El nepotismo es tan viejo como la humanidad pero durante el capitalismo se vuelve más grosero porque le añade una capa más de privilegio y exclusión al asunto, precisamente esa costumbre entre los poderosos de “acomodar” a familiares, amigos, conocidos o parejas en distintas posiciones más o menos cercanas a su cargo o profesión. En lo que respecta a la industria cultural, la jugada en contadas ocasiones genera alguna que otra carrera digna aunque casi nunca al nivel del tronco original, desde donde partió el acomodo, pensemos por ejemplo en el cine y los distintos derroteros de gente como Ishana Night Shyamalan, Gian-Carla “Gia” Coppola, Luis Ortega, Ronan Day-Lewis y los hermanos Brandon y Caitlin Cronenberg, estos últimos sin duda los mejores del lote. Un caso un tanto mucho patético es el de Destry Allyn Spielberg, la hija menor de Steven Spielberg y la actriz Kate Capshaw, aquella de Indiana Jones y el Templo de la Perdición (Indiana Jones and the Temple of Doom, 1984), de su futuro marido, y Lluvia Negra (Black Rain, 1989), de Ridley Scott, hoy una veinteañera que fracasó en todo lo que se propuso, desde una carrera hípica y otras equivalentes en la actuación y el modelaje hasta la realización siguiendo los pasos de papi, basta con considerar sus lamentables trabajos hasta la fecha, el largometraje No Alimentes a los Niños (Please Don’t Feed the Children, 2024) y el corto Déjame ir por el Camino Correcto (Let Me Go the Right Way, 2022), ésta para colmo escrita por el hijo de Stephen King, Owen King, y protagonizada por el vástago de Sean Penn, Hopper Penn.
No Alimentes a los Niños, de hecho la ópera prima de Destry Allyn, le generó unos cuantos dolores de cabeza y una mala fama adicional en el mundillo de Hollywood porque desde el vamos el financiamiento lejos estaba de cubrir todos los gastos y la película no pudo cobrar los subsidios vía créditos fiscales de Nuevo México porque el productor principal, Jason Dubin, no pagó a proveedores y numerosos miembros del equipo técnico a lo largo de un año después de finiquitado el rodaje, por ello se apeló a la “solución” de siempre en el capitalismo de la especulación, eso de tomar deuda para pagar deuda en un ciclo que todos sabemos cómo termina. El resultado en sí es un producto muy pobre con un guión de un tal Paul Bertino, otro debutante, que nos sitúa en una coyuntura catastrófica porque un virus desconocido convierte a los adultos en caníbales y los portadores son nada menos que los purretes, quienes no muestran síntomas y son demonizados y/ o confinados en campos de concentración. La protagonista es Mary (Zoe Colletti), púber que se escapó de uno de los presidios luego de que la patrulla yanqui asesinase a su hermanita, Lily (Lilit Grigoryev), cuando ambas trataban de cruzar hacia México. La chica en su fuga conoce a Jeffy (Dean Scott Vázquez), el cual vive con cuatro adolecentes más que eventualmente deben huir en una camioneta y así el grupete se queda sin combustible cerca de la casa de Clara (Michelle Dockery), ermitaña que perdió a su hija por la debacle, Lauren, y mantiene encerrado a su esposo policía en el sótano porque se transformó en un caníbal feroz, Hank (Vernon Davis).
Si bien se hace evidente la torpeza en fotografía, montaje y dirección de actores, algo que se condice tanto con la inexperiencia de Spielberg como con su dolorosa falta de talento, por lo menos resulta disfrutable la brutalidad Clase B de la pantalla, un planteo que sabe ofrecer violencia contra los menores de edad, primeros planos truculentos y hasta algunas pesadillas traumáticas, todas de Mary en relación a Lily. La odisea lamentablemente no se decide -ni logra interconectar cada ingrediente- entre este contexto postapocalíptico, el terror de “niños versus adultos”, el thriller de una invasión de hogar que sale muy mal, el porno de torturas y la comedia negra tácita de una parentela desaparecida que se pretende sustituir con otra de índole farsesca, así Clara droga al popurrí de visitantes circunstanciales y los encierra en una cárcel hogareña, para ir alimentando a su marido, pero cuenta con la delicadeza de reemplazar a su hija, Lauren, con la ninfa de Colletti, incluso reservándole una habitación confortable. El film por momentos parece jugar de modo ambivalente, entre la sátira y la seriedad, con la idea de reventar a toda una generación floreciente para detener la reproducción de la humanidad y el desastre que causamos en el planeta y nuestra propia sociedad a nivel cotidiano, sin embargo el convite suele derrapar en la intrascendencia, la mojigatería narrativa e ideológica y una gran ineptitud a la hora de entregar un mínimo tren fantasma de pánico o sustos verdaderos, en lo que tiene mucho que ver el marasmo creativo del Siglo XXI o su tendencia a acumular obras imitativas/ nostálgicas de marco inofensivo.
Los únicos buenos actores de todo el maldito elenco son Dockery, una inglesa conocida por su rol de Lady Mary Crawley en Downton Abbey (2010-2015), la serie de Julian Fellowes acerca de la aristocracia británica, y Giancarlo Esposito, un veterano del rubro que está dando vueltas en Hollywood desde fines de los años 70 aunque el público contemporáneo de seguro lo recuerda exclusivamente por su Gus Fring de Breaking Bad (2008-2013) y Better Call Saul (2015-2022), las dos series creadas por Vince Gilligan, ya que el resto de la fauna actoral de No Alimentes a los Niños no posee presencia escénica o brilla por su mediocridad dentro de lo que podría definirse como prácticamente una remake aggiornada de La Gente detrás de las Paredes (The People Under the Stairs, 1991), joya paródica de Wes Craven sobre la sociedad plutocrática y el neoliberalismo pauperizador, ahora con una sola villana y no una pareja, los Robeson (Everett McGill y Wendy Robie), y con toda una colección de mocosos llevándose una sorpresa y no un par de ladrones afroamericanos que pretendían ensayar una venganza de clase social contra esos psicópatas gentrificadores e incestuosos de la alta burguesía, Leroy (Ving Rhames) y el pequeño Poindexter “Fool” Williams (Brandon Quintin Adams). El guión de Bertino es muy rudimentario, no ofrece novedad alguna y suele ir de A a B a C de una manera demasiado burda, elemental o poco imaginativa, por más que la experiencia no sea del todo desagradable dentro del ecosistema mierdoso del cine anglosajón de hoy en día, incapaz siquiera de ofrecer productos fallidos aunque simpáticos como el presente. La introducción del motivo insinuado desde el inicio, la presencia del marido zombie y caníbal, es muy tardía en materia del desarrollo general, específicamente durante los últimos quince minutos, y no se aprovecha en serio porque la amenaza se resuelve con velocidad y desde el mismo sustrato caprichoso que enmarcó al resto de la propuesta, una destinada al olvido como parece ser el horizonte del periplo indie de nuestra Spielberg, típico “nepo baby” insípido del nuevo milenio, salvo que ocurra algún milagro o papi supervise -o quizás hasta financie- su próxima aventura detrás de cámaras…
No Alimentes a los Niños (Please Don’t Feed the Children, Estados Unidos, 2024)
Dirección: Destry Allyn Spielberg. Guión: Paul Bertino. Elenco: Michelle Dockery, Zoe Colletti, Giancarlo Esposito, Lilit Grigoryev, Vernon Davis, Dean Scott Vázquez, Andrew Liner, Regan Aliyah, Joshuah Melnick, Emma Meisel. Producción: Jason Dubin, Michael Hagerty, Bill Kenwright, Josh Kesselman y Daniel Ryniker. Duración: 94 minutos.