La Experiencia Interior: Suma Ateológica I, de Georges Bataille

Lo familiar que se disuelve en lo extraño

Por Martín Chiavarino

Pensar en el concepto de experiencia conlleva una necesidad de análisis sobre las formas en que el ser humano se adapta al mundo, las representaciones que se hace del mismo, cómo lo percibe y lo asimila. La adjetivación interior cambia el sentido de la experiencia, lo transforma y vuelve la mirada hacia la intimidad del sujeto, lo primordial, tal vez al alma o los confines del inconsciente, ya sea como proceso químico o actividad metafísica inexplicable. La referencia a la “suma ateológica” refiere al compendio escatológico de la obra más representativa de la escuela escolástica, escrita por Santo Tomás de Aquino. Así, la primera parte de esta obra de Georges Bataille se define a sí misma como la búsqueda de la negación de la experiencia interior como experiencia mística y religiosa.

 

De esta forma, La Experiencia Interior (1943), tal vez el libro más íntimo y poético del heterodoxo escritor francés Georges Bataille, fundador de la publicación Acéphale, es un intento de proponer la experiencia interior como una vivencia íntima inenarrable. Este libro es, al igual que muchos de sus trabajos, una obra inclasificable en la que el autor de La Parte Maldita (1949) realiza un análisis sobre su propia experiencia como un experimento poético para intentar narrar lo inefable con la intención de generar un tipo de saber tan distinto del conocimiento científico como de las pruebas místicas y religiosas, denominado un “no saber”.

 

Recientemente editado por El Cuenco de Plata con una nueva traducción a cargo de Silvio Mattoni, en una edición exhaustiva y completa que incluye -además de un conjunto de notas del propio autor- el capítulo Método de Meditación y el Post Scriptum de Bataille de 1953 para la reedición del texto en Francia, La Experiencia Interior es un texto imprescindible para entender el pensamiento de este extraordinario autor que ha entrelazado para siempre cuestiones como la fiesta, lo sagrado, la poesía, el erotismo, la revolución y la muerte.

 

Ya desde el prólogo, Bataille advierte dos cuestiones que son fundamentales para la comprensión de la obra. La primera es que su texto es deudor y sería imposible sin el aporte de las ideas del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, y la segunda refiere a la imposibilidad de la comunicación de la propia experiencia. Esta situación indica que el libro, en lugar de marcar un camino hacia el conocimiento, será una puerta al sinsentido y el extravío; una lucha contra las creencias dogmáticas para abrirse a la posibilidad de una fusión entre el no saber y lo desconocido.

 

De esta manera, Bataille emprende una indagación acerca de distintos métodos para la construcción de una comunidad (entendida como un espacio para la comunicación), con el objetivo de intentar llegar hasta el lugar donde la angustia y el éxtasis se conjugan a través de técnicas como la dramatización, la poesía, el amor o el silencio, todos catalizadores cardinales de la experiencia interior.

 

En la segunda parte de La Experiencia Interior, El Suplicio, Bataille intenta proponer la búsqueda de los extremos de lo posible como única forma de superar el conocimiento para llegar hasta el desgarramiento del ser y vivir los torbellinos interiores que nos arrastran hacia el abismo. Siguiendo este camino, la comunicación del no saber y de la angustia conducen a Bataille hacia la vivencia del éxtasis en un relato de un ensayo fallido en el que se narra la búsqueda de la experiencia interior a través de la intensidad de los movimientos influidos por los estímulos de la percepción.

 

Como una serie de digresiones al azar entrelazadas, Bataille reflexiona sobre la teología, la noción de conocimiento en Descartes y Hegel y la noción de poesía en Marcel Proust, tamizándolas con la potencia de las ideas de Nietzsche, esas mismas que conducen el barco de la experiencia interior como un timonel desgarrado que navega ciegamente hacia una densa niebla para perderse en medio del temor a ser poseído por los objetos que se pretendían poseer. La idea de soberanía comienza a sobrevolar en el imaginario batailleano para imponerse como un horizonte que finalmente marcará su pensamiento mientras las nociones de exceso y ascesis devienen métodos y se prefiguran como una búsqueda de hundimiento y libertad que permita que la experiencia interior sea posible.

 

En Método de Meditación, Bataille encuentra similitudes entre la embriaguez y la meditación, dos experiencias que modifican al sujeto a diferencia de la risa, el sacrificio, la poesía o el erotismo, que se obtienen mediante una modificación del orden de los objetos. La poesía surge como una efusión que niega todos los límites en un derroche de energía, prefigurando así el concepto de gasto, uno de los aportes más conocidos del extraordinario filósofo francés, desarrollado en La Parte Maldita.

 

Bataille se sumerge en su voluptuosidad íntima para buscar la desesperación, la angustia y la alegría de la experiencia interior. En este descenso encuentra la armonía pero también el horror en una indagación filosófica sobre el desierto del hombre y sus desembocaduras. Como en un movimiento de sístole y diástole, el exceso y la ascesis se debaten como dos caras de un proyecto imposible al que el autor renuncia al comenzar a escribir. La comunicación de la experiencia interior se demuestra imposible en su misterio y Bataille lo atestigua de la única manera posible, fracasando en su odisea pero a su vez dejando una obra poética de un gran valor y gran belleza en la que cada párrafo es una fuerza que impone una necesidad, la necesidad de renunciar a la perfección y encontrarse a sí mismo en la imperfección.

 

La Experiencia Interior: Suma Ateológica I, de Georges Bataille, El Cuenco de Plata, 2016. Prólogo y traducción: Silvio Mattoni.