Poemas

Pentalogía de la Muerte

Por Emilia Carabajal

Obertura

 

Donde la Madre exhorta a la Niña a practicar juegos infantiles pero ésta manifiesta su preferencia cadaverina, a la vez que sugiere asociaciones entre la muerte y la actividad agrícola ganadera. 

 

Mi niña, para dormirse,

Quiere ovejitas contar.

Que no cuento ovejas, madre,

Sino muertos, que son más.

 

Cierro los ojos y miro

A los muertos del corral.

“Un, dos, tres” yo no he contado

Que otros tres muertos ya hay.

 

¡Ay, cuánto muerto estaqueado!

¡Ay, cuánto muerto podrido!

¡Ay, cuánto muerto quemado!

¡Ay, cuánto muerto de frío!

 

¡Ay, niña, que por amores,

Debes flores deshojar!

No hurgo en las flores, madre,

Hurgo en los muertos, que hay más.

 

Ábreme, madre, el cerrojo

Que al jardín quiero pasar

¡Cómo está de florecido!

¡Cuánto muerto fue a brotar!

 

¡Ay, tanto muerto enraizado!

¡Ay, tanto muerto caído!

¡Ay, tanto muerto reseco!

¡Ay, tanto muerto sombrío!

 

Hay tanto muerto en el aire,

Hay tanto muerto en el río.

 

 

Abel

 

Yo, Abel, primero entre los muertos

Inauguro mi estirpe

 

Siembra soy de mi hermano

 

Toda la tierra es mía

Por mí ruge

Por mí se abre

De mí se impregna

 

Por mí toda la tierra es una llaga

 

No hay hermano que me guarde

 

(Mi hermano

Ninguna tierra es suya)

 

Brote de mí

Mi sangre

 

Surco de mí

Mi herida

 

Estigma de los mansos

Que me corona

 

Yo, Abel, pastor vuelto simiente

Fecundo el primero la tierra de sombra.

 

 

Alyona Ivanovna

 

El cerrojo

El cerrojo, Lizabieta

Que me matan

 

¿Por qué te demoras?

Son más de las siete

Debemos guardarnos

 

El cerrojo, apura

Son más de las siete

¿No oyes la campana del reloj que repica?

¿No ves la puerta abierta, el baúl rapiñado?

 

¿Por qué te demoras?

 

¿Qué te entretiene?

 

¿Las luces?

¿Las tiendas?

¿Las gentes?

¿El río?

 

Me matan, Lizabieta

Debemos guardarnos

 

Eres simple, no sabes

Son taimadas las gentes

Pérfido el río

Es la noche en las calles aunque el cielo esté blanco

 

¿A qué salir?

¿A qué abrir la puerta?

Me muero, Lizabieta,

Conviene guardarnos

 

¿No oyes, necia,

Que el reloj se calla?

¿No ves el cajón revuelto,

El baúl despojado?

 

¿Y ahora, simple,

A qué vienes?

 

Son más de las siete

¿No ves?

Me han matado.

 

 

Los suicidados de la comisaría 

 

Como un trofeo de una turbia cacería

Baila en la celda que da al sur un Pierrot raro

Henchido y rancio por el paso de los días

Sujeto el cuello a una soga, sujeta a un clavo

 

Boca ladeada, lengua y ojos saltarines

Piernas torcidas, pantalones enchastrados

Dirige a estos, sus airosos bailarines

Los detenidos que a declarar no llegamos

 

¡Giren y giren!

¡Den cabriolas en el aire!

 

Quedensé quietos

Que ahí asoma el comisario

 

Que no se pierda

Esta espasmódica cadencia

 

Como se pierde

El expediente en el juzgado.

 

 

Bala el cordero muerto por Abel

 

Pastor que del corral me arrebataste

Causando en mi rebaño una gran pena,

Vuélvase mi balido tu condena

Pues sangra aún el surco que labraste.

 

Cuando en el ara el filo me clavaste

Repetías: “El cielo me lo ordena”,

Mas no te hace piadoso tu faena,

Sino esbirro del Dios que te inventaste.

 

¡Hipócrita pastor, mi igual, mi hermano!

Ahora que te han matado con falsía

No finjas un candor que yo sé vano.

 

Si heriste con feroz alevosía,

No te asombre el azote de la mano

De aquel que más guardarte debería.

 

Los cinco poemas pertenecen al nuevo libro de Emilia Carabajal, El Coro Desmembrado (2023), disponible en el siguiente link con la posibilidad de que los lectores realicen una contribución a voluntad: https://ninardosnicaracolas.blogspot.com/2023/02/el-coro-desmembrado.html