Cruel Country, de Wilco

Nihilismo humanista del absurdo

Por Marcos Arenas

Luego de la separación de la banda por antonomasia del country alternativo, Uncle Tupelo, esa que nos legó un gran primer disco, No Depression (1990), y tres secuelas bastante dignas, Still Feel Gone (1991), March 16–20, 1992 (1992) y Anodyne (1993), se forman dos grupos a partir del trío fundamental previo: por un lado Jay Farrar (voz y guitarra) y Mike Heidorn (batería) crean Son Volt, quienes después de un sonado debut, Trace (1995), caen progresivamente en el olvido, y por el otro lado Jeff Tweedy (voz, bajo y guitarra) da forma a Wilco, una banda que crecería de a poco en popularidad, inventiva y prestigio hasta abandonar en parte la etiqueta de country alternativo de Uncle Tupelo, en esencia un derivado de aquel country rock que nació en la década del 60, de la mano de gente de la talla de Gram Parsons, Buffalo Springfield, The Byrds, el Bob Dylan de John Wesley Harding (1967) y Nashville Skyline (1969) y los recordados grupos de Parsons, International Submarine Band y The Flying Burrito Brothers, y que a posteriori se expandió significativamente gracias al trabajo en los años 70 de Creedence Clearwater Revival, The Band, Neil Young, Eagles, George Harrison, The Rolling Stones, Linda Ronstadt, Grateful Dead y The Allman Brothers Band, entre muchos otros que solían unificar folk, blues y country desde la perspectiva heterogénea y ecléctica de siempre del rock. Después de un atractivo primer álbum en el que mantenían las raíces de la banda anterior, A.M. (1995), Wilco da un salto al vacío con su segunda placa, el doble Being There (1996), donde abren el panorama para incorporar al indie rock y el punk en una jugada osada que se multiplica en ocasión de Summerteeth (1999) y Yankee Hotel Foxtrot (2001), álbumes que incluso dan cabida a la psicodelia, el power pop, el art rock y el pop barroco.

 

Ahora bien, la cumbre de Wilco es precisamente Yankee Hotel Foxtrot, un trabajo mucho más coherente y redondo que el también admirable Summerteeth que se benefició de la salida de Ken Coomer, un baterista bastante obtuso, y la pronta entrada en reemplazo del mucho más impredecible Glenn Kotche, no obstante la verdadera explicación para el extraordinario cúmulo de ideas que se mueven por detrás del disco -un magma creativo que ya nunca más volvería a repetirse a futuro- pasa por las peleas cruzadas entre Tweedy (voz, guitarra y letrista/ compositor excluyente) y el multiinstrumentista Jay Bennett (encargado sobre todo del piano, los teclados, el resto de las guitarras y el mix final de las canciones) y entre este último y Jim O’Rourke, un músico y productor de larga trayectoria que fue traído por Jeff para remezclar el álbum porque estaba disconforme con el desempeño de Bennett, el cual efectivamente sería expulsado de la banda por un Tweedy que consideró que Wilco necesitaba un cambio y por ello selló la participación de Kotche y O’Rourke, la primera definitiva y la segunda demostrando ser transitoria, ambos para colmo miembros -junto a Jeff- del colectivo paralelo Loose Fur, con los cuales editaría el debut autotitulado del 2003 y Born Again in the USA (2006). Más allá de la anécdota de fondo en torno a Yankee Hotel Foxtrot que pinta de pies a cabeza la estupidez de la industria discográfica capitalista, esa retratada en I Am Trying to Break Your Heart: A Film About Wilco (2002), documental de Sam Jones, y centrada en Warner Music Group pagando dos veces por el mismo trabajo, primero cuando una de sus subdivisiones, Reprise Records, los echa porque según ellos la placa no tenía hits potenciales y después otra subdivisión, Nonesuch Records, los contrata considerando exactamente lo contrario, lo cierto es que el cuarto disco de estudio probaría ser una sombra enorme para un grupo que de allí en más no sólo no podría superarlo en términos cualitativos sino que entraría en una espiral de trabajos variopintos que abarcan los maravillosos Star Wars (2015) y Ode to Joy (2019), los muy desparejos A Ghost Is Born (2004), Wilco (The Album) (2009) y The Whole Love (2011), los fallidos Sky Blue Sky (2007) y Schmilco (2016) y sus caóticas colaboraciones con el británico Billy Bragg poniéndole música a letras inéditas del legendario cantante y compositor folk de izquierda Woody Guthrie, Mermaid Avenue (1998) y Mermaid Avenue Vol. II (2000).

 

Cruel Country (2022), duodécimo disco de estudio de Tweedy y compañía y decimotercero si contamos el “en vivo” Kicking Television: Live in Chicago (2005), es también el tercer disco doble de Wilco luego de Being There y el citado registro en directo correspondiente a la gira de A Ghost Is Born, una obra curiosa que supera el tedio de Schmilco pero sin llegar al nivel supremo del sorprendente Ode to Joy, cuyo enfoque rockero tradicional en Cruel Country se deja por completo de lado para regresar -el círculo se cierra- a aquel country alternativo de A.M. desde la desnudez de estudio de Sky Blue Sky aunque sin su impronta melancólica/ deprimente tan exacerbada, algo ya de manifiesto en la apertura del primer disco, I Am My Mother, canción tranquila símil The Band aunque bastante irónica sobre el Complejo de Edipo y la resistencia y renacimiento a pesar del mundo y las ideas equivocadas del propio sujeto. Cruel Country, el tema que le da el nombre al álbum, sigue la misma línea y reflexiona sobre la complicidad popular norteamericana en la idiotez, crueldad, inmadurez y tendencia suicida vista en los últimos años por el avance político de la derecha. El excelente nivel de las composiciones y la voz de Tweedy se termina de confirmar en Hints, una canción muy bella de resonancias pop que sin embargo continúa con la denuncia sobre la exaltación global contemporánea diciendo explícitamente que “no hay punto medio cuando el otro bando prefiere matar antes que llegar a un compromiso”, lo que conduce a Jeff a pensar la claustrofobia del orgullo y el egoísmo de las peleas eternas desde la época de los primeros colonos y los primeros predicadores protestantes.

 

Construida en torno a una guitarra lánguida, la dylaniana Ambulance es otra de las tantas parábolas sobre las drogas de Tweedy, un adicto a los analgésicos de toda la vida debido a migrañas, ataques de pánico y un trastorno depresivo agudo, panorama que en la canción muta en el encuentro con una “amiga” en una ambulancia que bien podría ser una heroinómana ocasional, una futura pareja o quizás la mismísima parca. En The Empty Condor vuelve con todo el Wilco meditabundo aunque por suerte alejado del soponcio del folk y mucho más hipnótico y cuasi psicodélico, ahora de la mano de un lirismo apocalíptico sutil consagrado a un narrador que fallece de a poco mientras los duraznos se pudren debajo de las hojas y un cóndor vuela a la deriva hacia una costa espectral. Tonight’s the Day incorpora chispazos de psicodelia sesentosa para una semblanza de reafirmación romántica ubicada entre el bien y el mal y entre la felicidad y la tristeza como polos opuestos en el corazón de todos los seres humanos, amén de versos varios sobre el perdón, la vigilancia comunal y el humor surrealista marca registrada de Jeff, ese de trenes que atraviesan jardines, sopas que se arruinan cuando el sol las toca y cristales de ventanas que guardan “el último remanso de la caña de azúcar”.

 

All Across the World nos devuelve al country movedizo tradicional con el objetivo de nuevamente enmascarar la tristeza de una letra que por un lado señala la miseria que nos regala a diario el capitalismo y por el otro indaga en lo poco -o nada- que puede hacer una canción al respecto más allá de traer a la conciencia lo que el escapismo de la cultura mainstream no quiere que veamos, la verdad de unas penurias que matarían a cualquiera que no pueda adaptarse a la privación de los requisitos básicos para la vida. Darkness Is Cheap es otro tema minimalista muy bien logrado que retoma las metáforas naturales para hablar del aislamiento psicológico, en sintonía con las nubes, los cañones rocosos y una oscuridad homologada a la autoindulgencia, y Bird Without a Tail/ Base of My Skull, por su parte, incluye un estupendo y denso segmento instrumental intermedio al servicio de una letra que nos presenta una bola de nieve poética sobre la existencia de un hombre, desde que siembra su jardín hasta que finalmente fallece vía el clásico yin y yang de la esperanza y el obstáculo que la sabotea de un momento a otro. La infaltable canción de separación es la dulce Tired of Taking It Out on You, segundo corte de difusión donde el narrador de Tweedy reconoce que se siente avergonzado porque está cansado de desquitarse con su compañera eventual y así opta por marcharse y seguir su camino en función de una relación romántica venida a menos o simplemente desvirtuada. El cierre del primer disco es The Universe, tanto una cruza entre este country autoimpuesto y la ampulosidad melodramática de algunos pasajes de Summerteeth, Yankee Hotel Foxtrot y A Ghost Is Born como otra oda a la sinceridad anti eufemismos crípticos -sarcasmo de por medio por parte del letrista, gran aficionado al rubro en cuestión- acerca de lo que parece ser una ruptura con el mismo universo como testigo, sin que importe lo que el cosmos social tenga para acotar al respecto.

 

La segunda parte de Cruel Country comienza con Many Worlds, epopeya de casi ocho minutos que profundiza en la faceta más etérea y alucinada/ dream pop de la agrupación de la mano de versos sobre mundos -que son personas- chocando en el cielo y de mantras hipnóticos de teclados -cortesía de Mikael Jorgensen- que dejan lugar a un colofón country reposado e instrumental, muy en línea con el southern rock cuasi jazzero de The Allman Brothers Band, en el que la guitarra de Tweedy dialoga de manera celestial con sus homólogas de Nels Cline y Pat Sansone a partir de la eficaz base del baterista Kotche y el bajista John Stirratt, éste el único que ha sobrevivido a los cambios de integrantes de Wilco a lo largo de los años, además del inefable Jeff. El humor negro aparece claramente en Hearts Hard to Find, exploración con un swing tranquilo de medio tiempo en torno a la intervención amarga de una realidad que “lo arruina todo” y a esa alegría indisimulable cuando fallecen determinados bípedos repugnantes amigos de la deshonestidad, el maniqueísmo o los engaños farsescos cíclicos, de allí que el corazón del narrador a veces resulte “difícil de hallar”, como asevera el título, ante situaciones semejantes. Falling Apart (Right Now), primer single y una suerte de rockabilly apenas maquillado desde la arquitectura y los hilarantes latiguillos del country omnipresente, funciona como una aclaración del gran motivo conceptual/ temático del disco, esas lágrimas que en parte son sinceras porque responden a algún fracaso existencial o romántico y en parte son muy mordaces debido a que obedecen a los caprichos del corazón, su falta de inteligencia, las compulsiones del caso -sean del tenor que sean- y la necesidad de aprender de una buena vez de los errores y de todo lo vivido y sufrido.

 

Please Be Wrong, tema sutilmente parsonsiano, puede interpretarse como una diminuta odisea sobre los malentendidos verbales y las ansias en pos de salvar lo poco que queda del cariño antes de la separación terminal, aquí justo “al borde de algo hermoso”, y Story to Tell está sostenida en un piano muy beatlesco que vuelca el asunto hacia el pop semi confesional -otro de los fetiches históricos de Tweedy- a través de una letra que refuerza las ideas de vulnerabilidad y torpeza detrás del amor y de los vínculos en general entre las personas, siempre adeptas a mentirse y a ponerse máscaras para esconder la ternura, a lo que se suma ese recurso del “perdedor ganador” paradigmático del rock bohemio que señala la derrota mientras sitúa al supuesto loser como gran protagonista del idealismo desecho y estas historias que merecen ser contadas. La muy simpática A Lifetime to Find recupera el sustrato macabro y lo lleva al esquema retórico autoparódico de influjo dylaniano ya que aquí Tweedy hace todo lo posible para autoconvencerse de que la llegada de la parca es irreversible, que no sirven los arrepentimientos y el lamento por lo que nunca sucedió y que sólo resta aceptar la situación no tanto con hidalguía sino con inteligencia y buen humor, a sabiendas de que lo único que cada persona tiene es su propia mortalidad y nada más. Country Song Upside Down es un tema posmoderno hasta la médula en el que Jeff reconoce que su acepción del country -la alternativa, a nivel macro- le escapa sistemáticamente a la algarabía simplona, ingenua y/ o tontuela prototípica del género en favor de una profundidad que no suele decir presente en la música yanqui, de allí que pondere el hallazgo de una “canción country al revés” que no se puede cantar y para colmo nos bombardea con imágenes irónicas aciagas como un cielo moribundo, un arcoíris parpadeando, una cabaña oscura y unas aguas que también están perdiendo su color.

 

La popera Mystery Binds juega con guitarras narcóticas y cuasi lounge que van y vienen para lo que enfáticamente se anuncia como los últimos chispazos de lirismo onírico y solipsista de alguien que tomará forma de demonio entre anillos, artesanía de plata, un amanecer tormentoso, relámpagos desgarrados, caminos de arena y piedra, una bóveda dentro de una montaña, todas las monedas de las fuentes, automóviles y calles de oro e incluso “un niño devorado por el viento del oeste”. Sad Kind of Way es otra pequeña maravilla de la psicodelia barroca que explicita el marco temático e ideológico del disco, una vez más subrayando que la intención de fondo es ser feliz aunque desde la contradicción, “de una manera triste”, algo que también incluye al amor y a la belleza porque el odio y la fealdad siempre están presentes para balancearlo todo y evitar la repetición alienante o las utopías reduccionistas que niegan la praxis cotidiana y sus sinsabores. El cierre de la placa llega de la mano de The Plains, una trompada en el estómago del oyente en la que Tweedy vuelve a hacer gala de su insólito nihilismo humanista y en apenas tres estrofas llama a las cosas por su nombre como pocos artistas del presente lo hacen o lo han hecho recientemente: “es aburrido, eso no te lo dicen/ ‘espera’ es todo lo que repiten/ resulta difícil ver que nada cambie, es imposible lo lento que se desvanecen las cosas/ nadie se queja/ esperar es todo lo que hacemos/ resulta difícil acostumbrarse a sentirse útil cuando nunca dejas de sentirte usado/ me gusta aquí, en las llanuras/ por lo que veo en mi TV, no tiene ningún sentido ser libre cuando no existe otro lugar en el que preferirías estar”.

 

A diferencia de tantas bandas de la actualidad que se contentan con hacer mil veces lo mismo y encima cuando quieren “innovar” recuperan recursos del pasado ya largamente masticados y digeridos que no hacen más que volcar hacia la apatía lobotomizadora o el conservadurismo de la corrección política inofensiva perpetua, Wilco es una de las pocas agrupaciones del Siglo XXI con un discurso y una obra coherentes que hacen de la independencia su principal bandera y de las críticas al despropósito de nuestros días su núcleo espiritual. A pesar de una trayectoria accidentada repleta de desniveles en calidad, pasos en falso y algún que otro callejón sin salida, el grupo continúa atravesando una madurez espléndida que se siente cómoda saltando del indie minimalista de Star Wars y los coqueteos con el soft rock de Ode to Joy al country más clásico del álbum que nos ocupa, una colección muy disfrutable de 21 canciones que en un mismo movimiento en primera instancia recuperan una etiqueta estilística a la que habían rehuido con ahínco, la del country a secas en favor de los múltiples subgéneros del rock, planteo que simboliza una cierta paz para con el corazón musical de la banda y del propio Tweedy desde los días de Uncle Tupelo, y en segundo lugar aprovechan el doble significado de la crueldad del título del disco, una brutalidad que es posible encontrar no sólo en el entorno social que nos rodea sino también en nosotros mismos como cómplices y parte constituyente del país en el que vivimos, sin importar exactamente cuál fuese porque si hay algo que comparte el grueso de los mortales del nuevo milenio es el absurdo enrevesado cual patetismo tendiente a un suicidio relativamente solapado.

 

Cruel Country, de Wilco (2022)

Tracks:

 

Disco Uno

  1. I Am My Mother
  2. Cruel Country
  3. Hints
  4. Ambulance
  5. The Empty Condor
  6. Tonight’s the Day
  7. All Across the World
  8. Darkness Is Cheap
  9. Bird Without a Tail/ Base of My Skull
  10. Tired of Taking It Out on You
  11. The Universe

 

Disco Dos

  1. Many Worlds
  2. Hearts Hard to Find
  3. Falling Apart (Right Now)
  4. Please Be Wrong
  5. Story to Tell
  6. A Lifetime to Find
  7. Country Song Upside Down
  8. Mystery Binds
  9. Sad Kind of Way
  10. The Plains