Femme

Las reglas de la atracción

Por Emiliano Fernández

Las películas queer, uno de los tantos productos orientados a un nicho muy específico del mercado capitalista del nuevo milenio, en los últimos años han entrado en general en una meseta cualitativa anodina que se condice con una catarata de estereotipos y latiguillos wokes en torno al mariquita discriminado, la lesbiana acusada de aburrida e insulsa y el travesti tratando de conquistar a puro masoquismo a un heterosexual, entre otros clichés del caso que tienden a la caricatura y a una martirización que ya poco y nada tiene que ver con la realidad, ni la de unos años atrás de corrección política insoportable ni la del presente de ascenso de la nueva derecha, esa que se burla olímpicamente del gay llorón y de la feminazi de concha seca/ feminista radical misándrica mientras trata en vano de reinstalar a nivel social la homofobia y la misoginia de vieja cepa. Femme (2023), ópera prima británica en el campo del largometraje del equipo de realizadores y guionistas de Sam H. Freeman y Ng Choon Ping, viene a patear el tablero porque en simultáneo le escapa al melodrama palurdo hollywoodense, a la gesta arty políticamente redundante del indie, al típico bodrio europeo hueco festivalero y a la basura globalizada intercambiable para tontitos o “no cinéfilos” de Netflix, planteo que por cierto nos deja con un neo film noir que utiliza las herramientas del thriller -como la violencia latente, el engaño y la tensión acumulada- no para sermonear sobre la farsa de los “pobres” homosexuales o las “pobres” mujeres sino para construir una historia verosímil y universal sobre la dialéctica del poder, sus vericuetos y las posiciones mutables del dominante y el dominado tanto en el ecosistema privado como en el público.

 

Todo comienza cuando Jules (Nathan Stewart-Jarrett), homosexual negro muy afeminado que trabaja de drag queen​ en un club nocturno haciendo playback y algo de stand up bajo el seudónimo de Aphrodite Banks, es atacado en la calle por un hombre que momentos atrás lo estuvo mirando con fascinación y que se lo cruza en un minisupermercado mientras compraba cigarrillos, Preston (George MacKay), en suma un narcotraficante violento con antecedentes penales/ carcelarios que, rodeado de sus amigos ultra matones, luego de un raudo intercambio de insultos y humillaciones verbales le propina una paliza en medio de la noche y lo hace sacarse el vestido. Jules, que vive en un departamento compartido con una chica, Molly (Antonia Clarke), y un gay esperpéntico que está enamorado de él, Toby (John McCrea), a posteriori del episodio deja de lado su faceta travesti y se la pasa encerrado jugando al Street Fighter hasta que decide concurrir a un sauna homosexual símil terreno de conquista, donde para su sorpresa se topa con un Preston que no lo reconoce y resulta ser un gay que no salió del clóset y lleva el asunto en secreto desde que mantuviese relaciones homosexuales en prisión. Con la idea de una porno venganza en la que pretende seducirlo, filmarlo a escondidas teniendo sexo y subir el video en una web gay para escracharlo y así arruinarle su reputación de “macho rudo heterosexual”, Jules efectivamente da rienda suelta al plan pero todo se complica porque comienza a sentir pena por su otrora verdugo y éste para colmo parece enamorarse del morocho en medio de una dinámica vincular en la que el narcotraficante en un principio domina y paulatinamente le pasa la posta a su pareja tácita.

 

El film de Ping, hasta ahora un director teatral, y Freeman, quien había escrito apenas un capítulo de Industry (2020-2022), serie creada por Mickey Down y Konrad Kay para HBO, está basado en el cortometraje homónimo del 2021 de 18 minutos de la dupla, en sí su única experiencia previa cinematográfica, y a todas luces semejante frescura creativa hoy resulta crucial para el carácter disruptivo de la película, como decíamos antes por un lado negando las opciones limitantes del séptimo arte de hoy en día y por el otro lado proponiendo en cambio una amalgama del cine de género más duro, a mitad de camino entre el policial de “agente encubierto” y el espionaje ya esquizofrénico de infiltración, y el drama identitario que jamás se engolosina con el latiguillo de la martirización de la princesa rosa, a sabiendas de que en la praxis cotidiana siempre son los iguales/ colegas/ allegados/ supuestos amigos o amantes los que vampirizan al sujeto o los más peligrosos del lote. El guión trabaja muy bien todo el sustrato paradójico de ambos personajes y su interrelación con sus respectivos entornos de vida, pensemos que Jules arranca el relato como el clásico mariquita a lo “saco de boxeo social” por no tener personalidad propia o ser una caricatura de las mujeres, no obstante aprende a hacer las paces con su costado masculino al mismo tiempo que Preston hace lo propio con su impronta femenina negada sin que ello implique que la otra orilla desaparezca, incluso se podría decir que el cuasi cariño recíproco se sostiene también en el detalle de ser aceptados a regañadientes por el contexto del prójimo, Jules por el mandamás de la pandilla de Preston, Oz (Aaron Heffernan), y el tremendo Preston por Toby y Molly.

 

Femme refrita con astucia y osadía distintos ingredientes de propuestas anteriores del cine queer y sadomasoquista como por ejemplo el canibalismo conceptual o peligrosidad intra comunidad gay de El Desconocido del Lago (L’Inconnu du Lac, 2013), de Alain Guiraudie, aquella operación de infiltración sexual que coqueteaba con lo macabro de Cruising (1980), de William Friedkin, el sorprendente amor entre víctima y victimario que caracterizaba a El Portero de Noche (Il Portiere di Notte, 1974), de Liliana Cavani, la idea de clandestinidad melodramática y sumamente masoquista de Los Chicos de la Banda (The Boys in the Band, 1970), asimismo de Friedkin, e incluso esos celos homosexuales dañinos de Bella Tarea (Beau Travail, 1999), de Claire Denis, aquí condensados en especial en el remate narrativo cuando se descubre el engaño porque Toby invita secretamente a Preston al cumpleaños de Jules para forzar la separación, todo de la mano de un monólogo paródico del alter ego Aphrodite Banks sobre este matón gay que no se anima a salir del clóset para no perder el respeto de sus cofrades gansteriles. Los directores no sólo evitan el trazo grueso en lo que atañe a los intercambios homosexuales en pantalla, algo muy común en tanto cine idiota woke de militancia gay trasnochada de la actualidad que espanta de lleno a las mayorías heterosexuales con la colección de planos hardcore, sino que también logran estupendas actuaciones de parte de Mackay y el andrógino Stewart-Jarrett, hoy ambos construyendo a personajes reales y con corazón dominados por unas reglas viscerales de la atracción que no se veían desde hacía mucho tiempo en el mainstream y en el indie de la industria cultural…

 

Femme (Reino Unido, 2023)

Dirección y Guión: Sam H. Freeman y Ng Choon Ping. Elenco: George MacKay, Nathan Stewart-Jarrett, Aaron Heffernan, John McCrea, Antonia Clarke, Nima Taleghani, Moe Bar-El, Peter McPherson, Luis Torrecilla, John Leader. Producción: Sam Ritzenberg y Myles Payne. Duración: 95 minutos.

Puntaje: 8