Angst

Pormenores del éxtasis

Por Emiliano Fernández

A Gerald Kargl le llevó sólo 79 minutos, el metraje exacto del corte más popular de Angst (1983), para ser recordado como uno de los grandes autores del cine de las últimas décadas, sin duda uno de los pocos que podemos incluir en el rubro de los artistas de vanguardia en serio, aquellos que construyeron una obra -en esta oportunidad, literalmente una única obra- inigualable en todo sentido y con una idiosincrasia muy aguerrida. Tantos problemas financieros y tanta lucha en pos de encontrar distribuidores le generó la experiencia, que el director y guionista austríaco luego de su ópera prima decidió no volver a filmar nunca más y dedicarse a trabajos publicitarios por encargo. Gaspar Noé, dicho sea de paso, es uno de los máximos defensores/ difusores de la realización y bien podemos afirmar que el opus de Kargl constituye la génesis de toda la carrera del argentino porque pone de manifiesto esa predilección por el glorioso tratamiento exploitation de la crueldad y los juegos de cámara más enrevesados y floridos, ejemplos prácticos de una dialéctica de tipo experimental, inconformista y abrumadora que en el mercado anacrónico y puritano de nuestros días debe ser revalorizada en su justa medida para devolverle la pasión y el desenfreno freak al cine.

 

Precisamente, la película funciona como una suerte de composición musical que engloba tres elementos que por reglas tácitas del séptimo arte casi nunca van juntos, léase una historia orientada al shock y que podríamos rotular dentro de lo que después se conocería como thrillers hardcore de asesinos en serie, una catarata de comentarios por parte del protagonista en voice-over sobre su tendencia homicida y finalmente la genial fotografía de Zbigniew Rybczynski, el colaborador central de Kargl ya que el señor se desempeñó como coguionista, cameraman y editor del film. Pasemos al primer ítem, la trama en sí: inspirada en las correrías del psicópata Werner Kniesek, la propuesta en esencia nos presenta el día en el que un hombre sin nombre (interpretado de manera sublime por Erwin Leder) es liberado de prisión luego de haber pasado diez años encerrado por matar a una anciana por el solo impulso interno/ psicológico de tener que hacerlo. El protagonista primero ingresa a un café y se sumerge en fantasías de asesinar a dos chicas hermosas que están charlando, pero pronto desiste. A posteriori se sube a un taxi y justo cuando estaba listo para ahorcar a la conductora con los cordones de sus zapatos, ésta se da cuenta y él escapa despavorido.

 

El rol que ocupa el segundo factor, la contextualización general en voice-over, termina de adquirir su verdadero significado con el descubrimiento de un caserón con víctimas frescas bajo el viejo y querido adagio de “la tercera es la vencida”: el hombre ideó un plan de tortura y asesinato muy detallado que pretende efectivizar sobre cualquier ser humano que se cruce en su camino, sin preámbulos ni explicaciones ni alicientes morales de ningún tipo, por ello al toparse con la familia que reside en el lugar da rienda suelta a la algarabía homicida, esa que -en sus propias palabras- es de carácter explícitamente sexual debido a que el goce erótico está vinculado con el dolor, la angustia y en especial el miedo que el susodicho despierta en terceros. Mientras vemos el destino funesto que les espera a los tres habitantes del inmueble (una mujer mayor, su joven y atractiva hija y un hijo retrasado mental confinado a una silla de ruedas), los comentarios del victimario suenan de fondo con total frialdad relatándonos el maltrato y los abusos que sufrió a manos de su madre, su hermana, su abuela y hasta su padrastro. Este no es el típico asesino en serie todopoderoso del mainstream sino más bien un pobre diablo tan falible y torpe como cualquier otro, la mayoría del tiempo comportándose como un animal que sigue una compulsión a la que no puede desobedecer y que provoca que buena parte de su proyecto de “martirio escalonado” se caiga a pedazos tanto por su propia impetuosidad como por los sutiles avatares del azar.

 

Resulta en verdad fascinante presenciar el contraste entre la ausencia de esa inefable “prolijidad” y/ o lógica en las muertes y el tercer ingrediente al que hacíamos referencia más arriba, el trabajo de cámaras del dúo compuesto por Kargl y Rybczynski: si bien desde el principio de la película ambos arremeten con su extraordinario arsenal de tomas objetivas irreales desde las alturas, travellings de todo tipo, steadicams, arneses montados sobre los actores, tomas secuencia, primeros planos fulminantes de rostros desesperados, zooms temblorosos y aquella exquisita profusión de planos picados con algún que otro contrapicado, lo cierto es que sólo cuando comienza la masacre de turno (la cual involucra el ahogar, el estrangular y el acuchillar a las víctimas) llegamos a comprender del todo la irónica disparidad entre la improvisación caótica del protagonista a la hora de ejercer la violencia y la enorme meticulosidad del realizador y su director de fotografía al momento de registrar lo sucedido, casi siempre desde un ángulo oblicuo superior y mirando a los personajes cual entidad divina que se entretiene observando el horror gracias al simpático catálogo de perversiones que desfilan ante la cámara (una representante paradigmática de la técnica es la famosa escena de la necrofilia, secuencia que unifica el morbo más extremo con la gélida objetividad y el cuidado de la puesta en escena). Este choque entre la furia irrefrenable de naturaleza suicida y la experimentación formal marca al film en su conjunto.

 

Angst fue la madre de gran parte del espanto cinematográfico posmoderno, tanto en su vertiente indie y seudo documental símil Henry: Retrato de un Asesino (Henry: Portrait of a Serial Killer, 1986) como en lo que atañe al aparatoso enclave mainstream en la línea de Pecados Capitales (Seven, 1995), ambas asimismo obras maestras aunque incapaces de llegar al nivel de nihilismo del opus de Kargl debido a que las dos pretendieron generar empatía hacia las víctimas, un detalle que el film que nos ocupa ni siquiera se molestó en apuntalar porque -de hecho- no sabemos nada de los futuros cadáveres y poco nos importan ya que la única perspectiva que domina la narración es la del homicida desquiciado en la piel de Leder. Mención aparte merece la maravillosa banda sonora tracción a sintetizadores de Klaus Schulze, un miembro fugaz de Tangerine Dream que aquí dispara beats hipnóticos sobre mantras de índole asfixiante, a su vez combinados con algo de dream pop y hasta pasajes que remiten a un ambient minimalista sustentado en lo que parece ser una canilla goteando. Lejos de cualquier catarsis o válvula de escape, el horizonte que nos presenta la película es profundamente real porque coloca en primer plano la aleatoriedad del sadismo social a manos de los ciudadanos de a pie, la cual por supuesto se diferencia de la ferocidad y los arrebatos fascistas de las instituciones estatales y las fuerzas de represión, cuya vehemencia sí está direccionada a determinados sectores de la comunidad, sobre todo las clases populares y los grupos marginados. Casi como si estuviésemos hablando de una expresión de todo lo vedado en el inconsciente colectivo, incluidos los pormenores del éxtasis que puede desencadenar la destrucción de los diques de contención simbólicos de la cultura, Angst por un lado pone en ridículo a la psiquiatría, el sistema judicial y las cárceles (desde el inicio el muchacho nos aclara que les dijo a todos los que le preguntaron exactamente lo que querían oír para poder salir del presidio, ese que no corrigió ninguna de sus “inclinaciones”) y por el otro consigue apabullar mediante un revoltijo de sangre, vómito y semen que retrata al pánico y la atrocidad sin máscaras ni poses para burgueses almidonados, a sabiendas de que la doble incomodidad del espectador (la provocada por el sustrato temático en sí y los recursos enajenantes utilizados para construir esta “excursión de cacería”) constituye un tesoro a defender que nos aleja de cualquier zona de confort para obligarnos a presenciar el mundo circundante tal cual es, en su tormentosa falta de piedad.

 

Angst (Austria, 1983)

Dirección: Gerald Kargl. Guión: Gerald Kargl y Zbigniew Rybczynski. Elenco: Erwin Leder, Robert Hunger-Bühler, Silvia Ryder, Karin Springer, Edith Rosset, Josefine Lakatha, Rudolf Götz, Renate Kastelik, Hermann Groissenberger, Claudia Schinko. Producción: Gerald Kargl y Josef Reitinger-Laska. Duración: 79 minutos.

Puntaje: 10