El Color Púrpura (The Color Purple)

Negra, pobre, fea y mujer

Por Emiliano Fernández

Durante los últimos dos o tres años se acumularon unos cuantos indicios que señalan un sutil cambio de época que en el ambiente cinematográfico tiene que ver con dos factores, primero la reaparición en el mainstream y el indie del sexo y los desnudos femeninos -las tetas, sobre todo- como ingredientes válidos que hasta no hace mucho tiempo estaban prohibidos en la dictadura de la corrección política y sonseras puritanas hilarantes de esa índole, algo que a su vez se vincula con el surgimiento de la vomitiva “nueva derecha” en todo el planeta y con la crisis del feminismo blanco burgués misándrico del MeToo y sus resonancias, y segundo la decadencia del modelo de negocios basado en las franquicias, las remakes, el spin-off o cualquier refrito de un material que los imbéciles del marketing, la publicidad, los estudios y las grandes productoras consideren una propiedad intelectual con un lugar privilegiado dentro de la memoria cultural planetaria, circunstancia que se deriva de los rotundos fracasos de taquilla en salas tradicionales y de público/ visionado en los servicios de streaming de productos multimillonarios supuestamente pensados para atraer a legiones de fans cautivos o algo parecido, esos mismos que hasta hace poco hacían gala de su lobotomía hollywoodense y hoy por hoy se cansaron de que les vendan mil veces el mismo contenido reempaquetado y con un moño mínimamente distinto, de allí la andanada de resultados adversos para gigantes otrora invencibles como por ejemplo Marvel, Disney, Netflix y múltiples empresas semejantes que desde la década del 90 de la centuria pasada nos inundan con basura en una cadena de montaje de nunca acabar alrededor de la idiotez.

 

El mainstream yanqui globalizado, tan caprichoso en sus manías de siempre como ciego a la hora de leer signos de peligro o de agonía en puerta, tiende a reproducir los errores de antaño e incluso en ocasiones a exacerbarlos al exportar un formato en declive, de hecho las remakes o sagas tan laberínticas como las ramas de un roble, hacia regiones retóricas que definitivamente no lo necesitan o que rechazan de pleno la metamorfosis, como el cine para adultos pensantes de otras épocas o el registro testimonial, por ello mismo hoy nos topamos sin necesidad alguna -y sin que nadie lo haya pedido- con una insólita reinterpretación en clave musical de El Color Púrpura (The Color Purple, 1985), aquella realización de Steven Spielberg con un guión de Menno Meyjes a partir de la novela homónima de 1982 de Alice Walker, esta última se supone también la inspiración para el musical de Broadway del 2005 con libreto de Marsha Norman y letra y música del equipo compuesto por Brenda Russell, Allee Willis y Stephen Bray: mientras que la propuesta de los 80 llamó la atención en su momento por cierto sustrato exploitation readaptado al melodrama mainstream, esta nueva acepción de la misma exacta historia se muestra tan puritana a nivel sexual y tan fanática de la violencia como aquella pero en esta oportunidad provocando un extrañamiento/ ridiculez permanente gracias a una catarata esperpéntica de canciones insertadas entre el incesto, la pedofilia, el esclavismo, las palizas domésticas, los atropellos judiciales, el racismo y la ausencia absoluta del Estado a la hora de proteger a sus ciudadanos, un combo que desde ya generó indiferencia entre el público de todas partes y unos resultados lastimosos en taquilla.

 

Se podría aseverar que el film mediocre resultante, El Color Púrpura (The Color Purple, 2023), obra dirigida por Blitz Bazawule y escrita por Marcus Gardley, no sólo no consigue actualizar -o más bien corregir- el marco libidinoso vedado del opus de Spielberg, típico de la castración simbólica de siempre del cineasta judío, sino que reproduce cada una de sus modificaciones con respecto al libro de Walker, en esencia convirtiendo a la experiencia en una remake muy ortodoxa y no en una nueva lectura de la novela o siquiera del musical insignificante de Broadway, amén del hecho de que en pantalla se perdió por completo la valentía de los años 80 por el terreno político ganado por los negros desde entonces y por la rutinización narrativa anodina del Hollywood contemporáneo, ya casi incapaz de despertar entusiasmo por cualquier propuesta de su bastión intercambiable o de reproducir la energía de una obra despareja pero vital como la del amigo Steven, consagrada a lo que implicaba ser negra, pobre, fea y mujer. Aquí en gran medida la protagonista, Celie Harris (Phylicia Pearl Mpasi de joven, Fantasia Barrino como adulta), hembra violada por su progenitor a comienzos del Siglo XX, con dos vástagos arrebatados y un matrimonio arreglado con un tirano golpeador llamado Albert “Mister” Johnson (Colman Domingo), comparte cartelera con las otras dos féminas principales de tez oscura, léase Sofía (Danielle Brooks), la esposa de uno de los hijos de Mister, Harpo (Corey Hawkins), y Shug Avery (Taraji P. Henson), una cantante cabaretera y amante de Johnson, granjero que se encuentra bajo su hechizo del mismo modo que Celie no puede escapar de los golpes antojadizos de ese tremendo Albert.

 

Las canciones están relativamente bien y -salvo por alguna que otra secuencia surrealista/ onírica modelo musical clásico estadounidense- respetan los géneros del período histórico como el blues, el jazz y el góspel, algo que reduce el dejo artificial popero de la película y la acerca a una propuesta un poco más con los pies sobre la tierra, en especial tratando los tópicos que trata. Como decíamos previamente, la relación lésbica entre Celie y Shug es tan patética como en 1985, basada en un besito pudoroso y sin carne transpirando ni nada que se le parezca, y la que sí recibe un tratamiento discursivo superador es Sofía, en parte debido a un calvario mejor desarrollado y menos episódico si lo comparamos con el film anterior, nos referimos a su estadía en prisión y esclavitud por osar negarse al ofrecimiento de la esposa del alcalde, la Señora Millie (Elizabeth Marvel), para que se convierta en su criada. Barrino, buena actriz y cantante que se hizo conocida al ganar la tercera temporada de American Idol en 2004, cumple con dignidad como la protagonista pero termina opacada por la Whoopi Goldberg de 1985 y por sus colegas Henson y Brooks, hoy con una mayor capacidad de lucirse entre tanta escena redundante de Bazawule, aquel ghanés responsable de los bodrios The Burial of Kojo (2018) y Black Is King (2020). La película explicita todo en los diálogos, condensa varias secuencias en una sola, exagera bastante en actuaciones, cambia el lugar de Miss Celie’s Blues, la genial canción de Quincy Jones, Rod Temperton y Lionel Richie, y suaviza/ naturaliza la reconciliación de Avery con su padre predicador y la absurda redención del final de Mister, ahora trabajada con más e innecesarias secuencias…

 

El Color Púrpura (The Color Purple, Estados Unidos, 2023)

Dirección: Blitz Bazawule. Guión: Marcus Gardley. Elenco: Fantasia Barrino, Taraji P. Henson, Danielle Brooks, Colman Domingo, Corey Hawkins, Phylicia Pearl Mpasi, Halle Bailey, David Alan Grier, Jon Batiste, Deon Cole. Producción: Steven Spielberg, Oprah Winfrey, Scott Sanders y Quincy Jones. Duración: 141 minutos.

Puntaje: 5