Zombie: Noche de Pánico (Zombi 2)

Liturgia de la putrefacción

Por Emiliano Fernández

Zombie: Noche de Pánico (Zombi 2, 1979), una de las realizaciones bisagra dentro de un subgénero eternamente popular del terror, los relatos sobre cadáveres caminantes, no sólo fue el primer éxito internacional de Lucio Fulci, algo así como su “carta de presentación” para los cinéfilos fanáticos del horror atroz de todo el planeta, sino también una síntesis maravillosa de su estilo como director y guionista, con aportes acreditados o no, hablamos de ese sadismo pirotécnico, alucinado y cuasi surrealista que estuvo presente tanto en la epopeya histórica Beatrice Cenci (1969) y los recordados spaghetti westerns Tiempo de Masacre (Le Colt Cantarono la Morte e fu… Tempo di Massacro, 1966) y Los Cuatro del Apocalipsis (I Quattro dell’Apocalisse, 1975) como en los cuatro giallos que había dirigido hasta entonces, Una Historia Perversa (Una Sull’altra, 1969), Una Lagartija con Piel de Mujer (Una Lucertola con la Pelle di Donna, 1971), El Extraño Secreto del Bosque de las Sombras (Non si Sevizia un Paperino, 1972) y Siete Notas en Negro (Sette Note in Nero, 1977), obras hoy míticas que en su momento le habían traído problemas de distribución, debido a la censura en distintos mercados del globo, y que de manera retrospectiva serían alabadas por una legión de admiradores que las descubrirían gracias a Zombie: Noche de Pánico, film que a su vez inaugura la etapa de oro dentro de la carrera de Lucio ya que en los años próximos inmediatos entregaría su Trilogía de las Puertas del Infierno, léase Miedo en la Ciudad de los Muertos Vivientes (Paura nella Città dei Morti Viventi, 1980), El Más Allá (E tu Vivrai nel Terrore! L’Aldilà, 1981) y La Casa Cercana al Cementerio (Quella Villa Accanto al Cimitero, 1981), un acervo al que se suman la excelente El Descuartizador de Nueva York (Lo Squartatore di New York, 1982), su regreso al giallo pero hitchcockiano, la simpática El Gato Negro (Gatto Nero, 1981), una adaptación del célebre cuento de 1843 de Edgar Allan Poe, e incluso Luca, el Contrabandista (Luca, il Contrabbandiere, 1980), pequeño gran poliziottesco que como Beatrice Cenci, Tiempo de Masacre y Los Cuatro del Apocalipsis incorpora esa violencia explícita sumamente imaginativa que desaparecería en Manhattan Baby (1982), el cierre desparejo y bizarro aunque todavía interesante de la fase.

 

La película, además la primera colaboración entre Fulci y dos socios futuros fundamentales, el productor Fabrizio De Angelis y el compositor Fabio Frizzi, fue el segundo trabajo con otro secuaz reincidente, el guionista Dardano Sacchetti, señor que concibió la historia junto a su esposa Elisa Briganti pero no fue incluido en los créditos oficiales -se supone por el fallecimiento reciente de su padre y la temática en sí del film- a pesar de haber colaborado con luminarias de la talla de Dario Argento, Mario Bava, Umberto Lenzi, Stelvio Massi y el mismo Lucio en Siete Notas en Negro. La trama, como siempre en el caso de Fulci, es una excusa para regresar a sus dos obsesiones, en esencia la denuncia de los delirios mesiánicos de la oligarquía capitalista parasitaria y aquella fascinación con la parca y la posibilidad de una existencia de ultratumba, que por supuesto tienen que ver con su trasfondo ideológico marxista y la depresión por el suicidio de su esposa en 1969 a raíz de un cáncer inoperable y el fallecimiento de una hija en la década del 70 en un accidente de tránsito: luego de la llegada de un barco con un zombie a Nueva York trasportando una carta dirigida a Anne Bowles (Tisa Farrow, aquella hermana menor de Mia), la susodicha viaja hacia el paradero del remitente, su progenitor (Ugo Bologna), en una inhóspita isla caribeña -culturalmente más vinculada a Haití que a República Dominicana- que no aparece en los mapas, Matul, misión en la que recibe la ayuda de un periodista, Peter West (Ian McCulloch), y más adelante de una pareja estadounidense de vacaciones que dispone de un navío, Brian Hull (Al Cliver) y Susan Barrett (Auretta Gay), así las cosas este cuarteto improvisado llega al lugar después de toparse con un tiburón y un muerto viviente subacuático (Ramón Bravo) para terminar descubriendo que los habitantes de Matul están infectados por una “extraña enfermedad” -padre de Anne dixit- que muchos adjudican al vudú y de hecho revive a los fallecidos, los cuales desarrollan un canibalismo impiadoso que aparentemente le resulta fascinante al mandamás de la isla símil jerarca colonial caucásico, el Doctor David Menard (Richard Johnson, de estirpe británica), por cierto a cargo de un hospital emplazado en una iglesia y casado con Paola (Olga Karlatos), mujer desesperada por marcharse cuanto antes.

 

Apelando a una iconografía bastante esquizofrénica que recupera ingredientes del thriller, las aventuras, el film noir, la comedia negra, el western, la súper acción, el cine catástrofe y este horror de enclaves alejados, científicos locos y muchos monstruos, Zombie: Noche de Pánico mete en la licuadora artística los latiguillos y la estructura narrativa en general de La Isla del Doctor Moreau (The Island of Doctor Moreau, 1896), la famosísima novela de H.G. Wells, el gusto por la putrefacción y algún ojo mancillado de Un Perro Andaluz (Un Chien Andalou, 1929), de Luis Buñuel, aquel vudú bizarro de Yo Caminé con un Zombie (I Walked with a Zombie, 1943), de Jacques Tourneur, esas criaturas bien espeluznantes de No Profanar el Sueño de los Muertos (1974), una joya injustamente olvidada de Jorge Grau, el escualo protagonista de Tiburón (Jaws, 1975), de Steven Spielberg, y el título que tuvo en Italia El Amanecer de los Muertos (Dawn of the Dead, 1978), obra dirigida por George A. Romero y financiada en las sombras por Argento, Zombi, por ello el productor De Angelis siguió la estela de muchísimos exploitations anteriores europeos y simplemente nombró al producto Zombi 2 para el mercado italiano aprovechando el éxito internacional del opus de Romero, genial eslabón intermedio de su primera trilogía satírica acerca de los zombies, ubicado entre La Noche de los Muertos Vivos (Night of the Living Dead, 1968) y El Día de los Muertos Vivos (Day of the Dead, 1985), la primera centrada en la Guerra de Vietnam, la segunda en el fetiche imperialista/ militar reaganiano y El Amanecer de los Muertos en el cinismo de la publicidad y la sociedad de consumo, todas a su vez sucedidas por una nueva trilogía aunque inferior e hiper posmoderna, aquella de Tierra de los Muertos (Land of the Dead, 2005), El Diario de los Muertos (Diary of the Dead, 2007) y La Reencarnación de los Muertos (Survival of the Dead, 2009). Con personajes complementarios como los dos asistentes de Menard, la enfermera Clara (Stefania D’Amario) y el esclavo tácito Lucas (el luchador peruano Alejandro Barrera alias Dakar), la obra se las arregla para desparramar espantos minimalistas sirviéndose de la poco humanitaria obsesión del doctor con quedarse en la isla investigando el fenómeno local, planteo que desemboca en una colorida masacre.

 

Como sucede con buena parte de la producción artística de Fulci dedicada a las truculencias con la honrosa excepción de algunas faenas discursivamente muy poderosas, en especial El Extraño Secreto del Bosque de las Sombras, Siete Notas en Negro y El Descuartizador de Nueva York, la narración de Zombie: Noche de Pánico resulta irrelevante y todo adquiere la forma de una colección de escenas terroríficas magistrales con algo de relleno en el medio que tampoco llega a molestar, recordemos para el caso el tiro en la cabeza del resucitado del prólogo, el ataque del cadáver gordinflón a bordo del barco en Nueva York, la hilarante escena del tiburón (al rip-off cinematográfico se agrega un semi intento de violación bajo el agua contra el personaje de Auretta Gay y el “mano a mano” entre el escualo y el muerto viviente), el ojo empalado de la querida actriz griega Karlatos, las secuencias de la fosa común y del hospital ruinoso de Matul (Menard tiene por hobby realizar sucesivos análisis de sangre sobre sus tristes pacientes, todos moribundos, con sus tobillos atados a sus camas y recibiendo un lindo disparo en el marote cuando resurgen en sus mortajas desde el Más Allá), el mítico festín zombie en la cabaña con la esposa del matasanos, la embestida en el cementerio de los conquistadores españoles, el acecho final de la fauna de los “no muertos” contra la iglesia/ nosocomio y aquel epílogo apocalíptico basado en nuestros muchachos de nula higiene corporal invadiendo la Gran Manzana gracias al contagio vía mordeduras. El amigo Lucio se reserva un cameo como el editor del periódico de West y nos regala muchas de sus marcas registradas pasadas o futuras, en sintonía con la estupenda música incidental, diversas tomas subjetivas para las conversaciones y los ataques, un glorioso nivel de gore y hembras putonas, precarios aunque despampanantes efectos especiales de Giannetto De Rossi, una fotografía preciosista para los flashbacks y algunas escenas etéreas y/ o trágicas, zooms histéricos por doquier, primeros planos mayormente grotescos, aquel extrañamiento narrativo permanente, un catalizador irónico -la carta amorosa de papi- y esa liturgia de la descomposición, la inmundicia y sobre todo los gusanos y las larvas, también ejes cruciales en toda la efervescencia macabra lovecraftiana de la Trilogía de las Puertas del Infierno…

 

Zombie: Noche de Pánico (Zombi 2, Italia, 1979)

Dirección: Lucio Fulci. Guión: Dardano Sacchetti y Elisa Briganti. Elenco: Tisa Farrow, Ian McCulloch, Olga Karlatos, Richard Johnson, Al Cliver, Auretta Gay, Stefania D’Amario, Ugo Bologna, Ramón Bravo, Alejandro Barrera. Producción: Fabrizio De Angelis y Ugo Tucci. Duración: 92 minutos.

Puntaje: 9