Honey Don't!

Lesbianas burguesas, lesbianas obreras

Por Emiliano Fernández

Hoy una carrera brillante previa no es garantía de nada y Ethan Coen lo está demostrando con insistencia, pensemos para el caso en Honey Don’t! (2025), segunda película ficcional en solitario del señor luego de Drive-Away Dolls (2024), cineasta que anteriormente había dirigido un interesante documental de archivo sobre uno de los pioneros del rock, Jerry Lee Lewis: Trouble in Mind (2022), y que por cierto se independizó de su hermano Joel después de la ya lejana The Ballad of Buster Scruggs (2018), una antología para Netflix enmarcada en las distintas vertientes del western. A diferencia de la buena fortuna de Joel en materia de su hasta ahora única propuesta en soledad, The Tragedy of Macbeth (2021), Ethan no consigue hacer pie y vuelve a terminar con el agua al cuello porque Honey Don’t! supera por poco a la desastrosa Drive-Away Dolls, ambas supuestamente eslabones de una trilogía lésbica que se propone homenajear a todo el cine exploitation de los años 60 y 70. Mientras que Drive-Away Dolls apostaba por una amalgama desquiciada y por demás fallida de road movie, comedia picaresca, trash, farsa cuasi política, caper movie y relato de aprendizaje o bildungsroman o coming-of-age ochentoso/ noventoso de cachondeo adolescente tontuelo, Honey Don’t! limita mucho más sus intereses y se concentra en la comedia negra, el policial negro clasicista y un thriller de comentario social que en esta oportunidad carga las tintas contra los pastores cristianos hiper corruptos, la inoperancia policial de nunca acabar y esa nueva derecha oligofrénica liderada por Donald Trump, responsable de los energúmenos y los minusválidos mentales varios que lo defienden a escala del pueblo raso de yanquilandia.

 

El nuevo guión de Ethan y su esposa, Tricia Cooke, una editora que afirma ser lesbiana y queer mientras su marido dice ser heterosexual y ambos mantienen una “relación abierta” a lo poliamor a pesar de haber engendrado dos hijos, Dusty y Buster, se sitúa en Bakersfield, California, y está protagonizado por Honey O’Donahue (Margaret Qualley, ya vista en Drive-Away Dolls aunque en otro personaje), una detective privada que tiene un contacto en la policía, Marty Metakawich (Charlie Day), y comienza a investigar la muerte en un accidente de tránsito de una potencial clienta, Mia Novotny (Kara Petersen), la cual era miembro del Templo de los Cuatro Caminos, un antro encabezado por el reverendo Drew Devlin (Chris Evans), mandamás que suele tener sexo fetichista con sus feligresas y oficia de líder de una banda de narcotraficantes con contactos de lo más coloridos. Mientras que el Señor Siegfried (Billy Eichner), un gay que sospecha que su novio lo engaña, le encarga la pesquisa a O’Donahue, el infiel reglamentario, Colligan (Christian Antidormi), termina atropellado por el coche de un secuaz del reverendo, Héctor Bonner (Jacnier), por negarse a pagar algo de droga y ofrecerle al latino sexo oral, sin olvidarnos de la aparición del padre abandónico sin nombre conocido de la detective (Kale Browne), de una francesa misteriosa que suele hacer negocios con Devlin, Chère (Lera Abova), de una oficial de policía que se encarga del depósito de evidencias e inicia un vínculo romántico con Honey, MG Falcone (Aubrey Plaza), y de una sobrina adolescente de O’Donahue que de repente se esfuma a la salida de su trabajo en un expendio de voluminosa comida chatarra, Corinne (Talia Ryder).

 

Los puntos a favor pasan por la buena música elegida, una excelente secuencia de créditos iniciales, cierto espíritu indie de los 80 y 90, las estupendas actuaciones de Qualley y Plaza, algunos diálogos relativamente potables, la abundancia de sexo o desnudos y la presencia, efectivamente, del mentado influjo exploitation y de un villano sacrílego/ herético en una época donde abundan los blockbusters destinados al público cristiano reaccionario. Aquí nos topamos con muchísimos personajes estereotipados de la fauna de ese neo noir irónico típico de los Coen, situación llevada hasta el paroxismo porque los susodichos no suelen tener verdadera motivación para hacer lo que hacen y la trama en general se desdibuja de a poco debido a clichés, gags lelos, delirios pueriles, mundanidad kitsch y un enamoramiento de la película consigo misma, cual gesto posmoderno que se consume en soledad desde el narcisismo, la autoindulgencia artística o el aislamiento con respecto al mundo exterior. Se agradecen el humor negro, la violencia Clase B sin filtro y los chispazos de sexploitation bien desvergonzado, sobre todo la escena de las dos gordas en el lecho con el reverendo, la masturbación en público de Honey a instancias de MG y el descubrimiento de un outfit sadomasoquista debajo de la cama de Mia por parte de O’Donahue y frente a los padres de la finada. La historia parece enrevesada aunque a decir verdad es muy sencilla porque su ridiculez se vincula a la codicia, las obsesiones y la estupidez de siempre de las creaciones de los hermanos estadounidenses, esquema a su vez apuntalado en la crueldad con la que se maneja a los personajes y en el apego del relato para con el absurdo y sus círculos viciosos.

 

Honey Don’t!, como aseverábamos con anterioridad precedida por Drive-Away Dolls y apuntando a una tercera realización que puede no materializarse por el fracaso de crítica y taquilla de las dos anteriores, Go Beavers, esquiva la pose cool tarantinesca, detalle otrora omnipresente en el cine arty o under, pero lamentablemente se dedica a una demonización un tanto facilista de los varones, homosexuales o heterosexuales, más allá de la necedad promedio de casi todas las criaturas que desfilan por la pantalla, sean hombres o mujeres y tengan la edad que tengan. Una de las pocas sorpresas del convite en su conjunto pasa por el ataque explícito -ya señalado- a Trump de la mano de una calcomanía de MAGA, el eslogan del oligarca infradotado en cuestión correspondiente a la frase “Make America great again” o “Haz a Estados Unidos grande otra vez”, que tiene el noviecito abusón de Corinne en su camioneta, Mickie (Alexander Carstoiu), lo que deriva en otra calcomanía aunque ahora de Honey y con la intención de tapar a la anterior, “I have a vagina and I vote” o “Tengo vagina y voto”, un contraataque tardío desde el feminismo burgués, blanco y sin conciencia social que sólo se interesa por las minorías o se muestra muy resentido por las derrotas culturas sucesivas a raíz, de hecho, de esta misma misandria sin anestesia que ya ha sido largamente denunciada en el Siglo XXI tanto por la derecha fascistoide como por la izquierda marxista antiwoke que se ríe de estas locas ortodoxas que confunden al árbol con el bosque, como si todos los varones fuesen sus enemigos natos o tener vagina pudiese homologarse a detentar determinada ideología. Por suerte el objetivo principal de fondo apunta a invertir los latiguillos/ recursos del policial negro, pensemos en una mujer que ocupa el lugar del detective clásico, O’Donahue, un gay farsesco modelo mariquita haciendo de femme fatale, el Señor Siegfried, y un malvado que ha sido institucionalizado mediante los engranajes de la religión protestante y sus mil subdivisiones, ese Devlin del correcto Evans que hace las veces de jerarca maquiavélico del hampa o poder capitalista marginal. Esta medianía que promedia hacia abajo tiene mucho que ver con una estructura de sketchs que nunca terminan de fusionarse en una narración mínimamente coherente y que en el final parecen estar dirigidos, ya dejando de lado el sarcasmo para con el policial, hacia un clasismo que tampoco se decide entre la discriminación sincera o el cinismo símil Hollywood porque Honey representa a la clase media cuentapropista ensalzada por todo el mainstream bobalicón y MG, por su parte, es un exponente del lumpenproletariado de las fuerzas de represión, derivando en asesina serial durante las postrimerías de la película…

 

Honey Don’t! (Estados Unidos/ Reino Unido, 2025)

Dirección: Ethan Coen. Guión: Ethan Coen y Tricia Cooke. Elenco: Margaret Qualley, Aubrey Plaza, Chris Evans, Charlie Day, Billy Eichner, Talia Ryder, Kale Browne, Christian Antidormi, Lera Abova, Alexander Carstoiu. Producción: Ethan Coen, Tricia Cooke, Eric Fellner, Robert Graf y Tim Bevan. Duración: 89 minutos.

Puntaje: 4