), escrita y dirigida por el canadiense Matt Johnson a partir de Perdiendo la Señal: La Historia no Contada detrás del Extraordinario Auge y la Espectacular Caída de BlackBerry (Losing the Signal: The Untold Story Behind the Extraordinary Rise and Spectacular Fall of BlackBerry, 2015), libro de Jacquie McNish y Sean Silcoff, es de hecho una dramatización magistral del derrotero de los dos CEOs de Research in Motion, Mike Lazaridis (Jay Baruchel) y Jim Balsillie (Glenn Howerton), el primero un técnico muy ñoño y pequeño empresario que en la Waterloo de 1996 trata de vender su PocketLink, híbrido de celular y PDA, y está siendo llevado a la bancarrota vía la retención de pagos por la venta de módems a instancias de USRobotics, destino funesto del que lo salva el segundo, un tiburón capitalista con pedigrí de Harvard que se queda con la mitad de la firma y se transforma en co-CEO al conseguir una audiencia con John Woodman (Saul Rubinek) de Bell Atlantic, un conglomerado de telecomunicaciones que está buscando la solución que Lazaridis y su mejor amigo, Douglas Fregin (el propio Johnson), le ofrecen, léase utilizar el ancho de banda desperdiciado del espectro UHF y una supercomputadora que funcionará como cliente masivo y transformará a los teléfonos móviles en servidores. El PocketLink muta en BlackBerry, signo de estatus social entre la alta burguesía, y RIM pasa a controlar casi la mitad del mercado de celulares del mundo, no obstante en 2003 deben sobrellevar un intento de adquisición hostil de Carl Yankowski (Cary Elwes), CEO de Palm, que esquivan aumentando la cotización de las acciones mediante un crecimiento general de ventas que supera la capacidad de transferencia de la red de Bell Atlantic, ahora rebautizada Verizon, provocando caídas del servicio y la necesidad de contratar técnicos de otros gigantes del rubro y dictadores de recursos humanos, como el temible Charles Purdy (Michael Ironside), para que solucionen el problema. El ocaso de RIM arranca en 2007 con el lanzamiento del iPhone, la fabricación defectuosa del BlackBerry Storm en China, los reparos de Verizon, la obsesión de Balsillie con comprar un equipo de hockey sobre hielo, la sociedad entre Apple y AT&T para reemplazar a los minutos por los datos y desde ya la investigación de la Comisión de Bolsa y Valores por la contratación de ingenieros con acciones retroactivas.

 

Johnson, un obseso de la manipulación y el caos entre realidad y mito como lo demuestran sus trabajos seudo/ semi documentalistas previos The Dirties (2013), Operation Avalanche (2016) y Nirvanna the Band the Show (2017-2018), aquí se sirve, precisamente, de mucha cámara en mano y zooms a lo docudrama noventoso que sin embargo no resultan intrusivos y permiten el lucimiento del elenco, especialmente de los estupendos Howerton, Baruchel, Elwes, Rubinek, el querido Ironside y ese mismo Matt como un Fregin que simboliza el eficiente y descontracturado clima laboral de RIM, cuya contracara es el tiránico Purdy, otro de los tantos diletantes del miedo intra empresarial que elimina el ambiente informal y traslada la producción a China, ésta a su vez ejemplo de la homologación del BlackBerry con los productos mediocres del resto de las compañías dedicadas a la fabricación de estos smartphones. Si la megalomanía y el carácter ultra engreído de Balsillie, responsable de la contratación irregular y con mentiras financieras de empleados como Paul Stannos (Rich Sommer) y Ritchie Cheung (SungWon Cho), termina siendo imitada por un desesperado Lazaridis que ve hundirse su imperio al reemplazarse el paradigma comercial/ tecnológico de los minutos por el de los paquetes de datos, Fregin es el expulsado tácito que vende sus acciones cuando estaban en el pico de cotización y se resiste al desastre del BlackBerry Storm de 2008, primer equipo con pantalla táctil de los canadienses y un producto que tuvo que ser reemplazado -un millón de unidades- a raíz de problemas técnicos por Verizon, la cual demandó a RIM por ese engendro chino improvisado a los apurones para competirle al mucho más estable iPhone de Apple, firma que a su vez siempre terminaría muy relegada por la surcoreana Samsung. En la tradición de otros films recientes sobre maquiavelismo de burbujas especulativas, telecomunicaciones, plagios, embustes e industria del ocio, como The Social Network (2010), Steve Jobs (2015), The Big Short (2015), Molly’s Game (2017), Hater (Sala Samobójców: Hejter, 2020) y Tetris (2023), BlackBerry indaga en el complejo maridaje de la técnica y los negocios y nos ofrece una fábula testimonial, astuta, faustiana y sarcástica repleta de citas cinematográficas y musicales en torno a una cultura popular hoy atrapada en el obsoletismo tecnológico, lo banal y la expulsión de mano de obra humana…

 

BlackBerry (Canadá, 2023)

Dirección: Matt Johnson. Guión: Matt Johnson y Matthew Miller. Elenco: Glenn Howerton, Jay Baruchel, Saul Rubinek, Cary Elwes, Matt Johnson, Michael Ironside, Rich Sommer, SungWon Cho, Mark Critch, Dillon Casey. Producción: Matthew Miller, Kevin Krikst, Niv Fichman y Fraser Ash. Duración: 120 minutos.

Puntaje: 10