Sonríe 2 (Smile 2)

Monstruosidades del trauma

Por Emiliano Fernández

El director y guionista estadounidense Parker Finn, de la mano de Sonríe 2 (Smile 2, 2024), se termina de posicionar como un artesano muy digno del cine de género del nuevo milenio porque mientras que el resto de sus colegas del mainstream apuesta por fórmulas narrativas de larga data y recursos/ clichés ya ampliamente quemados sin saber qué hacer con ellos, el susodicho utiliza estas mismas herramientas para infundir nueva vida desde la astucia, la serenidad, la cautela y un flamante ingrediente que no estaba presente en su propuesta previa y ópera prima, Sonríe (Smile, 2022), hablamos de un sadismo general muy marcado que por un lado exacerba el planteo de base de la ahora saga, léase las aventuras de una entidad maligna cercana al J-Horror de Hideo Nakata y Takashi Shimizu que gusta de las caritas sonrientes, provoca el suicidio de sus anfitriones llevándolos a la locura y “viaja” a través de los testigos del óbito, y por el otro lado acerca a la película en su conjunto hacia el terreno de la parodia cruel del mundo del espectáculo, del mismo modo que la propuesta anterior se mofaba de manera mucho más leve de la psiquiatría. Se podría decir que Finn, para el paupérrimo nivel del cine actual, consigue la hazaña de superar a la primera Sonríe y continuar la estela de calidad ya que aquella a su vez sobrepasaba el cortometraje inicial, Laura no ha Dormido (Laura Hasn’t Slept, 2020), retrospectivamente transformado en el prólogo de la franquicia y su tendencia a recuperar el acecho y la intimidad surrealista de Pesadilla en lo Profundo de la Noche (A Nightmare on Elm Street, 1984), de Wes Craven.

 

La trama reemplaza el dilema moral de antaño, matar a un tercero o morir bajo el halo de la manipulación, por simplemente suicidarse para quitarle la “savia vital” a la criatura y luego intentar revivir con asistencia exterior, por ello arrancamos justo donde había terminado el asunto y ahora nuestro demonio de las sonrisas juega con el policía y ex novio de Rose Cotter (Sosie Bacon), Joel (Kyle Gallner), el cual en una introducción en plano secuencia pretende pasarle la maldición a uno de dos delincuentes, no obstante ambos fallecen en el tiroteo de turno, Joel es atropellado por una camioneta mientras huía y el que atestigua la masacre es un narcotraficante menor que estaba escondido en la escena del crimen, Lewis Fregoli (Lukas Gage), efectivamente el encargado de llevarnos a la verdadera protagonista del festival del gore, Skye Riley (Naomi Scott), cantante de pop lastimoso prefabricado que presencia en el departamento del dealer cómo se rompe su rostro golpeándose una y otra vez con una pesa de gimnasio. Riley, una joven que acumula diversas cicatrices y dolores severos por un accidente de tránsito en el que falleció su pareja, el actor Paul Hudson (Ray Nicholson), hoy arrastra el estigma de su adicción al alcohol y la cocaína y ve su mundo desmoronarse por las alucinaciones que provoca la entidad en el período previo a una gira muy ambiciosa que oficiará de regreso a los escenarios, con todas las inseguridades del caso porque en el choque de un año atrás su cuerpo terminó tan dañado como su atribulada mente, por cierto con una fractura expuesta de pierna y feas heridas en abdomen y espalda.

 

Finn cuida al máximo cada jump scare, nunca sintiéndose gratuitos porque rematan la angustia de las escenas y están perfectamente incorporados al desarrollo dramático, y no sólo retiene a sus tres colaboradores cruciales del opus de 2022, el compositor Cristobal Tapia de Veer, el director de fotografía Charlie Sarroff y el editor Elliot Greenberg, sino que sustituye en el corazón del relato a la estupenda Bacon, nada menos que el vástago de Kevin Bacon y Kyra Sedgwick, con la también brillante Scott, una actriz inglesa que hasta este momento era conocida por chatarra industrial yanqui, en sintonía con Power Rangers (2017), de Dean Israelite, Aladdín (2019), del idiota Guy Ritchie, y Los Ángeles de Charlie (Charlie’s Angels, 2019), de Elizabeth Banks, y que en Sonríe 2 se impone como una figura aguerrida en función del calvario al que la somete el realizador, en simultáneo coqueteando primero con el film noir de suspenso mediante una subtrama de un posible extorsionador que muta en “agente del saber sobrenatural”, Morris (Peter Jacobson), enfermero que viene investigando la presencia maléfica desde que asesinase a su hermano, y segundo con aquel giallo del Dario Argento obsesionado con el fariseísmo del show business y los artistas y/ o el lado más perverso de la feminidad, pensemos por ejemplo en 4 Moscas sobre Terciopelo Gris (4 Mosche di Velluto Grigio, 1971), Rojo Profundo (Profondo Rosso, 1975), Suspiria (1977), Tenebre (1982) y Terror en la Ópera (Opera, 1987), faenas de las que Finn retomó además su fetiche para con las monstruosidades y cadenas anímicas que invoca el trauma.

 

En esencia dependiente de terceros, como una madre y manager controladora, Elizabeth (Rosemarie DeWitt), un asistente gay y lambiscón, Joshua (Miles Gutiérrez-Riley), y una “mejor amiga” a la que insultó injustamente tiempo atrás, Gemma (Dylan Gelula), Skye vivió en una burbuja de oro hedonista hasta el accidente de tránsito y por ello la presión por enfrentarse a la realidad y tener que probar su valía/ relevancia comercial la sitúa contra las cuerdas, en este sentido Finn aprovecha con enorme malicia las sucesivas humillaciones o situaciones incómodas que padece la protagonista por obra y gracia de lo anterior más las alucinaciones de esta entidad seudo feliz, pensemos en la firma de autógrafos, el evento benéfico, aquel acoso de su troupe de bailarines, la escena en la clínica y por supuesto el rimbombante desenlace, súmmum de la intencionalidad grotesca y satírica de Sonríe 2. El personaje de Scott grita, se arranca el cabello y ataca a su entorno, como artista egocéntrica, porque la fama en pantalla es sinónimo de masoquismo y de un doble parasitismo kitsch de parte de fanáticos y la figura gerencial/ materna, planteo que se mueve entre Destino Final (Final Destination, 2000), de James Wong, y Te Sigue (It Follows, 2014), de David Robert Mitchell, e incluso corrige la torpeza musical de Guasón 2: Folie à Deux (Joker: Folie à Deux, 2024), de Todd Phillips, y La Trampa (Trap, 2024), de M. Night Shyamalan, ya que las canciones aquí no molestan y de hecho sirven para contraponer toda la artificialidad del mainstream cultural y la tensión de esa praxis material negada hasta que estalla en la cara…

 

Sonríe 2 (Smile 2, Estados Unidos/ Canadá, 2024)

Dirección y Guión: Parker Finn. Elenco: Naomi Scott, Rosemarie DeWitt, Lukas Gage, Miles Gutiérrez-Riley, Peter Jacobson, Ray Nicholson, Dylan Gelula, Kyle Gallner, Raúl Castillo, Drew Barrymore. Producción: Parker Finn, Wyck Godfrey, Isaac Klausner, Robert Salerno y Marty Bowen. Duración: 127 minutos.

Puntaje: 7