La tarea del realizador alemán Kilian Riedhof, junto a los guionistas Marc Blöbaum y Jan Braren, de abordar las distintas aristas de la vida de Stella Goldschlag, uno de los personajes más ominosos y menos heroicos de la Segunda Guerra Mundial, no fue fácil. ¿Cómo narrar la vida de una persona que es a la vez víctima de una persecución y cómplice de esa misma caza? Entender y representar el proceso que convierte a una persona soñadora, apolítica, de vocación artística, de perseguida a perseguidora y entregadora de sus propios amigos, de víctima a victimaria, y de judía comprometida con sus correligionarios a antisemita, fue el objetivo de Riedhof y su equipo en esta compleja empresa titulada Stella, una Vida (Stella, ein Leben, 2023).
Para comprender este periplo Ridhof, Blöbaum y Braren tuvieron que adentrarse en las transcripciones de los procesos judiciales de 1946 y 1957 que la condenaron en ambas oportunidades. Ya en 1992 y tras varios intentos de suicidios por parte de Stella, que lograría su cometido recién en 1994, la obra de Peter Wyden, un amigo de la infancia de Goldschlag que escaparía de Alemania con su familia antes de la guerra, Stella: One Woman’s True Tale of Evil, Betrayal and Survival in Hitler’s Germany (1993), fue el primer intento de vislumbrar una explicación al comportamiento de la chica que soñaba con convertirse en cantante de jazz en Berlín y Nueva York, pero se encontró en una época aciaga que la llevó por un camino completamente diferente, transformándola en una cómplice de uno de los genocidios más terribles de la historia humana reciente. Esta obra constituye el corazón de la historia sobre la que se monta la película, dado que Wyden entrevistó a unos 150 testigos para intentar explicarle al mundo lo inexplicable.
Stella (Paula Beer), una joven idealista y alegre de 21 años de ascendencia judía en medio de la locura nacionalsocialista antisemita en Alemania, anhela triunfar como cantante de jazz interpretando con su banda canciones de su ídolo, Cole Porter. Pero la invasión alemana a Polonia y el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial truncan su sueño, convirtiéndola en una obrera de una fábrica de armamento para sobrevivir. En el peor momento de la persecución nazi contra la población judía en Alemania, ella y sus padres intentan esconderse y Stella termina relacionándose y entrelazándose románticamente con Rolf Isaakson (Jannis Niewöhner), un sobreviviente conectado con toda la red ilegal judía que aprovecha todos los resquicios del sistema, en medio del caos y la desesperación, para obtener beneficios de todas las actividades ilícitas que se le presentan por el camino. Cuando Stella cae en las garras de la Gestapo junto a sus padres y la torturan para que entregue a otros judíos, algo en su interior se quiebra y termina colaborando con los germanos cazando a los judíos en la clandestinidad o escondidos a plena luz, en esencia ayudando a los nazis a enviar a otras personas a los campos de concentración y exterminio a los que ella tanto teme.
El film se centra en los comienzos de Stella en la música vía su debut en 1939, con sus padres músicos intentando escapar de Alemania mientras su inconsciente hija sueña con viajar a Estados Unidos y dejar de lado la locura nazi como una pesadilla, para pasar luego a un baño de realidad, ahora con los judíos que no pudieron escapar atrapados en Alemania y convertidos en esclavos para la industria de la guerra, a posteriori perseguidos y exterminados en los campos de concentración. Uno de los grandes aciertos de la propuesta de Riedhof es este quiebre histórico entre los sueños y la realidad, con unos jóvenes enfrascados en su música que son expulsados del paraíso para encontrarse en el peor de los infiernos. Mientras que el novio y luego marido de Stella, Manfred (Damian Hardung), se quiebra en todo sentido y no puede vivir en este estado de persecución y ocultamiento permanente, Rolf, su contracara, vive el acoso y la guerra como una oportunidad permanente de saquear y vivir al máximo cada segundo como si fuera el último, lo que se aprecia en una escena de bombardeos aliados sobre Berlín, con Stella, Rolf y uno de sus socios de fiesta en una casa mientras caen las bombas sobre la capital alemana.
El guión intenta y consigue holgadamente respetar y reconstruir los acontecimientos históricos con precisión, siguiendo su orden cronológico, centrándose siempre en la psicología del personaje protagónico, brillantemente interpretado por Paula Beer, una actriz carismática y talentosa que sorprende con cada uno de sus papeles. Riedhof recorre desde la biografía hasta el drama histórico, pasando por el suspenso, en esta propuesta que ofrece más preguntas que respuestas sobre la transformación de Stella Goldschlag de víctima en victimaria, sin exculparla de sus crímenes pero tampoco juzgando ligeramente sus decisiones y comportamientos, mirando más hacia el futuro que hacia el pasado y entendiendo que condenar una acción de antaño no necesariamente impide que ésta vuelva a producirse.
Stella, una Vida tiene escenas muy impactantes, como la tortura de la Gestapo, la fiesta de Stella y Rolf durante los bombardeos, los primeros pasos de Stella como colaboradora, su primera gran denuncia y la relación con su mejor amigo, Aaron (Bekim Latifi), el único que la defiende hasta que realmente descubre la verdad en medio del segundo juicio en Alemania Occidental en 1957. A diferencia de muchas obras que se pierden en los recovecos de la precisión histórica, Riedhof construye una faena completamente fiel a los acontecimientos cuya trama es atrapante y vertiginosa, sin redundancias, con muchos detalles y sin caer en la necesidad de presentar personajes perversos. Mal que nos pese la historia de Stella Goldschlag no nos muestra una anomalía, sino que ofrece un retrato de la maleabilidad de la personalidad humana y de hasta qué punto el bípedo promedio es capaz de descender hacia los infiernos.
Stella, una Vida (Stella, ein Leben, Alemania/ Austria/ Suiza/ Reino Unido, 2023)
Dirección: Kilian Riedhof. Guión: Kilian Riedhof, Jan Braren y Marc Blöbaum. Elenco: Paula Beer, Bekim Latifi, Damian Hardung, Joel Basman, Maeve Metelka, Julia Anna Grob, Nadja Sabersky, Alexander Martschewski, Vincent Koch, Konstantin Gries. Producción: Ira Wysocki, Günther Russ, Michael Lehmann y Katrin Goetter. Duración: 121 minutos.