Manódromo (Manodrome, 2023), el segundo largometraje del cineasta sudafricano John Trengove luego de la relativamente similar La Herida (Inxeba o The Wound, 2017), cuenta con el privilegio de formar parte de un grupo selecto de películas que en otros tiempos era muy numeroso y hoy en día está prácticamente extinto, hablamos de los films fallidos pero interesantes que proponen diferenciarse o algún tipo de planteo vanguardista aunque por distintas razones no pasan de la promesa inicial o quizás una premisa básica auspiciosa sin demasiado desarrollo, en este sentido conviene tener presente que el séptimo arte del Siglo XXI ya ni siquiera suele ofrecer realizaciones de este calibre porque la enorme mayoría de los productos a estrenar son mediocres a secas o anodinos hiper intercambiables o estúpidos con el sello de “directo al olvido” grabado a fuego desde su mismo nacimiento. El opus de Trengove es muy errático, ampuloso y desordenado, por momentos pretendiendo duplicar la esquizofrenia del personaje principal, Ralphie (Jesse Eisenberg), y en otros instantes buscando una suerte de relato de emociones fuertes aunque de alcance ya más tradicional y vinculado al suspenso, sin embargo la ambición de la película es muy bienvenida y su idea de poner en cuestión a la masculinidad del nuevo milenio desde distintas perspectivas algo mucho contrastantes -e incluso bastante irrisorias, vale aclararlo- es algo que merece ser festejado por su obsesión conceptual de base en materia de escaparle a todo reduccionismo tontuelo del mainstream contemporáneo y a la tendencia hacia lo políticamente correcto.
Trengove, también el autor en solitario del guión, retoma de La Herida las exploraciones sobre tópicos como la homosexualidad, los ritos de iniciación, la crisis existencial y en especial el funcionamiento de las comunidades en el contexto actual, donde lo pretérito y lo posmoderno chocan todo el tiempo y para colmo deben sobrellevar toda esa presión entre pragmática y cínica de un entorno social cada vez menos solidario o más egoísta. Ralphie perdió su empleo hace poco en la industria del acero y sobrevive como conductor de Uber mientras su novia embarazada, Sal (Odessa Young), trabaja como cajera en una tienda de comestibles, lo que agrega angustia autobuscada a su vida porque fue él quien le insistió con tener al crío a pesar de no contar con el dinero suficiente en un sistema de salud como el estadounidense, de capitalismo salvaje. El protagonista, un personaje lacónico que fue abandonado por su padre cuando niño y gusta de comer golosinas de manera furiosa en soledad, suele concurrir religiosamente a un gimnasio en el que entra en contacto con dos sujetos que demuestran ser cruciales, primero un negro fisicoculturista llamado Ahmet (Sallieu Sesay), típico “objeto del deseo” paradójico en plena atracción/ repulsión por una homosexualidad reprimida, y segundo un narcotraficante menor de nombre Jason (Philip Ettinger), quien le presenta un culto masculino bizarro que vive como una supuesta familia en la casa de uno de sus miembros, Papá Dan (un mesiánico Adrien Brody), el cual junto a otro veterano, Papá Zander (Brian Anthony Wilson), lidera este grupo de varones célibes.
Retomando en clave semi queer aquella espiral de enajenación de Taxi Driver (1976), de Martin Scorsese, y El Club de la Pelea (Fight Club, 1999), la obra de David Fincher, más la claustrofóbica profesión del adalid de la primera y esa sociedad secreta varonil de la segunda, Manódromo analiza la incorporación de Ralphie en el colectivo de Papá Dan y compañía mientras se aleja emocionalmente de su novia, espía sistemáticamente a Ahmet, da rienda suelta a una insólita cleptomanía y sucumbe ante una serie de aparentes fantasías que lo acercan a la locura y borran la frontera entre realidad y alucinación, así un hombre disfrazado de Santa Claus le muestra el pene en plena calle y él asusta a un par de gays conduciendo su automóvil a toda velocidad, ataca sin explicación alguna a un sujeto en un baño público de un centro comercial, le pega con un bate de béisbol al Santa exhibicionista, encierra a Sal en una habitación del departamento que comparten cuando osa cuestionar su estado mental y llega al extremo de trompear de repente a Papá Dan, robarle una pistola, hacerse sodomizar por Ahmet y a posteriori pegarle un tiro en la fábrica donde trabajaba el morocho. El director y guionista construye bien los sucesivos instantes de tensión pero al mismo tiempo los desaprovecha mediante un anticlímax que se cuela una y otra vez cuando todo necesita explotar en serio, así una edición demasiado abrupta no consigue exprimir del todo los saltos al vacío del personaje y desencadena en el espectador la misma frustración que padece Ralphie, chiflado que salta de la ginosfera femenina al “manódromo” del título.
Dicho de otro modo, el principal punto a favor y en contra de la faena es la falta de decisión de Trengove, un especialista en generar angustia y al mismo tiempo fascinación a partir de su “no explicación” definitiva en lo que atañe a lo que sea que esté ocurriendo dentro de la cabecita trastornada de nuestro chofer de Uber, panorama psicológico convulsionado que parece deberse en conjunto al abandono de su progenitor, el despido de su trabajo, la preñez de Sal, su propensión a la delincuencia, la mentada homosexualidad no asumida, las quejas femeninas marca registrada y cierta pretensión de un respeto de vieja cepa que siente que no recibe de parte del mundo en términos generales, desde ya todo también motivado por la hilarante frase de apoyo que le regala el mandamás de su familia adoptiva, “hay una belleza asombrosa en ti, un poder cataclísmico para crear y aniquilar”. Entre el thriller delirante, el melodrama y la comedia negra de vocación hiper satírica, tanto para con la masculinidad light defensiva como para con el feminismo misándrico, castrador e infumable, la película deja flotando el hermetismo homoerótico de la secta de hombres castos, de hecho optando por no profundizar demasiado en la misoginia de fondo, e indudablemente ofrece una faceta del sorprendente y muy eficaz Eisenberg que no conocíamos hasta el día de hoy porque su costado nerd y/ o vulnerable aquí brilla por su ausencia, dejándonos en cambio con una psicopatía estrafalaria que no sabe qué quiere ni mucho menos cómo conseguirlo gracias a las muchas vueltas y giros absurdos de un relato en simultáneo interesante y bobalicón…
Manódromo (Manodrome, Estados Unidos/ Reino Unido, 2023)
Dirección y Guión: John Trengove. Elenco: Jesse Eisenberg, Adrien Brody, Odessa Young, Philip Ettinger, Sallieu Sesay, Evan Jonigkeit, Caleb Eberhardt, Ethan Suplee, Lamar Johnson, Brian Anthony Wilson. Producción: Ryan Zacarias, Riley Keough, Ben Giladi y Gina Gammell. Duración: 96 minutos.