Communication & Lies (2015, de Lee Seung-won, Competencia Oficial Internacional), por Martín Chiavarino
Refugios
La perversión tiene un lugar privilegiado en la cultura cinematográfica coreana. Communication & Lies (2015) lo deja bien en claro al desarrollar esta historia sobre una pareja sometida por las heridas que la vida les infringió. Siguiendo la relación imposible entre los dos protagonistas, Lee Seung-won crea un extraordinario film con una edición majestuosa que construye una historia de desesperación a partir de lo que elude.
La ópera prima del realizador coreano crea un complejo entramado de piezas que se van conectando entre una mujer ninfómana y mitómana que desempeña roles de maestranza en una escuela y un taciturno docente con serios problemas de ira. Ambos son parias rechazados, sin posibilidad de comunicación alguna entre ellos y con la sociedad, siempre intentando entregarse a la locura y el desmoronamiento moral y psíquico.
La película narra la relación en tiempo presente para dar saltos temporales continuamente hacia el pasado para contar el surgimiento de los traumas que destruyen la vida de ambos y los llevan hacia las perversiones sexuales y la violencia en una simbiosis que los potencia. Lee ofrece una obra difícil de digerir con escenas ampulosas en las que la calma precede a la tormenta y la incomodidad lleva a la depravación.
Hasta el final del film es imposible comprender la tragedia que atormenta a esta pareja, generando así una verdadera intriga que convierte a Communication & Lies en una gran película con un excelente guión sostenido en una vertiginosa edición. De esta forma, Corea del Sur vuelve a entregar una producción excelente sobre los traumas de nuestra sociedad y la imposibilidad de comunicación que nos consume.
Miles Ahead (2015, de Don Cheadle, Función de Clausura), por Emiliano Fernández
Si recordamos que venimos de un año caracterizado por tres propuestas musicales maravillosas como Straight Outta Compton (2015), sobre N.W.A., Love & Mercy (2014), acerca de Brian Wilson de The Beach Boys, y Amy (2015), sobre la malograda Amy Winehouse, una obra tan caótica e insuficiente como Miles Ahead (2015) hasta puede resultar decepcionante, sin embargo hay que tener en cuenta la figura retratada en esta oportunidad, nada más y nada menos que Miles Davis, uno de los artistas más difíciles de calificar dentro del generoso catálogo del siglo pasado. El debut de Cheadle detrás de cámaras, un talentoso actor reconvertido en director, adopta una clásica estrategia narrativa de las biopics, la de centrarse en un período de enajenación y/ o reclusión dentro de la trayectoria del retratado, para así invocar mediante flashbacks algunos momentos determinantes de su vida/ carrera: el realizador, guionista y productor decide concentrarse en el segundo lustro de la década de los 70, cuando un Davis -en la piel de Cheadle y dedicado al ostracismo- estaba encerrado en su departamento en medio de un vendaval de drogas, paranoia y violencia; contexto que encuentra su contrapunto en la relación del susodicho con Frances Taylor (Emayatzy Corinealdi), su primera esposa, matrimonio que dura unos diez años a lo largo de los 50 y 60.
La película funciona como una gran balanza en la que los puntos a favor y en contra están continuamente en una misma dimensión, por suerte volcando la experiencia hacia el saldo positivo, especialmente gracias al sacrificio y enorme inteligencia de Cheadle al momento de componer al trompetista, un trabajo que rankea entre lo mejor de su carrera actoral por lejos. El problema principal del film lo encontramos en el apartado formal/ estructural, ya que si bien la música está presente, lamentablemente la película privilegia una trama prescindible alrededor del robo de unas grabaciones del período (alegoría de su perfeccionismo de índole experimental) y el atajo narrativo del recuerdo fantasmal de su relación con Taylor (aparentemente el origen de las frustraciones del tramo final de su carrera).
En vez de construir un lienzo realmente abarcativo del fascinante viaje de Miles a lo largo de los años, Cheadle creó un opus algo esquemático que pretende reproducir aquel espíritu agresivo sobre todo a nivel de su vida privada, para colmo cargándole al retratado los dilemas relacionados con un pasado glorioso que ya no volvería más: en este sentido deben leerse las constantes referencias a álbumes como Birth of the Cool (1957), Kind of Blue (1959) o Sketches of Spain (1960), estrategia retórica que enfatiza su redundancia -vía el entramado de flashbacks- a través de la también aparición continua del Someday My Prince Will Come (1961), en cuya portada hallamos una foto de Frances (Davies la mira una y otra vez, y siempre se pierde en ella). Aún con sus inconsistencias e imprecisiones, el film cuenta con momentos de gran dinamismo y en conjunto constituye un buen primer paso hacia una biografía futura de Davies que abarque toda su carrera y profundice en su devenir profesional, dejando de lado los clichés ya anacrónicos que patentó la apabullante Toro Salvaje (Raging Bull, 1980).
Je Me Tue à le Dire (2016, de Xavier Seron, Competencia Oficial Internacional), por Martín Chiavarino
Un extraño mesías
Un hipocondríaco actor adulto de treinta seis años de películas clase B y técnico de calle debe cuidar a su madre enferma de cáncer, mantener a los traviesos y simpáticos gatos de ésta y consolar a su novia, una pintora rechazada por las galerías, en una película impregnada hasta la médula por un humor cáustico y una estética abrasiva. Esa es la trama del primer largometraje de ficción del realizador belga Xavier Seron.
La película, en blanco y negro, se centra en la relación de Michel, un hombre con mentalidad adolescente, con su madre y su novia. Tras enterarse de que su madre tiene cáncer, el hijo intenta hacer entrar en razón a la madre sobre la irracionalidad de sus gastos y sus acciones y pone la casa en venta para pagar las deudas contraídas. Su novia, a su vez, acepta acompañarlo a la casa de su madre mientras sufre una crisis tras ser rechazada por las galerías locales.
Michel descubre un bulto en su pecho e imagina lo peor, lo que lo lleva de consultorio en consultorio para enterarse de que está en perfecto estado de salud. Seron construye un extraordinario mundo hiperreal a partir de la exageración y la exaltación de las imágenes a través de su combinación con una música incisiva y una fotografía que busca la belleza en la imperfección. Je Me Tue à le Dire (2016) es, de esta manera, una extraordinaria comedia negra construida desde la necesidad de cada ser humano de reírse y aceptarse a sí mismo mientras la muerte nos acecha y la vida nos decepciona.