Hellraiser

Penitentes de Leviatán

Por Emiliano Fernández

Hellraiser (1987), basada en la novela corta The Hellbound Heart (1986), junto con el resto del reducido derrotero como realizador y guionista del gran Clive Barker, léase Nightbreed (1990), inspirada en el trabajo literario Cabal (1988), y Lord of Illusions (1995), a su vez una traslación del cuento corto The Last Illusion, aparecido originalmente en la colección Books of Blood, Volumen 6 (1985), constituye para muchos fanáticos más una especie de religión alternativa que una simple experiencia cinematográfica vinculada al horror, algo que se deriva no sólo de la idiosincrasia artística tan particular del británico, ésta vinculada a la estética y el ideario sadomasoquista, sino también de la efusividad de su cine y enorme eficacia en materia de los sustos en general y esa capacidad para apartarse, precisamente, del resto de la producción de tantísimos colegas, los cuales de hecho son muy puritanos y jamás llegaron a igualar la visceralidad y urgencia de estas películas. En tiempos en los que nacía la insoportable corrección política de nuestro tiempo y esa obsesión del mainstream con caerle bien a los retrasados mentales más inocuos del público y la crítica, las décadas del 80 y 90, el señor consiguió abrirse paso como escritor, dramaturgo, cineasta, diseñador e ilustrador después de una primera fase de su vida en la que se desempeñó como taxi boy para sobrevivir porque en el comienzo la literatura no rendía lo suficiente ni mucho menos, período que definitivamente influyó en la representación poco complaciente del amor que podemos hallar en su obra, en la defensa de los marginados por la sociedad estándar, en cierto apego para con los engranajes narrativos del policial negro y en una interpretación a veces explícita y en otras oportunidades tácita de la homosexualidad que se diferencia de los mariquitas que se identifican con las mujeres, típicos del mainstream, y se relaciona con los putos que rompen culos en algún barsucho inmundo metropolitano, un planteo desde ya acorde con un placer que se confunde con el dolor más que con la gratificación inofensiva.

 

Lo que vino a posteriori de aquel pivote original e insuperable es más que conocido: con el transcurso de las décadas se acumuló la friolera de nueve secuelas en las que sólo las tres primeras involucraron algún tipo de colaboración -casi siempre como productor ejecutivo- de Barker, Hellbound: Hellraiser II (1988), de Tony Randel, Hellraiser III: Hell on Earth (1992), de Anthony Hickox, y Hellraiser: Bloodline (1996), opus de Kevin Yagher, todas escritas por Peter Atkins, un hombre de confianza de Clive desde sus inicios en el teatro avant-garde al igual que Doug Bradley, quien compuso al principal antagonista de la saga, Pinhead alias The Priest, hasta la horrenda trilogía de Rick Bota, Hellraiser: Hellseeker (2002), Hellraiser: Deader (2005) y Hellraiser: Hellworld (2005), siendo reemplazado por otros actores en un par de propuestas incluso peores, nos referimos a Stephan Smith Collins -con voz de Fred Tatasciore- en Hellraiser: Revelations (2011), de Víctor García, y a Paul T. Taylor en Hellraiser: Judgment (2018), de Gary J. Tunnicliffe, hasta el día de la fecha último eslabón del lote. Si bien se viene hablando desde el lejano 2006 sobre una supuesta remake de la epopeya de 1987, proyecto en el que estuvieron involucrados Patrick Lussier, Christian E. Christiansen, Pascal Laugier y dos célebres duplas del ámbito del terror, la de Julien Maury y Alexandre Bustillo y aquella otra de Marcus Dunstan y Patrick Melton, lo cierto es que el proyecto eventualmente se transformó en un reboot muy respetuoso y sutil de la franquicia que quedó en manos de la principal fuerza creativa detrás de cámaras, el guionista y productor David S. Goyer, muy conocido por las historias de Dark City (1998), de Alex Proyas, la trilogía del Blade de Wesley Snipes y la relectura de Batman a cargo de Christopher Nolan y Christian Bale, un profesional que consiguió el visto bueno de Barker -aquí productor- y reclutó al norteamericano David Bruckner como realizador, su tercer largometraje en soledad luego de las amenas The Ritual (2017) y The Night House (2020).

 

El resultado de semejante periplo es Hellraiser (2022), sin duda un film no muy original que digamos -nada podría serlo con diez películas previas- aunque bastante disfrutable y digno, muy lejos en términos de calidad de la propuesta primigenia pero cercano al nivel de la única continuación realmente interesante, Hellbound: Hellraiser II, la única basada en una historia original de Clive y verdadero corolario directo del opus de 1987, incluso se podría aseverar que el trabajo de Bruckner es un poco mejor que los dos films posteriores, Hellraiser III: Hell on Earth y la problemática Hellraiser: Bloodline, últimos eslabones potables y estrenados en salas cinematográficas antes de que todo se desbarranque con el primer “directo a video” de la franquicia, Hellraiser: Inferno (2000), del futuro experto en el género y por entonces debutante Scott Derrickson. Dejando de lado la opción de retomar la misma historia de The Hellbound Heart, algo ya hecho por Barker de manera brillante en su clásico ochentoso, el guión de Ben Collins y Luke Piotrowski a partir de una idea de ambos con Goyer, dúo responsable de las olvidables Siren (2016), de Gregg Bishop, Super Dark Times (2017), de Kevin Phillips, y Stephanie (2017), de Akiva Goldsman, apenas si se inspira en los conceptos fundamentales de siempre para construir una trama original que recupera a la Caja de Lemarchand o Configuración del Lamento, un rompecabezas con forma de cubo que abre la puerta a una dimensión donde habitan los cenobitas con Pinhead a la cabeza, criaturas andróginas y espantosamente mutiladas que gustan de desperdigar su credo del placer y el deseo más allá de lo socialmente o anatómicamente permitido. Roland Voight (Goran Višnjić) es un millonario de mierda que compra la Caja de Lemarchand en Belgrado, Serbia, sacrifica a unos gays para su causa de las sensaciones extremas y termina con un dispositivo mecánico de tortura en su tórax, provocando que seis años después el cubo acabe en manos de Riley McKendry (Odessa A’zion), una drogadicta en recuperación.

 

La película, distribuida a través del servicio de streaming Hulu, es formalmente impecable y sorprende el muy buen manejo de Goyer y Bruckner de los grandes latiguillos de la saga en materia de la estructuración dramática, por ello tenemos una primera mitad símil slasher sobrenatural para la presentación de personajes, aquí el noviecito de la chica Trevor (Drew Starkey), su hermano homosexual Matt (Brandon Flynn), el novio del anterior Colin (Adam Faison) y la compañera de este hogar colectivo Nora (Aoife Hinds), y una segunda parte a lo “Infierno en la Tierra” y/ o suspenso de enclave cerrado que gira alrededor de la mansión del malogrado Voight, el cual se esconde en los pasadizos del lugar a la espera de que los jóvenes entreguen su sangre y sus cuerpos a la Caja de Lemarchand y a los cenobitas para eventualmente pedir que le saquen del pecho el regalo del dolor fetichizado, castigo irónico de índole faustiana por mostrarse como un cobarde -indigno del hedonismo contracultural de todos estos “penitentes de Leviatán”- tanto ante los otros mortales, como por ejemplo sus víctimas -del cubito de las sorpresas salen cuchillas que cortan y motivan los diferentes estadios/ configuraciones del rompecabezas- y su abogada y suministradora de carne fresca Serena Menaker (Hiam Abbass), como frente a los amigos de Pinhead, en esta ocasión aún con voz grave y espectral aunque interpretado por una actriz, Jamie Clayton, quien se tuvo que comer esos queridos clavos en la cabeza con forma de cuadrícula. Desde el punto de vista del director, señor que participó en antologías varias como The Signal (2007), V/H/S (2012) y Southbound (2015), Hellraiser combina aquel desparpajo truculento de The Ritual con el enfoque surrealista más medido de The Night House, lo que nos deja con un buen desempeño en fotografía de Eli Born, en edición de David Marks y en música incidental de Ben Lovett, todo en función de una obra entretenida y con poco CGI -aunque redundante y sin sorpresas- que se beneficia de su prolijidad general y del carisma histérico de A’zion…

 

Hellraiser (Estados Unidos/ Serbia, 2022)

Dirección: David Bruckner. Guión: Ben Collins y Luke Piotrowski. Elenco: Jamie Clayton, Odessa A’zion, Adam Faison, Drew Starkey, Brandon Flynn, Aoife Hinds, Goran Višnjić, Hiam Abbass, Jason Liles, Yinka Olorunnife. Producción: Clive Barker, David S. Goyer, Keith Levine y Marc Toberoff. Duración: 121 minutos.

Puntaje: 6