No cuesta mucho dividir a la carrera cinematográfica de Sofia Coppola como directora y guionista en dos conjuntos de films que a su vez se condicen con un precepto rector y un pequeño catálogo de conceptos secundarios, a saber: en primera instancia está su obsesión con el retrato de las burguesitas blancas de muy buen pasar económico pero con el corazón desecho o quizás la sensibilidad a flor de piel, algo que suele vincularse a la soledad, el masoquismo, el tedio, la celebridad, el aislamiento, el egoísmo y la vida estrambótica de los artistas en general, pensemos para el caso en realizaciones que trabajaron hasta el hartazgo dichas nociones como Las Vírgenes Suicidas (The Virgin Suicides, 1999), María Antonieta, la Reina Adolescente (Marie Antoinette, 2006), Adoro la Fama (The Bling Ring, 2013), El Seductor (The Beguiled, 2017) y la flamante Priscilla (2023), y en segundo lugar vienen esas propuestas centradas en algún tipo de choque generacional y/ o entre los dos sexos que por supuesto también arrastran rasgos autobiográficos para nada sutiles en función de su condición de hija o “nena mimada” de Francis Ford Coppola, figura crucial del estupendo Nuevo Hollywood de la década del 70 y responsable de la que para muchos es la mejor película de la historia del cine, El Padrino (The Godfather, 1972), un grupete más acotado de faenas hermanadas al amor maltrecho de Perdidos en Tokio (Lost in Translation, 2003), inspirada en su relación romántica de entonces con Spike Jonze, luego reemplazado por nada menos que Quentin Tarantino y el frontman galo Thomas Mars de la banda Phoenix, un colectivo de indie pop y synth rock bastante mediocre, y a las atribuladas relaciones con aquellas figuras paternas de Somewhere: En un Rincón del Corazón (Somewhere, 2010) y En las Rocas (On the Rocks, 2020), un díptico desde ya homologado a la sombra de Francis Ford y lo que implica para ella desprenderse del apellido de su padre aunque sin renunciar en un cien por ciento a él, clásica paradoja oportunista de todos los vástagos de ricachones.
Toda la trayectoria de Sofia posterior a sus dos primeras y mejores películas por lejos, Las Vírgenes Suicidas y Perdidos en Tokio, son trabajos anodinos y casi siempre redundantes a escala discursiva que sin ser malos o calamitosos tampoco son interesantes ni mucho menos imprescindibles a nivel artístico, por ello la correcta Priscilla cae en el mismo escalafón de María Antonieta, la Reina Adolescente, Somewhere: En un Rincón del Corazón, Adoro la Fama, El Seductor y En las Rocas en lo que atañe a las buenas intenciones de un indie de idiosincrasia noventosa y muy femenina -y no tan feminista, como creen erróneamente algunas admiradoras de la cineasta que pasan por alto cierta vacuidad ideológica de fondo o sus escasas pretensiones de denuncia- que nunca llega a descollar del todo aunque resulta eficaz en lo poco que se propone, léase analizar tanto la melancolía del privilegio sin poder verdadero como el costado más superficial y/ o lustroso baladí del show business, la alta burguesía y cualquier tipo de aristocracia social autocontenida. Basado en Elvis y yo (Elvis and Me, 1985), memorias escritas por Priscilla Beaulieu Presley y Sandra Harmon sobre el período en el que la primera conoció al Rey del Rock and Roll y fue su única esposa, entre 1959 y 1972, el guión de la realizadora tiene mucho de respuesta minimalista y resentida a Elvis (2022), aquel bodriazo de Baz Luhrmann que veía al mítico cantante (Austin Butler) desde el endiosamiento facilista y desde otra perspectiva colateral muy innecesaria, en este caso vía los ojos de su manager, el espantoso Coronel Tom Parker (un Tom Hanks hiper ridículo). Los dignos y poco conocidos Cailee Spaeny y Jacob Elordi interpretan en pantalla a la pareja en cuestión y todo se engloba, como era de esperar, en una típica deconstrucción posmoderna de la leyenda de la música que reemplaza con un preciosismo de semi tableaux vivants y mucha nostalgia romántica rosa -melodramática, en otras palabras- lo que le falta en pasión o interés real por la temática en sí, el devenir de Elvis y la fauna que lo rodeaba.
El amor de ambos nace en un momento complejo de la vida de Elvis que se corresponde a su castración simbólica y al comienzo de sus delirios, hablamos del servicio militar (1958-1960) y la muerte en 1958 de su madre Gladys Love Presley por hepatitis, así cuando tenía 24 años conoce en Alemania Occidental a una Priscilla de 14 y pronto desarrolla un cariño relativamente platónico que se interrumpe cuando finaliza la experiencia castrense. Dos años después Elvis la vuelve a contactar y convence a sus padres para que la dejen vivir con él y con su familia y sus amigos -unos lambiscones parasitarios conocidos como la Mafia- en Graceland, su mansión y finca en Memphis, Tennessee, donde ella goza de todos los lujos posibles con la condición tácita de que no se meta con su vida hollywoodense alocada, todo en medio de diversas infidelidades con las coprotagonistas de las horrendas películas musicales que Presley filmaría entre 1960 y 1968, mujeres varias de la talla de Anita Wood, Ann-Margret y Nancy Sinatra. Algo triste por su rol de “ninfa objeto”, controlada por el progenitor de su marido, Vernon Presley (Tim Post), y eventualmente adicta patética a las mismas pastillas que tomaba su pareja, algunas para dormir y otras muchas para despertarse unos días después, Priscilla se casa con él en 1967 y al año siguiente nace el único fruto del vínculo, Lisa Marie Presley, en medio de un renacimiento profesional luego de la Invasión Británica de comienzos de los años 60 gracias al Comeback Special de 1968, un concierto para la NBC de enorme repercusión, etapa de alegría para la dupla que nuevamente se corta cuando el Coronel decreta que debe empezar a presentarse en el International Hotel de Las Vegas, llegando a la friolera de 636 shows desde 1969 hasta 1976 que mantenían a Elvis lejos de su familia y en una espiral de affaires y nuevas drogas recetadas para hacerlo bajar de peso debido a un trastorno alimenticio, cóctel que exacerba su angustia paranoica de antaño y lo lleva al óbito en 1977 a los 42 años de edad, con el divorcio finalizado en 1973.
Como decíamos antes, la película es “más de lo mismo” en lo referido a los clichés marca registrada de Sofia y su fetiche/ identificación para con púberes adineradas en su torre de algodones y cristales hermosos pero frágiles, en este sentido hace exactamente lo que se espera de ella y por ello Priscilla se nos aparece como una víctima insípida y Elvis está más o menos demonizado aunque tampoco sin llegar a ofender a nadie: la trama esquiva las infidelidades de ella, apenas sugiriendo su cariño hacia su instructor de karate, Mike Stone (Evan Annisette), y el hecho de que después del divorcio siguieron siendo amigos hasta el fallecimiento de Elvis, y en lo que respecta al cantante el film lo retrata con razón como un narcisista, inmaduro y depresivo que adoraba las armas, era fanático cristiano y tendía a evitar el sexo con su esposa por una idealización estrafalaria de la maternidad y el rol de la mujer en el hogar, panorama ideológico muy común de su época al igual que las movidas pederastas activas/ pasivas alrededor de las fans dispuestas al coito, además este trasfondo controlador y caprichoso exaltado de Presley se emparejaba en la violencia mutua de las discusiones de pareja, en los privilegios de ser la “compañera oficial” del Rey -la escena del examen, cuando Priscilla se copia de otra alumna, es un ejemplo de ello- y en regalos como vestidos, un automóvil o un reloj de pulsera. Coppola sopesa el sueño del primer amor naif de la futura actriz de La Pistola Desnuda (The Naked Gun, 1988), convite de David Zucker, niega la fastuosidad lela del opus de Luhrmannm, prefiriendo su naturalismo claustrofóbico de casa de muñecas de siempre, y se muestra salomónica al aligerar el famoso episodio de la supuesta violación de 1972 de Elvis y yo, en realidad un intento brusco de compensar la falta de interés sexual de él hacia ella, y al obviar los himnos de Elvis para sustituirlos con joyas como Baby, I Love You, Crimson & Clover, (I Love You) For Sentimental Reasons, You Baby, Oye Cómo Va e incluso esa I Will Always Love You original de Dolly Parton…
Priscilla (Estados Unidos/ Italia, 2023)
Dirección y Guión: Sofia Coppola. Elenco: Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Tim Post, Ari Cohen, Dagmara Dominczyk, Lynne Griffin, Dan Beirne, Rodrigo Fernández-Stoll, Dan Abramovici, Evan Annisette. Producción: Sofia Coppola, Youree Henley y Lorenzo Mieli. Duración: 113 minutos.