Con The Handmaiden (Ah-ga-ssi, 2016), Park Chan-wook regresa a Corea del Sur tras su breve incursión anglosajona con Stoker (2013), un thriller psicológico protagonizado por Mia Wasilowska, Nicole Kidman y Matthew Goode, para reencontrarse con las intrincadas tramas que lo hicieron famoso en Sympathy for Mr. Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Lady Vengeance (2005), a principios del Siglo XXI durante el despertar del nuevo cine de acción surcoreano.
Aquí, Park teje nuevamente una intriga psicológica alrededor de una joven de origen japonés heredera de una fortuna, Hideko (Kim Min-hee), que vive junto a su tío (Cho Jin-woong) en una mansión que combina los estilos arquitectónicos victorianos ingleses y el clasicismo japonés durante la ocupación nipona de Corea en algún momento de la década del treinta del Siglo XX. A la mansión llega una joven doncella, Sook-Hee (Kim Tae-ri), para asistirla en sus quehaceres cotidianos tras la traumática partida de la doncella anterior, acusada de robo. Entre ellas surge una gran complicidad, que deviene en concupiscencia y relación erótica mientras que el Conde Fujiwara (Ha Jung-woo), un aristócrata japonés que visita la mansión con un supuesto interés bibliófilo, intenta enamorar a la acaudalada heredera japonesa, prisionera de las obsesiones de su tío, para que se case con él. Pero el trío amoroso esconde una serie de secretos que serán revelados en las segunda y tercera partes del film, verdaderos frisos movedizos de una intriga insospechada en la que nadie es tan inocente como parece. La dinámica de amo y sirviente, y engañador y engañado, enmarca a todos los personajes y Hideko y Sook-Hee se enamoran e inician una relación mientras el Conde y el tío entretejen sus propios planes.
En las tres partes que componen la historia, el film inspirado en la novela gótica Fingersmith (2002), de la escritora británica Sarah Waters, con guión del propio Park Chan-wook nuevamente junto a Jeong Seo-kyeong, quien participó de los guiones de Thirst (2009), I’m a Cyborg but That’s OK (2006) y Lady Vengeance, va descubriendo nuevas capas de una trama que se va complejizando y armando como un rompecabezas delicado, o como un engranaje que expone los movimientos de sus piezas a medida que los personajes revelan sus verdaderas intenciones y los secretos que guardan celosamente, todo en una obra de suspenso que mantiene al espectador sin aliento.
Sook-Hee resulta ser la hija de una famosa delincuente coreana colgada años atrás por sus delitos por las autoridades japonesas mientras que el Conde Fujiwara es en realidad un estafador que ha urdido todo el engaño y que recluta a Sook-Hee para ayudarlo a seducir a Hideko para que se case con él y así quedarse con la fortuna que el tío de la joven heredera, Kouzuki, también pretende. Pero Hideko no es tan inocente como parece y el tío de la joven, que no se dejará estafar fácilmente, tiene un ominoso secreto que esconde en el sótano de su incunable biblioteca. El plan del falso conde es llevarse a Hideko a Japón para casarse secretamente allí con la complicidad de la sirvienta, para luego declararla demente, internarla en un nosocomio y quedarse así con la cuantiosa herencia. Obviamente los planes de todos se ven trastocados por el erotismo que pulula en el ambiente y la locura cruzada de todos los personajes que buscan poner al otro contra las cuerdas, al borde de la demencia.
Nuevamente junto a su colaborador habitual en fotografía, Chung Chung-hoon, un verdadero artesano del suspenso que lo acompaña desde Oldboy en todas sus producciones, al igual que el compositor Jo Yeong-wook, que aquí se luce con una música tan hipnótica como desconcertante, Park crea una obra de excentricidades muy crítica de las absurdas extravagancias de la aristocracia, los anhelos de los estafadores profesionales de prosperar y abandonar alguna vez su peligrosa labor y los secretos eróticos que se guardan en lo más recóndito. La crítica de la invasión de Japón a Corea y las pretensiones imperialistas niponas, truncadas con el resultado de la Segunda Guerra Mundial, y las consecuencias subsiguientes para la independencia y la historia del país subyacen tras la propuesta, maravillosamente interpretada por Kim Min-hee, Kim Tae-ri, Ha Jung-woo y Cho Jin-woong.
The Handmaiden, opus que homenajea a la irreverente The Housemaid (Hanyo, 1960), el extraordinario film de Kim Ki-young, recupera el espíritu clasicista de los primeros films de Park Chan-wook, especialmente el estilo narrativo aletargado y sardónico de Sympathy for Mr. Vengeance, en una obra que afina muchas de las decisiones estéticas que el director de Thirst (2009) ya venía trabajando en su filmografía. En una época de displicencia, la construcción pausada y delicada de los personajes de Park Chan-wook, las escenas de sus obras y los detalles que recorren cada habitación y cada capítulo, que se ensambla perfectamente para componer un rompecabezas intrincado que revela de a poco todos sus secretos, tiene similitudes con la estética narrativa del griego Yorgos Lanthimos, la cual también crea protagonistas atribulados por su desconocimiento de los hilos que se ponen en movimiento para componer la trama.
Park Chan-wook sorprende así, una vez más, con una obra de una belleza inusual en la que el erotismo y la concupiscencia tienen un lugar predominante a partir de la tradición erótica literaria y pictórica japonesa. The Handmaiden toma también elementos del terror gótico para componer un film que combina un complejo drama amoroso, un engaño del que nadie sale indemne, traiciones múltiples, un horror que se oculta en el sótano y una violencia que subyace en el mundo que los protagonistas habitan, mientras otra gran guerra se teje.
El film descubre que la realidad es una construcción, una trampa que cada uno se crea para sí mismo. De esta forma, los tres personajes entienden que el mundo en el que viven es completamente distinto del que imaginaban. La mirada cambiante de Hideko es el perfecto ejemplo de esta cuestión. La joven vive encerrada por su tío, entrenada para leer sus obras eróticas para un público masculino de eruditos que se deleitan con sus interpretaciones lascivas de textos voluptuosos con imágenes típicas de la sensual iconografía japonesa y vívidas representaciones sexuales. Cada parte revela nueva información, ya sea del pasado de Hideko, del suicido de su tía, de su entrenamiento como lectora o del maltrato por parte de su tío, un bibliófilo obsesionado con los textos eróticos, temeroso de perder todo si no se casa con su sobrina y hereda su fortuna.
Si el poder sobre el otro a partir del engaño es el eje aparente del relato del film, la mirada del hombre sobre la sexualidad de la mujer es el verdadero centro narrativo. Aquí las fantasías eróticas masculinas chocan con la realidad de la sexualidad femenina mientras la mujer se sorprende por la reacción masculina ante su verdadera naturaleza y sus deseos. A través de elipsis la narración avanza en una triangulación de miradas que se cruzan en la sospecha, la vigilancia y la constricción de la libertad en escenas plenas de belleza, imágenes que parecen pinturas ocres y deprimentes de un mundo de pesadillas semejante a un sueño brumoso de un pasado siniestro. Como en tantas otras ocasiones, Park nos ofrece lo mejor del cine surcoreano a partir de una evocativa novela británica para dejar en claro que su obra solo retrocede al pasado para mirar más claramente el presente y revelar arquetipos universales sobre la traición y el engaño que el realizador siempre trabaja desde la ironía más descarnada.
The Handmaiden (Ah-ga-ssi, Corea del Sur, 2016)
Dirección: Park Chan-wook. Guión: Park Chan-wook y Jeong Seo-kyeong. Elenco: Kim Min-hee, Kim Tae-ri, Ha Jung-woo, Cho Jin-woong, Kim Hae-sook, Moon So-ri, Lee Yong-nyeo, Lee Dong-hwi, Jo Eun-hyung, Rina Takagi. Producción: Park Chan-wook y Syd Lim. Duración: 169 minutos.