Dentro del campo de las rarezas cinematográficas, Brimstone (2016) es sin lugar a dudas una de las más desconcertantes y furiosas de los últimos años, una épica de dos horas y media que toma la estructura de los westerns de venganza para darla vuelta y condimentarla con una dosis de violencia sucia que destroza la concepción dominante hoy por hoy en el mainstream internacional, ese al que le encanta presentarnos una versión “cool y canchera” de la vehemencia, el dolor y la crueldad. Esta extraordinaria película, escrita y dirigida por el holandés Martin Koolhoven, le quita el polvo al cine conservador y aniñado de nuestros días para jugarse por un relato exclusivamente para adultos cargado de una intensidad como no se veía desde hace mucho tiempo, dispuesta a incrementar hasta niveles insospechados los arrebatos de angustia con vistas a golpear la sensibilidad del espectador mojigato y conducirlo al verdadero contexto histórico de los acontecimientos, sin comodines naif ATP.
En vez de optar por la clásica perspectiva del “ángel vengador” que pretende cargarse a un grupo de forajidos sádicos que andan por ahí robando y matando a cuanta persona se cruce en su camino, en esta oportunidad la trama invierte la polaridad narrativa y procedimental para centrarse en la perseguida, Liz (Emilia Jones en la niñez, Dakota Fanning ya adulta), una pobre mujer que padece el acoso de un desquiciado total al que conocemos bajo el mote de El Reverendo (Guy Pearce), un fanático religioso psicópata y pervertido que se ubica a mitad de camino entre los protagonistas de La Noche del Cazador (The Night of the Hunter, 1955) y Cabo de Miedo (Cape Fear, 1991). Dividida en cuatro macro capítulos intitulados Revelación, Éxodo, Génesis y Retribución, la ambiciosa historia nos expone el trasfondo de esta represalia yendo del presente hacia el pasado, así conectando de a poco las tres primeras partes para luego regresar al presente y cerrar el arco narrativo primordial.
Todo comienza en un pueblito estadounidense del siglo XIX, donde Liz se desempeña como comadrona y vive con su esposo y dos hijos, uno del matrimonio anterior del hombre y una nena propia, Sam (Ivy George). La mujer reconoce de inmediato la voz de El Reverendo, el flamante predicador del lugar, y decide esconderse, no obstante rápidamente debe mostrar su rostro cuando se la solicita para un nuevo y complicado parto, que deriva en la muerte del recién nacido. Si bien en un principio existe un poco de confusión sobre el responsable de los ataques sucesivos contra la granja familiar, en especial en torno a si son obra del padre del bebé muerto o del tan temido clérigo, luego el asunto queda bien claro: los hijos y el mismo marido de Liz, éste último con sus intestinos alrededor de su cuello, terminan de confirmar que el apóstol cristiano quiere destruir a la mujer y a todo lo que ella ama, empezando por su esposo y siguiendo por los pequeños, a quienes atacará sin piedad.
El film llama a las cosas por su nombre y no se anda con sutilezas light, ya que por un lado apuntala a una Liz valiente y fortísima con el objetivo de esquivar esa típica victimización femenina, y por el otro lado nos ofrece un retrato muy duro de las brutalidades de las que son capaces los seres humanos, permanentemente bordeando un gore vinculado al terror liso y llano. Como en el cine apasionado y sincero de otros tiempos, aquí se humilla, se tortura, se viola y se asesina tanto a hombres como a mujeres y niños: no hay distinción en cuanto al horror que producen o consienten los personajes, al igual que en nuestra simpática realidad. Las máscaras de lo políticamente correcto estallan en mil pedazos gracias a una disposición de fondo inconformista y muy original, en algunos sentidos similar a la que motivaba a Bone Tomahawk (2015) aunque todavía mejor y más extrema, porque mientras aquella por momentos pecaba de aburrida, Brimstone en cambio es salvajemente explosiva.
Más allá de las posibles comparaciones con clásicos del género como Érase una vez en el Oeste (C’era una volta il West, 1968), El Gran Silencio (Il Grande Silenzio, 1968) o El Jinete Pálido (Pale Rider, 1985), la película de Koolhoven rankea en punta como uno de los trabajos más osados del cine reciente, permitiéndose combinar las referencias religiosas (cercanas al calvario que atraviesa Liz en su viaje de supervivencia y/ o defensa ante los embates homicidas) con un análisis muy certero de la violencia institucional (en el primer capítulo se examina la descomposición familiar por la ceguera y voracidad de la supuesta autoridad, en el segundo se denuncia la prostitución/ explotación profesional amparada por el Estado, en la tercera parte se pone en primer plano la hipocresía y la sumisión social en las relaciones de poder hogareñas y finalmente el desenlace funciona como una fábula bíblica exacerbada hasta la apoteosis, con la institución oscurantista entregándose al ardor).
Koolhoven, a quien le llevó casi siete años completar el opus bajo sus propios términos, léase sin interferencias de ningún estudio hollywoodense y con financistas independientes, para colmo elige como único verdadero aliado de la protagonista -a lo largo de toda la trama- a un ladrón de oro, Samuel (Kit Harington), el cual le brinda una frase que desborda sabiduría de izquierda: “escuché esa historia una vez, la de poner la otra mejilla y todo eso; la única persona que diría algo así es alguien que tiene el control, alguien que no quiere que le hagas frente”. Entre la exuberancia del planteo iconoclasta, el excelente desempeño del elenco y el impulso aborrecible e imparable de El Reverendo, un monstruo antológico construido con esmero por Pearce, el film toma la forma de un tren sin frenos que no deja de fascinar al espectador ni por un minuto, redoblando la apuesta del espanto escena tras escena y sacándonos de esa patética zona de confort en la que vive el mainstream actual…
Brimstone (Países Bajos/ Francia/ Alemania/ Bélgica/ Suecia/ Reino Unido/ Estados Unidos, 2016)
Dirección y Guión: Martin Koolhoven. Elenco: Dakota Fanning, Guy Pearce, Emilia Jones, Ivy George, Carice van Houten, Kit Harington, William Houston, Carla Juri, Paul Anderson, Jack Hollington. Producción: Els Vandevorst y Uwe Schott. Duración: 148 minutos.