Richey Edwards y Manic Street Preachers

Los Archivos del Dolor

Por Matías Bragagnolo
“Existen diversas clases de muerte.
En algunas, el cuerpo perdura, en otras
se desvanece por completo con el espíritu.”
 
Ambrose Bierce, Un Habitante de Carcosa (1886)

 

Índice:

 

1. Un prólogo para la historia

 

En el atardecer del 31 de enero de 1995 James Dean Bradfield y Richey James Edwards, miembros de la banda de rock galesa Manic Street Preachers (la mitad, para ser exactos), hicieron su ingreso en el hotel Embassy, ubicado frente al Hyde Park del lado de la zona acomodada de Bayswater, en el mismo centro de la enorme Londres. Los dos tenían que salir al día siguiente desde el aeropuerto de Heathrow hacia los Estados Unidos, en un viaje de promoción del último disco de la banda. Entrevistas radiales, notas para la prensa escrita y reuniones con directivos de compañías discográficas estaban en la agenda. Todo para preparar el terreno a la gira de 36 fechas que empezaría el 22 de febrero.

 

Llegaron al hotel en el auto que tres meses atrás la banda había comprado para transportarse, un discreto Vauxhall Cavalier plateado que Richey llevó hasta el estacionamiento subterráneo. Se quedaron algunos minutos fumando y terminando de escuchar los demos de algunas de las canciones que pensaban grabar para el próximo álbum. “¿Cuál es tu favorita?”, le preguntó James a su amigo cuando apagó el estéreo. Richey se encogió de hombros. “Están todas muy bien, pero Pequeñas Flores Negras es la que me gusta de verdad”, contestó. Él mismo había escrito la letra de esa canción, como era usual. “Quiero salir, acá adentro pronto te volvés un muerto / Para el afuera / Las pequeñas flores negras que crecen en el cielo”, cantaba James en la cinta. “Acá morderte la cola es alegría”. Manifestaciones de verdadera delicadeza poética viniendo de un galés que para un lado B (Sculpture of Man, 1994) había escrito “Wills y Harry vestidos de mujer / De pie sobre el cadáver sodomizado de su madre”.

 

Se registraron en habitaciones adyacentes. La número 516 le fue asignada a Richey. Muchachos que habían ya recorrido el mundo con su banda pero que no dejaban de ser pueblerinos de menos de treinta años, quedaron para salir un rato más tarde a recorrer los bares de la zona.

 

Cuando James golpeó horas más tarde la puerta de la habitación 516, su amigo le dijo que prefería quedarse en su habitación hasta el día siguiente. No era una actitud inusual en el muchacho. Lo suyo no eran precisamente las salidas. Alguna vez le había dicho a la prensa que no encontraba excitante ir a ningún lado. “Sacás mucha más información verídica de la literatura que de los viajes. Por ejemplo, si quiero saber sobre Francia, compro el libro”. No hace falta agregar que pocas eran las ganas que tenía de viajar a América.

 

James no tenía por qué saberlo, pero Richey esperaba al menos una visita. Poco se sabe de ella. Que se llamaba Vivian. Que solo estuvo un rato, que se quedó a pasar la noche. Que llegó antes de que James golpeara la puerta y se escondió en el baño cuando Richey abrió, que llegó después… Que se fue tarde en la noche, que se fue antes del amanecer. Que Richey se lo reveló a James, que James nunca lo supo y nadie sabe de dónde salió ese nombre, “Vivian”.

 

Lo cierto es que a la mañana del día siguiente, el miércoles primero de febrero, James con su equipaje armado esperaba a su amigo en el lobby del hotel. El vuelo estaba estipulado para el mediodía. Richey era un desastre de hábitos y conductas, por eso no había esperado verlo en el desayuno, pero era disciplinado en todo lo que se refería a los horarios y citas relacionados con la banda. Llamó entonces la atención de James que no bajara a la hora que habían acordado. Subió hasta el quinto piso y golpeó la puerta 516. Nada.

 

Ya más preocupado, le pidió ayuda a uno de los conserjes. Más golpes en la puerta. Y la decisión preventiva de abrirla con una llave maestra.

 

Adentro, cama revuelta. La valija de Richey, cerrada, con toda su ropa adentro. En la mesa de luz, un frasco con pastillas de Prozac. En el baño, sus artículos de aseo y la bañera llena hasta el borde.

 

De nuevo llevó James la vista a la cama. Entre las sábanas había una caja, colorida, decorada por afuera. Richey había escrito algunas citas literarias; siempre obsesionado con las citas, hasta en el arte de los discos y los video clips las hacía incluir, hasta en cada una de las listas de temas para los recitales las garabateaba. Entre las citas había fotos pegadas. Recortadas, impresas… La más llamativa era la de una mansión abandonada, de estilo germánico… En algún hueco había dejado en claro que la destinataria de la caja y su contenido era una tal “Jo”. James la conocía. Era una chica londinense de 19 años. Uno de los amores platónicos de Richey. “Nunca le he dicho que la amo”, había dicho en su última entrevista para la prensa, una semana atrás. “La conozco desde hace años, pero solo la besé una vez… Una vez, dos veces. Eso fue todo”.

 

Más tarde sería Martin Hall, el manager de la banda, quien quitaría la cinta que lacraba la caja. Adentro había libros (Camino Real, de Tennessee Williams, era uno), recortes de diarios y revistas y dos películas inglesas en VHS, Equus, la adaptación de la obra de teatro, y la comedia negra Naked de Mike Leigh.

 

Desde la recepción avisaron que Richey había dejado el hotel a las siete de la mañana. James nunca volvería a ver a su amigo. Ni él ni nadie que hubiera formado parte de su vida.

 

Junto a la caja Richey había dejado una nota, también para Jo. Muy breve. Decía “te amo”.

 

2. El callejón de los suicidas

 

El hecho de que Richey no fuera un miembro original de la banda (el único de los cuatro que no lo era) podía considerarse un mero detalle cronológico. Antes de llamarse los Manic Street Preachers habían sido, allá por 1986, Betty Blue, que era el nombre que se le dio en Inglaterra a la película francesa 37°2 le Matin, estrenada ese mismo año -una tragedia moderna con la actriz Béatrice Dalle en el papel de una encantadora joven de 19 años emocionalmente inestable-. Todos oriundos de Blackwood, un pueblo minero del sur de Gales con una población de menos de ocho mil habitantes, todos ex alumnos de la misma escuela (la Oakdale Comprehensive School, en una villa cercana). Eran James (cantante y guitarrista) y su primo Sean Moore (baterista), Nicky Wire (guitarra rítmica y letras) y un tal Flicker en bajo. Desde un comienzo fueron los primos quienes se encargaron de componer la música, y hasta el ingreso de Richey la tarea de escribir las letras había sido de Nicky.

 

Pero en esos primeros años Richey solo era un amigo de la infancia fanático de Echo and the Bunnymen con quien se juntaban a leer. Porque eso habían sido los Manic Street Preachers en sus comienzos: un grupo de adolescentes, amigos desde la escuela primaria, que se juntaban a leer, cada uno con su libro, tomando té. Para cuando a mediados de 1988 los muchachos ya habían grabado las canciones de lo que sería a fin de año el primer simple, Suicide Alley, Richey ya se había convertido en el chofer de la banda. Incluso la foto de la portada del simple había sido tomada por él. Y si en esa foto los Manics parados en un callejón son tres y no cuatro es porque Flicker ya había dejado la banda.

 

Los tres sabían que podían arreglárselas sin otro guitarrista, pero la incorporación de Richey como letrista era demasiado tentadora, así que el puesto de segundo guitarrista sería suyo. Richey, el mayor de todos -21 años recién cumplidos-, solitario y con un alto coeficiente intelectual, pronto a graduarse con honores en Ciencias Políticas (especializado en relaciones diplomáticas soviéticas y alemanas), con síntomas inadvertidos de un posible Síndrome de Asperger nunca tratado (hipótesis también alguna vez postulada para otro rockero del Reino Unido, Syd Barrett), por entonces ya había adoptado el hábito estudiantil de romperse la piel de los antebrazos con la punta de un compás para poder concentrarse en el estudio y de alcoholizarse para poder dormir.“Chupando vodka, escupiendo Perrier”, escribiría por esos días en una de las primeras letras para la banda, Sorrow 16 (“Pena 16”).

 

El ingreso en la banda lo llevó también a una pérdida tal vez tardía de la virginidad sexual, un evento que más tarde describiría en alguna entrevista como totalmente intrascendente, decepcionante. Más tarde podría vérselo en público con un prendedor en la ropa que decía “Extraño mi virginidad”.

 

3. El motín del nuevo arte

 

Los primeros lanzamientos de los Manic Street Preachers con todas las letras firmadas por la dupla de Nicky y Richey fueron el E.P. New Art Riot, de junio de 1990, y el simple Motown Junk, de enero de 1991. El mensaje ya era claro. Musicalmente, había talento, y mucho, sobre todo porque tenían a un cantante que, además de un nada desdeñable registro vocal, era un claro virtuoso de la guitarra. Eran punks, pero también eran heavy metal en los solos, y cuando James cantaba podía ser glam, podía ser pop, podían ser lo que quisieran. Desde el punto de vista estético, en el arte de tapa ya se evidenciaba el mensaje contestatario tanto en las citas literarias (y no tanto) que Richey hacía incorporar como en el contenido implícito de las imágenes utilizadas. Usaron la bandera de la Unión Europea como portada de New Art Riot, y la contraportada contenía una cita de Marx y un par de declamaciones de parte de la banda, mientras que Motown Junk contaba con una cita de William Burroughs y un reloj percudido como foto de portada. El reloj marca las ocho y cuarto, y evidencia estar averiado. Un poco de investigación demuestra que la foto fue tomada en las ruinas de Hiroshima, y que la hora corresponde a la mañana del 6 de Agosto de 1945…

 

Y después (¿o antes que nada?) venían las palabras que salían de las bocotas y las plumas (en ambos sentidos de la palabra, una vez que adoptaron una indumentaria y un maquillaje entre glam y punk) de Richey y Nicky. En las entrevistas eran capaces de recomendar a sus fans niños suicidarse antes de cumplir los trece años, y no había figura del arte o la política que mereciera sus respetos. Las letras, desprolijamente eruditas, no se ajustaban a rima o métrica algunas, eran intrincadas, abigarradas y complejas, lo cual las volvía un desafío para James a la hora de componer la música, hacerlas encajar en las canciones e incluso cantarlas. Hablaban de cuestiones históricas con sorna, ironía y humor negro (“La gloria de Inglaterra vive en el genocidio mundial / Así que celebren a Buchenwald como heredero de Su Majestad”) y eran críticas a la sociedad de consumo (“…el odio a sí mismo del consumidor conduce a la basura del diseñador”), catarsis nihilistas (“21 años de vivir y nada significa nada para mí”) o bien mera provocación (“Me reí cuando Lennon fue acribillado”).

 

4. En serio

 

La noche del 15 de mayo de 1991, en la ciudad de Norwich, más precisamente en el Norwich Arts Center, no había sido una de las mejores para la banda. Apenas un par de decenas de espectadores habían asistido al recital de diez canciones que acababan de terminar. El humor de los cuatro no era el mejor, y tampoco lo era el de Steve Lamacq. Lamacq era un periodista del popular y legendario semanario inglés NME (siglas de New Musical Express), y había sido por obligación que estaba ahí cubriendo el evento. Aburrido y escéptico, se acercó a entrevistar al “Ministro de Propaganda” de los Manics Street Preachers, Richey James.

 

Entrevistado y entrevistador estaban junto al escenario, y la conversación que ya llevaba media hora no parecía ir a ningún lado. El periodista insistía en que la banda carecía de autenticidad, que eran meras copias de sus ídolos musicales The Clash y Guns ‘N’ Roses. “Ustedes mismos saben que la gente no podría tomarlos en serio jamás”, le estaba diciendo al joven letrista, que ya estaba exasperado intentando refutar los ataques gratuitos del otro. Harto y herido, le preguntó: “¿Tenés un minuto? Vamos a los vestuarios que tengo algo para decirte”.

 

Pero lo que Richey tenía para decirle era por escrito. Sacó de su mochila una hoja de afeitar y empezó a cortarse el antebrazo izquierdo. Un tajo atrás de otro, meticuloso, sin demostrar dolor alguno. Mientras, intentó seguir discutiendo con Lamacq por algunos minutos, con la sangre avanzando por su piel y goteando sobre el piso alfombrado del vestuario. Pero el periodista no pudo tolerar mucho más tiempo la situación, y corrió a buscar al manager de la banda.

 

Los plomos atendieron a Richey, vendándole el brazo. Lamacq se fue, espantado, pero Ed Sirrs, el fotógrafo del semanario, decidió quedarse para cubrir lo que consideró que podía llegar a convertirse en lo que finalmente fue: una nota de portada y uno de los momentos icónicos del rock and roll. Ni siquiera tuvo que sugerirlo. Cuando lo vio acercarse con la cámara Richey le preguntó si quería una foto de su brazo. El fotógrafo asintió, Richey se sacó las vendas y posó con los tajos sanguinolentos.

 

Llevaron al herido al hospital, donde se opuso a ser atendido de urgencia. Dijo que sus heridas eran autoinfligidas, voluntarias, y eso no le daba mejor derecho que el del resto de la gente que esperaba en la guardia antes que él. Uno de los cortes era demasiado profundo y tardaron bastante en pararle la hemorragia, pero cuando todo terminó Richey se fue a casa con diecisiete puntos en el brazo.

 

Cuando en la redacción de NME se revelaron las fotos al día siguiente, Steve Lamacq pudo finalmente discernir lo que, escrito en el brazo del muchacho de la banda con una hoja de afeitar, la sangre le había impedido leer. Decía “4REAL”, el equivalente fonético de “for real”. “En serio”, en inglés.

 

 

5. Los terroristas de la generación

 

El tan esperado primer L.P. de la prensa llegó en febrero de 1992. Iba a llamarse “Cultura, Alienación, Aburrimiento y Desesperación”, pero se llamó Generation Terrorists y fue un disco doble, con la bandera de la Unión Europea esta vez en la contraportada, y en llamas. Híperproducido durante 23 semanas por Steve Brown, tenía al pecho, el hombro y el brazo izquierdos y desnudos de Richey como portada. Edwards exhibía un colgante con Cristo en la cruz y su único tatuaje a la fecha, una rosa con las palabras “Generation terrorists” sobre el cabo. Habían sido alteradas las originales, las reales, que decían “Useless generation” (“Generación inútil”). Con anterioridad a decidir usar parte de su cuerpo como portada, Richey había sorprendido a todos con sugerencias que iban desde la fotografía de Andrés Serrano titulada Piss Christ hasta una funda hecha de lija, para que los discos se rayaran y quedaran inutilizados al ser sacados.

 

Las letras, para variar, no eran lo que podían llamarse canciones de amor. El oyente podía toparse con versos como “Preciosa pobreza de necesidades creadas”, “Nos difuminamos en imágenes de coerción estatal”, “No estamos muertos porque odiamos”, “Repitan conmigo / Me cago en la reina y en el país”, “Las drogas vienen del aburrimiento, nena / Las Naciones Unidas las exportan todos los días”, “Nadie coge tan bien como Marilyn” o “El único libre albedrío es negarse a pagar”. Y por supuesto también había lugar para describir el estado mental y los hábitos perniciosos que cada vez más lugar ocupaban en la vida de Richey: “Recibo un poco de dolor y me siento vivo” (Born to End), “Viviendo la vida como un comatoso” (Motorcycle Emptiness), “La luz del día aburre mi brillo del sol / Necesito sentirme solo entre la cizaña” (Another Invented Disease), “No es que no puedo encontrar valor en algo / Es solo que no puedo encontrar valor en lo suficiente” (So Dead). Pero fue en Condemned to Rock ‘N’ Roll donde realmente se despachó con una declaración de principios: “El pasado es tan hermoso / El futuro es como un cadáver en la nieve / Creo que es todo la misma mierda / Es una cadena perpetua, nena”.

 

Cada canción tenía asimismo su cita asignada en el sector de las letras del disco y en los sobres de los simples de cada corte de difusión. Herman Melville, Rimbaud, Marlon Brando, Sylvia Plath (“Le hablo a Dios pero el cielo está vacío”), Chuck D, Valerie Solanas, Camus, Guy Debord, Marilyn Monroe, W.S. Burroughs, Tennessee Williams, Bret Easton Ellis, Allen Ginsberg, Confucio, George Orwell, Henry Miller, Nietzsche y esto es solo una parte de la lista.

 

6. Pequeña Nena Nada

 

Pero lo que quizás fue más aún rimbombante dentro de las excentricidades que se permitió la banda durante la costosa producción de este primer L.P. fue la colaboración con la por entonces ya actriz porno retirada Traci Lords.

 

Habían decidido que James cantaría Little Baby Nothing, la canción feminista que Richey había escrito, a dúo con Kylie Minogue, pero ciertas cuestiones de exclusividad contractual lo impidieron. Necesitaban alguien que pudiera cantar líneas como “Mi mente está muerta, todos me aman / Quieren una rebanada de mí / Desesperadamente pasiva y compatible”, y el nombre de Traci salió a relucir. Cuatro años atrás, la actriz había sido noticia a nivel mundial, poniendo una vez más sobre el tapete la vieja cuestión del libre albedrío de la mujer en el porno.

 

Hija de un padre alcohólico y golpeador, alguna vez declaró haber perdido la virginidad a los diez años. En sus primeros años de adolescencia era abusada por las noches por el novio drogadicto de su madre, a quien paradójicamente fue a pedirle asistencia cuando quedó embarazada de su novio de la escuela secundaria. Y no solo la ayudó con el aborto y el escape de la propuesta de matrimonio del novio, sino que con quince años de edad y una licencia para conducir falsa la puso en contacto con una agencia de talentos de dudosa reputación, en California -literalmente les dijo: “Esta chica hará lo que quieran en las películas porno”-. Con unos falsos veinte años de edad, empezó con la pornografía en revistas. Su primera sesión de fotos con relaciones sexuales simuladas debió ser suspendida porque había empezado a tener sexo real con el modelo. Ese mismo año (1984) actuó en su primera película porno y se ganó una reputación como actriz que no paraba cuando la cámara se apagaba. Para sus diecisiete ya era considerada “la princesa del porno”, vendía 10 veces más que cualquier otra actriz y cobraba como las más cotizadas. Para cuando el F.B.I. tomó conocimiento de la ilegalidad, Traci ya había filmado más de setenta películas y tenía su propia productora. Fotógrafos, directores, productores, actores, agencias, distribuidoras y editores de revistas tuvieron que vérselas con la ley por cargos de pornografía infantil. Películas retiradas de la venta y la proyección, pérdidas millonarias para la industria, escenas suprimidas o con Traci reemplazada por otra actriz. Se dijo incluso que la mafia del porno le había puesto precio a su cabeza. La ironía de todo era que menos de un mes antes de que todo volara por los aires Traci había cumplido los dieciocho años requeridos por la ley… Y se supone que ya había decidido su retiro indeclinable del negocio.

 

La discográfica la contactó en los Estados Unidos, se le envió una cinta con un demo de la canción y voló a Londres para hacer su debut como cantante. La había convencido una charla telefónica de veinte minutos con Richey. Se había programado que volviera a casa al día siguiente, pero la amistad instantánea que trabó con la banda la retuvo en el territorio británico un día más.

 

Little Baby Nothing fue el último corte de difusión que tuvo Generation Terrorists, y en uno de sus lados B (Never Want Again) Richey pudo hacerle lugar una vez más a sus confesiones: “Me siento descompuesto por el alcohol / Me siento adormecido por el dolor estúpido (…) Me dicen que debería ser feliz / No tengo derechos sobre mis sentimientos”.

 

7. Condenado al rock ’n’ roll

 

Cuando la prensa del rock supo que Steven Brown había impuesto para la mayor parte de Generation Terrorists la sustitución del baterista por una caja de ritmos (con tal maestría que resultó imperceptible), el detalle resultó ser un tema menor frente a la confirmación de que Richey no había grabado una sola guitarra. Aunque esta era una verdad que los Manic Street Preachers jamás se habían preocupado en esconder. El puesto de Richey como guitarrista era una mera fachada, una pose funcional a la banda. El letrista no tenía demasiada habilidad con las seis cuerdas (ni con ningún otro instrumento), y las clases dadas por James solían ser poco fructíferas, aunque con el paso del tiempo parecía progresar.

 

En vivo, cuando Richey se sabía la canción tocaba con el volumen de su amplificador bien bajo, porque al lado de un guitarrista demasiado bueno como lo era James, los pifies se volvían fácilmente notorios. Durante el resto del repertorio, simplemente desenchufaba el instrumento y hacía la mímica de estar rockeando. Cuando les dijo a sus compañeros que quería hacer una versión de algún tema de los Guns ‘N’ Roses, James tuvo la deferencia de elegir It’s So Easy, porque era la más fácil de aprender.

 

Según el propio Richey, la idea de tener un miembro que solo se ocupara de las letras la habían tomado de los raperos Public Enemy, donde uno era el bromista, otro el vocero, otro el encargado de pasar las pistas, otro de las rutinas de baile… Un colega de otra banda le contó en una conversación que acababan de entrevistarlo sobre su guitarra y su equipamiento, y al enterarse de que solo James grababa las guitarras de la banda le espetó: “Debería haber un sindicato para parar a la gente como vos”.

 

8. El suicidio no duele

 

(“Tenemos en imprenta fotos a color de una mutilación”. (…) “No hay forma de que puedas publicar esas fotos”. (…) “Tendrás a todos esos fanáticos haciendo lo mismo”. (…) “¿Y si las pasamos a blanco y negro?”)

 

Mientras revisaba el guión que habían escrito para la comedia negra que estaba por empezar a dirigir, M.A.S.H., Robert Altman decidió incluir una escena cantada. En el argumento de la película se contaban las aventuras y desventuras de una unidad médica militar norteamericana operando durante la Guerra de Corea. Y sus relaciones con la rama femenina del ejército, especialmente. Y cuando el médico dentista del equipo se creía sexualmente impotente e intentaba suicidarse con la ayuda de sus colegas y enfermeros militares en una absurda ceremonia, uno de ellos debía entonar una canción que volviera aún más lúgubre y ridícula la situación.

 

Cuando Altman le encargó la composición de la música al legendario Johnny Mandel, la premisa era que la canción se llamara El Suicidio es Indoloro y que fuera “la canción más estúpida alguna vez escrita”. Él mismo se encargaría de la letra, que debía ser igual de estúpida que la música.

 

Pero surgió un problema. En un acto que probablemente haya contenido iguales dosis de humildad y orgullo, debió admitir que era lo suficientemente maduro e inteligente como para escribir una letra tan tonta como quería que fuera. “Pero no está todo perdido”, le dijo a Mandel. “Tengo un hijo de catorce años que es un idiota total”. Y así fue como el joven Michael Altman terminó escribiendo en cinco minutos la letra de Suicide Is Painless, para la completa satisfacción de su progenitor.

 

La película fue estrenada en 1970, la canción resultó tan interesante que fue usada como tema principal (en una versión cantada por coristas de sesión) y en la serie para televisión que originó Suicide Is Painless, en una versión instrumental, se convirtió en la música de los títulos.

 

El método de suicidio en la película es la ingestión de una píldora -el suicida no sabe que le han dado un placebo-, pero la canción tenía una estrofa que veinte años más tarde llamaría la atención de Richey: “La espada del tiempo rebanará tu piel / No duele cuando empezás / Pero mientras se abre camino / El dolor se vuelve más fuerte, lo ves quemar”.

 

(“¿Qué es lo que dice? ‘T-Rex’… ¡Lo escribió mal! No dice ‘T-Rex’, dice ‘TREA’ (…) “¡No, es ‘4 REAL’! El número 4, la palabra ‘real’”.)

 

En septiembre de 1992 los Manic Street Preachers donaron una muy personal versión de Suicide Is Painless a una sociedad que recaudaba fondos para niños con discapacidad. Fue incluida como parte de un disco a beneficio editado por el semanario NME y como lado A de un simple que tenía como lado B una versión de una canción de Brian Adams a cargo de The Fatima Mansions. Pero algunas de las ediciones (concretamente, el CD y el vinilo de 12 pulgadas) contenían una pista adicional, llamada Durmiendo con el NME.

 

Durmiendo con el NME había sido un documental radial de una hora producido por la Radio 5 de la BBC en 1991. Era un collage de grabaciones hechas durante una semana en las oficinas del semanario musical. Esa semana resultó ser la misma semana de mayo en que la redacción recibió las fotos de Richey con el antebrazo tajeado que Ed Sirrs había tomado. Por eso el lado B adicional que insertaron los Manic se llamaba así, porque contenía los ocho minutos que el documental emitió de las reuniones matutinas entre los editores y varios empleados de la revista (con Steve Lamacq y el fotógrafo presentes) cuando se presentó el momento de debatir sobre la pertinencia de publicar o no las fotos.

 

(“Lo encuentro extremadamente horrible”. (…) “El tipo está enfermo” (…) “Solo pienso que es un idiota” (…) “¿Qué va a hacer después? ¿Quitarse la vida?”)

 

 

9. El oro contra el alma

 

Las letras de Gold Against the Soul, el segundo L.P de la banda, editado en junio de 1993, carecían de la obsesión con temas políticos, económicos y sociales del disco anterior, pero eso no hizo más que hacerlas ganar en introspección. “Interminables horas en la cama, en esta mente / Nadie conoce el infierno donde la inocencia muere”, escribía Richey para la canción que abría el disco, probablemente refiriéndose a ese misterio al que en varias entrevistas aludiría: que había dejado de ser feliz a los trece años. “Escribo esto solo en mi cama”, le hacía decir a James en From Despair to Where (“¿De la desesperación a dónde?”). “He envenenado cada cuarto de la casa”. Y también “No hay nada lindo en mi cabeza. El mundo adulto se lo llevo todo”, reforzando el dato sobre el inicio de su infelicidad.

 

“Mi idea del amor viene de / Un vistazo infantil de pornografía / Aunque no hay amor verdadero / Solo unos celos finamente sintonizados” dice Life Becoming a Landslide, el último tema que la banda eligió como corte de difusión. En una entrevista brindada al año siguiente, Richey contaría más detalles sobre su primera experiencia con la pornografía, un evento que bien podría asociarse tanto con un alma sensible como con esa pérdida de la felicidad siendo niño: “Tenía unos doce, estaba jugando al fútbol y un chabón llamado Brian Summers dijo ‘Encontré material del mejor abajo de la cama de mi hermano’. Era porno bastante duro. Lo vimos entre unos cinco de nosotros, en silencio, durante diez minutos, y entonces yo me tuve que alejar de la casa bien rápido. Estaba enfermo. Estaba descompuesto”.

 

Drug Drug Druggy (“Droga droga drogadicto”) es una de las canciones del disco en donde vuelven a aparecer las declaraciones de principios, esta vez respecto del uso de drogas. Siendo rayanos con el anarquismo, no solo no eran los Manic Street Preachers una banda que hiciera apología del uso de drogas recreativas: directamente despreciaban el culto que generan. Además de declarar que nunca tomaría éxtasis porque odiaba la idea de una droga que te pone feliz, Richey diría cosas como “Encuentro realmente fastidiosa la forma en que la gente se te acerca y dice ‘Ey, me acabo de fumar un par de porros y quedé de la cabeza’. ¿Y qué? Si alguien dijera ‘Me he tomado diez pintas y estoy dado vuelta’, pensarías que es patético, y es la misma cosa”.

 

El título y el estribillo de La Tristesse Durera (no así el resto de la letra) tiene su origen en una triste anécdota que tuvo como protagonista a otro artista adepto a la autolesión: Vincent van Gogh. Tal como lo narró su hermano Theo en una carta a la hermana de ambos, Elisabeth, Vincent quedó moribundo después de haberse pegado un tiro de revólver en el pecho el domingo 29 de Julio de 1890, solo en un campo de trigo que estaba pintando. Después del tiro se había desmayado, y al despertar no había podido encontrar el revólver para terminar con la tarea y había vuelto, desangrándose, a la posada donde vivía. En la madrugada del martes, con su hermano sentado al lado de su lecho, dándole ánimos, Vincent dijo sus últimas palabras antes de caer en coma y morir: “La tristesse durera toujours” (La tristeza durará para siempre).

 

Este disco contó también con la primera (¿y única?) grabación de Richey tocando la guitarra, precisamente para La Tristesse Durera. Para vencer los nervios del muchacho, Dave Eringa, el productor, hizo salir a todos del estudio. Se quedaron solos los dos, y el resultado fue lo suficientemente decente como para incluirlo en la mezcla final.

 

Ese mismo año Richey había empezado a fumar, un vicio en el que no solo no había incursionado hasta ese momento, sino en el que se enterró de cabeza, llegando a consumir entre cuarenta y cincuenta cigarrillos en un día normal. Quienes estaban cerca suyo no podían evitar pensar que el único objetivo del vicio, más allá de la autodestrucción lenta inherente al tabaquismo, era el de poder apagarse las colillas en sus brazos, pecho y piernas cubiertos de cicatrices. Por eso es que en Roses in the Hospital hace que James cante “Me apago cigarrillos en mi brazo”. Todo indicaba que realmente el letrista principal de la banda estaba, como decía la canción, “Como una hoja en la brisa del otoño”.

 

10. Rosas en el hospital

 

Octubre de 1993 no solo fue el mes en el que Roses in the Hospital fue editado como otro de los simples extraídos del segundo disco de los Manic Street Preachers. También fue el mes en que la autolesión y la ingesta de alcohol de Richey se pusieron fuera de control. Sumados a la depresión (“Toda mi vida me he sentido débil comparado con otros, si quieren destrozarme, pueden hacerlo”), esta conducta obligó a sus compañeros de banda a internarlo en una granja de recuperación. Y no había sido esta la primera vez en los últimos meses.

 

“Cuando me corto me siento mucho mejor”, declararía por esa época. “Todas las cositas que podían haber estado molestándome de repente parecen tan triviales porque me estoy concentrando en el dolor”. El dolor de cortarse era, evidentemente, nada comparado con el sufrimiento emocional por el que estaba pasando. Y después estaba, también, explícito, el contenido sexual de esta flagelación. “Lo encuentro atractivo. Lo encuentro… sexual”, diría a la prensa por entonces. Lo cual era bastante decir, tratándose de una persona que no se consideraba a sí mismo como una persona sexual. Richey decía no haber tenido una sola experiencia sexual interesante en su vida. Pese a que nunca había estado siquiera saliendo con alguien de manera sostenida, decía no necesitar “la cercanía física de una relación de pareja”, afirmando que dormir con alguien era para él una mera alternativa a la masturbación. De hecho, dormir con groupies lo hacía sentir “sucio”.

 

Pero fue precisamente una fanática la que le dio la oportunidad de dar su segundo espectáculo sanguinolento. Fue en Bangkok, durante la gira de Gold Against the Soul, en abril de 1994. Antes del segundo de los dos conciertos que dieron, una jovencita se acercó y le entregó como regalo una caja. Adentro había todo un set de dagas ceremoniales autóctonas, perfectamente afiladas. “Quiero mirarte mientras te cortás”, le rogó la chica en su inglés de academia. Richey le pidió respetuosamente que se retirara. “No voy a ser el espectáculo de rarezas ambulante de nadie”, dijo, y eligiendo dagas se abocó a llenar su pecho de cortes paralelos, horizontales y oblicuos. La grilla sanguinolenta, al igual que en el episodio de 4REAL, fue documentada por un fotógrafo, y con ella salió al escenario esa noche.

 

Fue en las giras cuando sus compañeros de banda tomaron conocimiento de los problemas de sueño de Richey. Además de sufrir de insomnio, cuando lograba dormirse caminaba dormido. Para el sonambulismo no habrá solución, pero para evitar desvelarse sí la había: estaban el vodka o el whisky, usados literalmente como una medicina. “En realidad no disfruto tomando alcohol”, reveló. “El alcohol para mí es solo funcional, no hay placer en absoluto”. Ya en 1993 su ingesta diaria era de una botella y media de vodka, y no se trataba de una bebida de consumo social ni de un mero somnífero: Richey tomaba solo, encerrado en su habitación, y desde que se despertaba por la mañana hasta que se acostaba por la noche. Tomaba desde la mañana, admitiría más tarde, para que “el día fuera más corto”.

 

De regreso en el Reino Unido, como ya venía siendo usual después de las giras, volvió a ser internado en una granja. Hasta entonces había vivido con sus padres, de cuyo hogar se mudó después de comprar un departamento en Cardiff como quien compra una torta que ve en el escaparate de una panadería. No sería precisamente una buena idea, visto desde la óptica de quienes querían a Richey.

 

Fue en esa misma época, durante la grabación del tercer disco de la banda, cuando Richey se zambulló de cabeza en la anorexia. Admirador desde la adolescencia de Bobby Sands, el miembro del PIRA que, encarcelado, se sometió a una huelga de hambre que acabó con su vida en mayo de 1981, Richey llegó a pesar menos de cuarenta kilos en los últimos meses de 1994.

 

11. Morir en el verano

 

En julio el teléfono de la casa de sus padres sonó. Su madre fue quien atendió y lo escuchó decir, con voz débil y lejana “Hice algo estúpido, mamá… Va a ser mejor que llames a una ambulancia”.

 

Richey llevaba dos días encerrado en su departamento, en medio de una maratón de autodestrucción. Nada nuevo, pero nada bueno tampoco. Como toque final se había metido en la bañera lleno de cortes y hemorragias. No esperaba despertar, pero a la mañana siguiente lo hizo, y encontrarse en ese estado lo hizo entrar en pánico.

 

Fue internado en el hospital psiquiátrico Whitchurch, de Cardiff, de donde sus propios compañeros de banda lo sacaron al cabo de ocho días, horrorizados por verlo prácticamente representar el papel de interno en una de sus novelas favoritas: nada más ni nada menos que Alguien Voló sobre el Nido del Cuco, de Ken Kesey. Y eso, para alguien que había escrito la letra de una canción llamada como el protagonista de la obra (“R.P. McMurphy”, por Randle Patrick McMurphy, el personaje de Jack Nicholson en la adaptación cinematográfica), era ya demasiada ironía. Lo tenían tan dopado con un ansiolítico llamado Librium que apenas podía tartamudear. Y por más que ahora gozara del sueño inducido, nadie iba a ocuparse de que volviera a comer.

 

Para cuando fue trasladado a un hospital del sudoeste de Londres -el Priory, donde solían recuperarse los ingleses famosos por un mínimo de trescientas libras al día, y desde donde supervisó el arte de tapa del nuevo disco- un extraño encuentro había tenido lugar en Whitchurch. Richey había tenido largas conversaciones con una mujer anónima de su misma edad que estaba a punto de mudarse a un kibutz en Israel. Los kibutz habían funcionado en Israel como experimento social desde 1909, incluyendo a un bajo porcentaje de la población. Eran, básicamente, colonias agrícolas de producción y consumo comunitarios. Ese encuentro parecía haber dejado una muy fuerte impresión en Richey, quien luego hablaría de seguir el camino de esa mujer, y que incluso se tatuaría meses más tarde en uno de sus brazos la geodesia de Dante en La Divina Comedia, con el embudo del Infierno debajo de Jerusalén, que corona la esfera dividida en dos hemisferios, uno de tierra (al norte) y otro de agua (al sur), con el monte del Purgatorio en el centro del hemisferio de agua, en el extremo opuesto a Jerusalén.

 

 

12. La Sagrada Biblia

 

Con Richey todavía internado los otros tres tocaron en vivo en algunos festivales y el nuevo disco salió, a fines de agosto. The Holy Bible dejó a todos pasmados. Ni siquiera aquellos que habían prestado oído a los lados B del disco anterior -canciones como Comfort Comes y Us Against You anticipaban, al menos musicalmente, el cambio que se venía- pudieron preverlo. El disco lastimaba desde un plano armónico. Crudo, áspero en sus acordes, cuadrado en su estructura, frontal en las mezclas que revelaban la baja calidad del estudio en el que intencionalmente habían grabado.

 

En su aspecto lírico, The Holy Bible no era menos inquietante, como podía esperarse, sobre todo teniendo en cuenta que Richey se había encargado de escribir tres cuartos del contenido de las letras. Su presencia a lo largo del disco no era musical, eso se daba por descartado (esta vez no se volvería a repetir el experimento de La Tristesse Durera), pero no había manera de imaginarse la existencia y la consistencia de la obra sin su cerebro. Esta vez James realmente se había visto en un aprieto a la hora de ajustar la métrica de los versos a las canciones, así de intrincadas eran las letras.

 

Una exacta síntesis de las que parecen haber sido las intenciones de Richey con este disco está brindada por el sampleo que insertaron en mitad del tema Mausoleum (inspirado por la visita de la banda a los campos de concentración de Dachau y Bergen-Belsen), cuando se escucha la voz de James Graham Ballard diciendo en una entrevista en la que habla de su novela Crash: “Quería restregar al rostro humano contra su propio vómito, y obligarlo a mirarse en el espejo”. El asco producido por la raza humana es patente en las letras de La Sagrada Biblia.

 

El uso del sampleo se intensifica, con fragmentos de proxenetas ofreciendo sus productos en el reciente documental de Canal 4 Hookers, Hustlers, Pimps and Their Johns ya en el primer tema, Yes, donde James debe cantar eso de que “Él es un chico, vos querés una chica, así que cortale la pija / Atale el pelo, cogelo, llamalo Rita si querés”. En Archives of Pain (“Los archivos del dolor”) Richey predica la extinción de la raza humana al mismo tiempo que la esterilización de los violadores, en Revol (“amante” leído de atrás para adelante y pronunciado como “revol(ution)”) aplica sus conocimientos sobre relaciones diplomáticas a las relaciones interpersonales (todas condenadas a fracasar) y en el título de Del Aborto Ambulante replica los postulados del manifiesto S.C.U.M. (siglas de Sociedad para Cortar en Pedazos a los Hombres), donde su autora, Valerie Solanas (la misma persona que intentó matar a tiros a Andy Warhol en 1968) propone usar a los hombres solo para fines reproductivos en una sociedad dominada y constituida por mujeres (“El cromosoma masculino es un cromosoma femenino incompleto”, dice el manifiesto aludiendo a que XY es igual a XX sin una pieza) -todo esto en concordancia con la declaración “No quiero ser un hombre” en Lifebecoming a Landslide, del disco anterior-.

 

Y entre declaraciones de principios como “Ya sé que no creo en nada, pero es mi nada” (Faster), el disco sumergía al oyente bien al fondo del panorama mental de Richey. “El agujero en mi vida incluso ensucia la tierra / Mi corazón se achica hasta ser apenas un pulso”, decía Die in the Summertime (“Morir en el verano”).

 

Fue en 4st 7lb (“63 libras”) donde la anorexia fue tratada con una honestidad apologética, narrada desde el punto de vista del derecho de una muchacha anoréxica a hacer con su cuerpo su voluntad. Sesenta y tres libras es el equivalente a veintiocho kilos y medio, el menor peso promedio que la medicina considera que puede alcanzar una persona adulta sin encaminarse a una muerte segura. La canción avanza estrofa tras estrofa detallando el deterioro físico y fisiológico: “Días desde que meé por última vez / Las mejillas hundidas y desesperadas (…) Veo mi tercera costilla aparecer / Una semana después toda mi carne desaparece (…) Veintiocho kilos y medio, un epílogo de la juventud / Cuánta hermosa dignidad en el abuso a una misma / Finalmente he llegado a comprender la vida / Contemplando con la mirada vacía mi ombligo”.

 

13. He sido demasiado honesto conmigo mismo, debería haber mentido como los demás

 

Después de que saliera Richey de la última internación, en octubre de 1994, los Manic Street Preachers se embarcaronen un par de giras europeas para promocionar el nuevo disco. Cuando los chicos de la banda empezaron a notar que Richey rompía a llorar sin motivo alguno todos los días, supieron que los beneficios de la terapia de doce pasos que estaba siguiendo en forma ambulatoria eran, en el mejor de los casos, marginales.

 

Los dos meses siguientes serían un verdadero catálogo de inquietudes para los integrantes de la gira. Primero, Richey se apareció con una hachuela recién comprada, con la que tenía pensado rebanarse los dedos, para ya no tener que tocar en vivo. Pudieron sacársela antes de que diera otro espectáculo gore. A fines de noviembre, después de un show en Ámsterdam fue descubierto por Nicky con un largo tajo vertical hecho en el medio del pecho. 36 fueron los puntos de sutura que requirió. Y finalmente, y entre lo más resonante, también fue el bajista quien lo encontrara con la cabeza ensangrentada, dándosela contra una de las paredes exteriores del hotel donde paraban en Hamburgo, en el final de la gira. Había ofrecimientos de ciertos promotores para agregar algunas fechas más, pero, dadas las condiciones, decidieron no seguir.

 

Los días 19, 20 y 21 de diciembre tocaron en el teatro London Astoria, donde el sistema de sonido emitió un extraño zumbido imposible de localizar o suprimir, provocando en cada fecha sangrados en las narices de los cuatro miembros de la banda. Cada vez más flaco y demacrado, Richey se mantuvo en un segundo plano durante las actuaciones, sin siquiera acercarse al micrófono, aunque quienes tuvieron la suerte de asistir se asombraron por sus progresos con una guitarra cuyo amplificador ya no sonaba tan bajo.

 

El tercer concierto sería la última vez que aparecería en vivo con su banda. Produjeron daños en el escenario que terminaron poniéndolos en un aprieto económico (la cuenta final ascendió a 26.000 libras). La cita que esta vez Richey escribió para adornar la hoja con la lista de temas de esa noche pertenecía, una vez más, a J.G. Ballard. Era un pastiche con breves porciones del texto En lo que creo. “Creo en el alcoholismo, la enfermedad venérea, la fiebre y el agotamiento. Creo en los órganos genitales de los grandes hombres y mujeres. Creo en la inexistencia del universo y en el aburrimiento del átomo. Creo todas las memorias, mentiras, fantasías, evasiones”.

 

14. Juzgate a vos mismo

 

Pasados los feriados de fin de año, en las primeras semanas de enero de 1995 los Manic Street Preachers estuvieron cinco días en encerrados en los estudios The House in the Woods, cerca de la ciudad de Cobham, por el condado inglés de Surrey, ensayando para la gira por los Estados Unidos que tenían por delante y grabando demos para un proyectado disco sucesor de The Holy Bible. Richey ya le había adelantado a la prensa que después de un disco tan sombrío lo siguiente iba a ser una mezcla entre Pantera, Nine Inch Nails y el disco de Primal Scream Screamadelica. Y en eso estaban cuando les llegó la oferta para componer una canción para la banda sonora de la adaptación cinematográfica de Judge Dredd, uno de los cómics favoritos de Richey. Inmediatamente grabaron un demo. Él aportó una letra llamada Judge Y’Self (“Juzgatea vos mismo”), que empezaba diciendo “Benditas sean las navajas / Benditos sean los suspiros / Dionisio contra el crucificado”, constituyendo el tercer verso otra clara alusión a las populares obras de Nietzche El Origen de la Tragedia y El Anticristo.

 

Judge Y’Self sería la última canción que grabarían con Richey en la banda.

 

15. Morir en el invierno

 

Cuando los días en The House in the Woods terminaron, Richey le regaló a Nicky una carpeta percudida y decorada con una imagen de Bugs Bunny en su portada (más la palabra “opulencia” garabateada). La carpeta contenía una buena cantidad de letras para el próximo disco (unas veintiocho), poesía en prosa y poemas cortos como haikus, más transcripciones de textos de algunos de sus autores favoritos (Ballard, Kerouac…), todo en hojas mecanografiadas con su máquina de escribir portátil Olivetti, de la que no se separaba por esa época, y con hojas coloreadas e ilustradas con los collages que tanto le gustaba hacer. También había hecho dos juegos de fotocopias destinadas a James y a Sean.

 

Algunos días después, el 14 de enero de 1995, Richey recibió un llamado de su única hermana, Rachel. Snoopy, su perro, un springer spaniel con el que había convivido desde los once años, había muerto. Los hermanos se encontraron para enterrarlo juntos. La justificada congoja que embargaba a Richey fue evidente, y de alguna manera dominó la entrevista que la revista japonesa Music Life le hizo el 23 de enero en su departamento de Cardiff. Se había afeitado el pelo de la cabeza, supuestamente en señal de duelo, pero era imposible no traer a la mente la imagen que se dice daba Syd Barrett encerrado en un hotel mirando televisión y fumando enajenado (la misma que inspiró a Roger Waters la imagen que se ve en la película The Wall). Para peor, estaba vestido con un pijama y llevaba puestas unas zapatillas de lona negra con estrellas blancas marca Converse. Cualquiera que hubiera mirado con detenimiento las fotos de la escena del suicidio de Kurt Cobain el año anterior iba a poder identificar ese modelo de zapatillas.

 

16. En la habitación 516

 

Y entonces llegó el momento de viajar a los Estados Unidos. Todavía faltaba un poco para la gira, era solo un viaje promocional, para tantear el territorio, solo James y Richey. Pasarían la noche del 31 de enero al primero de febrero de 1995 en el hotel Embassy, en Londres, y partirían al mediodía en el vuelo que tenían reservado. Durante las dos semanas anteriores Richey, se supo luego, retiró doscientas libras por día de su cuenta bancaria. Un total de £2.800 para cuando se alojó en la habitación 516 del hotel londinense.

 

Esa noche habló con su madre por teléfono, y le dijo que no quería viajar. Por algún vericueto ontológico se supo que más tarde esa misteriosa amiga llamada Vivian pasó a verlo, y también se comentaría que se llevó prestada una novela llamada Novela con Cocaína, de un autor ruso que la firmó con el seudónimo de M. Aguéiev. Se supone que Richey le pidió que prestara atención al prólogo del libro.

 

A las siete de la mañana Richey, sin James, dejó el hotel. Solo llevaba consigo su billetera, sus llaves, su pasaporte y un frasco con pastillas de Prozac.

 

17. Como una hoja en la brisa del otoño

 

Richey se alejó del hotel en el auto de la banda, con sentido oeste, y todo indicaba que se estaba dirigiendo al aeropuerto, pero cuando Heathrow quedó atrás siguió manejando hasta poder tomar la autopista M4, cruzar el puente del Severn casi a las 15 hs. (ocho después de haber dejado el hotel…), pasar de Inglaterra a Gales y llegar hasta la ciudad de Cardiff, donde estuvo en su departamento del complejo llamado Anson Court. Ahí se deshizo de la dosis de Prozac que no había dejado en el hotel, de su pasaporte, su tarjeta de crédito y del ticket del peaje del puente.

 

Mientras tanto, James, tan preocupado como podía esperarse, ya estaba en viaje a New York, y tanto Martin Hall, el manager de la banda, como sus amigos y sus padres y hermana estaban en estado de alerta. Los compromisos del viaje promocional estaban siendo cancelados por Hall, quien al día siguiente reportó a la policía londinense la desaparición, y junto con el padre de Richey entró al departamento de Anson Court. Pero Richey ya se había ido. Entre sus libros, uno tenía una de sus hojas doblada sobre sí misma, marcando la página. Era un libro de poesía de Hart Crane, y la página señalada correspondía a un corto poema de amor llamado Exilio, cuya primera estrofa (de dos) decía: “Mis manos no han tocado el placer desde tus manos / No, ni mis labios liberado carcajadas desde el ‘adiós’, / Y con el día, la distancia otra vez se expande / Sin voz entre nosotros, como una concha desenrollada”.

 

Durante los siguientes días todos se dividieron la tarea de encontrar a Richey, sea mediante escuetos avisos en la prensa como el que sus padres hicieron publicar -“Richard, por favor ponete en contacto. Te aman mamá, papá y Rachel”- sea tratando de encontrar pistas en sus escritos y en las cosas que había dejado en la habitación 516 y en su departamento o sea llamando a todos los hoteles del Reino Unido, tarea esta que encaró Nicky. “Cada vez que alguien llama y cuelga sin hablar, marco el 1471 esperando que sea Richey”, admitió en alusión al número que en los tiempos de la telefonía fija permitía en el Reino Unido identificar la llamada inmediata anterior.

 

Lo próximo que supieron fue que el 7 de febrero a las 7 de la mañana un taxista había sido llamado al King’s Hotel de Newport, Gales (a mitad de camino entre el puente del Severn y Cardiff). El pasajero que salió del hotel subió al coche y en un acento propio de la clase obrera londinense (el llamado inglés “cockney”), claramente impostado, le pidió que, evitando las calles principales, lo llevara a recorrer los valles de Gales cercanos a Blackwood, el pueblo natal de los Manic Street Preachers, con destino a Uplands, en Swansea, la comunidad donde nació el escritor Dylan Thomas. En ciertas partes del viaje le preguntó si podía viajar acostado en el asiento, y así lo hizo. Una vez hubieron llegado a destino, el pasajero ordenó que volvieran hacia el este, hasta Risca, una localidad entre Blackwood y Newport. Cada vez que el pasajero hablaba, el acento galés era más notorio. El taxista le pido algún tipo de seña antes de continuar, y recibió cuarenta libras.

 

Interrogado por el taxista, el pasajero dijo no saber exactamente hacia dónde iba, porque lo habían enviado a encontrar a su jefe, cuyo camión se había descompuesto en pleno viaje por Gales. Le pidió que fueran hasta la estación de tren más cercana. El taxista le dijo que ninguna estaba cerca y le ofreció de ir hasta la de ómnibus en Blackwood. Cuando llegaron, el pasajero dijo que ese no era el lugar que buscaba, que lo llevara a la estación de trenes de Pontypool, a quince minutos de viaje. Se bajó, buscó un teléfono público, pero no había, y volvió a subir. Quiso ser llevado hasta la estación de servicio Severn View, junto a la autopista M4, cruzando el puente del Severn, del lado de Inglaterra.

 

Cuando finalmente dejó el taxi, la tarifa habían sido £68. El pasajero que bajó en la estación de servicio el día 7 bien podía ser Richard James Edwards. Aunque con una peluca: porque el conductor diría que tenía el pelo por los hombros.

 

Fue el playero del estacionamiento a cielo abierto de esa misma estación de servicio junto al puente quien denunció como abandonado al Vauxhall Cavalier plateado de Richey, el miércoles 17 de febrero. Llevaba tres días estacionado. Cualquiera que frecuentara la zona sabía que un ticket de dos horas podía servir para más de un día o incluso semanas, teniendo en cuenta el escaso control llevado por los empleados del lugar. De hecho, siendo el puente un lugar bastante elegido por suicidas, los autos abandonados en esa estación de servicio no eran infrecuentes.

 

En el interior del auto había rastros de que hubiera estado viviendo una persona. Al ya usual insoportable olor a humo de cigarrillo se le sumaban desechos de comida rápida, cassettes (In Utero de Nirvana estaba dentro del estéreo) y un fajo de fotos de la familia Edwards tomadas la Navidad anterior. La batería estaba por completo agotada, clara señal de que el estéreo y la calefacción habían sido usados hasta el final.

 

Ni en la estación de servicio ni en el hotel cercano habían visto a Richey. Por lo tanto la suposición era obvia: se había suicidado tirándose desde el ventoso y frío puente al río. En forma análoga a Ian Curtis, el cantante de Joy Division, podía haberse quitado la vida antes de partir hacia los Estados Unidos a promocionar un disco. Ninguno de los dos había manifestado tener interés en sus respectivos viajes (al respecto puede consultarse el capítulo La canción del suicidio de La Imagen y el Sonido Hechos Carne, publicado por Metacultura). A esa altura el río Severn está a punto de desembocar en el canal de Bristol, lo cual implica fuertes corrientes de agua, y encontrar el cuerpo iba a ser una tarea prácticamente imposible. Solo quedaba confiar en lo registrado por las cámaras de seguridad de la zona, pero ahí tampoco estaba Richey.

 

18. Quiero caminar por la nieve y no dejar huellas

 

Mientras la policía papaba moscas, la investigación seguía para la banda y la familia. Detectives fueron contratados, sin resultados claros. Y mientras decenas de personas brindaban sus diferentes y poco conducentes avistamientos, solo quedaba buscar pistas en el vasto mundo cultural de Richey. Sobre todo porque bien sabían sus allegados de su fascinación por aquellos que habían dominado el arte de desaparecer sin dejar rastros.

 

Admiraba por supuesto a Jerome David Salinger y a Arthur Rimbaud, dos escritores que habían decidido alejarse de todo de un día para el otro. El primero simplemente buscando privacidad y el segundo para olvidarse de un presente tumultuoso, y por más que la historia hoy pueda dar cuenta del derrotero de ambos, al momento de sus escapes realmente se habían convertido en desaparecidos para el mundo que los conocía.

 

La influencia que las desapariciones voluntarias de artistas podían haber tenido en Richey cobró aun mayor redundancia cuando los investigadores consiguieron la edición de la novela que se suponía que le había regalado a la ignota Vivian. Según contaba su traductor Michael Henry Heim (un renombrado profesor de lenguajes eslavos de la UCLA) en el prólogo a la obra, Novela con Cocaína (Роман с кокаином, cuya correcta traducción sería “Romance Cocainómano”) había sido un manuscrito en idioma ruso que, bajo el seudónimo de M. Aguéiev, había llegado por correo a la redacción de la revista Cifras en Paris, en 1934 y con remitente de Constantinopla. La revista Cifras era una publicación editada por un grupo de exiliados rusos a quienes les interesó la novela lo suficiente como para publicar algunos fragmentos y más tarde costear una edición en libro. La novela, osada y naturalista, tuvo una muy buena aceptación durante el resto de la década, pero no tardó en caer en el olvido. Sin perjuicio de eso, durante los años de éxito con la obra los editores intentaron por todos los medios dar con la persona de la dirección del remitente del sobre del manuscrito. Al no lograrlo, las hipótesis sobre el autor no dejaron de barajarse entre los estudiosos, llegando a postularse que el responsable detrás de la máquina de escribir era Vladímir Nabókov. Recién en 1991, con una revalorización de la novela (la primera edición en inglés, la que tenía Richey, había sido traducida a mediados de los ochentas), alguien pudo dar con el verdadero autor. Resultó ser que el instituto educativo al que concurre el narrador durante su adolescencia en la primera mitad de la novela existía realmente en Moscú, e incluso los nombres y apellidos de los alumnos se correspondían con los de una de las listas de un curso de 1916. Así fue que en 1994 se había llegado a la certidumbre de que Novela con Cocaína había sido escrita por un ignoto aunque letrado ciudadano moscovita llamado Marko Levi, radicado en Armenia y fallecido en 1973. Lo más probable, en una era previa a la Internet, era que Richey no conociera la resolución del enigma al momento de regalarle la novela a Vivian.

 

Pero el interés por las desapariciones en Richey tenía raíces aun más antiguas. Incluso familiares. En este aspecto, uno de sus tío-abuelos, Shane, se había escapado a los Estados Unidos en 1960 para no volver a ponerse en contacto con su familia hasta después de cinco años, y una de sus bisabuelas, Bessie, había vivido durante ochenta años sin salir de su casa, recluida como una ermitaña. En cuanto a su niñez, había sido fanático de una serie de televisión llamada La Caída y el Ascenso de Reginald Perrin, una comedia en cuya primera temporada el protagonista, un ejecutivo de ventas, después de volverse sexualmente impotente decide fingir su muerte por ahogamiento dejando su ropa tirada en una playa. Esa primera temporada fue emitida a mediados de 1976, cuando Richey tenía ocho años de edad.

 

Llegando a la adolescencia, su película favorita había sido Eddie and the Cruisers, de 1983, sobre una banda de rock norteamericana y su estrafalario cantante, Eddie Wilson, que desaparece sin dejar rastros después de que su auto vuela por encima de los rieles de contención de un puente en New Jersey. ¿El motivo? La discográfica rechazó editar el nuevo disco grabado, llamado Una Temporada en el Infierno, al que consideraron demasiado oscuro.

 

Pero la pista más inquietante fue recién revelada en 2019, con la publicación del libro Withdrawn Traces: Searching for the Truth about Richey Manic (Sara Hawys Roberts/ Leon Noakes, Virgin Books), una investigación que contó con la colaboración directa de Rachel Edwards. Este libro contiene el texto que, a la edad de 12 años, Richey escribió dentro de un cuento que era parte de una tarea para la escuela primaria:

 

“(…) solo entonces me di cuenta de cuán serio un cargo por extorsión era.

Esa tarde cavilé sobre mi futuro. No había duda en mi mente de que seríamos enviados a un Centro de Detención. Analicé cada posibilidad de escabullirme de la situación y me convencí de que no había ninguna. Decidí escapar.

Esa tarde a las 2 p.m. abandoné mi hogar sin dejar siquiera una nota y me dirigí al puente del Severn. Pensé que en Bristol me sería posible encontrar un trabajo. Me puse en camino, esperanzado, y anduve por la M4 por unas tres horas. No podía ver nada excepto los faros de los autos explotando hacia mí desde el oscuro vacío que se extendía por delante. Gradualmente se alivió el tránsito y yo vi el puente a la distancia. (…)”

 

 

19. Todo debe seguir

 

Equus, una de las dos películas guardadas en la caja que Richey había dejado a Jo, tenía como personaje central a un adolescente que se ponía un cabestro y se flagelaba con una percha, y otra de las escenas contenía su traumática incursión en un cine porno. En Naked, la otra cinta de la caja, se habla por unos segundos del perro muerto de un personaje secundario, pero también se habla de decenas de otras cosas durante las dos horas de película. Todo lo cual apenas establecía un paralelo (y muy enclenque) con la vida de Richey previa a la desaparición, y nada decía sobre la desaparición en sí misma. No había ya muchas más pistas que seguir. Richard James Edwards, con 27 años de edad, había desaparecido y nadie podía saber si estaba vivo o muerto. Y eso era todo.

 

La continuidad de los Manic Street Preachers por supuesto fue internamente discutida, y con la bendición de los padres de Richey, cancelados todos los conciertos que tenían programados para el año 1995, tres meses después de la desaparición de su letrista volvieron a ensayar.

 

La primera canción que grabaron sin Richey fue una versión de Raindrops Keep Falling on My Head, en septiembre, para un disco a beneficio de una organización ocupada de los niños afectados por la guerra en los territorios de Bosnia-Herzegovina. La canción había sido tocada en vivo por James con su guitarra acústica en un interludio durante la primera de las tres fechas en el London Astoria en diciembre del año anterior.

 

El regreso a los escenarios fue en Año Nuevo como soportes de los Stone Roses en el estadio de Wembley. Un micrófono con su pie y el amplificador y la guitarra de Richey fueron ubicados ocupando sus respectivos lugares del escenario, para el caso de que lo pensara dos veces y optara por regresar.

 

El primer L.P. (cuarto de la banda) llegaría en mayo de 1996. Everything Must Go (“Todo debe seguir”) era un título más que elocuente, tomado de una obra de teatro escrita por Patrick Jones, el poeta y dramaturgo hermano de Nicky.

 

La primera sorpresa del disco fue el uso en la mezcla final de la canción No Surface All Feeling (con letra de Nicky Wire) de una pista de Richey tocando la guitarra. Esta canción había sido, de hecho la última que la banda ensayara en esos cinco días de enero de 1995 que pasaron en The House on the Woods, cuando todavía eran cuatro. La segunda sorpresa era la inclusión de cinco canciones con letras de Richey. Por supuesto estaba Small Black Flowers That Grow in the Sky, esa que había favorecido con su opinión en el estacionamiento del hotel Embassy. Y también Kevin Carter, donde los fanáticos volvían a encontrarse con el lado más crudo del letrista.

 

Kevin Carter había sido el fotógrafo ganador del premio Pulitzer en 1994, después de fotografiar a una niña sudanesa desnutrida intentando defecar en un campo sudanés, mientras un buitre espera su muerte algunos metros detrás. El premio estaba dotado de diez mil dólares, y no solo no había intervenido Carter para auxiliar a la niña -que se creyó popularmente que estaba intentando llegar a un puesto de ayuda humanitaria y cuyo destino se desconoce-, sino que no sería la primera vez que registraba una atrocidad como un mero espectador/ cómplice -“El buitre acechaba, mentira piadosa por siempre entubada”, dice la canción-. Carter había tenido su reconocimiento inicial por haber sido el primer fotógrafo en registrar en Sudáfrica y a comienzos de la segunda mitad de la década del ochenta las ejecuciones populares llamadas “necklacing”. El necklacing consiste en pasar por el cuello de la víctima una cubierta de motocicleta llena de combustible, ajustarla alrededor de los brazos y el torso y prenderla fuego. El quemado tarda un promedio de veinte minutos en morir.

 

Dos meses después de recibir el Pulitzer, Kevin Carter se suicidó inhalando monóxido de carbono del caño de escape de su camioneta. “He llegado a un punto en el que el sufrimiento de la vida anula la alegría. Me persiguen los recuerdos de muertos, de cadáveres, rabia y dolor” decía en su nota suicida.

 

Al contrario de lo que se creyó inicialmente, ninguna de las canciones contenidas en la carpeta que Richey regaló a Nicky antes de desaparecer formó parte del disco. La música de las cinco canciones firmadas por el letrista desaparecido había sido compuesta en los días de ensayo de enero de 1995, y las letras de la carpeta habían tenido un destino temporario mucho menos ameno.

 

20. Todos removibles, todos transitorios

 

Cuando en el año 2002 se cumplieron los siete años que la ley británica requiere para considerar presuntamente fallecida a una persona desaparecida, habían sido ya varios los restos mortales de suicidas y asesinados que en vano fueron cotejados en busca de un cadáver que se correspondiera con el cuerpo de Richey. Sus padres ya podían obtener un certificado de defunción, pero, de momento, prefirieron prescindir del mismo.

 

Las regalías por los derechos de autor de las letras de Richey seguían siendo depositadas en un fideicomiso que la banda había abierto luego de su desaparición, más un cuarto del resto de las ganancias.

 

Cuando el 23 de noviembre de 2008 finalmente sus padres decidieron tramitar la declaración de ausencia con presunción de fallecimiento, las regalías acumuladas en sucesión eran de casi 500.000 libras esterlinas. Ambos murieron antes de 2014, dejándole lo heredado al último miembro de la familia, su hermana Rachel.

 

 

21. Diario para los amantes de la peste

 

El destino menos ameno que habían tenido las letras de la carpeta con la imagen de Bugs Bunny en su portada fue el de convertirse en mera prueba potencial de los motivos de la desaparición de Richey. Tanto Nicky como James la abrían de tanto en tanto buscando pistas en los escritos legados. Letras crípticas, demasiado, que ni siquiera ellos lograban entender. Letras a las que recién en 2008 decidieron ponerles música.

 

Sin embargo, el ya mencionado libro Withdrawn Traces (…) afirma que dicha carpeta nunca pasó de sus manos a las de Nicky como un regalo antes del primero de febrero de 1995, sino que fue solicitada por la banda a la hermana de Richey luego de su desaparición. Y citan al padre afirmando que la canción Pinturesque (del E.P. God Save the Manics, de 2005) contiene algunos versos (como “El silencio no es sacrificio; la crucifixión, la vida fácil”, quizás) sacados de esa carpeta sin autorización de la familia.

 

Como fuera, en el legado inédito de Richey había, en primer lugar, un grupo de letras que claramente habían sido inspiradas por su estadía en los dos hospitales psiquiátricos a mediados de 1994: She Bathed Herself in a Bath of Bleach (“Ella se bañó en un baño de lavandina”), Facing Page: Top Left (“Página opuesta: Arriba a la izquierda”) y Virginia State Epileptic Colony. La Colonia del Estado de Virginia para los Epilépticos y los Débiles Mentales fue una institución que durante el siglo XX se dedicó a aislar de la sociedad a los afectados por problemas mentales que los inutilizaban para el trabajo, como primera meta. Otro de los objetivos era esterilizarlos para la reproducción. Se calcula que fueron más de cuatro mil las personas quirúrgicamente intervenidas en contra de su voluntad.

 

Otras letras eran demasiado cortas para convertirse en canciones, pero incluso uno de sus títulos fue utilizado para un instrumental destinado a ser bonus track: Alien Orders/ Invisible Armies (“Órdenes extraterrestres/ Ejércitos invisibles”). El disco se llamó Journal for Plague Lovers (“Diario para los amantes de la plaga”), fue el noveno de la banda y salió a la venta en 2009. Eligieron como productor a Steve Albini, el mismo que produjera In Utero, de Nirvana, y cuando la grabación, mezcla y masterización estuvieron terminadas, la propuesta de Nicky fue contundente: “Hagamos un puto agujero y enterrémoslo y convirtámoslo aún más en una declaración de arte”. (Es imposible no hallar otro paralelo acá con la película Eddie and the Cruisers, donde el disco rechazado por la discográfica es escondido por un miembro de la banda, con intenciones perpetuas, después de la desaparición de Eddie).

 

El disco se inicia con un sampleo de la película The Machinist (2004), cuyo protagonista sufre de insomnio y anorexia: “Sabes tan poco sobre mí. ¿Qué pasa si me convierto en un hombre lobo o algo?”. “En una película sobre nosotros, Christian Bale haría de Richey”, dirían en una entrevista con NME mientras promocionaban el L.P. Sampleos de la voz de Marlon Brando también pueden escucharse en una canción que lo tiene por protagonista.

 

Doors Closing Slowly (“Puertas cerrándose lentamente”) es otra de las pistas del disco que contiene un sampleo, esta vez de la película Las Vírgenes Suicidas, basada en una de las novelas favoritas de Richey (de Jeffrey Eugenides). “Al final teníamos pedazos de un rompecabezas”, dice el actor Giovanni Ribisi, “pero las juntáramos como las juntáramos, siempre quedaban huecos”. En la versión original de la letra, la de la carpeta, entre los versos no usados para la canción hay uno que, a la luz de las pistas barajadas, deviene al menos inquietante, y dice: “Lázaro quemando Jerusalén”.

 

Me and Stephen Hawking (“Stephen Hawking y yo”) vendría a ser la letra en que Richey no solo demostraba haber adquirido la conciencia de su particular situación sexual, sino que lograba manifestarla, poniéndola en palabras coherentes. “Llenos de alegría, Stephen Hawking y yo nos reímos / Nos perdimos la revolución sexual / Cuando fallamos en lo físico”. En una de las ediciones especiales del disco parte de la carpeta fue publicada en forma de facsímil, y es entonces donde puede ser apreciado el trabajo de edición que sus compañeros de banda llevaron a cabo. Sospechosamente, algunos de los versos de esta letra aparecen obliterados con marcador negro.

 

Pero el verdadero morbo de la obra, el punto de emoción esperado, si se quiere, está en el último track del disco. En la interpretación musical de las dos únicas poesías de la carpeta que se presentaban en prosa.

 

Por un lado, está la canción que figura en los créditos, la que da nombre a la pista número 13 del disco, William’s Last Words. Tipeada en dos hojas tamaño A4, es una carta de adiós escrita con el fluir de la conciencia.Y si bien insinúa ser la voz de un cantautor de pueblo despidiéndose de su audiencia habitual, al igual que la nota dejada para Jo o el poema Exilio, deja intuir que el amor ocupaba en la mente de Richey un lugar mayor que el que él dejaba ver. El texto usado en la canción grabada no es ni siquiera un cuarto del total de la poesía original, y fue editado por Nicky, quien también, atípicamente, se hizo cargo de la música y, más atípicamente aún, de la voz. El nivel críptico del contenido de la carpeta no permite siquiera dilucidar si realmente es al letrista desaparecido a quién está enmascarando el William que dice estas torpes palabras finales.

 

“(…) adorable dama. Estaba equivocado (…) Morir ahora. Terminarlo ahora. ¿Quiero terminar esta canción? (…) Fueron amables, realmente, incluso ellos… (…) Mi Dios, los amo a todos (…) Adiós a todos, todos ustedes son mis amigos… (…) Siempre los recordaré, espero que les haya gustado el concierto. Me iré manso y tranquilo, solo diré ¡Hasta luego! Acá tomo mi camino, hasta que nos volvamos a encontrar, deseenmé suerte mientras me saludan de lejos (…) Los dejo, así que no se sorprendan si regreso (…) He viajado por el mundo y no hay nada tan especial (…) Los amo, incluso lo amo al diablo, y eso que me hizo mal (…) podés morirte feliz pero me pregunto si te despertás feliz, no tengo esperanzas (…)”.

 

En William’s Last Words se encuentran las únicas palabras que Richey hubiera escrito para una letra en el idioma de sus padres: “nos da”. Palabras que significan en galés “adiós”.

 

Quizás más explícita aún es la segunda canción de la pista, uno de esos famosos “temas ocultos” que tanto les gustaba insertar a los músicos al final de los discos, de unos minutos de silencio, en esos tiempos en que el rock todavía estaba vivo. Bag Lady (“Señora Bolsa”) es el tema oculto de Journal for Plague Lovers, y fue ahí ubicado para lograr que el disco tuviera trece tracks en vez de los catorce originales acreditados, y así mantener un paralelismo con The Holy Bible (que tiene trece), obra con la que, paradójicamente, la canción casi descartada comparte mucha afinidad musical. “No estoy muerto”, dice Bag Lady. “Demando y conozco mis derechos / Ustedes tapan la enfermedad con flores / Y las flores se mueren”.

 

22. Un epílogo de la juventud

 

El micrófono, la guitarra y el amplificador de Richey han ocupado su lugar en cada uno de los conciertos que el trío ha dado, siempre a la derecha de James. “Hubo veces en que me di vuelta en el escenario y esperé verlo ahí”, ha dicho, “pero supongo que es solo una especie de reflejo emocional”. Emocional como el deseo de encontrar consuelo en la nota de despedida que el amigo fugitivo nunca dejó. Entre las palabras que Nicky ha imaginado para esa nota, hay algunas, ha dicho, que podrían brindarle algo de consuelo y tranquilidad, que habrían hecho una diferencia. Por ejemplo, “Muchachos, es para mejor. Pero todavía los amo”.