19° BAFICI

Parte 3

Por Emiliano Fernández

El Bar:

NOCHES ESPECIALES

La nueva película de Álex de la Iglesia, El Bar (2017), supera sustancialmente el de por sí buen nivel de sus trabajos previos, Mi Gran Noche (2015) y Las Brujas de Zugarramurdi (2013), para posicionarse tranquila como la mejor obra del español desde la maravillosa Balada Triste de Trompeta (2010). Aquí una vez más nos presenta otro de sus relatos ácidos y nihilistas, extremadamente críticos para con la nauseabunda “condición humana”, en consonancia con una premisa de base centrada en un grupo de 8 personas que confluyen en un bar de Madrid y deciden no salir por la inquietante presencia de uno o varios francotiradores acribillando a cualquiera que traspase las puertas del lugar. Pronto todo deriva en una comedia negra demencial cuando los pintorescos protagonistas encuentran en el baño a un individuo visiblemente enfermo y de a poco la paranoia los impulsa hacia ese canibalismo que suele asomar la cabeza en situaciones dominadas por la claustrofobia, la ignorancia y el “sálvese quien pueda”. Con algo de la abstracción de El Ángel Exterminador (1962), otro tanto de las cuarentenas de la saga iniciada con Rec (2007) y una buena dosis de las pesadillas de entorno cerrado símil La Niebla (The Mist, 2007), la propuesta juega de manera magistral con el egoísmo, las barrabasadas, la idiotez y esa proverbial falta de paciencia que suelen enarbolar los humanos bajo presión, abriéndose camino hacia la gloria vía un puñado de escenas estrambóticas y dolorosas que resuenan en el cuerpo y la mente del espectador mucho tiempo después de finalizada la proyección…

 

The Love Witch:

NOCTURNA

The Love Witch (2016) es una película profundamente extraña, no tanto por su vocación retro de corte fundamentalista sino por la estrategia retórica/ formal de la que se vale para llevar a cabo su cometido. En un período de la industria cultural como el presente en el que las referencias a tiempos y obras de antaño son moneda corriente, y a decir verdad suelen cansar, este opus de Anna Biller va un paso más allá de la simple reconstrucción histórica de siempre (escenografía, vestuario, maquillaje, música, etc.) para adentrarse en un tono y un ritmo narrativo específicos (el pulso sosegado y los diálogos pomposos símil película de terror alucinado de la década del 60, ambos elementos resaltados desde las actuaciones, constituyen la matriz del relato). Quizás por momentos a la directora se le va un poco la mano con el mimetismo furioso -a mitad de camino entre la psicodelia y el melodrama macabro- en esta historia centrada en Elaine (Samantha Robinson), una joven hermosa que mató recientemente a su marido por despecho y luego aprendió las artes ocultas de las pociones amorosas para controlar a los hombres. Mientras se acumulan los cadáveres de amantes que no satisfacen las expectativas de la protagonista en cuanto al corazón y la dimensión erótica, el guión de la propia Biller va problematizando con perspicacia la cuestión de los géneros sexuales y los vínculos en las parejas, volcándose en todo momento hacia un feminismo muy freak que pondera una concepción de las mujeres hermanada a una sexualidad desinhibida, poderosa y cercana a la manipulación. De todas formas, el film se siente innecesariamente extenso a fuerza de escenas que se alargan más de lo debido, lo que impide que la obra crezca más allá de una corrección tan amigable como kitsch…