Los Perros de la Guerra (The Dogs of War)

Neocolonialismo en Zangaro

Por Emiliano Fernández

El director británico John Irvin tuvo una trayectoria peculiar porque de rodar cortometrajes y documentales en la década del 60 y dedicarse en cuerpo y alma a la televisión durante los años 70 saltó a los largometrajes ficcionales tradicionales del séptimo arte a partir de los 80, efectivamente su época de gloria porque sin llegar a ninguna cúspide cualitativa dentro del mainstream anglosajón de su tiempo por lo menos entregó una seguidilla de realizaciones interesantes que pintaban muy bien la amplitud de lo que tenía para ofrecer la gran industria de entonces, por supuesto muchísimo más rica, variada y atractiva que aquella anodina o estéril que surgiría con la década del 90 y con las fases más avanzadas de la globalización o victoria de yanquilandia y su aparato mediático/ económico/ cultural en la Guerra Fría. Sin duda alguna sus propuestas más interesantes de aquel período profesional iniciático en términos de la gran pantalla son las dos primeras, léase Los Perros de la Guerra (The Dogs of War, 1980), una epopeya bélica sobre mercenarios en África que en su momento pasó sin pena ni gloria aunque sinceramente ha envejecido muy bien, y Cuento de Fantasmas (Ghost Story, 1981), un drama con elementos de terror sobrenatural que se beneficiaba de un excelente elenco -Fred Astaire, Melvyn Douglas y Douglas Fairbanks Jr., entre otros- y una atmósfera siempre lúgubre, más la posterior La Colina (Hamburger Hill, 1987), una de las mejores reformulaciones de los años 80 del mega trauma estadounidense alrededor de la Guerra de Vietnam junto con Pelotón (Platoon, 1986), de Oliver Stone, Nacido para Matar (Full Metal Jacket, 1987), de Stanley Kubrick, y Pecados de Guerra (Casualties of War, 1989), de Brian De Palma, sin embargo también incluyen ingredientes o recursos atendibles opus decididamente menores como Campeones (Champions, 1984), melodrama deportivo lacrimógeno a más no poder, El Diario de la Tortuga (Turtle Diary, 1985), una especie de comedia romántica de dejo bien mundano, Triple Identidad (Raw Deal, 1986), uno de los vehículos comerciales más bizarros de Arnold Schwarzenegger, y Vientos de Justicia (Next of Kin, 1989), otro thriller de acción aunque aquí con Patrick Swayze en el rol fundamental.

 

Con la honrosa excepción de El Monte de las Viudas (Widows’ Peak, 1994), una comedia negra de misterio de impronta rosa, y Ajuste de Cuentas (City of Industry, 1997), neo noir con un estupendo desempeño de parte de Harvey Keitel, Irvin a posteriori lamentablemente ni siquiera conservaría el nivel ameno pero algo olvidable de los 80 y así se sucederían las directamente penosas Archivo Confidencial (Eminent Domain, 1990), Robin Hood (1991), Caída Libre (Freefall, 1994), Un Mes junto al Lago (A Month by the Lake, 1995), Shiner (2000), El Cuarto Ángel (The Fourth Angel, 2001), Los Chicos del Condado de Clare (The Boys from County Clare, 2003), Dot.Kill (2005), El Despertar del Amor (The Fine Art of Love: Mine Ha-Ha, 2005), La Luna y las Estrellas (The Moon and the Stars, 2007), El Jardín del Edén (The Garden of Eden, 2008) y la tardía El Arma de Mandela (Mandela’s Gun, 2016). Quizás su mejor película sea la primera, Los Perros de la Guerra, ópera prima protagonizada por un magnífico Christopher Walken, eterno secundario que había logrado trepar a papeles protagónicos gracias al Michael Cimino de El Francotirador (The Deer Hunter, 1978) y La Puerta del Cielo (Heaven’s Gate, 1980), y escrita por el ignoto George Malko y el tristemente célebre Gary DeVore, asesinado en circunstancias espeluznantes en 1997 -ambas manos cortadas- y además conocido por Triple Identidad, Una Pareja muy Especial (Back Roads, 1981), de Martin Ritt, y Dos Policías en Apuros (Running Scared, 1986), de Peter Hyams, a partir de aquella novela homónima de 1974 de Frederick Forsyth, señor de derecha como el propio Irvin que inspiró films como El Día del Chacal (The Day of the Jackal, 1973), de Fred Zinnemann, Odessa (The Odessa File, 1974), opus de Ronald Neame, El Cuarto Protocolo (The Fourth Protocol, 1987), de John Mackenzie, y las faenas televisivas Manifiesto Negro (Icon, 2005), de Charles Martin Smith, y Vengador (Avenger, 2006), de Robert Markowitz, amén de la fallida remake de Michael Caton-Jones de El Día del Chacal, El Chacal (The Jackal, 1997), gran clásico del thriller paranoico setentoso que en el año 2024 también derivó en una serie de Ronan Bennett para Sky Atlantic y Peacock.

 

El núcleo del relato es un país africano, minúsculo y ficticio, Zangaro, ex colonia británica que se basa en Guinea Ecuatorial, un antiguo territorio portugués y luego español que logró su independencia en 1968 y desde entonces ha padecido dos dictaduras brutales, primero la de Francisco Macías Nguema (1968-1979) y después esa encabezada por Teodoro Obiang Nguema, quien lleva más de cuatro décadas en el poder y curiosamente estuvo cerca de ser derrocado en 2004 por un intento de Golpe de Estado cuyo trasfondo se parece mucho a su homólogo de Los Perros de la Guerra, pensemos que se planificó reemplazar a Obiang con el líder de la oposición en el exilio, Severo Moto Nsá, y la insurrección en sí apuntaba a echar mano de las cuantiosas reservas de petróleo de Guinea Ecuatorial y fue ejecutada por mercenarios con financiamiento británico y base en Sudáfrica, panorama al que se suma la insólita participación de Mark Thatcher, vástago de la ex primera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher, aportando la friolera de 285.000 dólares a los soldados de la fortuna. Luego de finiquitar una tropelía armada en América Central, Jamie Shannon (Walken), el jerarca yanqui de un pelotón de mercenarios que incluye a Drew (Tom Berenger), Derek (Paul Freeman) y Michel (Jean-François Stévenin), acepta por quince mil billetitos una misión de reconocimiento en la capital de Zangaro, Clarence, para averiguar si es posible un Golpe de Estado, así conoce al documentalista inglés Alan North (Colin Blakely) y a una bella señorita llamada Gabrielle Dexter (Maggie Scott), una de las amantes del déspota en el poder, Kimba (Ilario Bisi-Pedro). Shannon responde a un tal Endean (Hugh Millais), representante de un consorcio de empresas que pretende rapiñar todo el platino de Zangaro deponiendo a Kimba y creando un gobierno títere bajo el mando de otro militar muy sádico y cleptócrata pero en un exilio londinense, el Coronel Bobi (George Harris), por ello luego de terminar preso y sobrevivir a los castigos de una cárcel que hace las veces de la cruenta Prisión Playa Negra, el protagonista recluta a sus muchachos y por cien mil dólares arma desde París y Londres un fulminante Golpe de Estado con tropas y muchísimo armamento.

 

Sirviéndose de un ritmo narrativo preciso que no acelera ni ralentiza los acontecimientos, glorioso montaje de Antony Gibbs de por medio, y de una fotografía también maravillosa que aprovecha las locaciones en Belice, en este caso cortesía de un Jack Cardiff que se lució trabajando para Albert Lewin, John Huston, Alfred Hitchcock y sobre todo la dupla de Michael Powell y Emeric Pressburger, amén de haber encarado él mismo como director la temáticamente similar pero más desquiciada El Último Tren a Katanga (The Mercenaries aka Dark of the Sun, 1968), la realización incorpora elementos de géneros varios como las aventuras, el thriller político, la faena de espionaje, el cine de acción, la odisea testimonial y la alegoría sobre el nuevo capitalismo de las democracias y las dictaduras construidas por igual según la conveniencia de la mafia neoliberal extranjera y sus socios locales, quienes efectivamente aceptan entregar los recursos energéticos, minerales o del ambiente que sea a cambio de financiamiento y un respaldo político/ militar para que el tirano de turno pueda eternizarse como jerarca de la nación. Sin caer en el desarrollo de personajes irrelevante de tantos opus semejantes, aquí apenas concentrado en el intento fallido y fugaz de Shannon de construir una familia con su ex esposa, Jessie (JoBeth Williams), Irvin vuelca todas sus energías hacia los pormenores de nuestra operación ultra fascistoide y por cierto sorprende gracias a un remate de izquierda, cuando después de la carnicería y de reventar a Kimba el personaje de Walken opta por pegarle un tiro a Bobi ante los ojos incrédulos del testaferro de las corporaciones extraccionistas, Endean, y le entrega el poder al sereno Doctor Okoye (Winston Ntshona), un político moderado que curó sus heridas luego de las palizas/ torturas en el presidio. Los Perros de la Guerra, incluso lejos de cualquier indicio de perfección por el automatismo innegable de sucesos que ya eran un estereotipo en el Tercer Mundo, de todos modos constituye una de las joyas de la carrera actoral de Walken y pinta con astucia al África falsamente independiente de ayer y hoy, continente saturado de neocolonialismo económico, regímenes genocidas y guerras civiles al servicio del capitalismo predatorio…

 

Los Perros de la Guerra (The Dogs of War, Reino Unido/ Estados Unidos, 1980)

Dirección: John Irvin. Guión: Gary DeVore y George Malko. Elenco: Christopher Walken, Tom Berenger, Colin Blakely, Hugh Millais, Paul Freeman, Jean-François Stévenin, JoBeth Williams, Winston Ntshona, George Harris, Ilario Bisi-Pedro. Producción: Larry DeWaay. Duración: 119 minutos.

Puntaje: 8