La Elección de las Armas (Le Choix des Armes)

Pandillas de ayer y hoy

Por Emiliano Fernández

Uno de los grandes directores olvidados de la cinematografía europea es Alain Corneau (1943-2010), señor que se paseó por la comedia, las aventuras, las epopeyas bélicas, los convites históricos, el melodrama y la semblanza musical, sin embargo su especialidad y el género donde supo brillar es el polar o policial negro francés, en este sentido a un período inicial de gloria, aquel de Policía Python 357 (Police Python 357, 1976), La Amenaza (La Menace, 1977), Serie Negra (Série Noire, 1979) y La Elección de las Armas (Le Choix des Armes, 1981), le sigue una fase inferior aunque todavía digna, esa que englobó propuestas muy variopintas como El Niño (Le Môme, 1986), El Primo (Le Cousin, 1997), El Segundo Viento (Le Deuxième Souffle, 2007) y Crimen de Amor (Crime d’Amour, 2010). Si bien no llega al nivel de la obra maestra de Corneau, Serie Negra, legendario trabajo con Patrick Dewaere basado en la novela Una Mujer Endemoniada (A Hell of a Woman, 1954), de Jim Thompson, La Elección de las Armas es una joya que sitúa en primer plano dos de las estrategias fundamentales del director y guionista a la hora de crear sus films, hablamos de la presencia de actores fetiche como en nuestro caso los extraordinarios Yves Montand y Gérard Depardieu, el primero también visto en Policía Python 357 y La Amenaza y el segundo en Fuerte Saganne (Fort Saganne, 1984) y Todas las Mañanas del Mundo (Tous les Matins du Monde, 1991), y el objetivo de unificar el polar primigenio, el clásico y la vertiente posmoderna, tres corrientes que tienen que ver con el realismo poético de los años 30 y 40 de Julien Duvivier, Marcel Carné, Jean Renoir y Pierre Chenal, la decadencia moral de los 50 de Henri-Georges Clouzot, Louis Malle, Jacques Becker, Édouard Molinaro y el Julius Dassin de Rififí (Du Rififi chez les Hommes, 1955) y la elegancia impasible de los 60 modelo René Clément, Jacques Deray, Claude Chabrol, Jean-Pierre Melville, Claude Sautet y Robert Hossein, entre otros. Corneau, en este sentido, formó parte de aquella generación de los 70 de Henri Verneuil, Robert Enrico, Pierre Granier-Deferre y Joseph Damiani alias José Giovanni, a su vez precursores de la última camada en verdad atractiva de realizadores especializados en el policial negro galo, esa de los años 80 y 90 de gente como Georges Lautner, Patrice Leconte, André Téchiné y Bertrand Tavernier, siempre teniendo presentes las fechas de aparición de los trabajos cruciales de cada uno dentro del formato porque en términos cronológicos muchas veces las camadas de cineastas se pisaban y/ o superponían.

 

La historia comienza con la fuga de prisión de Serge Olivier (Pierre Forget), un gangster entrado en años, y Mickey (Depardieu), un treintañero psicópata, con la ayuda de Ricky (Jean-Claude Dauphin), amigo heroinómano de la infancia del segundo que hace las veces de conductor ocasional, no obstante el asunto deriva en desastre cuando luego de reventar a dos uniformados Ricky los entrega por droga a un enemigo de Serge, Sylvain Constantini (René Bériard), el cual muere en la balacera mientras Olivier termina herido en el abdomen. Sin ningún otro lugar a donde ir, el dúo opta por visitar a un otrora socio criminal de Serge, Noël Durieux (Montand), hoy un terrateniente que se dedica a criar caballos, está casado con la bella Nicole (Catherine Deneuve) y se propone comprar en lo pronto una propiedad en Irlanda. Olivier es atendido por un médico de confianza pero no tarda en fallecer y los oficiales asignados al caso, el Comisario Bonnardot (Michel Galabru) y el Inspector Sarlat (Gérard Lanvin), el primero un zorro parsimonioso y el segundo un muchacho de pocas pulgas, se presentan en la mansión campestre de Noël por tratarse de un viejo conocido de Serge, momento que Mickey presencia y confunde con una denuncia del veterano contra su persona, por ello se produce un encontronazo inocuo con los esbirros de la ley y después el fugitivo extorsiona e intimida a Durieux y su esposa, de hecho interrumpiendo una cena con allegados al ricachón. Mientras Mickey se refugia en el domicilio parisino de un amigo un tanto mucho sumiso, Dany (Richard Anconina), y pasa seguido a ver a su hija pequeña, Karine (Karine Lenoir), fruto del encuentro de una noche con una mujer que se suicidó tres meses atrás, Durieux envía a Nicole a un hotel para protegerla y convoca a dos sicarios para que lo ayuden a encontrar y ya matar al ex reo, Jean (Christian Marquand) y André (Jean-Claude Bouillaud), así pronto dan con Ricky y pasan sin querer por la morada en la que Karine vive con su abuelo materno, contingencia que Mickey interpreta como un ultimátum y por ello se propone amedrentar a Nicole. El desarrollo narrativo arrastra aires de polar, neo western y drama de ribetes sociológicos en torno a la transformación de la sociedad francesa durante la posmodernidad, en esencia el típico salto de fines del Siglo XX e inicios de la centuria siguiente del Estado de Bienestar del pleno empleo y los derechos laborales y jubilatorios inviolables al neoliberalismo salvaje del nuevo milenio que muta en sinónimo de pobreza, desregulación, inestabilidad económica y una concentración atroz de la riqueza.

 

Sin olvidarnos de la faceta más literal de la intertextualidad que siempre estuvo presente en la carrera de Corneau aunque se manifestó con todo en sus últimos años, pensemos que así como El Segundo Viento fue una remake de una de sus películas favoritas, Hasta el Último Aliento (Le Deuxième Souffle, 1966), del supremo Melville, Crimen de Amor por su parte tuvo una relectura en manos de nada menos que Brian De Palma, Pasión (Passion, 2012), pero honestamente sin que el estadounidense lograse mejorar el opus original, La Elección de las Armas sintetiza todas las ramas anteriores del polar y asimismo añade ingredientes nuevos que van más allá de una narración meticulosa y encriptada que dosifica los datos o se despliega por retazos a medida que la desesperación va en aumento y la vehemencia también, pensemos por ejemplo en la referencia a la epidemia de heroína de la década del 70 y principios de los 80 en el Primer Mundo mediante Ricky o la música fascinante de Philippe Sarde que se mueve entre el clasicismo orquestal para Noël, el jazz sustentado en el contrabajo para Mickey y los pasajes experimentales de proto electrónica y musique concrète para los instantes de tensión, a lo que se suman aquel combo de armas, gritos y amenazas, las principales herramientas de intimidación/ persuasión en tiempos de crisis o locura, y una mirada melancólica general que se ve magnificada por las investigaciones en paralelo sobre Mickey de Durieux y los dos esbirros de la policía, Bonnardot y Sarlat, de esta manera descubrimos que fue boxeador, que jugaba al fútbol y que su vecindario fue gentrificado al punto de hoy en día resultar irreconocible, amén de los bloques deprimentes de departamentos de esos suburbios en los que viven las masas populares que trabajan para -y se trasladan a diario hacia- los centros urbanos más ricos, en pantalla el hogar de Dany y su familia. Si la puesta en escena sobria y documentalista sirve para exacerbar la ebullición del relato pero también para humanizar a los protagonistas, al igual que la presencia de la esposa, Nicole, y de la hija, Karine, otro pivote básico del film es la oposición permanente entre la alta burguesía de trasfondo/ prontuario mafioso y la picardía, angustia y furia del lumpenproletariado del hampa, además de esa policía tratando de unir ambos extremos en su pesquisa pero siempre fallando miserablemente porque en su cosmovisión el ecosistema pretérito de los “criminales caballeros” nunca se unifica con la marginalidad de las nuevas generaciones de facinerosos, evidentemente sin la riqueza ni la sutil serenidad de aquellos.

 

Deneuve resulta mayormente decorativa y Montand apabulla con su presencia escénica, no obstante es Depardieu quien se destaca en serio porque el intérprete está perfecto como una fuerza destructiva de la naturaleza que va y viene de manera improvisada o mejor dicho, a puro capricho. El burgués de excelente pasar económico, Durieux, desea enterrar su pasado para hacerse de una respetabilidad social farsesca, sustentada también en la esposa perfecta y la finca ganadera en Irlanda que anhela adquirir, en cambio el obrero precarizado de la muerte, Mickey, pretende recuperar su antigua vida delictiva ya desaparecida del período previo a la prisión, con todos sus contactos y aquella libertad homologada al privilegio de poder decidir el propio destino, pero descubre que el tiempo de reclusión le ha jugado en contra ya que pocos lo ayudan y todos lo acechan dentro de una espiral de índole sarcástica, en parte marcada por las propias y desafortunadas decisiones, en parte por el azar más cruel y en parte por un entramado comunal injusto que por supuesto es la pirámide plutocrática. Sin dudas el honor/ la traición y la supervivencia/ el dinerillo constituyen el motor de la existencia de la criatura en la piel de Gérard, dos horizontes que de modo progresivo saltan hacia el personaje de Yves porque la moral y la visceralidad asimismo se cuelan en su vida cuando la burbuja de la abundancia y el confort se rompe por la aparición del primero y su compañero circunstancial de evasión, Serge. El latiguillo conceptual de la pandilla a la que regresar, esa inexistente de Mickey, o a la que abandonar, aquella otra de Noël que por cierto sigue latente gracias al poder capitalista, recorre todo el metraje como un fantasma apesadumbrado al igual que la dicotomía complementaria que retrata la idiosincrasia de cada uno, el primero marcado por una impulsividad de impronta animalística y solitaria y el segundo caracterizado por la lógica o razón instrumental, en la trama desde ya volcada a una cacería con todos los recursos que la fortuna puede comprar. Cada uno protege lo que considera más preciado en su mundillo, una hija con la que jamás se intercambió palabra alguna y una pareja de la que resulta difícil desprenderse porque nunca se habían separado, malinterpretando la situación al creerlas amenazadas a pura paranoia cuando en realidad lo que anhelan tanto Mickey como Noël es la seguridad de que el otro no se convertirá en un problema en el corto plazo, panorama que los lleva a pretender matarse mutuamente para anular el peligro sin percibir los puntos en común hasta las postrimerías de nuestra odisea.

 

El polizonte bienintencionado, Sarlat, termina siendo más nocivo que los dos delincuentes juntos, de hecho matando por accidente a Nicole cuando regresa a su casona debido a una yegua enferma, en contraposición al veterano corrupto, Bonnardot, señor que está al borde del retiro, acumula un par de cadáveres en el placard y prefiere un enfoque menos enérgico basado en informantes y la paciencia a la espera del canibalismo dentro del hampa. Si por un lado la violencia es casi siempre caótica y ocurre tanto en pantalla como fuera de campo, no perdonando ni a las metrópolis ni al ecosistema bucólico, por el otro lado la confusión se extiende a la policía porque cuando en el desenlace el vengativo pero ciclotímico Durieux recoge a Mickey a la salida de un asalto bancario, desesperado por billetes y abandonado por Dany, de inmediato muta en cómplice del episodio a ojos de los oficiales. El burgués de Montand salva al psicópata tanto al principio como al final y aún así este último confunde sus gestos con perfidia o amenaza, primero cuando la policía visita la mansión y segundo cuando el vehículo de Noël y Ricky pasa casualmente por el hogar de Karine, sin embargo la astuta película de Corneau no sólo explora el pensamiento monotemático masculino sino también el régimen gregario de los varones, recordemos a ese Dany que se ve arrastrado al atraco al banco y a un sorpresivo robo en una gasolinera, cuya dueña está casi tan chiflada como Mickey (Maria Verdi). El pasado de Noël en tanto ladrón de bancos, como el nombre de la mocosa, recién se revela en el último acto, lo que conecta a la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial con el hampa parisina posterior cual salto del idealismo antifascista al pragmatismo correspondiente a una democracia burguesa ridícula controlada por las elites capitalistas y sus mafias. Hasta la “sabiduría” del oficial veterano, Bonnardot, eventualmente deriva en fracaso y muerte porque al identificar el aguantadero de Jean hace que en la redada subsiguiente se los vuelva a considerar cómplices al punto de provocar el óbito de Mickey a instancias de Sarlat, sin entender el entramado de hechos ni preocuparse por reunir la información faltante como suele suceder con las investigaciones de la policía. En última instancia prima la solidaridad no entre el aparato represivo, léase el comisario y el inspector, sino entre los delincuentes, las generaciones contrastantes en la anatomía de Montand y Depardieu, ahora vía el primero adoptando a Karine como si estuviésemos ante una flamante banda de criminales que hacen de la fusión otra estrategia de supervivencia…

 

La Elección de las Armas (Le Choix des Armes, Francia, 1981)

Dirección: Alain Corneau. Guión: Alain Corneau y Michel Grisolia. Elenco: Gérard Depardieu, Yves Montand, Catherine Deneuve, Michel Galabru, Jean-Claude Dauphin, Gérard Lanvin, Richard Anconina, Christian Marquand, Pierre Forget, Jean-Claude Bouillaud. Producción: Alain Sarde. Duración: 136 minutos.

Puntaje: 9