Los Muppets Conquistan Manhattan (The Muppets Take Manhattan, 1984, de Frank Oz, Baficito), por Emiliano Fernández
Sin llegar a ser tan estupendamente caótica y demencial como las dos primeras películas de la trilogía primigenia del eterno Jim Henson, Llegan los Muppets (The Muppet Movie, 1979) y La Gran Aventura de los Muppets (The Great Muppet Caper, 1981), de todos modos Los Muppets Conquistan Manhattan (The Muppets Take Manhattan, 1984) continúa siendo una aventura deliciosa e inteligente alrededor de esta gloriosa colección de títeres que en primera instancia aparecieron en Sam and Friends, luego en Plaza Sésamo (Sesame Street) y finalmente en El Show de los Muppets (The Muppet Show), una tira televisiva símil vaudeville que en su momento funcionó como el trampolín perfecto para que los hilarantes muñecos pudieran saltar a la pantalla grande. Dirigida por el maravilloso Frank Oz, colaborador de siempre de Henson y artífice de una gran carrera como realizador por derecho propio, la película baja conscientemente el nivel de locura del pasado para ofrecer en cambio un relato mucho más sosegado y lineal de sueños frustrados, trabajos mediocres y ascenso al estrellato, a su vez respetando las ironías, los devaneos absurdos y ese corazón sensible tan característico de los Muppets: aquí la fauna viaja a New York con la decidida intención de montar en alguna de las marquesinas de Broadway un espectáculo musical de su autoría, Manhattan Melodies, no obstante el ninguneo de los productores del rubro hace que la banda se separe y René termine trabajando en un restaurant y confraternizando con la hija del dueño del lugar, lo que por supuesto despierta los celos de una Miss Piggy un tanto psicótica. La obra incluye momentos memorables como la llegada a Manhattan, el cameo de John Landis, el robo en el parque a la cerdita, la secuencia de los Bebés Muppets, el encuentro con los publicistas y el desenlace con ese tan esperado casamiento entre René y Piggy. Retomando lo que decíamos al inicio, la que nos ocupa puede ser la menos lograda de las tres propuestas del período de Henson, quien fallecería en mayo de 1990, pero sin lugar a dudas resulta muy superior a la trilogía subsiguiente de la década del 90, compuesta por The Muppet Christmas Carol (1992), Los Muppets en la Isla del Tesoro (Muppet Treasure Island, 1996) y Los Muppets en el Espacio (Muppets from Space, 1999), un trío que a su vez fue dejado atrás en términos cualitativos -hasta ahí nomás- por los dos reboots de la factoría Disney, Los Muppets (The Muppets, 2011) y Muppets 2: Los más Buscados (Muppets Most Wanted, 2014). Más allá del hecho innegable de que ninguna entrega de esta catarata de películas estuvo a la altura de las dos obras maestras de Henson de los 80, léase El Cristal Encantado (The Dark Crystal, 1982) y Laberinto (Labyrinth, 1986), igual de evidente es que se extraña muchísimo en el contexto cinematográfico y televisivo contemporáneo la corporalidad y despampanante simpleza que ofrecían estos bellos títeres de antaño, frente a los cuales los CGIs más onerosos jamás podrán compararse porque la verdad que transmite la felpa es la del tacto y la de los seres vivos en general, mientras que la animación digital -incluso la más imaginativa- queda limitada a esa apariencia símil plástico que termina despersonalizando cualquier decisión narrativa que se precie de tal.
Les Faux Tatouages (2017, de Pascal Plante, Competencia Oficial Internacional), por Martín Chiavarino
Deja de llorar
La ópera prima de ficción del realizador canadiense Pascal Plante es una historia de amor entre dos jóvenes que se conocen en un concierto de bandas punk en la ciudad de Montreal, en la región franco parlante de Canadá. Theo (Anthony Therrien), un joven taciturno y apesadumbrado con habilidades para el dibujo y los tatuajes, acude al recital para festejar su mayoría de edad y ahogar sus penas. Allí conoce a Mag (Rose-Marie Perreault), una joven un año mayor que él que acaba de romper con su novio. Entre ambos surge una conexión amorosa muy cálida, tierna e intensa que sacará a Theo de su abatimiento.
Les Faux Tatouages (2017) es un film marcado por el pasado de los personajes, especialmente en el caso de Theo, que guarda un secreto que lo carcome y no le permite abrirse a su extrovertida y ampulosa compañera. Mag romperá de a poco sus barreras para llegar a su corazón pero el joven le advierte que en unos meses se va a mudar a otra provincia, cuestión que no impide que su relación progrese hasta el día señalado de la partida.
Pascal Plante crea así una hermosa obra cinematográfica con personajes atribulados por traumas que los empujan a la adultez, exquisitos primeros planos y bellas escenas de un amor cándido y juvenil que de a poco les da fuerzas a ambos para enfrentar las situaciones de las que han preferido evadirse. Melancólica y hasta por momentos triste, Les Faux Tatouages es un film sobre la transición de la adolescencia a la juventud, con las decisiones que ese cambio implica y la necesidad de espacio y privacidad, pero también es una película sobre la fugacidad del amor, el descubrimiento de uno mismo, las manías que no se pueden abandonar y las despedidas que parecen comienzos.
La Coherencia del Caos (2018, de Anahí Farfán, Artistas en Acción), por Martín Chiavarino
La teoría del cosmos
El primer documental de Anahí Farfán analiza la obra y las ideas del pintor argentino neofigurativo Luis Felipe Noé, padre del director Gaspar Noé, a través de los discursos y la obra del propio artista. La obra de Noé, uno de los fundadores del Grupo Otra Figuración en la década del sesenta, se caracteriza por una activa búsqueda de la ruptura de los esquemas pictóricos a través de las herramientas provenientes de las vanguardias artísticas. Así el pintor señala aquí que sus cuadros e instalaciones asemejan obras teatrales por sus características narrativas y escénicas que buscan el caos o lo reflejan.
El documental le permite a Noé definir también su teoría sobre el caos, sobre la que ha venido reflexionando durante muchos años. De esta forma el documental sigue la enunciación y la puesta en práctica de las tesis sobre la ruptura del orden y de la unidad respecto de la obra como metáfora y alegoría sobre la imposible unidad de la sociedad, siempre resquebrajada, pero también siempre anhelante de un supuesto orden que siempre presenta grietas.
Siguiendo las características de composición de las obras de Noé, Farfán también imbuye a su película de la noción de caos, contrastando imágenes y definiciones de la madurez del pintor con las de la actualidad a sus ochenta y cuatro años creando así un film que no solo recorre la carrera del pintor y su proceso creativo sino también sus ideas políticas, sociales y artísticas y su aporte a la pintura. La Coherencia del Caos (2018) es así un documental que indaga en el mundo pictórico de Noé para entender su obra y encontrar en las figuras que el pintor propone las relaciones de complejidad despelotada que rigen las sociedades.