Despídete del Mañana, de Horace McCoy

Los vericuetos del tinglado criminal

Por Martín Chiavarino

La cuarta novela del escritor norteamericano Horace McCoy, Despídete del Mañana (Kiss Tomorrow Goodbye, 1948), es una obra sobre un hombre que se dirige conscientemente a través de contubernios y crímenes -desde el vértigo y el peligro- hacia su propia destrucción en la búsqueda de una entronización utópica. Conocido y aclamado fuera de su país por su primera novela, ¿Acaso No Matan a los Caballos? (They Shoot Horses, Don’t They?, 1935), una obra descarnada sobre la miseria durante la Gran Depresión en Estados Unidos, llevada al cine por Sydney Pollack a fines de los años sesenta, McCoy escribió tan sólo cinco novelas y dejó una más inconclusa, terminada años después por un escritor fantasma y publicada póstumamente. En sus cuentos publicados en revistas Pulp y novelas negras McCoy se centró en las consecuencias del declive económico, social y moral de Estados Unidos en la década del treinta con una prosa penetrante y aguda creando icónicos personajes desesperados que se lanzaban al vacío de las oportunidades fatuas.

 

En Despídete del Mañana, un libro también llevado al cine en una película dirigida por Gordon Douglas y protagonizada por James Cagney con un guión de Harry Brown, un preso escapa de una cárcel gracias a la ayuda de la hermana de otro de los prisioneros que fallece en la fuga, dando comienzo a un raid delictivo de asesinatos, robos, extorsiones y corrupción institucional a todo nivel en una radiografía de la podredumbre de una sociedad completamente salvaje donde todos pierden. McCoy narra la novela en primera persona a través de un cruel protagonista, Ralph Cotter, quien describe sus estados de ánimo y relata su derrotero criminal con la única intención de convertirse en un gánster como sus ídolos, John Dillinger, Alvin Karpis, Homer van Meter, Pretty Boy Floyd, Baby Face Nelson y un sinnúmero de criminales que se destacaron en un país donde la ley parecía creada para ser transgredida hasta convertirla en un papel sin ningún valor ni significado.

 

Cotter es un rebelde ante una sociedad a la que detesta, atrapado por sus obsesiones y la belleza de una mujer a la que no puede descifrar, una diletante esotérica que evoca un ritual mortuorio en su cohibida memoria. Perverso, despiadado, calculador, sociópata y narcisista, se autodenomina un genio frenético que no se detiene hasta conseguir su cometido sin importar las consecuencias. El inescrupuloso protagonista es así un producto sádico y desquiciado de una época donde las reglas brillaban por su ausencia y la moral era una excusa de barro conservadora para acometer tropelías tras bambalinas. Aún joven, con un pasado brumoso, pero aparentemente destacado, decide vivir al margen de la ley y es consecuente con la ferocidad de su decisión, siempre al acecho del dinero fácil producto del crimen y orgulloso de su camino.

 

El violento protagonista de la novela le permite a McCoy realizar un análisis sociológico y psicológico de una sociedad marcada por las guerras, los contrastes extremos entre la riqueza y la pobreza y las consecuencias de una corrupción generalizada y extendida a todos los estratos. El autor de Debería Haberme Quedado en Casa (I Should Have Stayed Home, 1938) se adentra sin tapujos ni pruritos en las prácticas delictivas que atraviesan a todas las clases sociales y están arraigadas en las instituciones, especialmente en la policía, la clase política y la corporación empresarial, triada íntimamente ligada. Entre diálogos y soliloquios el protagonista planifica el golpe perfecto que lo convertirá en un gánster hecho y derecho, mientras tanto deberá sacarse de la cabeza a la mujer que lo retrotrae a su infancia y convencer a un abogado y a las corruptas autoridades policiales de la infalibilidad de un plan que cambiará el mapa criminal de la ciudad en la que ha decidido asentarse.

 

McCoy construye una alegoría psicológica plena de giros inesperados sobre el eterno retorno del pasado, los recuerdos que carcomen el espíritu y la vida, el presente avasallante que intenta olvidar los traumas y la reflexión sobre la identidad criminal y la propia condición de sedicioso ante las poses de una sociedad embaucadora. Desde la corrupción del poder hasta la soberbia de los ricos, su odio antisindical y la impunidad del dinero, el sueño americano deviene en una pesadilla donde cada cual salva su pellejo como puede en una novela donde la muerte espera en los márgenes.

 

Despídete del Mañana fue editada en español por la editorial Akal en su colección de serie negra de bolsillo con una traducción de Axel Alonso Valle y representa uno de los puntos más altos de la gran tradición de novelas negras norteamericanas escritas al calor del auge del crimen y el romanticismo rebelde que convirtieron al gánster en héroe idealizado y masificado por la prensa amarilla, un perfecto subversivo violento y agresivo que rivalizó durante mucho tiempo como arquetipo de la idiosincrasia y la identidad norteamericanas con las estrellas de las ficciones de la industria cinematográfica hasta desaparecer y ser finalmente fagocitado por su misma representación.

 

Despídete del Mañana, de Horace McCoy, Akal, 2011.