Dos Chicas a la Fuga (Drive-Away Dolls)

Marimachos del camino

Por Emiliano Fernández

Dos Chicas a la Fuga (Drive-Away Dolls, 2024), en términos prácticos la primera película ficcional en solitario de Ethan Coen porque aquí no cuenta aquel documental musical de archivo, Jerry Lee Lewis: Trouble in Mind (2022), es uno de esos desastres que hay que verlo para creerlo porque a priori resulta inconcebible semejante despropósito viniendo de un profesional de 66 años y con un bagaje creativo tan ilustre, no obstante uno podría tratar de aminorar la responsabilidad -en vano, por supuesto- diciendo que Ethan a todas luces se dedicaba en especial a la escritura de guiones y que el verdadero director de cine siempre fue su hermano Joel Coen, como de hecho lo demostró en su excelente ópera prima “como solista” para Apple TV+, La Tragedia de Macbeth (The Tragedy of Macbeth, 2021), y además se podría agregar que este mamarrachesco proyecto forma parte de una supuesta trilogía de homenajes de impronta lésbica a la Clase B y el exploitation de los años 60 y 70, tríptico que será completado con ¡Cariño, no lo Hagas! (Honey Don’t!) y Vamos, Castores (Go Beavers), que fueron craneados a lo largo de un par de décadas con la esposa del hoy realizador independizado, Tricia Cooke, editora de los films de los hermanos desde De Paseo por la Muerte (Miller’s Crossing, 1990) y una típica delirante de la fauna ricachona hollywoodense que está tan perdida a nivel identitario como Dos Chicas a la Fuga, ya que afirma ser lesbiana mientras Ethan dice ser heterosexual y ambos mantienen una “relación abierta” símil poliamor a pesar de tener una hija bautizada Dusty y un hijo llamado Buster.

 

El guión, como decíamos antes escrito por el estrafalario Ethan y su estrafalaria esposa desde un amateurismo angustiante y enfatizando que las únicas lesbianas lindas son las artificiales del porno y Hollywood, arranca con la única escena potable del film, cuando en la Filadelfia de 1999 a un tal Santos (Pedro Pascal) lo ataca un camarero de un bar que en realidad es un sicario psicópata que se lleva su maletín (Gordon MacDonald), sujeto que le clava en el cuello un sacacorchos y una lapicera para después utilizar los pulgares para destrozarle los ojos y cortar su cabeza con una sierra. Jamie (Margaret Qualley) es una lesbiana estúpida y obsesionada con el sexo casual que es abandonada por su pareja actual, la oficial de policía Sukie (Beanie Feldstein), y por ello opta por sumarse al viaje que una amiga hará hasta el hogar de su tía en Tallahassee, Florida, la oficinista hindú Marian (Geraldine Viswanathan), una puritana e histérica tan insoportable como Jamie con la que desarrolla una relación romántica. Ambas viajan en un coche ajeno que se comprometen a entregar en Tallahassee pero eventualmente pinchan un neumático, por ello abren el baúl y descubren a la cabeza de Santos en una heladera de mano y al mentado maletín con una colección de consoladores que una hippie de antaño, Tiffany Plastercaster (Miley Cyrus), hizo a partir de los penes de sus conquistas sexuales, entre ellos el ahora senador Gary Channel (Matt Damon), quien envía a tres matones para recuperar el cargamento, un jefe negro (Colman Domingo) y los payasescos Arliss (Joey Slotnick) y Flint (C.J. Wilson).

 

La película arrastra tantos problemas que no hay nada más divertido que enumerarlos ya que abarcan tanto el planeamiento en sí, una historia redundante y derivativa a más no poder, como su ejecución concreta, torpeza risible mediante: la química entre Qualley y Viswanathan, fundamental para que la experiencia se sostenga y genere una mínima empatía, es inexistente porque la primera sobreactúa y la segunda subactúa a su personaje dentro del mismo espectro de hembras amargadas símil feminazis/ feminismo misándrico, para colmo la edición -de la propia Cooke- es muy mala ya que no consigue construir ese flujo narrativo arrollador de toda odisea del camino, provocando en cambio la sensación de viñetas intercaladas con flashbacks e instantes psicodélicos fuera de lugar vía Plastercaster en línea con las famosas escenas lisérgicas/ con LSD de El Viaje (The Trip, 1967), opus de Roger Corman, además las criaturas de Slotnick y Wilson son unas fotocopias huecas de sus homólogos de Fargo (1996), Carl Showalter (Steve Buscemi) y Gaear Grimsrud (Peter Stormare), referencia obvia que se suma a otra de la trama, esa del maletín enigmático y peligroso a lo El Beso Mortal (Kiss Me Deadly, 1955), del querido Robert Aldrich, aunque ahora con consoladores en vez de material radioactivo como si Ethan pretendiese pasar por irreverente y llegase por lo menos cuatro décadas tarde porque dicho gesto hoy no puede escandalizar a nadie, amén de muchas puteadas y escenas de cama para nada eróticas que apuntan a recuperar lo hecho por Russ Meyer en los años 60 y por John Waters en los 70.

 

El film no es gracioso ni inteligente ni entretenido ni sexy, sólo anacrónico, necio, aburrido e incompetente, como si estuviésemos frente a un déjà vu fragmentario -y de un mimbro de la tercera edad- de otras películas mejores de los Coen y en una acepción lésbica/ tortillera que nadie pidió, pensemos para el caso en las dolorosas alusiones sueltas a Simplemente Sangre (Blood Simple, 1984), Educando a Arizona (Raising Arizona, 1987), Barton Fink (1991), El Gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998) y la mencionada Fargo. Al mezclar de manera caótica y sin gracia ni originalidad alguna ingredientes de géneros y rubros varios, en sintonía con la road movie, la comedia picaresca, el exploitation modelo trash, la farsa política, el neo noir cercano a la caper movie y el relato de aprendizaje o bildungsroman o coming-of-age ochentoso/ noventoso de cachondeo adolescente idiota ad infinitum, Dos Chicas a la Fuga termina homologada a una película a medio cocinar, a un típico bodrio del nuevo milenio o quizás a un capricho de burgueses de muy buen pasar económico o una home movie de millonarios que jamás “resolvieron” su vida familiar ni sexual, algo que la confusión de la pantalla parece subrayar. Casi todo resulta forzado y ridículo y encima los secundarios superan en brío a los marimachos apestosos que protagonizan este intento ultra trasnochado de polémica cinematográfica de otra época, así las cosas la puritana Marian, voyeurista y lectora de Henry James, y la sexópata Jamie, una egoísta y charlatana, rankean en punta entre lo más anodino y banal que haya ofrecido el cine yanqui en mucho tiempo…

 

Dos Chicas a la Fuga (Drive-Away Dolls, Estados Unidos/ Reino Unido, 2024)

Dirección: Ethan Coen. Guión: Ethan Coen y Tricia Cooke. Elenco: Margaret Qualley, Geraldine Viswanathan, Beanie Feldstein, Joey Slotnick, C.J. Wilson, Colman Domingo, Pedro Pascal, Matt Damon, Gordon MacDonald, Bill Camp. Producción: Ethan Coen, Tricia Cooke, Eric Fellner, Robert Graf y Tim Bevan. Duración: 84 minutos.

Puntaje: 2