Acto de Violencia (Act of Violence)

Memoria manchada con sangre

Por Emiliano Fernández

A Fred Zinnemann, genial director austríaco que desarrolló casi toda su carrera en Estados Unidos, hoy en día se lo recuerda por sus películas posteriores a Acto de Violencia (Act of Violence, 1948), un derrotero magnífico y muy variado que abarca en primera instancia Vivirás tu Vida (The Men, 1950), Teresa (1951), A la Hora Señalada (High Noon, 1952), El Miembro de la Boda (The Member of the Wedding, 1952) y De Aquí a la Eternidad (From Here to Eternity, 1953), gloriosa racha que se corta con la aparición de un musical completamente olvidable, ¡Oklahoma! (1955), y que después retoma la excelencia gracias a la seguidilla de Un Sombrero Lleno de Lluvia (A Hatful of Rain, 1957), Historia de una Monja (The Nun’s Story, 1959), Tres Vidas Errantes (The Sundowners, 1960), Contemplad un Caballo Pálido (Behold a Pale Horse, 1964), El Hombre de Dos Reinos (A Man for All Seasons, 1966), El Día del Chacal (The Day of the Jackal, 1973), Julia (1977) y Cinco Días, un Verano (Five Days One Summer, 1982). No obstante su primera etapa asimismo incluye joyas por descubrir que por cierto lo formaron profesionalmente y lo llevaron a una maravilla de la talla de Acto de Violencia, uno de los primeros exponentes del campo del film noir -y del séptimo arte en general- en tratar el costado más mugroso a nivel ético y humano de la Segunda Guerra Mundial, pensemos para el caso en sus dos incursiones en aquel proto neorrealismo, la alemana Gente en Domingo (Menschen am Sonntag, 1930), codirigida por Robert Siodmak y Edgar G. Ulmer, y la faena mexicana Redes (1936), ahora realizada junto a Emilio Gómez Muriel, o en otros convites pioneros de impronta bélica muy dolorosa como La Séptima Cruz (The Seventh Cross, 1944) y Los Ángeles Perdidos (The Search, 1948), quizás un tanto “extraviados” entre opus por encargo en línea con las epopeyas criminales La Última Prueba (Kid Glove Killer, 1942) y Ojos en la Noche (Eyes in the Night, 1942) y las comedias bien descartables El Pequeño Señor Jim (Little Mister Jim, 1946) y Mi Hermano Habla con los Caballos (My Brother Talks to Horses, 1947).

 

Amén de trabajos varios sin acreditar por reemplazo o colaboración en las sombras, como la misma Gente en Domingo más Campanas del Destino (The Clock, 1945), de Vincente Minnelli, y El Viejo y el Mar (The Old Man and the Sea, 1958), de John Sturges, semejante bagaje artístico le ganó a Zinnemann la fama de ser uno de los principales realizadores de izquierda desempeñándose en Hollywood y uno de los grandes expertos en el desarrollo de personajes y una construcción impecable de la puesta en escena y de ese suspenso basado tanto en el formalismo como en los planteos morales y la tensión dramática que surge de ellos, por ello Acto de Violencia no sólo exuda dichas características sino que además por un lado se ubica espiritualmente en la frontera entre modernidad y posmodernidad, a través de un verdugo que en pantalla castiga tanto por muertes como por delación, sendos fetiches de los procesos históricos aludidos en función del control y la información, y por el otro lado se enrola en una de las obsesiones del director, hablamos de las odiseas de contexto bélico o postbélico -casi todas centradas en la Segunda Guerra Mundial- sobre temáticas como el espionaje nazi de Ojos en la Noche, el escape de un campo de concentración de La Séptima Cruz, la búsqueda del ser querido en la Alemania de posguerra de Los Ángeles Perdidos, los veteranos parapléjicos de Vivirás tu Vida, el amor trasnacional entre soldados y civiles de Teresa, la convivencia y las frustraciones cotidianas del devenir militar de De Aquí a la Eternidad, la adicción a la morfina de los veteranos de la Guerra de Corea de Un Sombrero Lleno de Lluvia, esa crisis de fe de trasfondo bélico de Historia de una Monja, aquellas guerrillas urbanas que luchaban desde el destierro y/ o la clandestinidad contra la brutal dictadura franquista de Contemplad un Caballo Pálido, el intento de asesinato de Charles de Gaulle por parte de la extrema derecha, en concreto la Organización del Ejército Secreto, justo luego de la Guerra de Independencia de Argelia de El Día del Chacal y por supuesto aquel contrabando de dinero para financiar la causa antinazi de la recordada Julia.

 

Entre la destrucción de la burbuja burguesa estándar de las futuras Cabo de Miedo (Cape Fear, 1962), de J. Lee Thompson, y El Mercader del Terror (Experiment in Terror, 1962), de Blake Edwards, y el motivo del policial negro de las “cuentas pendientes” esperando ser saldadas de las recientes El Extraño (The Stranger, 1946), de Orson Welles, y Retorno al Pasado (Out of the Past, 1947), de Jacques Tourneur, la película gira alrededor del vínculo entre dos hombres que durante el conflicto bélico de mediados del Siglo XX supieron ser amigos y colegas de armas, Joe Parkson (Robert Ryan), un cojo misterioso que porta una pistola con la que pretende hacer justicia, y Frank R. Enley (Van Heflin), un contratista/ constructor de muy buen pasar económico que está casado con la linda Edith (Janet Leigh), tiene un bebé llamado George (Larry y Leslie Holt) y vive en una casa de Santa Lisa, un pueblo de California, a posteriori de mudarse de improviso años atrás desde Siracusa, en el Estado de Nueva York. Lo que Enley no le dice a nadie es que este periplo de punta a punta del país obedece a su temor a ser descubierto por Parkson, con quien compartió estadía en un campo de concentración nazi, donde todos los prisioneros pasaban hambre, y a quien traicionó delatando ante los alemanes un intento colectivo de fuga mediante un túnel, lo que derivó en comida para el traidor y en diez reos asesinados vía bayonetas, perros de ataque y disparos. Frank, el oficial superior de aquella barraca, trata de autoexonerarse diciendo que los nazis le mintieron prometiéndole que no matarían a los fugados, sin embargo ello no convence a Joe y cuando ve su foto en un artículo de un diario, para colmo etiquetándolo como “héroe de guerra”, opta por viajar hasta Santa Lisa, donde lo sigue a una excursión de pesca con un tal Fred (Harry Antrim) y después hasta una convención de contratistas en Los Ángeles. En eterna huida y considerando el suicidio, Enley se encuentra con una furcia, Pat (Mary Astor), que lo conduce a un abogado, Gavery (Taylor Holmes), y a su secuaz, el sicario Johnny (Berry Kroeger), quien se ofrece a asesinar a Parkson por diez mil dólares.

 

Acto de Violencia, en nuestro mundillo hispanoparlante también conocida como Pasiones Humanas, sin duda alguna aglutina todos los latiguillos del acervo de Zinnemann, cuyos progenitores murieron en el Holocausto, en sintonía con una fotografía expresionista, el realismo social, un dilema ético de fondo, el mencionado núcleo bélico angustiante, alguna pincelada documental o experimental -aquí una secuencia de créditos al final del metraje, toda una rareza para la época- y un muy fuerte cuestionamiento en torno a la cobardía y el conformismo ultra apático de las clases acomodadas y sus siervos, quienes defienden con uñas y dientes sus privilegios hasta que se ven obligados a “soltarlos” por obra interna/ estupideces o fallos y externa/ construcción simbólica del patíbulo, bello esquema retórico que a su vez nos reconduce hacia sus homólogos de La Séptima Cruz, A la Hora Señalada, De Aquí a la Eternidad y Contemplad un Caballo Pálido, entre otras. El director, en esta oportunidad trabajando con una trama original de Collier Young, futuro productor y marido de Ida Lupino, y un guión de Robert L. Richards, aquel de Winchester ’73 (1950), opus de Anthony Mann, una vez más sitúa a sus personajes frente a decisiones de vida o muerte y le refriega en la cara a la sociedad yanqui -e internacional de su tiempo- aquello que adora barrer debajo de la alfombra, desde la complicidad con el fascismo y los crímenes de guerra hasta la mentira, el silencio y los secretos sucios que se mueven detrás de la paz hipócrita metropolitana, hoy no sólo ocultando información sino procrastinando el enfrentamiento inevitable con la verdad y con un egoísmo burgués que se autofagocita. La impunidad y la memoria manchada con sangre, dos pivotes de las sociedades modernas y su costumbre de evadir toda responsabilidad, se unifican con grandes actuaciones de Ryan y Heflin, con un estupendo análisis de la dignidad en crisis y la sed de venganza y con una complejización del rol femenino en el film noir, así a la tarada de Edith y a la ventajista de Pat se opone la pareja de Joe, Ann Sturgess (Phyllis Thaxter), muy dispuesta a detener la espiral de odio…

 

Acto de Violencia (Act of Violence, Estados Unidos, 1948)

Dirección: Fred Zinnemann. Guión: Robert L. Richards. Elenco: Robert Ryan, Van Heflin, Janet Leigh, Mary Astor, Phyllis Thaxter, Berry Kroeger, Taylor Holmes, Harry Antrim, Connie Gilchrist, Will Wright. Producción: William H. Wright. Duración: 83 minutos.

Puntaje: 10