Justo cuando creíamos que en el presente año nada podría llegarle a los talones de bodrios horrendos como Deadpool & Wolverine (2024), de Shawn Levy, y The Exorcism (2024), de Joshua John Miller, el Hollywood del nuevo milenio una vez más se supera a sí mismo en materia de excrementos para la gran pantalla y se aparece con una basura monumental de la talla de Borderlands (2024), engendro sin pies ni cabeza de Eli Roth que refuerza la sospecha de que el film anterior del susodicho fue un accidente pasajero, hablamos de Thanksgiving (2023), una propuesta mediocre aunque al mismo tiempo relativamente digna para el nivel cualitativo siempre paupérrimo del director y guionista estadounidense, quien para colmo venía de un producto olvidable para mocosos, The House with a Clock in Its Walls (2018), y de tres remakes seguidas que asimismo resultaban impresentables, léase The Green Inferno (2013), inspirada en Cannibal Holocaust (1980), película de Ruggero Deodato que hizo un culto de las muertes de animales, Knock Knock (2015), relectura de la de por sí muy floja Death Game (1977), de Peter S. Traynor, y Death Wish (2018), bodrio que pretendió recuperar la premisa básica del clásico de vigilantes urbanos del mismo título de 1974 de Michael Winner con Charles Bronson, este último reemplazado por un Bruce Willis profundamente devaluado e interpretando al personaje de turno, Paul Kersey, en un triste piloto automático como casi todo lo que ha hecho a lo largo del doloroso Siglo XXI.
Sin lugar a dudas se puede afirmar que gran parte del derrotero profesional de Roth estuvo orientado a ningunear -o a saltearse olímpicamente- a aquellos pobres oligofrénicos que cosechó como fans luego de su trilogía iniciática, Cabin Fever (2002), Hostel (2005) y Hostel: Part II (2007), trabajos insípidos y/ o descerebrados pero por lo menos con un brío que progresivamente desaparecería de la producción artística del cineasta, cada vez más y más fagocitado por el mainstream yanqui y aparentemente sin ningún interés en construir rasgos autorales o una mínima personalidad propia más allá de venderse -sobre todo en sus comienzos, como decíamos antes- como un deudor del cine gore o splatter. En Borderlands no hay sangre ni risas ni desarrollo de personajes ni entusiasmo alguno por lo narrado ya que dominan la misma vacuidad y la misma torpeza del resto de la trayectoria de Roth, aquí por cierto aplicadas a adaptar la franquicia homónima de videojuegos de Gearbox Software, en esencia dominada por los excelentes Borderlands (2009) y Borderlands 2 (2012) y el anodino Borderlands 3 (2019), amena mixtura de first-person shooter/ disparos en primera persona y videojuego de rol más o menos tradicional que se centraba en una especie de búsqueda del tesoro en el planeta Pandora, hoy unas “bóvedas” de una civilización extinta, los eridianos, que obligaban al jugador a enfrentarse a monstruos, bandidos, mercenarios y megacorporaciones capitalistas apestosas que pretendían controlar los recursos disponibles.
La trama, en los créditos atribuida a Roth y Joe Abercrombie pero en realidad una licuadora en la que intervino un sinfín de guionistas, incluido un Craig Mazin que optó por remover su nombre del proyecto, retrata la misión de la cazarrecompensas Lilith (Cate Blanchett), quien recibe el encargo de un oligarca de este futuro de colonización espacial, Atlas (Edgar Ramírez), orientado a recuperar a su hija, Tiny Tina (Ariana Greenblatt), la cual a su vez está acompañada por dos protectores que la rescataron de otra gente, el mercenario Roland (Kevin Hart) y el forzudo Krieg (Florian Munteanu), por ello Lilith viaja desde Prometea a Pandora y eventualmente forma un cuasi pelotón con la púber, sus “custodios”, un robot parlante a lo comic relief, Claptrap (Jack Black), e incluso su madre adoptiva, la Doctora Patricia Tannis (Jamie Lee Curtis), quien de hecho crió a Lilith después de ser abandonada cuando niña por su progenitora verdadera (Haley Bennett). Desde ya que Tina fue diseñada genéticamente con material biológico de los eridianos y junto a una llave cualquiera, aquí ubicada en un laberinto subterráneo dominado por una tribu de salvajes, se supone que abre la mentada bóveda del tesoro de esta civilización antigua pero muy avanzada en términos tecnológicos, por ello el grupete debe hacer frente a las inclemencias de Pandora, a sus temperamentos opuestos -o clichés de identidad- y al ataque de los habitantes del planeta más el ejército del archivillano, Atlas, en pantalla al mando de Knoxx (Janina Gavankar).
Con ingredientes robados de Star Wars (1977), de George Lucas, Mad Max (1979), de George Miller, Total Recall (1990), de Paul Verhoeven, y el Luc Besson modelo The Fifth Element (Le Cinquième Élément, 1997) y Valerian and the City of a Thousand Planets (2017), la faena destila artificialidad inconducente que la deja en punto muerto, incluso con una Blanchett que hace lo que puede para salir airosa de semejante despropósito, y para colmo no se decide entre el formato aventurero de las space operas o un exploitation bien cutre de la extraordinaria saga del australiano Miller, en este sentido toda la acción parece impostada/ de plástico, sin ningún atisbo de peligrosidad o dinamismo verdadero, y los diálogos son bobos, redundantes y por momentos hasta melodramáticos, siempre tendientes a la pose canchera y a unas puteadas de cotillón que nada suman ni resultan graciosas. Más allá de la catarata de pavadas y situaciones varias que en pantalla jamás reciben explicación alguna y generarán la vergüenza ajena permanente de todos aquellos que no conozcan el videojuego de base de Gearbox Software, un error monumental porque la película en su segunda mitad se toma muy en serio a sí misma sin comprender que el verosímil del relato se va cayendo a pedazos de manera escalonada al acumular arbitrariedades narrativas de toda índole y tesitura, Borderlands lamentablemente es aburrida a más no poder ya que la ausencia de una historia de peso y de unos protagonistas interesantes obliga a alargar el metraje con escenas de relleno, soliloquios/ voces en off y mucho CGI barato e innecesario alrededor de esta Brigada A (The A-Team, 1983-1987) de pacotilla, incapaz de justificar su existencia. Que el opus se haya rodado en 2021, lo que nos deja con tres largos años en el freezer, e incorporase refilmaciones en 2023 bajo el control del productor ejecutivo Tim Miller, ésto con la bendición de un Roth sin nada de amor propio o dignidad, nos indica hasta qué punto el cineasta se transformó en otro mercenario intercambiable e inofensivo del Hollywood impotente y necio de nuestros días, como decíamos previamente cagándose en los admiradores que supo levantar con aquel gore inicial y sus pretensiones revulsivas…
Borderlands (Estados Unidos, 2024)
Dirección: Eli Roth. Guión: Eli Roth y Joe Abercrombie. Elenco: Cate Blanchett, Kevin Hart, Jamie Lee Curtis, Ariana Greenblatt, Florian Munteanu, Jack Black, Edgar Ramírez, Janina Gavankar, Haley Bennett, Gina Gershon. Producción: Erik Feig y Avi Arad. Duración: 102 minutos.