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“La palabra pornografía (…) determina la representación gráfica de mujeres en su calidad de viles prostitutas”, escribió Andrea Dworkin en su libro Pornography: Men Possessing Women (Pornografía: hombres poseyendo mujeres, 1981). Es la definición que Peter Sotos citó en Pure Filth, el libro que escribió en colaboración con el pornógrafo Jamie Gillis. Una obra que combina ensayo, autobiografía parcial y escritura no creativa, con el grueso de su contenido compuesto por transcripciones de los diálogos de ciertas escenas gonzo filmadas y protagonizadas por Gillis junto a actrices sin nada que perder y prostitutas adictas al crack. Heces, orina y degradación son los primeros ingredientes que se insinúan detrás de las palabras transcriptas por el propio Sotos.
Pero Sotos sabe, siempre supo, que la pornografía es algo más, que hace falta ver pornografía para poder definirla. Que una feminista radical no puede definir la pornografía, simplemente porque las feministas radicales no se atreven a consumirla y, cuando lo hacen, no se atreven a admitirlo. Pornografía también es la representación gráfica de animales en su calidad de viles prostitutas, la representación gráfica de niños en su calidad de viles prostitutos, la representación gráfica de hombres en su calidad de viles prostitutos.
Peter Sotos sabe que la pornografía se ha vuelto ubicua. De la misma manera que Foucault demostró con acierto en La Volonté de Savoir (1976) que la expresión verbal del sexo no fue acallada por la Iglesia Católica a través del sacramento de la confesión, sino que se la controló, se la incentivó, se la multiplicó y se la capilarizó, en la modernidad el porno está, insinuado o explícito, en noticieros, programas radiales, periódicos, documentales, talk shows y, por supuesto, en las tan sujetas a la censura redes sociales.
Incluso antes de exponer en sus obras literarias a toda la compleja estructura del discurso pornográfico cotidiano y mediático, compilando y aprehendiendo la perversión polimorfa que también los más inocentes o los más puritanos vomitaban y volvían a deglutir delante de un micrófono, Peter Sotos llegó a definir un estilo único a la hora de perturbar utilizando sonidos. Sonidos articulados por organismos humanos, ni siquiera un ruido sintetizado. Volviendo coherente la anti-música. Aprovechándose de las ventajas del género spoken word, o palabra hablada; una continuación en la tradición del relato oral, del intento primitivo de perpetuar la información, del traspaso de la cultura de generación en generación. O, ¿por qué no?, del traspaso de la pornografía de generación en generación.
Porque esto es pornografía. Audible. Precisa. Porno auditivo. Eso es lo que es.
Cuando en el invierno de 1978/1979 la policía realizaba exhaustivas excavaciones en la casa del número 8213 de la avenida W. Summerdale, en Norwood Park, un suburbio de Chicago, Illinois, entre la multitud de curiosos que se apiñaba contra las barreras de contención esperando novedades había un joven de diecinueve años llamado Peter Gus Sotos. Peter se había graduado en la Holy Cross High School y ahora estudiaba en la Northern Illinois University.
Había sido en la escuela secundaria donde había leído In Cold Blood (A sangre fría), el recuento novelado por Truman Capote sobre el asesinato de una familia entera durante una noche de pesadilla, crímenes de dos ex convictos que buscaban un dinero que no pudieron encontrar. La lectura del libro con el que se inauguró el género non-fiction, antecedente directo del hoy tan popular “true crime”, marcó un antes y un después en la vida del joven Peter. Ya sus años en la Holy Cross High School habían estado marcados por la violencia. Pese a su enorme contextura física, las golpizas recibidas de y propinadas a sus compañeros habían sido constantes. Pero ahora la violencia se había reconfigurado ante sus ojos con la lectura de A sangre fría. En el mundo del crimen, de los asesinos seriales, de los violadores y de los torturadores nazis había un sentido implícito; el mismísimo lado oscuro de la especie humana se había ganado toda su atención intelectual.
Por eso se había pasado el invierno de 1978/79 junto a otros mirones observando cómo la policía sacaba, uno tras otro, envueltos en bolsas mortuorias, los cadáveres de muchachos que el asesino serial John Wayne Gacy había violado y asesinado durante los años anteriores. John Wayne Gacy, el mismísimo Payaso Pogo, un empresario de la construcción a quien todos los jóvenes locales conocían, porque solía darles empleo sin exigirles mayor experiencia.
Pronto Peter dejó la Northern Illinois University y se inscribió en el Art Institute of Chicago, donde estudiaría durante los próximos tres años y medio. La nueva década había empezado, y con ella el desarrollo de las ramas de eso que por entonces ya tenía nombre: la música industrial. Entre las bandas de punk más corrosivas y los proyectos experimentales que le interesaban al joven Sotos había un nombre que, por donde se lo mirara, resultaba ser la versión sonora de algo que este estudiante de arte estaba planeando.
Lo que se tenía entre manos era, por cierto, la preparación del primer número de una revista que pensaba producir en la soledad de su hogar y vender por correo a suscriptores, disquerías y librerías especializadas. Era una época en la que los paladares culturalmente exigentes debían tejer sus redes precariamente de Estado a Estado, de país a país y de continente a continente a través de cartas, avisos en revistas y programas de radio de índole cuasi-clandestina. La revista se llamaría PURE, y la banda que podía muy bien “musicalizarla” estaba del otro lado del océano.
Muy admirado por Peter Sotos, Whitehouse era el proyecto nacido de la mente tan lúcida como corrosiva de William Bennett, un escocés de dieciocho años emigrado a Inglaterra que había decidido abandonar la guitarra para siempre, adoptando el sintetizador Wasp que le había vendido el mismísimo Robert Rental (otro escocés emigrado a Inglaterra). Whitehouse se convertiría así, desde su primer disco (Birthdeath Experience, 1980), en la banda pionera y por siempre más representativa de un derivado de la música industrial que no podría ser superado en agresión ni siquiera por el noise japonés. ¿Por qué? Porque no de solo ruido modulado se componía el power electronics. El power electronics venía con un metatexto, residente este tanto en las letras gritadas como en las portadas, los fanzines, los afiches y las escasas entrevistas.
Con un nombre ambiguamente tomado de una revista pornográfica y del apellido de una activista inglesa anti obscenidad llamada Mary Whitehouse, durante 1981 Whitehouse había editado tres discos. La portada de Erector, el primero de los tres (tercero de la discografía oficial), ostentaba un pene erecto dentro de la luz de una candileja, recortada y pegada a mano sobre la funda. Le seguía Dedicated to Peter Kürten Sadist and Mass Slayer (Dedicado a Peter Kürten, sádico y asesino de masas), con “canciones” como Pissfun (Diversión con orina), Prosexist y Rapeday (Día de violación). Aquel prolífico 1981 había terminado con Buchenwald (sí, el campo de concentración nazi), conteniendo The Days at Florbelle (con título tomado de la novela del Marqués de Sade quemada luego de su muerte por su propio hijo, y perdida para siempre) y una pieza que resultaría profética: Incest 2, en alusión al número 2 de una revista europea de pornografía infantil. Claro que pocos por entonces tenían herramientas para entender el guiño transgresor.
Cuando en julio de 1982 fue lanzado el séptimo álbum, Whitehouse ya tenía un nuevo fanático, y ese era, claro está, Peter Sotos. El nuevo disco tenía por nombre Psychopathia Sexualis (como el célebre tratado del Dr. Richard von Krafft-Ebing), y la mayoría de las “canciones” llevaban por nombre el de un asesino serial. Peter Kurten, Edward Paisnel, Peter Sutcliffe, o bien el de una pareja de asesinos seriales, como fue el caso de Ian Brady & Myra Hindley. Cada una se iniciaba con la lectura en castellano (y una en catalán, por cierto) de un texto describiendo parcialmente las andanzas del criminal en cuestión. Gradualmente, la lectura da paso al paisaje sonoro de Whitehouse, que termina ocupando el lugar de la voz. Esa voz no es otra que la del mítico Jordi Valls (Vagina Dentata Organ), quien por entonces era el manager de la banda.
Fue por esos tiempos también que la tan particular combinación de ruidismo de sintetizador que caracterizaba a Whitehouse adquirió su nombre: power electronics, configurándose un género que ya por entonces había empezado a ser adoptado por otros artistas experimentales. Frecuencias agudas cercanas al acople, ruido blanco (o lluvia de televisor sin señal), drones que parecían provenir del ruido de una chapa siendo retorcida, secuencias que parecían inspiradas en frecuencias de radio sin sintonizar, nada de percusión, de vez en cuando sampleos nunca acreditados… Y la letra, cuando la había, eran diatribas violentas y soeces a cargo del señor Bennett, único miembro permanente de esta banda de formaciones fluctuantes que nunca superaron el formato de dúo o trío.
En febrero de 1982 Whitehouse dio el primero de una serie de conciertos que tendrían lugar en Londres, ciudad donde se había afincado el sello discográfico que le pertenecía al propio Bennett: Come Organization. Para el mes de noviembre ya habían brindado sus seis primeros shows, momentos todos en los que la confrontación con el público había terminado por ser definida como la cualidad principal: celebraciones rituales que recibieron el nombre de “acciones”, sin duda en una alusión a los infames Accionistas Vieneses. Actuaciones de menos de media hora, a menudo interrumpidas y sin reanudación debido a enfrentamientos con los presentes, casi siempre grabadas para la posteridad, y numeradas, incluso las fechas canceladas. La aturdida audiencia no solía superar el centenar de personas. Por entonces William, a cargo de la voz, era acompañado alternativamente por luminarias como Steve Stapleton de Nurse With Wound, Andrew Mackenzie de The Hafler Trio, Glenn Michael Wallis y el ingeniero de sonido David Kenny, ambos de Konstruktivists, o el australiano John Murphy (posteriormente en SPK, Current 93 y Death in June, entre otras bandas de culto), que se hacían cargo de los dos sintetizadores que flanqueaban al “cantante”.
Para la primera gira de Whitehouse propiamente dicha, que comenzaría con una “acción” en New York el 25 de marzo de 1983, seguida por otras doce en diferentes localidades de los Estados Unidos, William Bennett reclutó, en primer lugar, a Kevin Tomkins, quien debió dejar en pausa su propio proyecto de power electronics, Sutcliffe Jugend, con una cierta cantidad de discos editados por Come Organization.
El tercer miembro que William tenía en mente era Philip Best, un muchachito de quince años fanático de la banda, a quien habían conocido dos años antes, cuando este, con una fisonomía salida del elenco infantil de Les Quatre Cents Coups (1959), se había escapado de la casa de sus padres para ir a un show de Whitehouse. Philip tenía su propio y nada desdeñable proyecto de power electronics, llamado Consumer Electronics (con canciones como Fellatio o Fuck the I.R.A.), e incluso había tenido la dicha de telonear a su banda favorita en el mítico Centro Ibérico en 1982. Como si lo anterior fuera poco, había fundado su propio sello discográfico, Iphar, y por entonces ya había puesto a la venta casetes de Ramleh (el proyecto más popular y duradero de Gary Mundy, quien por entonces compartía departamento con Philip), Male Rape Group (proyecto conjunto de estos dos amigos, algo traducible como “Grupo de apoyo para hombres violados”), o bien el controversial compilado pro-nacionalsocialista llamado White Power, incluyendo a proyectos industriales y corrosivos del momento, una broma sarcástica y de mal gusto que pocos, incluso al día de hoy, han sabido entender.
Pero, volviendo a la gira por USA, había un problema: Philip Best era menor de edad, y sin la autorización de sus padres no podría salir del país. Por eso durante las primeras semanas de marzo Whitehouse ensayó como dúo (Bennett/Tomkins) con los sintetizadores, mientras el tercer miembro de esta nueva formación se preparaba para conocerlos en persona en New York apenas antes de unirse y tocar con ellos. Tocar con ellos sin haber tenido experiencia musical alguna. Este nuevo miembro no era otro que ese estudiante universitario llamado Peter Sotos, el amigo epistolar de William Bennett. El bagaje cultural de Sotos en materia de sordidez de la especie humana lo volvía incluso más calificado como miembro de Whitehouse que cualquiera que supiera dominar un sintetizador Wasp a la perfección.
De apariencia similar al piano eléctrico Fender Rhodes que usaba Ray Manzarek en The Doors para tocar en vivo las partes de bajo, el sintetizador EDP Wasp (avispa) fue un instrumento monofónico, bautizado como el insecto himenóptero por su color negro en toda la carcasa y los detalles amarillos en las perillas, los indicadores y las teclas, que en este instrumento eran “digitales”. Netamente por un motivo de costos, este sintetizador no contaba con un teclado mecánico, sino que las teclas estaban marcadas y delimitadas sobre una placa de cobre conductora por debajo de un adhesivo de vinilo, lo cual frustraba y limitaba a ciertos músicos que no podían demostrar su virtuosismo en vivo.
El Wasp fue creado en 1978 por Electronic Dream Plant (EDP), una efímera y pequeña empresa británica de sintetizadores, fundada por el ingeniero y diseñador Chris Hugget y el músico Adrian Wagner, descendiente del compositor Richard Wagner. EDP llegó a diseñar algunos sintetizadores más (el Wasp Deluxe, el Spider y el Caterpillar), pero por problemas financieros casi todos dejaron de existir a principios de los 80, siendo su mejor y mayor exitosa obra el pequeño Wasp, que al momento de su venta valía 199 libras esterlinas, unos 1284 dólares estadounidenses en la actualidad (2023).
El Wasp pudo haber sido un instrumento difícil de ejecutar, pero también fue uno de los más avanzados para su época, ya que se trató de uno de los primeros sintetizadores digitales que podían ser conectados a otros aparatos de EDP, creando un pionero sistema de enlace que predeciría al clásico sistema MIDI. El instrumento también contaba con un pequeño altavoz para poder tocar sin necesidad de amplificarlo, y solo necesitaba ser alimentado con un trafo de 9 voltios o con pilas, detalle que, sumado a su compacto tamaño, lo convertía en una herramienta sonora fácil de transportar.
El primer show de Whitehouse con Sotos ocupándose del Wasp (“Live Action 8”) tuvo lugar en el Pyramid Club, en el East Village de Manhattan, frente a unas doscientas cincuenta personas. Solo tocaron cuatro canciones, casi todas inéditas: Cock Dominant (Dominante fálico), Bloodfucking (Coito sangriento), Right to Kill (El derecho de matar, parte del primer casete de Sutcliffe Jugend, Campaign) y Anal American. Fue durante esta última, una diatriba de Bennett con elementos tomados de Phaseday, una pieza editada en el disco de 1980 llamado Total Sex, cuando el cantante se implicó por primera vez en uno de los actos más confrontancionales y cuestionables de las actuaciones en vivo de Whitehouse durante los ochentas: atacó a mujeres de la audiencia, dirigiendo sus manos hacia genitales y senos, generando el tipo de reacción que podría esperarse. Evitando deliberadamente entrar en consideraciones morales, bien podrían ser ubicados esos exabruptos teatrales un paso más arriba en el escalón de violencia que supieron disfrutar los futuristas en 1917 durante la presentación del Gran Concerto Futuristico de Luigi Russolo (quien también, en otra actitud facilista de los enemigos del arte, sería asociado con el fascismo).
El trío Bennett/Tomkins/Sotos volvió a tocar en New York al día siguiente, en un estudio de grabación llamado Sparkle Sound, y más tarde, el 5 de abril, en el Mudd Club, en el barrio Tribeca, la noche antes de que el lugar cerrara sus puertas para siempre. Entre la centena de asistentes a esta “Live Action” se encontraba la mismísima Madonna, habitué del bar.
En Kansas City, el 9 de abril tocaron en el VFW Hall, un club para eventos punk que había sido en el siglo anterior una iglesia presbiteriana. Compartieron la velada con el mismísimo William S. Burroughs, quien, además de precederlos con una de sus lecturas, soportó con cierto fastidio la prueba de sonido. Pero el desagrado del escritor no fue nada comparado con la reacción de los punks del público. No había escenario propiamente dicho, es decir, no había nada que separara al ruidoso trío de aquellos que empezaron a responder a los insultos que William Bennett mezclaba con las letras de canciones como Shitfun (Diversión coprofílica, cuya letra se apropiaba textualmente de algunas líneas de Los 120 días de Sodoma). Pasados tres cuartos de hora del inicio, y quedando apenas una veintena de asistentes (precisamente aquellos que pretendían hacer justicia por mano propia), el encargado del club tuvo la sensatez de cortar el sonido, dándole al trío la oportunidad de escabullirse.
Los problemas serios empezaron en Los Ángeles, donde dieron dos shows, el 15 y el 16 de abril. Los promotores locales de la gira habían estado recibiendo llamadas telefónicas y cartas anónimas informando que si Whitehouse cumplía con sus obligaciones artísticas en San Francisco, la próxima parada, donde tenían programadas tres “acciones en vivo” (una en una radio), sus miembros recibirían como represalia torturas similares a las descriptas en las letras de sus canciones.
La banda no dudó en adjudicar las amenazas al colega industrial más conocido de San Francisco, Monte Cazazza, un sujeto muy afecto a las bromas de mal gusto, capaz de envenenar con arsénico los platos de una cena de artistas a la que había sido invitado, además de quemar sobre la mesa el cadáver de un gato lleno de gusanos, y todo eso después de contratar un par de guardaespaldas con la orden de bloquear la puerta de salida del recinto.
Monte Cazazza era un gran amigo de los miembros de lo que había sido la banda Throbbing Gristle. La opinión que William Bennett tenía sobre Genesis P-Orridge no era la mejor y Monte lo sabía. Esta poca estima había tenido su pico cuando Come Organisation puso a la venta en 1981 un LP de ruidos callejeros llamado Bradford Red Light District, atribuido a The New Order, una especie de superbanda industrial que, según los créditos, incluía a la formación de Whitehouse (Bennett y Peter McKay), a Steven Stapleton y al propio Genesis. Por cierto, ninguno de estos dos últimos había participado en el disco, y mucho menos esto podía ser verdad en el caso de Genesis, a quien Bennett para colmo también le atribuía la autoría del texto introductorio que sobre un fondo blanco componía la portada.
Créase o no, las amenazas de muerte, sodomía o tortura hicieron mella en la banda, que entró en un estado de paranoia tal que, llegados a San Francisco, los obligó a cancelar las tres fechas. “California está llena de psicóticos”, declararía William. Una opinión que no pocos comparten…
Dieron el último show de la gira el 25 de abril de 1983, ante un centenar de personas, en Seattle, con un inusual set de trece canciones en total, todas con una duración más bien propia de un recital punk.
De regreso en Inglaterra, Bennett y Tomkins volverían a tocar en vivo el primero de julio, en una caótica fecha que requirió incluso la intervención de la policía y terminó con Jordi Valls detenido. Esta formación europea se completaba, de una vez por todas, con el niño terrible Philip Best, lo cual les valió la insostenible acusación policial y parental de haber secuestrado a este menor de edad.
En junio del mismo año, por cierto, el nuevo trío había puesto a la venta, en una única edición (única incluso a la fecha) de trescientos vinilos, el octavo disco larga duración de Whitehouse: Right to Kill, Dedicated to Dennis Andrew Nilsen. Dennis Nilsen era un necrófilo escocés que había sido la estrella de los diarios y noticieros londinenses en el invierno anterior, después de haber sido acusado de los asesinatos de doce jovencitos. Right to Kill sería el único trabajo de estudio de la historia de la banda en contar con la participación conjunta de la formación Bennett/Tomkins/Best.
Y prometiendo una nota sobre el recién mencionado Dennis Nilsen para el número 2 terminaba la entrega inicial de PURE, la revista que en forma clandestina puso a la venta Peter Sotos en enero de 1984, preparada mientras todavía era alumno del Art Institute of Chicago y asistía a las audiencias públicas del juicio contra los “Destripadores de Chicago”, un cuarteto de necrófilos, caníbales, satanistas y asesinos y violadores seriales de mujeres.
En las treinta y ocho páginas tamaño “carta” fotocopiadas en blanco y negro del primer número de PURE podía encontrarse suficiente material como para dejar ofendido o al menos escandalizado a casi todo el planeta Tierra. La portada misma contenía la foto de un pene eyaculando sobre una vagina. Claro está, no se trataba de una producción fotográfica ad-hoc, sino de algo extraído de una revista pornográfica. En el interior, más porno robado: porno sadomaso, masturbación masculina; y también fotografías tomadas de publicaciones criminalísticas, con cadáveres de gente asesinada, genitales de personas abusadas, de campos de concentración; recortes de diarios, por supuesto de la sección “policiales”; fotografías de los rostros felices de niños que habían terminado desaparecidos y/ o ultimados.
Odas a Robin Gecht (el miembro más prominente de los Destripadores de Chicago), a Henry Lee Lucas y Ottis Toole, a los nazis, al francés Joseph Vacher, a Ian Brady y Myra Hindley, siempre con detalladas descripciones de sus crímenes. En el caso de estos últimos, “los asesinos de los páramos”, Sotos incluye una transcripción de la cinta magnetofónica que fue hallada en la casa de la pareja, donde quedaron registrados algunos minutos del suplicio de la pequeña Lesley Ann Downey (10 años) hacia finales de 1964. Dicho registro había terminado por convertirse en objeto de morbo tanto para Peter como para la propia madre de la víctima, debido a los actos que se insinúan en el audio, alguno de los cuales (una violación oral, por ejemplo) no terminan de ser confirmados por una escucha atenta y en contexto -hay quienes afirman que la pareja estaba amordazando a la niña, mientras la fotografiaban antes de asesinarla-. También estaba la sección Up the Ass (Por el culo), donde se sucedían panegíricos a asesinos seriales homosexuales, como Larry Eyler, Dean Corll o John Wayne Gacy.
En PURE, por cierto, no había información editorial. Esto es, el nombre de Peter Sotos no figuraba en sitio alguno de sus páginas. Solo una casilla de correo de Chicago a la que dirigirse para encargar los números siguientes o enviar comentarios. El nombre de la revista no tenía, vale la aclaración, vinculación directa con Pure, el trío de power electronics guitarrero vinculado, por afinidad, a Whitehouse.
04. Whitehouse: Great White Death (1985)
Después de un año y medio como miembro más o menos fijo de Whitehouse, durante su participación en las acciones en vivo de abril de 1984 en Alemania había quedado en claro que los días de Philip Best estaban contados en la banda. Había cometido algunos errores que ofuscaron a Bennett, y el vínculo se había resentido.
William había impuesto una dedicación absoluta a los recientes miembros de Whitehouse. Ya en el número 15 de Kata, el fanzine oficial de Come Org. -verdadero antecedente de PURE-, se anunciaba: “Desde la gira americana Whitehouse ha implementado algunos cambios de personal. Kevin Tomkins, líder de Sutcliffe Jugend, & Philip Best de Consumer Electronics han formado una nueva y súper-poderosa Whitehouse con William Bennett. Consumer Electronics y S.J. han sido formalmente discontinuados & Whitehouse es el único grupo que queda en el sello”.
Con Sotos, que implícitamente seguía siendo un miembro de la banda para las actuaciones en los Estados Unidos, no habría problema. Peter no era un músico, siquiera en el sentido más amplio de la palabra.
Y así como Tomkins había acatado la orden de exclusividad de parte de Bennett, lo mismo se esperaba de Philip. Pero el adolescente, detalle no menor, no se había caracterizado hasta entonces, precisamente, por hacer lo que los adultos le ordenaban, y ya había tenido algunos episodios de desobediencia al líder de la banda.
En 1983, algunos trabajos de Consumer Electronics habían integrado compilados de Broken Flag (Bandera rota), el sello discográfico de Gary Mundy, de Ramleh, (por entonces) un dúo al que William, quizás celoso, injustamente consideraba una copia de Whitehouse. Para evitar ser descubierto por su ídolo, Philip cambiaba el nombre de su proyecto personal por seudónimos como Libertarian Recordings (en el split con Ramleh A Return to Slavery / Slaughter at Random) o el más evidente CE (en Axis Sally, nombre tomado de la denominación genérica que recibían las locutoras norteamericanas que trabajaban para radios nazis con el objetivo de bajar la moral de los soldados aliados, sugiriendo, con comentarios y presentando canciones de amor, que sus novias estarían en sus países siéndoles infieles). La gota que rebasó el vaso fue la participación de Consumer Electronics en el compilado Statement, de 1984, donde ocupaba la mitad final del lado B del vinilo con un trabajo dividido en cinco movimientos llamado From Hell. Ni el nombre del proyecto ni el de la pieza sonora figuraban en lugar alguno, dejándose un lugar en blanco en la etiqueta central del lado B del vinilo, aunque indicándose los cinco movimientos con un número 2 (las tres primeras canciones del surco correspondían, con sus nombres luego del número 1, a los ya mencionados Pure).
Bennett no tardó en descubrir esta última artimaña, y la Live Action en la mítica Batcave, en mayo de 1984, marcó en el calendario, de manera estimativa, los días que rodearon a la destitución del joven Philip. Quizás dolido en su juventud idealista, abandonaría la música hasta 1990, cuando se tomaría revancha como miembro oficial de Ramleh.
En junio de 1984 Peter volvió a reunirse con William Bennett y Kevin Tomkins para una nueva gira de Whitehouse por los Estados Unidos (más un concierto final en Montreal, Canadá). Después de una primera fecha en Chicago, el trío se desplazó hacia Madison, Wisconsin, donde tan pronto como terminó el show tuvieron que ser evacuados por la puerta trasera del popular G. S. Vig’s, para evitar ser linchados por la concurrencia. Siguieron fechas en Minneapolis, Detroit, Boulder, Los Ángeles y San Francisco (esta vez sin amenazas por parte de Monte Cazazza). En Olympia, estado de Washington, la “acción” debió ser interrumpida y cancelada a minutos de empezar, cuando el club Tropicana fue invadido por fundamentalistas cristianos que, incentivados por la banda, armaron una trifulca tal, que fue necesaria la intervención de la policía para evitar una buena golpiza mutua.
Para la acción en vivo nro. 42 tuvieron como teloneros a Malfunkshun, un power trío proto-grunge que incluía como bajista y cantante a un muy drogado Andrew Wood, futuro cantante de los Mother Love Bone.
Entre noviembre y diciembre de 1984 William Bennett, sin otra ayuda que la del leal ingeniero de sonido y productor Dave Kenny -guitarrista y miembro de la banda Konstruktivists en los días de su primer disco (A Dissembly, 1983)-, grabó el noveno disco de Whitehouse, Great White Death (Gran muerte blanca).
Se trató de un disco con canciones como Rapemaster (El maestro de la violación) o I’m Coming Up Your Ass (“Estoy subiendo por tu recto” o “Estoy acabando en tu culo”, expresamente dedicada a Chuck Traynor, el marido/manager/proxeneta/violador de Linda Lovelace, la actriz de la película Garganta Profunda), y en el que figura la primera pieza con Sotos acreditado como autor (junto a Bennett y Kevin Tomkins): Ass Destroyer (Destructor de culos). Con una letra a mitad de camino entre una tarjeta de San Valentín y la llamada telefónica anónima de un pervertido sexual, entre variados alaridos y declamaciones, puede escucharse a William manifestar: “Eres la única / La única que elegí / Es tu día de suerte / No recibirás compasión”.
Great White Death fue puesto a la venta en febrero de 1985, después de que tuviera lugar la última actuación de Kevin Tomkins con la banda, el 19 de enero en Barcelona (acción en vivo 46). Esta vez él y Bennett habían compartido formación con Glenn Michael Wallis.
Y pese a que en el arte interior del disco figuraban fotografías individuales que indicaban como miembros oficiales de Whitehouse a Sotos, Bennett y Tomkins, para entonces este último había decidido dejar Londres como lugar de residencia, mudándose cerca de la casa de sus padres, contrayendo matrimonio y, de momento, abandonando la música. Y la había abandonado hasta tal punto que ni siquiera Bennett tuvo forma de volver a hablar con él: no había dejado ni una dirección ni un teléfono que permitieran contactarlo.
A mediados de 1985 el hogar de William Bennett, en su ausencia, fue saqueado por ladrones. Se llevaron prácticamente todo lo que tuviera un mínimo valor, y eso incluyó sus discos y sus equipos de sonido. Con Whitehouse convertida una vez más en el proyecto de una sola persona, la pérdida de sus bienes hizo que Bennett decidiera abandonar Londres, para afincarse en Barcelona, ciudad de la que se había enamorado durante los días de la última actuación de la banda. De esa manera, hasta nuevo aviso, el más popular de sus proyectos quedaba disuelto.
En el noroeste de Inglaterra, en Newcastle-upon-Tyne, en uno de los dos únicos lugares cerrados habilitados para eventos musicales, un diminuta sala en la Torre Morden (que además era un residuo de la muralla que rodeaba la ciudad durante la Edad Media) el 12 de octubre de 1983 la formación europea de Whitehouse había compartido una fecha con dos proyectos de música industrial que se convertirían en emblemáticos: se trataba de Ramleh y de los locales The New Blockaders. Whitehouse cerraba la velada y, como podía haberse sospechado, las cosas terminaron mal. En mitad de la “acción” William Bennett le dio un cachetazo a una muchacha de la primera fila, y esta reaccionó con una trompada en uno de los ojos del cantante. Como resultado, la banda siguió tocando pero delante de una sola persona, el único que decidió quedarse cuando la treintena de asistentes decidió retirarse en solidaridad con la joven golpeada. Como resultado, las disquerías de Newcastle se negaron a vender discos de Whitehouse durante varios años.
The New Blockaders eran los hermanos Richard y Philip Rupenus con un invitado especial: John Mylotte, un joven de 21 años obsesionado con el ocultismo. Siempre dentro del rubro de la música industrial, los tres, junto a Sean Breadin (23 años), por entonces eran los miembros de una banda llamada Citipati, nombre de un dúo de deidades del budismo tibetano, dos esqueletos, varón y mujer que, una vez invocados, se supone que hacen gala de una furia algo destructiva.
Por esos días, Citipati celebraba la salida de dos piezas en sendas compilaciones en casete: Circumcise the Foreskin of Your Heart (“Circuncisa el prepucio de tu corazón”, nombre tomado textual del versículo 16 del capítulo 10 del Deuteronomio), del sello independiente Do Easy, y Le Couperet: Music for the Crimes of Dr. Petiot (“La cuchilla: Música para los crímenes del Dr. Petiot”, un médico francés, asesino serial, ejecutado en una guillotina en 1946), editado por el sello de los Ramleh, Broken Flag, y donde también participaba como solista John Mylotte, aunque bajo el seudónimo de Sir Ashleigh Grove.
Pero no era Citipati la única banda que aglutinaba al cuarteto Rupenus/Rupenus/Mylotte/Breadin. Como rama musical de la humilde logia esotérica Gentlemen of the Club, en la cual estos muchachos eran acompañados por algunos otros, ya existía desde abril de 1983 Metgumbnerbone, un proyecto de música ritual improvisada que también incluía, si bien de manera fluctuante, a amigos como Mike Watson y Clive Powell.
Con un nombre inventado por ellos mismos e inspirado en Metzengerstein, el título del primer cuento de E.A. Poe, y liderados por Mylotte, los Metgumbnerbone, después de alguna actuación en vivo en la Torre Morden (llamaban a sus shows “rituales”), habían decidido dejar de lado los sintetizadores y abocarse a los instrumentos acústicos. Lo cual no implicaba el uso de instrumentos de cuerda, precisamente. Metgumbnerbone usaba gongs, cuencos tibetanos, trompetas hechas con fémures humanos, calaveras también humanas, pedazos de metal, de vidrio y de madera, flautas, silbatos, campanas… Y los ruidos de los propios ambientes elegidos para llevar a cabo las grabaciones, siempre en vivo y por supuesto sin público; lugares que no eran, precisamente, estudios de grabación…
De madrugada, a la luz de velas, y utilizando un grabador de casete a pilas, los Metgumbnerbone se introducían en silos vacíos, en túneles ferroviarios, en molinos, bosques o en las ruinas industriales que abundaban junto al río Tyne. Acompañaban la instrumentación -afín a la de la “música” incidental grabada en 1974 por Tobe Hooper y Wayne Bell para la banda sonora de The Texas Chainsaw Massacre (un verdadero ejemplo de proto-industrial)- con impecables vocalizaciones que bien podían pasar por cantos fúnebres. Folk-horror sonoro, ni más ni menos. A veces también grababan en el “Templo Metgumbnerbone”, que no era otra cosa que el ático del departamento de John Mylotte, equipado con un altar ceremonial.
Las cosas marchaban relativamente bien para Metgumbnerbone. Después de haber editado un casete en forma independiente (Drëun) habían logrado cerrar contrato con un sello de Leeds, y así, antes de que 1983 terminara, había sido puesto a la venta el vinilo Ligeliahorn (otro nombre inventado e inspirado en otro cuento de Poe, Ligeia).
Planeaban poner a la venta un tercer trabajo, el casete For the Raven (Para el cuervo), por medio del sello austríaco especializado en música ritual industrial Nekrophile Rekords, cuando la ley les cayó encima.
Durante la segunda mitad de 1984, una investigación policial por saqueos en tumbas y criptas durante un par de noches de un cementerio local, condujo a los arrestos de cinco músicos de entre 19 y 24 años, todos miembros de la logia Gentlemen of the Club: John Mylotte, Alan English, Sean Dower (de la banda Death Magazine 52), David Stewart (proveniente de la ciudad vecina de Gateshead) y John Smith (habitante de Hartlepool, ciudad del condado vecino de Durham). John Smith ese mismo año había estado grabando material similar al de Metgumbnerbone junto a Mylotte y Dower, encerrados en un silo para betún en Derwenthaugh, para un proyecto que no vería la luz hasta el año 2013.
El cementerio en cuestión era Westgate Hill, del barrio de Elswick, un camposanto inaugurado en 1829 que, hacia los días de las profanaciones de los Gentlemen of the Club, se encontraba en desuso y completo abandono. Como ejemplo valía una de las criptas en las que Mylotte ingresó, luego de que los demás abrieran un boquete en el mármol y el cemento: pertenecía a una familia que no había hecho uso de la misma desde hacía más de 130 años.
De los cinco hogares allanados por la policía, quizás el más interesante haya sido el departamento de Mylotte, en la breve avenida Northcote, en la planta alta de una farmacia. Sobre la mesa de la cocina se apilaban calaveras y fémures. Estos últimos tenían como finalidad ser agujereados para convertirlos en trompetas tibetanas. Y después estaban, además del mencionado altar, cabezas de muñecas, frascos con incienso, y una linda colección de libros sobre magia negra, desviaciones sexuales, misticismo tibetano, canibalismo y sacrificios humanos.
En total, entre los cinco allanamientos se estimó que se habían recuperado huesos correspondientes a diez cadáveres, hombres, mujeres y niños; además de una placa de cobre con los datos de uno de los difuntos. Los cinco amigos no tuvieron más remedio que confesar los delitos por los que se los estaba acusando: apertura y robo de tumbas.
Smith y Dower, por ser estudiantes universitarios y no haber tenido en su poder huesos, solo recibieron un poco más de un centenar de horas de trabajo comunitario cada uno. A Stewart y a English les cayeron doce meses de prisión, pero Mylotte, sindicado por la jueza como el cabecilla del supuesto culto, se llevó la peor parte: 18 meses de condena. Condenas estas que se repartían entre meses de prisión efectiva, meses de arresto domiciliario -que incluía no poder salir por la noche y reportarse dos veces por día en la comisaría- y meses de libertad condicional.
Iniciado el año 1985, Peter Sotos recibió una carta proveniente de Newcastle. Era un joven que quería comprarle un ejemplar del número 2 de PURE, a la venta desde finales de 1984. Con cierto orgullo le contaba que él y cuatro amigos más habían terminado condenados por haber robado huesos de un cementerio. Sotos respondió junto con la revista solicitada. Ignorando que quien le había escrito era miembro del clan fluctuante del que había salido Ligeliahorn, ese disco que tenía en su casa, en su misiva lo felicitaba y le preguntaba, animus iocandi, si el robo había tenido algún tipo de finalidad sexual.
Lo que ninguno de los dos sabía era que los hogares de los cinco profanadores de tumbas condenados por la ley estaban siendo monitoreados por Scotland Yard, y eso incluía que el correo entrante y saliente estuviera siendo revisado en secreto. Hacía ya varios años que se había puesto a la venta el libro Michelle Remembers, escrito por el psiquiatra Lawrence Pazder y una de sus pacientes, Michelle Smith, una joven que afirmaba haber sido víctima de abuso ritual satánico en su infancia. El impacto de ventas del libro había sido tan fuerte que poco a poco había empezado a instalarse en Estados Unidos e Inglaterra una forma de psicosis y/ o histeria que hacía intuir casos de niños abusados por las noches en ceremonias orquestadas por padres miembros de sectas satánicas sumamente herméticas. Y lo que los inspectores de Scotland Yard temían, estúpida e inocentemente, era que el caso de los profanadores de tumbas de Newcastle-upon-Tyne estuviera relacionado con algún tipo de actividad satánica, por supuesto, con menores de edad, tal como los parámetros de la psicosis colectiva en paulatino ascenso lo prescribían.
En marzo de 1985, el sobre de Peter Sotos dirigido al miembro de los Gentlemen of the Club fue interceptado por Scotland Yard. La carta llegó a escandalizarlos un poco, pero la señal de alarma fue disparada cuando posaron sus ojos sobre la segunda entrega de PURE.
El contenido era análogo al del primer número, aunque se agregaba un editorial con notas de actualidad relacionadas con asesinos seriales por entonces activos, siendo juzgados o cumpliendo condena. Las imágenes pornográficas contenidas en el interior eran algo más profusas, y si bien en su amplia mayoría se trataba de penes eyaculando, en un collage de página completa se mezclaban esos penes con fotos de niños abducidos -recortes de diario que incluían, debajo de cada rostro, un sumario de la desaparición respectiva-. Aun así, no podía hablarse de que ese mash-up gráfico, aunque chocante y controversial, pudiera ser considerado pornografía infantil.
Lo que sí podía ser considerado pornografía infantil, quizás no por el contexto en que aparecía -una revista de true crime corrosiva y extrema, casi sensacionalista- sino, definitivamente, por el contenido en sí y su procedencia, era la foto utilizada en la portada. En la entusiasta reseña de los dos primeros números de PURE que escribió para la edición doble con los números 7 y 8 de la revista Forced Exposure, en el verano de 1985, Steve Albini, por entonces viviendo en Chicago y miembro de la banda Big Black, se encargaría de resumir lo que vio la policía inglesa: “un tipo que abre el diminuto agujero de una niñita para que su leche pueda salir”.
La fotografía había sido fotocopiada del número 4 de la mencionada revista Incest, un producto, se reitera, producido por y para pedófilos. PURE, por su parte, era una publicación que, amparada por la primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, jugaba al límite, incluso superándolo; buscaba shockear, exponer la escoria de la Tierra, regodearse con plena conciencia de la futilidad que reside en la empatía cuando de las consecuencias de la aberración insuperable de la especie humana se trata.
Peter Sotos no se exponía como el autor de PURE en página alguna de la revista, pero con sus datos en el remitente del sobre dirigido desde Chicago hasta Newcastle y lo manifestado en la carta que acompañaba el envío y la carta previa que lo había solicitado alcanzaba y sobraba para ponerlo en la mira de la ley. Scotland Yard hizo analizar el contenido de la revista por sus peritos psiquiatras, y la conclusión, teñida por la histeria del abuso ritual satánico de menores, estaba servida: se encontraban, dijeron, frente a alguien muy peligroso.
Se notificó a la aduana del aeropuerto de Chicago, que su vez remitió a la policía local una copia del número 2 de PURE, y desde entonces el inmueble del barrio de Lincoln Park donde se ubicaba el departamento que Peter Sotos, con solo 25 años, habitaba en soledad, como un archivista del horror, estuvo permanentemente vigilado. No tardó él mismo en comprobar que su basura estaba siendo revuelta y que su correspondencia estaba siendo abierta antes de que llegara a su buzón, pero no se preocupó. Si bien desconocía la causa concreta de esa invasión a su privacidad, se sentía por completo protegido por el derecho a la libertad de expresión que las autoridades de su país, se suponía, tenían que respetar. Por lo tanto, siguió viajando a diario a la ciudad vecina de Evanston, donde trabajaba en una tienda de discos usados, mientras preparaba el tercer número de su revista.
Nueve meses de vigilancia habían transcurrido cuando, siendo las siete y media de la mañana de un miércoles 4 de diciembre de 1985, dieciocho policías irrumpieron en el departamento de Peter Sotos, en el inmueble ubicado en el número 748 de la avenida W. Belden. Por la puerta delantera y por la puerta de servicio, después de haber forzado las cerraduras. Encontraron al autor de PURE por completo somnoliento, y tan aturdido que no dudó en firmar la hoja que le pusieron delante de la cara. No había por qué no hacerlo: le dijeron que solo estaban informándolo de los derechos que le asistían a cualquier ciudadano en un caso de allanamiento judicial.
No les fue difícil catalogar el material que iban secuestrando. Como alguna vez le había dicho su amigo Steve Albini mientras curioseaba en una de sus bibliotecas llenas de cintas de video pornográficos (incluidas parafilias como la zoofilia), o bien documentando casos de asesinatos y abusos, “No es el contenido lo que encuentro perturbador, ¡sino el hecho de que esté en orden alfabético!”. Respecto de la mismísima revista Incest 4, la encontraron abajo de la cama.
Las estupideces esperables de las fuerzas policiales se sucedieron, por supuesto. Cuando uno de los oficiales vio una copia del simple Stay with Me Tonight de Alex Fergusson (guitarrista de Alternative TV y Psychic TV), le pidió que lo pusiera en el tocadiscos. ¿El motivo del interés? En la portada del disco, sobre un fondo rojo, aparecía recostado un oso de peluche. Como una broma del destino en relación indirecta con el disco de Fergusson llamando la atención de un policía caza-pedófilos, el dibujo de un oso de peluche terminó siendo, en la era de la Internet y bajo el nombre de PedoBear, un meme en clave para señalar actitudes o actividades propias de un paidofílico. Para suerte de Sotos, por entonces este símbolo no había sido todavía inventado. Algo más incriminatoria resultó ser la aparición, no demasiado lejos, del LP Ligeliahorn, de Metgumbnerbone. La posibilidad de una comunidad satánica entre Inglaterra y Estados Unidos estaba servida.
Sotos fue arrestado y conducido a la estación de policía más cercana, donde fue puesto en custodia. Teniendo en cuenta ciertas manifestaciones de índole racista vertidas en los textos de PURE, además del llavero con una esvástica que el detenido llevaba encima, los policías se aseguraron de que compartiera celda con detenidos de raza negra. Se le presentaron cargos por obscenidad y posesión de pornografía infantil.
En los noticieros de esa misma noche, el arresto fue cubierto con lujo de detalles. A tal punto, que ninguno de los tres noticieros locales tuvo el menor pudor al mostrar la foto de la vulva de la niña abusada para la producción del número 4 de Incest. En la conferencia de prensa, el asistente del fiscal del estado de Illinois se mostró orgulloso por haber logrado evitar que el número 3 de PURE no hubiera llegado a salir a la venta. Con una salida programada para enero de 1985 y por algún motivo retrasada, este había terminado por ser un número doble.
Al día siguiente, el juez interviniente, considerando con sensatez que Sotos no constituía un peligro para la sociedad, fijó una fianza de 100.000 dólares. Un número en apariencia inalcanzable, pero que los amigos y los hermanos lograron reunir al día siguiente. Cuarenta y ocho horas después de haber sido arrestado, recuperaba su libertad. Decidió no volver a su departamento, y se instaló en el bungalow donde vivía su amigo Steve Albini, quien, incluso décadas después, seguiría diciendo “Lo ayudaría a hacer cualquier cosa que quisiera, desde lavar su auto hasta editarle un disco”. Le fue asignada una oficial de libertad condicional, quien todo el tiempo estuvo convencida de que su acusado era un satanista.
Quizás como una de las tantas bromas que encierra el destino, los dos abogados que Sotos había contratado tenían un historial de alguna manera relacionado con el contenido textual de PURE. William J. Martin había sido el fiscal en los procesos que se siguieron contra el asesino serial de enfermeras Richard Speck, en 1967. Louis Garippo había sido el juez del proceso que terminó con John Wayne Gacy sentenciado a muerte. Ambos ya se habían retirado de sus puestos estatales y se dedicaban al ejercicio liberal de la profesión.
Mientras el juicio se iniciaba y Sotos era sometido a exhaustivas pericias psiquiátricas, sus abogados intentaron nulificar el proceso aplicando la doctrina de los frutos del árbol envenenado: el allanamiento no había sido realizado en forma legal, lo cual invalidaba todo lo actuado posteriormente, empezando por la recolección de pruebas. Les asistía razón: esa hoja que la policía le había dado para firmar a su cliente, y que este había firmado sin leer, no era un listado con sus derechos sino un texto autorizando a la policía a registrar su hogar. Lamentablemente, este alegato en particular no prosperaría. Tampoco, en la vereda de enfrente, prosperarían los cargos por obscenidad.
Muy pronto las circunstancias empezaron a dejar en claro que el joven Sotos estaba siendo utilizado a modo de ejemplo, para poner en práctica una reciente reforma al código penal de Illinois. Una reforma algo más que reciente: había entrado en vigencia el 18 de noviembre de 1985. Entre las llamadas “ofensas sexuales” del artículo 11 del código, la reforma incorporaba dentro de la subdivisión 20 (“ofensas de la pornografía”) a la mera posesión de pornografía infantil, incluso sin haberla producido o sin la intención de distribuirla. Esto es, la tenencia de Incest 4 había sido convertida, apenas dos semanas antes del arresto, en un delito grave (felonía) de clase 1 (es decir, de la mayor gravedad). Técnicamente un criminalista especializado en abuso infantil corría el riesgo de terminar preso. Porque de ser encontrado culpable, Peter Sotos podía esperar una sentencia de cuatro a quince años de prisión (extensible a treinta años), una multa, una probation o un plazo de libertad supervisada obligatoria de dos años. Y, lo que era más importante para la oficina del fiscal y para los impulsores de la reforma -alguien de esa comisión había estado presente durante el allanamiento, sin motivo justificado y alardeando sobre su participación en la creación del nuevo delito- era que, de ser encontrado culpable, Peter Sotos se convertiría en la primera persona en la historia de los Estados Unidos en ser condenada por posesión de pornografía infantil.
El juez Themis Karnezis declaró inconstitucional la norma en cuestión, considerando que violaba la sección 6 del artículo I de la Constitución de Illinois, toda vez que afectaba el derecho de las personas a vivir seguras en sus hogares, sin ataques a su privacidad o a sus posesiones.
El fiscal apeló la sentencia ante la Corte Suprema del Estado. Y esta se pronunció en marzo de 1988, más de tres años después de iniciado el proceso. En la sentencia el juez Daniel Patrick Ward se preguntó si, estando vigentes las enmiendas de la Constitución de los Estados Unidos que garantizan la libertad de expresión, de pensamiento y de prensa, puede proscribirse la posesión de pornografía infantil en un domicilio privado. Llegando así a varias conclusiones. Por ejemplo, que para el niño abusado es irrelevante el hecho de que sea una obra artística o literaria la que contenga el material donde ese niño ha sido expuesto en su intimidad y vejado. También que penando la mera tenencia se busca diezmar el último eslabón en la cadena de la distribución, el del consumidor (argumento también usado para penar la tenencia de drogas), y que ello es perfectamente válido y justifica cualquier tipo de ataque a la privacidad por más que no haya una vulneración de derechos de terceros inmediata.
Como conclusión, la sentencia inicial fue revocada y el expediente remitido al juzgado de origen en el condado de Cook para que dicte una nueva resolución conforme a los fundamentos de la Corte Suprema del Estado.
Los abogados de Sotos solicitaron una audiencia de revisión, pero la Corte la denegó a fines de mayo de 1988. Solo quedaba apelar a la Corte Suprema de los Estados Unidos, pero no era una opción para el condenado: debía ya 60.000 dólares, entre honorarios de abogados y tarifas judiciales varias.
Los nueve meses de vigilancia y los tres años del proceso habían terminado por costarles a los contribuyentes del Estado de Illinois más de un millón de dólares. Pero lo más importante era que, ahora, finalmente, podía decirse que tenían a la primera persona en la historia de los Estados Unidos en ser condenada por tenencia de pornografía infantil. La reforma del código penal había sido puesta en práctica con éxito.
La condena de la nueva sentencia fue, al menos, suave. Solo un plazo de libertad supervisada de dos años, con tratamiento psiquiátrico obligatorio. Económicamente quebrado, Peter Sotos se vio obligado a volver a vivir en su hogar materno, con sus hermanos y una madre a la que detestaba, en el Northwest Side, en las afueras de Chicago. De querer salir a la calle, debía estar en compañía de otro adulto. Y si necesitaba viajar fuera del Estado, debía informarlo a las autoridades, como todo delincuente sexual obediente.
07. Whitehouse: Thank Your Lucky Stars (1987-1990)
En 1987 el líder de la banda de folk apocalíptico Current 93, David Tibet, visitó a William Bennett en Barcelona. En una de esas jornadas, delante de sendos platos de paella en un restaurant, ambos empezaron a fantasear con la idea de una canción cuyo nombre fuera Thank Your Lucky Stars (irónico nombre que podría traducirse, entre otras formas, como “Dale gracias a la vida”). Se les ocurrieron versos como “Un gato negro cruzó tu camino hoy / Y tu vulva cruzó el mío / Ponte de rodillas y reza / Porque, nena, este va a ser tu día de suerte”. El momento fue catalizador. El telón volvía a descorrerse para William y una nueva etapa en la historia de Whitehouse.
Mientras tanto, todos estaban todavía esperando el veredicto de la Corte Suprema de Illinois respecto del caso que tenía en jaque a Peter Sotos. William, una o dos veces al año, continuaba viajando de Barcelona a Chicago para visitar a su amigo caído en desgracia. Durante los encuentros entre ambos que sucedieron a la fructífera paella con Tibet, compusieron Hungry for Pain (Con hambre de dolor) y Try and Be Grateful (Inténtalo y sé agradecida), dos canciones inspiradas en uno de los aspectos más sórdidos de la carrera de Linda Lovelace, la actriz del primer largometraje pornográfico en alcanzar un estatus mainstream: Deep Throat (Garganta profunda, 1972).
En la historia profesional de Linda Lovelace había más de lo que el ojo podía ver. La primitiva versión de la-chica-de-al-lado que se había convertido en estrella del porno de la noche a la mañana era algo más cercano a un cuento de hadas que a la cruda, discutible y controversial realidad de su vida.
Cuando Linda fue contratada por la mafia neoyorkina y el director Gerard Damiano para filmar Deep Throat, la muchacha de 23 años ya tenía un breve y sórdido historial en el porno. Más sórdido todavía si se cree en sus manifestaciones posteriores a la publicación de su tercer libro autobiográfico (Ordeal, de 1980, escrito con el periodista Mike McGrady, y el primero en el que supuestamente se cuenta la verdad sin falacias incorporadas por ghost writers), algo menos sórdido si se cree en los testimonios de aquellos que compartieron junto a ella el trabajo en la industria.
Se supone que pasados sus primeros veinte años de vida Linda vivió en condiciones técnicas de esclavitud, y que su amo era, como ya se adelantó, su marido legal Chuck Traynor, un proxeneta de Florida que solo podía alcanzar el orgasmo provocando dolor y que mediante hipnosis le enseñaría a la futura actriz la habilidad por la cual se haría mundialmente famosa: tragar falos descomunales de la misma manera que lo haría un tragasables con espadas.
Después de ser prostituida a la fuerza por su marido durante algún tiempo, a fines de 1971 Linda fue trasladada por este a Manhattan, New York, donde en la famosa calle 42da. (el mítico territorio llamado The Deuce) la industria del porno empezaba a florecer en paralelo con el Valle de San Fernando en el otro extremo de los Estados Unidos. Chuck, después de algunos intentos de poca monta con la actuación sicalíptica, dio con Bob Wolfe, un director de cine que producía en serie cortos en 8 milímetros por entonces denominados “loops” (rulos, bucles). El objetivo de un loop era el de ser usado en los florecientes peep-shows, cabinas individuales instaladas en el fondo de las librerías pornográficas. En cada cabina se mostraba continuamente, en fracciones de minutos accionados con cospeles que se vendían por un cuarto de dólar, un corto pornográfico diferente, con una duración que oscilaba entre los diez y los veinte minutos. El hecho de que la película fuera mostrada en continuado, con la cinta ensamblada en un bucle cerrado (el “loop” propiamente dicho), evitaba el engorro de cambiar el rollo y colocaba la masturbación de los clientes en una cadena de montaje. Estos cortos, si bien a color, eran, por lo general, mudos, y contenían alrededor de los actos sexuales un argumento casi tan básico como el de una escena gonzo de la actualidad, es decir, tenían poco en común con lo que serían en breve los guiones de la llamada Era Dorada del Porno.
A Bob Wolfe habían empezado a llamarlo “Four X” (Cuatro Equis), en alusión a la enorme cantidad de loops triple X que producía -si con la letra X la Asociación Norteamericana de Cine (Motion Picture Association of America) calificaba a las películas mainstream con contenido exclusivo para adultos, con las XXX se definía en código a la pornografía-. Hijo de un médico abortista y de una bailarina desnudista, tenía su estudio en un mugriento, caluroso y hediondo sótano del número 323 de la calle 48va., donde podía encontrárselo vistiendo un overol y filmando, con su asistente y entre cucarachas, cuerpos desnudos copulando y succionándose. “Gordo y grasiento”, sería como Linda Lovelace lo describiría.
Bob llegó a un acuerdo con el proxeneta, y el matrimonio de Florida protagonizó un par de loops en el sótano. Pronto quedó claro que la impotencia de Chuck solo dejaba a Linda como talento utilizable por Wolfe, y se designó como su nuevo compañero de coitos a un actor novato que alcanzaría la fama con el nombre artístico de Eric Edwards -y a quien, a los 77 años, mientras se escriben estas líneas, le han diagnosticado demencia-. Se les sumaría la novia de este, y los tres terminarían protagonizando un loop de lluvia dorada llamado Piss Orgy.
Las sesiones de filmación de Linda Lovelace continuaron, con la mayoría de los loops dirigidos por Bob Wolfe, aunque hubo algunos pocos en los que el propio Chuck Traynor incursionó como director, con títulos autoconclusivos como Open Pussy, Insert Foot (Abra la vulva, inserte el pie) y The Fist (El puño), ambos de 1972. Pero el mercado estaba sediento de variantes: las perversiones clamaban por imágenes en movimiento, por fechorías genitales perpetradas en la realidad y no en libruchos o revistas porno sujetos a la mera imaginación de polígrafos a sueldo. Por eso un buen día, terminada la jornada de trabajo, Wolfe preguntó “Linda, ¿lo harías con un perro?”.
La versión de la actriz en el libro Ordeal dice que ella se negó. Que al día siguiente él y su proxeneta la obligaron a grabar, después de dejarle ver una pistola sobre una mesa en el estudio. La versión del libro Out of Bondage (Fuera del sometimiento, de 1986), también atribuida a Linda, concuerda algo más con la realidad de la personalidad bonachona atribuida por la gente de la industria a Bob Wolfe: solo Chuck Traynor acompañó con amenazas la presencia del arma sin empuñar.
El tosco argumento de la película se iniciaba con un poco de sexo heterosexual entre humanos, con Eric Edwards enculando a Linda hasta culminar con un coitus interruptus que la dejaba claramente insatisfecha. Vestido y retirado el imperfecto amante en medio de insultos mutuos, la muchacha hacía entrar en escena a la mascota de la casa, una especie de cruza entre pastor alsaciano o pastor alemán y galgo.
El nombre real del perro era Norman, y su dueño lo había entrenado con su propia esposa. No obstante, el director se encargó de darle alguna que otra instrucción a la actriz. Por ejemplo: “Empieza por acariciarle el bajo vientre. Hazte amiga. Imagina que es un muchachito de trece años al que estás iniciando en el sexo”.
Norman sin duda alguna había sido bien entrenado, porque además de reciprocar a Linda con algo de sexo oral, además de ejercer el clásico coito perruno con creampie incluido se arriesgó, recompensado con algún que otro bizcocho, a practicar la posición “del misionero”; algo, de por sí, inusual dentro de su propia especie. Eric Edwards, que, terminada su intervención, se había quedado en el set para observar el resto de la filmación, negó la existencia de arma de fuego alguna, e incluso llegó a manifestar cierto reclamo sindical: los honorarios del dueño de Norman habían doblado los suyos.
La filmación con el perro llevó, de todas maneras, unas buenas dos horas. El loop oficial llevó por nombre Dog 1, ya que, teniendo en cuenta que Wolfe solía reciclar las tomas que con dos cámaras registraba, produciendo más de un corto con una misma escena, y habiendo material suficiente, un segundo loop, más breve, con el nombre de Dog 2 y conteniendo una reedición del acto de zoofilia, también fue puesto en distribución en Times Square. Con el pasar de los años, copias piratas serían comercializadas con nombres algo menos subrepticios, como Dog Fucker (Fornicadora de perros) o Dogarama.
Cuando en 1987 Peter Sotos fue entrevistado por Paul Lemos (de la banda Controlled Bleeding) para uno de los capítulos del libro Apocalypse Culture (Amok Press, Adam Parfrey [editor], 1990), citó ambos loops como sus películas favoritas y manifestó: “El genio de Chuck y su poder sobre Linda están claramente en evidencia. Linda, en cuatro patas, literalmente persigue al perro por el suelo y después pasa un buen lapso chupando y lamiendo las bolas peludas y rojas del perro”.
Y fue esta apreciación por la historia zoofílica de Linda Lovelace, historia negada inicialmente, solo reconocida con la salida del libro Ordeal en 1980, cuando los aparentemente perdidos loops ya habían reaparecido y tomado público conocimiento, la que condujo a Peter y a William a escribir las letras de Hungry for Pain y Try and Be Grateful. “¡Ven acá, putita!”, grita William en la grabación de la primera, antes de que el incómodo audio de la película de porno sadomaso de Jamie Gillis haga irrupción, “A Rufus le dieron ganas”. En la segunda canción los autores se explayan algo más: “Espero que te guste acostarte con perros / No tienes elección, querida / La pistola está sobre la mesa (…) ¡Vamos, muchachos! ¡Dénle una mano a Rufus!”.
Claro que a primera vista podría sorprender que Peter y William llamaran al perro en cuestión Rufus y no Norman. Pero ello tenía una explicación.
La cuestión de la zoofilia canina no terminaría para Linda Lovelace en el set de filmación. Con Deep Throat convirtiéndose en un éxito de taquilla y los lúgubres loops cayendo en el olvido, Chuck Traynor llevó a su esposa a un refugio canino para que eligiera una mascota. Aunque lo que terminó ocurriendo, como era usual, fue que él eligió por ella, y el afortunado fue, claro está, un enorme sabueso cruza con Gran Danés llamado Rufus.
Siguiendo la versión de Linda, en esta oportunidad, cuando esa misma noche Chuck dispuso todo para que tuviera sexo con el perro, ella usó a contrario sensu los consejos que le había dado una actriz porno experta en bestialismo, y en vez de recurrir a la sutileza, dejando que fuera el animal el que avanzara, se mostró atrevida y desenfadada, lo cual terminó por cohibirlo.
Repetiría con éxito el poco creíble truco aguafiestas delante de Hugh Hefner, en la mismísima mansión Playboy. El empresario era un coleccionista de cintas porno y un fanático de Dog 1, y había alojado a Rufus en la perrera de la finca con la promesa de ser el espectador de un acto sexual similar. Se supone que, después de negarse a copular con Linda, esa misma noche Rufus atacó con sus mandíbulas a dos de los perros de Hefner, uno de los cuales terminó perdiendo la vida a causa de las heridas.
Los allegados a Linda han afirmado que durante el resto de su vida la estrella del porno retirada jamás pudo volver a mencionar la palabra “perro”. De no poder evitarlo, se limitaba a deletrearla, y eso si no terminaba rompiendo a llorar.
Pero volviendo a 1987, en septiembre William Bennett viajó a Chicago dispuesto a volver a grabar con Whitehouse, de momento solo un dúo compuesto por él y Sotos. Steve Albini acababa de disolver su banda Big Black, en medio del lanzamiento del disco Songs About Fucking (Canciones sobre meta y ponga), y había abandonado su trabajo como retocador de fotografías en la oficina de un estudio de diseño gráfico dedicada a la publicidad de ciertas marcas de cigarrillos, un puesto en el que llevaba varios años. Con un estudio de grabación de ocho pistas montado en el sótano de su casa, pensaba dedicarse a la producción de discos, y acordó con Peter que William podría trabajar algunas semanas ahí.
La intención inicial de Bennett era grabar la canción que había compuesto con David Tibet y remezclar y sobregrabar en ciertas cintas que había traído desde Londres. Estas cintas no eran otra cosa que Sadist (Sádico), la última canción que Kevin Tomkins había grabado con Whitehouse, allá por los días de Great White Death, en 1985.
El trabajo fue terminado, Steve Albini quedó encantado al descubrir que detrás del ruidismo por el que Bennett era conocido había un virtuoso de la guitarra, y decidieron que editarían un simple con las dos canciones y seguirían grabando hasta completar un LP. Mientras tanto, Albini producía, a fines de 1987, Surfer Rosa, el segundo disco de los Pixies.
El simple en vinilo con Thank Your Lucky Stars y Sadist recién fue puesto a la venta casi un año después, en agosto de 1988. La autoría de Sadist, que ocupaba el lado B, fue atribuida a los tres supuestos miembros oficiales que en el arte interior del disco figuraban en fotografías individuales aunque sin epígrafe alguno: Sotos, Bennett y Tomkins.
Mientras las grabaciones de William y Albini se sucedían en Chicago de manera lenta e intermitente, en abril de 1990 Whitehouse volvió a tocar en vivo, en Londres, con una formación que incluía a dos viejos miembros que nunca se habían cruzado dentro de los tradicionales tríos de las Live Actions: Glenn Michael Wallis y Stefan Jaworzyn, quien acababa de abandonar su lugar como guitarrista de Skullflower.
En julio vio la luz la versión larga duración de Thank Your Lucky Stars, el décimo álbum de estudio. Solo veintidós minutos que, con la exclusión de Sadist, exponían el trabajo terminado el año anterior junto a Albini. Además del futuro clásico My Cock’s On Fire, el escueto disco incluía las dos canciones inspiradas en el affaire Norman/Rufus/Lovelace.
El mito generado por el propio Albini en una de sus notas para la revista Forced Exposure indica que la estructura de cada una de las cuatro canciones se correspondía con la de cierta canción clásica de heavy metal. Así, al sentarse a grabar su voz, Bennett escuchaba en los auriculares, en vez de la pista sonora grabada para Whitehouse, la respectiva canción de Black Sabbath, Iron Maiden o Deep Purple.
En la mezcla de Try and Be Grateful, durante toda su extensión, puede ser oída en una versión editada y extendida, entremezclada con la instrumentación ruidista característica de la banda, una tétrica cancioncilla kitsch, una grabación apropiada y no acreditada que pertenece a la banda sonora de Deep Throat. Se trata de Deep Throat to You All, un espanto meloso dominado por un órgano de iglesia, en el que el cantante entona cosas como: “Solo relaja tus músculos y una vez que alcances el punto [la letra se refiere al clítoris que Linda tiene en su garganta] / continúa empujando y dale todo lo que tengas”. La canción suena durante la intensa fellatio con la que la película concluye. Los escasos ejemplares puestos a la venta del disco de esta banda sonora carecían de créditos. En sus etiquetas o en el sobre no había datos que permitieran identificar, siquiera con seudónimos, a los autores o a los intérpretes. Sin duda, el objetivo de esta anomalía comercial fue evitar que estos fueran salpicados por los problemas legales que los actores, los realizadores y el personal involucrado en la filmación de Deep Throat estaban afrontando. Este anonimato sigue siendo uno de los pocos secretos nunca revelados del mundo del espectáculo.
08. Whitehouse: Still Going Strong/Ankles & Wrists (1991)
El regreso de Whitehouse a los escenarios incluyó tres presentaciones más entre 1990 y 1991: otra en Londres y dos en Alemania. La formación seguía siendo la de Bennett/Wallis/Jaworzyn.
La última de estas fechas, en Núremberg, se vio afectada por los ecos de la causa judicial de Peter Sotos, un estigma que también había estado afectando a sus allegados. Para solo dar un ejemplo, vale citar lo ocurrido con el hermano mayor de Peter. En los días del juicio acababa de recibirse de abogado, habiendo pasado sus exámenes con grandes méritos. Pero debido al vínculo sanguíneo con el escritor -y la por demás delicada situación en la que éste estaba envuelto- el comité de ética no quería entregarle la licencia al flamante letrado. De hecho, los abogados de Peter tuvieron que convencer al comité para que dejase tranquilo a su hermano, quien más tarde pudo llevar adelante una exitosa carrera de leyes.
A ejemplos como el anterior podrían sumarse las amenazas anónimas por parte de la población local en Chicago y la vigilancia constante por parte de las autoridades policiales (escuchas telefónicas, violación de correspondencia, chequeos de equipaje en aeropuertos…). Nadie que tuviera algún tipo de relación con Peter estaba a salvo.
Y si bien Peter no era de la partida esta vez, en un programa de radio alemán se habló en tono sensacionalista de la cuestión judicial, y aquellos que no habían conocido la noticia a tiempo decidieron boicotear la Live Action que se había anunciado para abril de 1991 en Nuremberg.
Empezaron las amenazas contra el club en el que Whitehouse se presentaría y un grupo de punks se encargó de repartir panfletos “informativos” en la zona. La banda se vio obligada a cambiar de lugar, y el concierto tuvo lugar sin otra consecuencia más que la merma de asistentes (solo ciento cincuenta personas).
En junio de 1991 Whitehouse editó un nuevo simple: dos lados A, con sendas canciones inéditas y no destinadas a un futuro elepé.
Por un lado estaba Still Going Strong (Manteniéndome fuerte), compuesta por Bennett y Sotos y producida por Albini, relatando el encuentro de un violador con su futura víctima en un tren expreso. “Esta es mi parada, me estoy subiendo / Es una pena que tú no estés bajando, muñeca”.
Después estaba Ankles & Wrists (Tobillos & muñecas), de Bennett y con la producción de un tal Scorpio, seudónimo del músico escocés Chris Connelly, que ha pasado por las filas de bandas como Pigface, Ministry y Revolting Cocks, además de Acid Horse, un efímero proyecto de las dos últimas bandas más el agregado de los Cabaret Voltaire. Lo que se dice un súpergrupo.
Como si el contenido sonoro no fuera lo suficientemente inquietante, el arte de tapa había estado a cargo del mismísimo Sotos. Eran dos dibujos en lápiz, detalles de dos momentos iniciales de una violación masculina, con dos sujetos sosteniendo a un tercero contra el suelo, uno de ellos con los pantalones ya a medio bajar.
09. Whitehouse: Twice Is Not Enough (1992)
Chris Connelly también había producido, en septiembre de 1990 y manteniendo el seudónimo “Scorpio”, Fanatics, el único tema firmado por Peter Sotos (en coautoría con Bennett) que aparecería en Twice Is Not Enough (Dos veces no es suficiente), el decimoprimer álbum de Whitehouse, puesto a la venta en enero de 1992.
El arte de tapa del disco es un dibujo del inglés Trevor Brown, en lo que sería la primera colaboración entre el artista y la banda. Lo primero que capta la vista es un perro sentado sobre una cama. Una cama definida como “la escena del crimen de una prostituta asesinada a hachazos”. El perro, vale notar, es idéntico a Norman, la estrella porno de Dog 1 y Dog 2. Sobre la mesa de luz hay una pistola… También hay flores, supuestamente “de la tumba de Leslie Ann Downey”, la niña de diez años asesinada por Ian Brady & Myra Hindley, reiterado objeto de interés de Peter Sotos. Y si se presta mayor atención, continúan apareciendo objetos alusivos a asesinos seriales, al Marqués de Sade, al contenido favorito de la pornografía japonesa (el sado y la hebofilia)…
También se aprecia, en el costado medio derecho de la tapa del disco, un dibujo de la edición en vinilo de True Blue (1986), de Madonna, en clara alusión a otra famosa obra de Brown, llamada Black-eyed Madonna (Madonna con el ojo amoratado), que muestra a una juvenil Ciccone con el ojo izquierdo en compota, producto de un puñetazo. Este mismo dibujo fue utilizado sin permiso del autor por los canadienses Crystal Castles en 2006 para la portada de su EP debut, lo cual derivó en cuestiones legales que no vienen al caso.
Whitehouse siempre se caracterizó por no tener demasiadas colaboraciones compositivas ajenas al seno del grupo, más allá de proyectos con Steven Stapleton de Nurse With Wound y el Thank You Lucky Stars, con David Tibet de Current 93. Pero en el caso de Twice Is Not Enough sorprende la coautoría del productor Steve Albini en el track Neronia y de Stefan Jaworzyn (guitarrista de Ramleh y Skullflower) en las pistas The White Whip (El látigo blanco) y Masters of the Overviolence (Maestros de la sobreviolencia).
10. Peter Sotos: Buyer’s Market (1992)
Mark Solotroff ha sido un referente absoluto de la música noise extrema, no solo en su Chicago natal, sino también de la escena del ruidismo global, y ello debido a su constante e incansable espíritu de producir música, colaborar con otros artistas, dirigir su propio sello discográfico y distribuir material de sus colegas. Resultaba casi inevitable que, viviendo en la misma ciudad, su camino se cruzase con el de Peter Sotos, sobre todo teniendo en cuenta que ambos compartían el gusto por el true crime y sus derivados.
En 1984 Solotroff había formado su primer one man band de power noise llamada Intrinsic Action, y más tarde sería el miembro fundador de proyectos de ruido como Anatomy of Habit, más orientado al doom metal noise extremo, o su más longeva agrupación de power electronics, BLOODYMINDED (así, con mayúsculas). Otros de sus proyectos y colaboraciones incluyen The Fortieth Day, A Vague Disquiet, Ensemble Sacrés Garçons y Nightmares. Editó casetes bajo los seudónimos Surgical Stainless Steel y Super Eight Loop, con el que llegó a editar cien cintas por su propia cuenta. También existen más de quince álbumes editados bajo su nombre real.
Mark Solotroff creó a mediados de los ochentas su propio sello discográfico, AWB Recording. AWB se especializó en ediciones en casete, aunque también pudo poner a la venta algunos vinilos de 7” y editar la revista The Black Corps. En tan solo cinco años, Solotroff llegó a publicar un total de veintiún elepés y EPs de sus proyectos Intrinsic Action y Terre Blanche, y de artistas americanos como Lovelace o Final Solution. Incluso tuvo oportunidad de editar un casete de Eric Lunde, artista sonoro, performático y pionero quien -junto a Monte Cazazza, Boyd Rice y Controlled Bleeding- conformó la primera corriente de música industrial de Estados Unidos a fines de los setentas.
AWB también editó casetes de varios artistas de Europa, como los célebres británicos del power noise y death industrial The Grey Wolves, el proyecto Odal (del artista de Amsterdam Peter Zincken), y los proyectos italianos Iugula-Thor (seudónimo de Luca Di Giorgio) y Sigilum S, del veterano músico experimental Paolo Bandera.
La estética del sello no estuvo nunca ajena a las polémicas. A principios y mediados de los ochentas la parafernalia militar y nazi fueron moneda corriente de uso (y abuso) en la escena de la música industrial a través de la simbología nórdica y la apología de la guerra y la muerte. Las siglas que daban nombre al sello, el logo constante en los discos editados (una rueda solar de tres brazos en sentido contrario a las agujas del reloj), portadas sugerentes y algunas declaraciones del propio Mark Solotroff llevaron a AWB a estar en el ojo de la polémica, con resultados adversos y críticas tanto de antifascistas como de fascistas de la música underground.
Uno de los primeros casetes editados en 1988 por AWB fue el llamado They Kill Their Own (Ellos asesinan a los suyos), del proyecto de power electronics Terre Blanche, tras el cual se encontraba, como se dijo, el mismísimo Mark Solotroff. La tapa de la producción exhibía la foto del serial killer afroamericano Wayne Williams, condenado a dos cadenas perpetuas por el crimen de dos adultos y acusado, además, de ser el asesino serial autor de los infames Asesinatos de Atlanta, Georgia, una treintena de muertes cometidas contra niños, adultos y adolescentes (todos de raza negra) a partir de noviembre de 1979 y hasta mayo de 1981, de los cuales Williams se ha declarado siempre inocente, alegando en su defensa que fueron crímenes de odio cometidos por el grupo supremacista blanco Ku Klux Klan.
They Kill Their Own contaba con un track por cada uno de los dos lados de treinta minutos cada uno. En la cara A estaba la pieza que daba nombre al disco, y en la cara B …And Place the Blame On Us (…Y nos echan la culpa a nosotros). El resultado fue un disco de puro power noise con un mensaje ambiguo, que terminó llamando la atención tanto de antifascistas como de fascistas. Tal vez en un intento de polemizar con ambos, Mark ha llegado a repudiar al KKK, y a la vez a defender al hombre blanco pobre, también conocido como white trash (basura blanca), al que consideraba una clase oprimida, además de afirmar que el estilo de música que él estaba haciendo era una forma de oponerse a todo tipo de opresión.
Por otra parte, el nombre del sello eran las siglas del Afrikaner Weerstandsbeweging (Movimiento de Resistencia Afrikáner), un partido político sudafricano neonazi, segregacionista y paramilitar que promueve el resurgimiento de la república para los afrikáneres (también llamados bóeres), el grupo étnico blanco europeo que emigró a África para asentarse como colonias a mediados del siglo XVII, y que procedía de Francia, Alemania y, sobre todo, de los Países Bajos, cuya colonia neerlandesa tuvo su principal asentamiento en el Cabo de Buena Esperanza, al extremo sur de África.
El Afrikaner Weerstandsbeweging fue fundado en 1973 por Eugène Ney Terre’Blanche (apellido francés que significa Tierra Blanca), un fundamentalista blanco, promotor del apartheid y ex policía quien, desencantado de las ideas liberales del Partido Nacional y el Partido Conservador de África, fundó el más radical AWB, que aún hoy continúa activo. Tras décadas de escándalos, enfrentamientos armados y condenas por robo y homicidio, Eugène fue asesinado a golpes en su propia granja el 3 de abril de 2010 por Chris Mahlangudos, uno de sus empleados negros, supuestamente por una disputa de dinero adeudado.
Tras varias cintas y simples de vinilo, el sello AWB editó en 1992 la producción número 16 (y antepenúltima) de su catálogo: el disco Buyer’s Market, de Peter Sotos.
Buyer’s Market (expresión cuasi académica, afín a las ciencias económicas, que podría definirse como “El poder de la demanda”), es una de las obras sonoras más perturbadoras que se hayan editado. Se promocionaba en el booklet como “Volumen Uno”, con la promesa implícita de otros trabajos similares que nunca llegaron a ver la luz -no, al menos, bajo el mismo nombre o en el mismo sello-. Una de las tantas particularidades del elepé es que es el único en formato CD producido por AWB, y si bien otros discos de Mark y sus allegados han sido reeditados, este Buyer’s Market ni siquiera ha tenido una reedición pirata.
“Esto no es arte, esto no es música, y tampoco se trata de ningún tipo de mensaje: esto es una manipulación vulgar y de shock a expensas de los jodidos traumas de personas reales.”
“Me arrepiento de escuchar esto.”
“Esto me hace odiar tener que vivir en el mismo mundo de los actos viles que este álbum expone.”
“La vida real es mucho más inquietante y vil que cualquier obra de ficción.”
“¿Diría que ‘disfruté’ esto? No necesariamente. Sin duda fue cautivante, en un sentido morboso. Es difícil encontrar las palabras para esta reseña, e igualmente difícil ordenar mis pensamientos sobre el material contenido en este álbum.”
“No puedo creer que esto realmente exista.”
“Uno de los únicos momentos en que la ‘música’ hizo que se me helara la sangre es ‘¿Quieres ver a papá?’ (la niña grita, suplicando no verlo). Esta es realmente una de las cosas más horriblemente perturbadoras que he escuchado en mi vida entera. Escúchalo, pero solo si quieres tener esta mierda inhumana dando vueltas en tu cabeza durante la próxima semana.”
“Tremenda rola para poner en fiestas.”
Considerado en líneas generales como el disco más perturbador de la historia -las opiniones de los compradores internautas son elocuentes, como se ha visto-, la placa consta de una hora de audio-collages de sobrevivientes de abusos y familiares de víctimas de crímenes, sobre todo aquellos asesinatos sexuales en los cuales estaban involucrados niños. Cinco tracks en total: Children, McMartin, Trash, Bundy, Victims.
Este disco es el más experimental y polémico de todos los proyectos en los que estuvo involucrado Mark Solotroff, quien compartió la realización con el productor estrella Steve Albini, quien fue el encargado de cortar y masterizar los archivos de audio coleccionados durante años por Peter Sotos, grabados de talk shows, noticieros, programas de radio, documentales y otras fuentes que el resto de los mortales jamás conocerá.
Entre las críticas a la edición de este disco se encuentra la del mismísimo Sotos, aunque en su caso el problema residió en el diseño:
“Nunca hubiera permitido que saliera el CD como realmente se editó. No lo supe hasta que vi el resultado final. Le di al imbécil del editor las instrucciones sobre cómo tenía que ser: master, cubierta, todo. Y luego vi que añadió su propio toque personal al disco: puso una foto de Lesley Ann Downey, pero colocó la cara de la niña justo en el centro donde está el agujero del CD. Yo no habría hecho algo tan estúpido como eso. Pero el tipo no entendió la naturaleza del asunto, para quién fue diseñado o quién esperaba que lo consiguiera y lo disfrutara. No arruinó el lanzamiento porque no tenía la intención de ser un maldito proyecto de arte cursi. Y las personas que compran pornografía están acostumbradas a obtener menos de lo que quieren. Aunque es una pena. Me hubiera gustado que fuera mejor y más completo. Tan perfecto como la intención. Por supuesto, he leído reseñas musicales. Filisteos. No estoy preparado para controlar o detener ese tipo de estupidez. Estoy asombrado de que se siga reproduciendo. No llegó a la audiencia a la que se suponía que debía llegar y, considerando lo que dije antes, probablemente sea mejor que no me imagine que esta existe”.
En efecto, la niña de la portada es quizás la víctima más famosa de Ian Brady y Myra Hindley, la ya mencionada Lesley Ann Downey. Para agregar morbo, en la contraportada del booklet la niña vuelve a aparecer, aunque esta vez junto a su madre, Ann West, sonriendo a la cámara. La señora West llegaría a odiar bastante a Peter Sotos, no solo por la cantidad de páginas que continuaría dedicándole a la pequeña Lesley en sus obras literarias post-PURE, sino también por aceptar en 2001 la redacción de un posfacio al libro The Gates of Janus (Los portales de Jano), solicitada por el mítico Adam Parfrey, dueño de la editorial de culto Feral House. El autor del libro en cuestión era nada más ni nada menos que Ian Brady…
En el interior del booklet se transcribió un párrafo de Tool, el primer libro escrito por Peter Sotos, que por tres años más permanecería inédito. “Puedo ver sus rostros trasnochados, sus vidas arruinadas. (…) Las bocas secas o húmedas. Las chupadoras de bolas. Las lamedoras de bolas. Las traga-leche y las escupidoras. Las masturbadoras. Las que te meten el dedo en el culo. (…) La que se cree que me gustan sus tetas. La que intentó esconder su pito, que pensó que me había engañado. (…) La que cobraba lo mismo por boca, concha o, sorprendentemente, culo. Aquella cuyo ojete era más grande que su boca y colgaba abierto como una herida de cáncer. La que me limpió el pito con una servilleta de McDonald’s escondida en su corpiño”.
En la contratapa están los escuetos créditos del disco. Letras negras de máquina de escribir sobre fondo blanco. Al pie de los mismos figura, entre comillas, la pregunta “¿Qué significa para ti ser abusado?”.
En 1994 Mark Solotroff dio por culminada la vida de AWB Recording, y fundó un nuevo sello, BloodLust!, que contó con una mejor calidad en las ediciones, incluso en compact disc, engrosando su catálogo con artistas hoy clásicos dentro del power noise: Atrax Morgue, Mauthausen Orchestra, Slogun, Con-Dom, Deathpile y su propio grupo BLOODYMINDED, tal vez el más duradero de su carrera.
Pese al disgusto expresado por Peter Sotos, su amistad con Solotroff ha continuado hasta la actualidad. Mark despejó las dudas sobre su antiguo comportamiento racista y contrajo matrimonio con una mexicana. A su boda asistió el mismísimo Sotos, ataviado con un sobrio traje de gala.
10a. Peter Sotos: Buyer’s Market: Children
El primer track de Buyer’s Market se inicia con el testimonio de una jovencita que acompaña a un amigo a comprar cocaína. El vendedor es un tal Peter, amigo en común de ambos. “Estacionó el auto, fuimos adentro, y tenía a seis de sus amigos esperándome. Los recuerdo teniendo sexo conmigo. No los recuerdo lastimándome, golpeándome físicamente o algo así”. Pero perdió el conocimiento luego del turno del tercero o el cuarto de los violadores. Cuando volvió en sí, estaba tirada en el camino de entrada a la casa de la mujer de alguien. Quizás de uno de los violadores, porque en un acto de aparente caridad, la mujer la cargó en su auto y la ingresó en una habitación de hotel, donde un amigo médico la revisó. La retuvieron en esa habitación, custodiada por guardaespaldas y atendida por enfermeras en turnos rotativos. Le llevó tres semanas poder volver a ver, tan grave era la inflamación en sus ojos amoratados por los golpes de sus violadores.
“Mi nombre es ‘Marte’ (ese es el desagradable sentido del humor de mi madre)”, dice la adolescente del siguiente testimonio. “Me fui de casa cuando tenía trece porque mi medio hermano me violaba. Y no intenté encontrar a mi padre verdadero, porque con él iba a terminar violada de la misma forma, según mi madre. Así que terminé viviendo en las calles (…). Y ahora vivo en Boston, y trabajo de stripper”.
Siguen varias prostitutas adolescentes. Una habla de los viejos que quieren tener sexo con niñas. “Me gusta el dinero, pero no me gustan ellos”.
Una niña que apenas sabe hablar conversa con una psicóloga forense en una Cámara Gesell. Están manipulando muñecos sexuados (anatomically correct dolls). Muñecos con anatomía humana utilizados con el objetivo de que el menor pueda identificar a sus agresores sexuales y describir los abusos sufridos. Los hay de ambos sexos, con genitales definidos y ropa, ropa para ser quitada por el propio niño durante el interrogatorio llevado a cabo durante la instrucción judicial, el llamado “Protocolo Único de Nichd”. En este caso están hablando de “las cosas malas” que “papi” le hacía hacer a la niña. “¿Quieres que le saque los pantalones?”, pregunta la psicóloga. “Vamos a suponer lo que le pasa a la muñeca, porque me pone un poco triste”, le explica a la niña. “Papi tiene un largo empujador”, explica la niña. “Dime dónde lo puso”, inquiere la psicóloga.
Habla una madre. Habla sobre alguien “atemorizante” que le hizo hacer algo a la fuerza a su hijo. Fue en un lugar al aire libre, porque cuando el niño intentó volver solo a su casa fue encontrado por ciertas personas que lo llevaron a un hospital, salvándole la vida.
Con los balbuceos de un bebé de fondo, una adolescente despotrica contra el pervertido de su padre. Delante de la cámara, está también su madre. “Cada vez que recuerdo lo que me hizo, cuando se aprovechó de mí…”. Su madre la interrumpe para decir que no lo sabía, la jovencita monta en cólera y la desmiente. Se lo había contado cuando aquella le preguntó si había pasado algo. “Pero ya no lo hace más”, acota su madre.
Una mujer cuenta cómo fue incluida por su medio hermano como tercera en su vida matrimonial. Ella aguantó durante diez meses, lo hacía solo por tener un lugar donde vivir. “Es muy duro estar por tu cuenta a los trece”.
Una joven relata cómo su padre empezó por apretarle las nalgas cuando ella se metía en la cama del matrimonio, y cómo la manoseaba y la obligaba a “hacerle cosas” cuando su madre se iba a la iglesia los domingos. Después la sobornaba llevándola al kiosko y comprándole lo que quisiera. “Parecía un acuerdo bastante bueno. Yo sentía que estaba bien, que le pasaba a todo el mundo (…) Y cuando me hice mayor me sentí usada”.
“Era un típico atardecer de sábado, después de cenar”, empieza contando una madre que dejó salir a jugar su hijo. Cuando a las nueve de la noche todavía no había vuelto, empezó a llamar por teléfono a sus amigos. Pero el niño no estaba en ningún lado. Salió a buscarlo por el vecindario, sin éxito. Al volver, antes de salir otra vez y retomar la búsqueda, imaginaba que su hijo tenía que haber regresado solo, y que se llevaría una reprimenda. Hacia las diez de la noche el pánico se instaló y llamó a la policía. Esta respondió con empatía. Cuando un policía de alto rango se presentó en su casa una hora después, entendió que se avecinaban malas noticias. “Me informaron que estaban muy seguros de que mi muchacho estaba vivo, pero que había sido atacado sexualmente y estaba en el hospital”. Cuando llegó a la guardia del hospital la llevaron a una sala de reuniones, donde un cirujano le revelaría el estado de su hijo. También había un psicólogo presente. “Cuanta más gente hay, más trágico sabes que va a ser”. El cirujano le preguntó si sabía algo. Ella le dijo que nada, pero que fuera al grano. “Si pudiera retirar esas palabras, me encantaría hacerlo, porque la ironía es que él fue al grano. Había sido estrangulado. Había sido acuchillado y su pene había sido cercenado. Que no era exactamente una castración. Pero es una mutilación grave”.
Una prostituta adolescente reflexiona. Nunca conoció a su padre. Este podría ser un hombre rico o un vagabundo, no lo sabe. Pero quiere conocerlo. Teme que él pueda ser alguno de sus clientes.
Una madre lamenta el hecho de que un/a juez/a de Virginia haya permitido, respecto de su hijita, visitas sin supervisión por parte del padre violador. La prueba de la causa sobre abuso sexual vuelve inconcebible la decisión judicial. La niña tenía edad suficiente para expresarse con claridad y contar lo que le hacía su padre. Su hermana mayor fue testigo de esos abusos y víctima de incesto. Ambas niñas tenían cicatrices vaginales. Los peritos confirmaron que “el abuso estaba entre los peores que habían visto alguna vez”.
Dos madres refutan sospechas de que sus hijas (ambas en su primera infancia) hubieran sido entrenadas o influenciadas para manifestar haber sido víctimas de abuso sexual. Ambas pequeñas pueden expresarse con palabras y ambas han manifestado el comportamiento típico de los niños abusados. Vergüenza, culpa, miedo y enojo en un caso. En el otro, la pequeña Hillary grita cuando debe relatar el abuso, cae al suelo y araña el aire con desesperación. Ambas madres utilizan la misma palabra para adjetivar el escepticismo que afirma que las niñas fueron entrenadas para mentir: ridículo.
“No vas a alejarte de tu mami para siempre. Es un fin de semana. Tu papi quiere verte”, le dice, impertérrita, una asistente social del Estado a una niña que llora desconsolada. Apenas sabe hablar. “¿Qué? ¿No quieres ver a tu papi?” “¡No, no quiero!” “Él te ama.” Sobre los gritos y llantos de la niña aparece la voz en off de su madre. “Realmente no puedo hablar, porque no he sido capaz de protegerla”. “Puedes decirme alguna razón por la que no quieras…”, se escucha decir a la asistente social. “Y ella ha sido sacada de nuestro hogar para ser abusada sexualmente. Todavía no puedo creer que eso haya ocurrido”, concluye la madre. Y así termina este collage.
10b. Peter Sotos: Buyer’s Market: McMartin
Luces, como de carnaval o las que se usan en navidad, se extienden hasta donde pueden ver mis ojos. Estoy asustado. Las clases, dijo mi maestro, podrían esperar. Esto era más urgente. Una reunión especial donde yo tenía un protagonismo realmente importante, porque de mí dependía que todos pudiésemos seguir estudiando en este colegio. A mí me gusta la escuela. Y mis compañeros. Y mis maestros.
Promesa de juguetes y caramelos a cambio de mi ayuda. La sensación de estar encerrado me quita el aire, me cuesta respirar. Siento que me caigo. Mi maestro me ayuda a estar de pie. Me empuja suavemente hacia el pasadizo. Bromea. Dice que tenemos que apurarnos, que vamos muy lentos, como las tortugas. No recuerdo exactamente por dónde bajamos a este lugar. Seguimos caminando, hay un olor horrible, como a basura, como a animal muerto.
Y ahora no estamos solos con mi maestro, hay otras personas. Sé que algunas aparecen en la televisión. Uno de ellos se parece a nuestro gobernador. ¿Qué hacen aquí?
Hay más luz. Luz de fuego. Tengo miedo y me hago encima. Alguien me sarandea.
Uno tiene puesta una máscara con cuernos. Hay animales vivos, se sacuden. Hay otros tirados. No se mueven.
Una cabra grita de dolor porque le hacen daño con un cuchillo largo. Debajo del maestro veo a uno de mis amigos. A otro de los niños lo hacen montar un cerdo. El que se parece al gobernador come carne cruda. Otro grito espantoso; uno de los animales chilla. Olor a caca y sangre.
Y ya no veo nada más.
El caso del jardín de infantes McMartin fue uno de los tantos escándalos sociales dentro de una larga y oscura histeria de pedofilia, satanismo, control mental y recuerdos implantados en la década del 80, entre los que se encontraban el juicio por posesión de pornografía que envolvió a Peter Sotos, la condena por pederastia del maestro Arnold Friedman (juzgado y condenado con pruebas fehacientes) y el curioso caso de Brice Taylor, quien acusó a políticos norteamericanos de ser seres reptilianos que la habían criado para ser un juguete sexual y como parte de un harén de niñas prostitutas disponibles para los altos rangos de la política estadounidense y otros líderes mundiales.
En 1983 la escuela y jardín de infantes McMartin, ubicada en Manhattan Beach (Los Ángeles, California), fue denunciada por un supuesto caso de abuso infantil. La acusante era una madre con esquizofrenia declarada. Seguidamente, la policía recibió más denuncias y varios miembros de la familia McMartin, propietaria del establecimiento, fueron encarcelados junto a otros empleados, mientras una paranoia colectiva de abusos infantiles se desataba en la zona, sumándose más denuncias de este tipo sobre otras siete guarderías de Los Ángeles.
Las autoridades que investigaban el caso remitieron un modelo de carta a las casi doscientas familias que enviaban a sus hijos al McMartin, alentándolas a que interrogaran a sus hijos, para saber si habían sufrido sodomía o sexo oral por parte de los miembros de la escuela.
Había que probar lo inverosímil: prácticamente todos los niños del instituto eran conducidos a pasajes subterráneos, ocultos bajo las instalaciones del colegio, donde eran sometidos a rituales sexuales, bestialismo, sacrificios, misas negras y todo tipo abusos por parte de los maestros y de altas personalidades de los medios y la política.
Kee MacFarlane, la terapeuta interviniente en el caso, utilizó preguntas tendenciosas y largas sesiones de interrogatorios a los menores: el resultado fue que, de cuatrocientos entrevistados, el 90% mostraba signos de abuso. De todos esos niños solo nueve llegaron a testificar en el juicio, alegando datos contradictorios y falsos: incluso aseguraban que todos eran llevados fuera del país por entidades diabólicas y seres de dibujos animados de la televisión.
El juicio McMartin fue el más largo y costoso de toda la historia de Estados Unidos: siete años de duración y 1.500.000 dólares de gastos. En 1990 todos los acusados fueron sobreseídos. De los famosos túneles, donde se desarrollaban los abusos y ritos, solo se encontraron algunos pozos cloacales con restos de juguetes, metales, huesos de pollo y el caparazón de una tortuga.
El collage de audios de Peter Sotos alusivo al caso McMartin comienza con un par de fragmentos tomados de la emisión del 22 de octubre de 1988 del programa del famoso presentador televisivo Geraldo Rivera, un episodio especial denominado Devil Worship: Exposing Satan’s Underground (Adoración del diablo: exponiendo el lado oculto de Satán). Algunos otros fragmentos de este programa de la NBC irán apareciendo a lo largo del track.
Una adolescente que ha sido enviada a vivir junto a sus hermanos con una familia sustituta le explica a Geraldo que “Él nos hizo tener sexo con él y con otros tipos. (…) No sé, simplemente él no me gusta.”
La madre de una niña detalla, también en Geraldo: “Descubrimos que habían defecado sobre ella, que le desparramaron eso por todo el cuerpo y se lo pusieron en la boca.”
Quien evidentemente es una empleada judicial, una miembro del jurado o bien la magistrada de alguno de los dos juicios llevados a cabo, manifiesta, ya absueltos los acusados: “Los niños tendrán que vivir con esto por el resto de sus vidas. Nunca se sabrá si los niños fueron o no abusados en realidad, o si fueron orientados a creer que fueron abusados. (…) Hicimos el mejor trabajo posible con la información que se nos dio”.
En el medio de uno de los juicios, un padre manifiesta respecto de su hijo: “Hemos pasado muchos años llevándolo a terapia (…) y ahora va a tener que ver todo esto otra vez y va a ser muy perjudicial”.
Una madre: “Cuando todo estalló, y mi hija me estaba hablando de lo que le sucedió, fue realmente duro. Un montón de noches sin dormir y un montón de preguntas intentando entender lo que sucedió”.
Otra madre: “Bueno, el jurado está trabajando con un nivel de pruebas que no es necesariamente el mundo real. Yo sé que mis hijos fueron abusados. La he tenido a mi hija durmiendo entre mi marido y yo por un año entero, tanto temía que alguien viniera y se la llevara, que la mataran porque lo había contado. (…) Y el mundo, sí, pensarán que Ray Buckey [maestro imputado, nieto de la fundadora de la institución e hijo de la administradora] es inocente, y yo solo espero que no manden a sus hijos a ese jardín de infantes”.
Se suceden luego testimonios varios, anteriores y posteriores a los dos veredictos judiciales que terminaron por dejar en libertad al personal del jardín de infantes McMartin. Un adolescente recordando cómo habían sido llevados lejos del establecimiento, aunque por poco tiempo, para que no lo notaran sus padres. Otro hablando sobre los más de cinco años de proceso judicial, y su frustración al escuchar los veredictos de inocencia de los acusados. Una madre, un niño, todos lamentando las sentencias. El propio Ray Buckey manifiesta: “Yo no soy la causa de su infierno [el de los niños] y tampoco es mi madre. Nada de lo que pasó en el jardín de infantes causó su infierno. Porque su infierno es el producto de los adultos, que se apropiaron de este caso y lo hicieron lo que es”. Dos niños hablan con Geraldo Rivera, siempre de espaldas a la cámara, insistiendo en que dicen la verdad. Otro le dice que les dijeron que, si lo contaban, el diablo vendría y mataría a sus padres. “Y él dijo que no viviríamos para llegar a los nueve años de edad”. La niña que tiene sentada a su lado ha dicho también que les decían que no dijeran una palabra porque si no iban a ir sus casas a matar a todos. “Excepto a ti, y vamos a enviarte con el diablo”. Padres y madres de las supuestas víctimas lamentándose: “Necesitábamos un veredicto de culpabilidad, de manera tal que lo que está pasando alrededor del resto del mundo pueda continuar, tener algo en qué basarse”. “Algunos de ellos [los niños] pasaron treinta y cinco días en el estrado”. “Una de las cosas en que de alguna manera fallamos a la hora de impresionar a los jurados durante este juicio fue el nivel de miedo que estos niños experimentaron y todavía experimentan”. Otra madre se resigna: “El sistema trabajó bien para ellos. Fueron afortunados y espero por Dios que ninguno de nosotros oiga alguna vez algo en el futuro sobre cualquiera de ellos abusando de niños”.
Alguien de sexo masculino, probablemente un jurado, un miembro de la policía o un fiscal, dice: “Esta gente no está equilibrada. Estamos hablando de que creen en una conspiración nacional de abuso satánico ritual, pedófilos en jardines de infantes, y no encontramos una sola pizca de evidencia para respaldar eso”.
Una madre, que acusa también a su marido, repite la denuncia de su pequeña hija: “Papi estaba encabezando el encuentro. Y usaba un pie de bebé real colgado del cuello. Ella dice que cada uno bebió la sangre. ‘Luego todos me lastimaron’, dijo. ‘¿Cómo te lastimaron?’ Y ella abrió las piernas y se señaló la entrepierna y dijo ‘Justo ahí’”.
Otra madre, en el programa de Geraldo: “Jimmy habla de tener un arma apuntando a su cabeza, de que le fue mostrado un esqueleto, de haber tenido que tocar el esqueleto. Él ha dibujado imágenes de un niño siendo sacrificado. Él habló de sacrificios animales. Ha revelado abuso sexual”.
Y por último, los detalles que le brinda una niña pequeña a un adulto:
“—Ese es el bebé, ahí mismo.
—¿Acá mismo?
—Ajá. Ya salió de adentro de ella.
—¿Qué le hicieron al bebé?
—Entonces David lo tomó y siguió dándolo contra la pared, y lo mató, y se lo llevaron a la casa.
—¡No! ¿Tú viste eso?
—¡Sí! Lo metieron en un viejo furgón. Tenían esta cosa que se llamaba España.
—¿‘España’?
—Sí, España. Me la metieron por el culo.
—¿Quién? ¿Tu papá?
—Ajá. Au, sí que dolió…”
10c. Peter Sotos: Buyer’s Market: Trash
Trash (Basura), el tercer track de Buyer’s Market, recopila testimonios volcados en sede judicial.
El primero es brindado por los padres de la víctima. Durante una noche de películas y juegos, el matrimonio descubre que su hija no ha vuelto a casa, que es tarde. El padre sale a buscarla y encuentra el auto de la muchacha estacionado en un callejón sin salida. La policía ya había llegado al lugar. “Caminé hacia el oficial, el que era el oficial a cargo, y lo miré. De hombre a hombre, a los ojos. Y él empezó a llorar. Y me dijo que mi hija estaba muerta”.
Le siguen cinco testimonios de abuso sexual, todas víctimas mujeres, interrogadas por fiscales o abogados/as de parte.
“—La última pregunta que me hizo fue ‘¿Está tu madre/padre en casa?’ (…) Cerró la puerta a sus espaldas y me amenazó. Dijo que tenía un cuchillo. ‘Lastimo a tu hermano y a ti si no coperas’. Empezó a frotarme los pechos y mi espalda.
—¿Y qué pasó después?
—Me había dicho que me tirara en el piso y yo no respondí, así que me empujó hacia el piso. Empezó a desabotonarme los pantalones y empezó a tironear de mis jeans.
—¿Y qué hiciste?
—¿Qué hice? Cerré las piernas y giré sobre mí misma.
—¿Qué pasó después?
—Me hizo rodar sobre la colchoneta, me puso de espaldas. Cerró su puño y me dio una trompada en la frente, porque no me quería sacar los jeans como me había pedido. Para entonces, se había empezado a desatar el cinturón y desabotonar los pantalones que tenía puestos. Y su bragueta: abrió su cremallera.
—¿Lo viste hacer esto?
—Sí, lo vi…
—¿Qué pasó luego?
—Me dijo: ‘¡Sácate la bombacha, puta!’ Así lo dijo, literalmente.
—¿Qué pasó luego?
—Yo estaba boca arriba. Acostada sobre mi espalda. Grité fuerte llamando a Jason dos veces. Dije: ‘¡Jason! ¡Jason, ayúdame!’”
“—¿Qué pasó luego?
—Me agarró de los tobillos y me arrastró hacia abajo, todo en un mismo movimiento. Fue como que se subió arriba mío y empezó a intentar besarme.
—¿Qué hiciste?
—Intenté alejarlo, mover mi cabeza.
—¿Qué pasó luego?
—Puso las frazadas, el borde de la esquina de la frazada y la sábana en mi boca y puso mi brazo detrás de mí y me sostuvo ambas muñecas con su mano, a un costado de mí.
—Mientras él estaba haciendo esto, ¿él estaba básicamente sobre ti?
—Correcto. O conteniéndome. Quiero decir, se estaba moviendo para poder hacer esto.
—¿Qué pasó después?
—Me besó y tocó mis pechos. Y luego me bajó la ropa interior. Y tuvo sexo oral con…
—Está bien. ¿Qué pasó después de que tuvo sexo oral contigo?
—Después tuvo sexo conmigo.
—¿Sexo vaginal?
—Sí.
—Después de que tuvo sexo vaginal contigo, ¿qué pasó entonces?
—Me hizo rodar y me puso doblada sobre el costado de la cama. Y entonces tuvo sexo anal conmigo.
—¿Eyaculó?
—Eso creo.
—¿Qué pasó luego?
—Después de eso, él simplemente fue como que me empujó a un lado y se levantó para irse.
—Dijo algo antes de irse.
—Sí.
—¿Qué dijo?
—Me dijo que fuera y le dijera a Ted, porque nadie me creería de todas formas.
—¿Ted era tu novio?
—Sí.
—¿Denunciaste esto a la Policía de River Falls?
—Sí.
—¿Alguien fue contigo cuando hiciste la denuncia?
—Sí. Ted.
—¿Por qué denunciaste esto el 18 de marzo?
—Porque todos me insistían en que lo hiciera, excepto mi papá, y yo quería hacer lo correcto.
—¿Por qué no lo denunciaste antes del 18 de marzo?
—No podía ni siquiera pensar en esto por entonces.”
“… metía a la fuerza su pene en mi boca, y contenía mi cabeza. Y yo lo empujaba (…). Y me atragantaba. Y pensaba que me estaba atragantando hasta la muerte. Podía sentirlo. Digo, me sostenía la cabeza hacia abajo. Y yo empujaba hacia arriba. Y él no me soltaba. (…) Y después se acababa en mi boca. Y me hacía tragar esa cosa. Yo me atragantaba con esa cosa pervertida. Y él se reía de mí, creía que era una broma. Y yo corría al baño y empezaba a vomitar, y él se reía de mí. Me hacía sentir que yo era solo una basura. Le decía que no quería hacerlo. Iba en contra de mis creencias religiosas. Y después él decía que tenía que hacerlo igual. Y lo hacía delante de mis niños. Íbamos camino a visitar a mis padres, él quería hacerlo en el auto…”.
“—El oficial me dijo que me metiera en el patrullero, y le ordenó a Jim que estacionara rodeando el patrullero y más adelante, en una zona de pasto en frente de donde estábamos.
—¿Cuando te metiste en el auto del policía, estaba ese área también oscura?
—Sí, muy.
—¿Qué pasó luego?
—Él me preguntó si había tenido sexo con Jim un momento antes. Y estaba… Yo dije… Tuve que pensarlo por un minuto. Y luego dije que no porque recordé que me había puesto un tampón más temprano. Y él me dijo que tendría que chequear y ver. Y me dijo que me bajara los jeans.
—¿Te bajaste los jeans cuando te lo pidió?
—Sí.
—Después de que te bajaste los jeans, ¿qué pasó entonces?
—Usó su dedo para chequear y ver si tenía puesto un tampón.
—¿Qué hizo con su dedo?
—Lo insertó en mi vagina.
—¿Qué pasó luego de eso?
—Me dijo que no sentía nada pero que había otra forma de que pudiera volver al auto y seguir mi camino.
—¿Te indicó él qué quería que hicieras para que pudieras seguir tu camino?
—Sí, señora, lo hizo. No recuerdo las palabras exactas, pero supe que se refería al sexo oral.
—¿Qué hiciste cuando llegaste a la parte trasera del patrullero?
—Estaba de rodillas. Sacó su pene cuando se bajó la bragueta, y practicamos sexo oral.”
“—… él tenía un cuchillo contra mi garganta y seguía diciéndome que me desnudara.
—¿Qué clase de cuchillo era? Como mejor pueda recordarlo.
—Parecía un cuchillo de cocina.
—¿Recuerda cuán largo era?
—Más o menos así de largo.
—¿Le dijo algo a él?
—Seguí rogándole que me deje sola.
—¿La dejó sola?
—No.
—¿En qué estaba pensando cuando el acusado la despertó y puso un cuchillo contra su garganta y la hizo desprenderse de la ropa?
—Estaba asustada.
—¿Qué fue lo siguiente que el acusado le dijo?
—En realidad no hablaba tanto. Solamente seguía tocándome y besándome.
—¿Dónde la tocó el acusado?
—Por todo mi cuerpo.
—¿Podría decirnos con un poco más de detalle?
—En mis pechos y entre mis piernas.
—¿Con que parte de su cuerpo la tocaba?
—Sus manos.
—¿Alguna vez la tocó con su boca?
—Sí.
—¿Dónde la tocó con su boca?
—Mis pechos y entre mis piernas.
—¿Hizo en algún momento el acusado que le hiciera algo a él?
—Sí.
—¿Qué fue?
—Me hizo poner mi mano en sus áreas privadas.
—¿En su [palabra silenciada en la edición del video original]?
—Sí.
—¿Hizo usted eso?
—Sí.
—¿Alguna vez el acusado emitió amenazas contra usted?
—Sí. Me dijo que actuara como si lo estuviera disfrutando y que no hiciera ruido, sino me mataría.
—Luego de los hechos que usted ya ha descripto, ¿hizo el acusado algo más?
—Sí.
—¿Qué hizo?
—Me hizo tener relaciones sexuales con él.
—¿En algún momento usted intentó gritar?
—No.
—¿Por qué no?
—Tenía miedo de que me matara.
—Cuando el acusado tuvo relaciones sexuales con usted, ¿le dijo algo a usted?
—Sí. Me preguntó si me gustaría más si fuera grande y negra.
—¿Le respondió al acusado de alguna manera?
—Solo seguí rogándole que me dejara en paz”.
10d. Peter Sotos: Buyer’s Market: Bundy
“Mi experiencia con la pornografía en general, y la que trata en un nivel violento con la sexualidad, es que una vez que te vuelves adicto a ella -y lo ves como una adicción- sigues ansiando más y más, algo que te dé mayor sentido de emoción, hasta que llegas al punto en que la pornografía tiene límites.
”Tienes ese punto de partida donde comienzas a preguntarte si realmente hacerlo te dará eso, lo que va más allá de solo leerlo o mirarlo. No soy sociólogo, pero he vivido en prisión por mucho tiempo y he conocido muchos hombres motivados a cometer actos violentos como yo y, sin excepción, cada uno de ellos estaba profundamente involucrado en la pornografía, influenciados y consumidos por una adicción a la pornografía.”
Ted Bundy, asesino serial, última entrevista. 23 de enero de 1989.
Bundy, el cuarto track de Buyer’s Market, es un regodeo que se alimenta de los testimonios y las opiniones de aquellas vidas arruinadas pero no apagadas por Ted Bundy y sus asesinatos y violaciones de decenas de mujeres. Los escombros de sus actos criminales.
Pero no solo hay víctimas. El collage se inicia con un miembro de las fuerzas policiales recapitulando el itinerario criminal inicial del depredador, cuando desde el Estado de Washington se desplazó hasta Utah, a mediados de los setentas. Explica que, de haberse contado con la tecnología adecuada, podrían haberlo apresado en el Estado mormón, evitando que siguiera con sus fechorías en Idaho, Colorado y Florida. Se lamenta de la inexistencia, por entonces, de algún sistema informático con base de datos interestatal sobre delitos sexuales y violentos en serie. El ViCAP que el funcionario menciona, diseñado por el FBI, recién fue puesto en marcha en 1985. “De esa manera algunas de las jóvenes señoras en Utah, la mujeres en Colorado y las muchachas de la universidad del Estado de Florida estarían vivas hoy, incluyendo a esa pequeña de trece años que probablemente sería una feliz prometida en algún lugar. En lugar de estar enmoheciéndose en una tumba por ahí”. La “pequeña de trece años” (en realidad tenía doce) se llamaba Kimberly Dianne Leach, y desapareció en una escuela secundaria de Lake City, Florida, cuando en febrero de 1978 salió de una clase para recuperar un bolso que se había olvidado en otra aula. Sus restos naturalmente momificados fueron encontrados en un cobertizo que alojaba cerdas con cría, a más de cincuenta kilómetros de la ciudad. Había sido violada y degollada por Ted Bundy. Sus genitales habían sido mutilados.
Otro investigador dice, al respecto de las deficiencias en la investigación: “Nadie les prestaba atención. Se registraban como ‘evadidas de su hogares’. Lo interesante es que si miras al Estado de Washington, hubieron 1214 casos así en un período de seis meses”. La madre de una de las primeras víctimas dice: “No creo que alguien alguna vez hubiera relacionado a todas esas chicas perdidas hasta que vimos un aviso en el diario: ‘Ayúdenos a encontrar a nuestra hija. Sabemos que algo ha pasado’”.
Abundan los lamentos de los familiares cercanos de las víctimas. Algunos imaginan cómo hubieran sido esas vidas truncadas. “Ya estaría casada. Probablemente tendría niños”. “Siento que me privó de una cosa muy especial, de criar a mi hija y conocerla y amarla mientras crecía hacia la adultez”. Un par de madres se limitan a decir estupideces: “¿Por qué lo hizo? ¿Por qué la eligió a ella? Ella habría sido su amiga si él le hubiera dado la oportunidad”. “He dicho desde el comienzo que en algún lugar había una madre con un dolor más profundo que el mío [Se refiere a la madre de Ted Bundy]. Pero preferiría tener a mi hija antes que a ese hijo”. “No siento pena por Ted Bundy. Siento pena por su familia”.
Karen Chandler, al igual que su compañera de habitación Kathy Kleiner, se encontraba entre aquellas mujeres que sobrevivieron a los ataques del monstruo en la etapa final de su carrera criminal, cuando, prófugo de la justicia, evadido de una cárcel, todavía sin condena alguna pero ya acusado de algunas desapariciones, su accionar se volvió desprolijo. Ambas fueron molidas a golpes con una rama gruesa, mientras dormían en la sororidad Chi Omega de la Universidad del Estado de Florida, en la noche del 15 de enero de 1978. “No estoy segura de que alguien sepa cómo pudo él entrar. Todas las chicas dejaban sus cuartos individuales sin llave… (…) Las puertas estaban cerradas abajo… Yo no recuerdo nada. Me desperté en la habitación del hospital dos días más tarde”. Karen terminó con el cráneo fracturado y su mandíbula, uno de sus humeros y algunos dientes triturados. Su compañera tuvo lesiones similares.
El lamento de Dale Rancourt, el padre de Susan Elaine Rancourt, una estudiante de biología de la Central Washington State College de Ellensburg, también tiene su lugar en Bundy:
“Fue inesperado, porque esas cosas no te ocurren a ti. Les suceden a todos los demás. Lees sobre eso en el diario. Pasan en la ciudad de New York. No pasan en Ellensburg, Washington”, una pequeña ciudad de, por entonces, unos diez mil habitantes.
El 17 de abril de 1974, Susan Rancourt, de dieciocho años, caminaba por el campus de la universidad hacia su cuarto, cuando un hombre con un brazo en un cabestrillo dejó caer una pila de libros que supuestamente intentaba llevar hacia su auto. Susan se ofreció a ayudarlo. Caminaron juntos hasta el Volkswagen Beetle estacionado junto a un puente de caballetes. Cuando la joven se inclinó para depositar los libros en uno de los asientos, Ted Bundy le partió la cabeza con su arma favorita, la barreta.
“Bueno, recibimos una llamada telefónica desde la universidad”, continúa el señor Rancourt en el track montado por Sotos y Albini, “diciendo que mi hija estaba desaparecida, que no había vuelto a su cuarto. Ella era una estudiante de 10, el tipo de chica que no haría normalmente ese tipo de cosas”.
Diez meses después, en la montaña Taylor, en Sonoma, California, a mil cien kilómetros de distancia, un detective encontró el cráneo fracturado de Susan. Pudieron identificarlo gracias a la cantidad de prótesis dentales de la joven.
El asesinato de Susan Rancourt fue parte de las confesiones parciales que haría Ted Bundy como parte de su prolongado show estelar, una vez apresado.
Por supuesto la aludida madre del depredador también hace su aparición en el collage. Louise Cowel tuvo a su hijo Ted estando soltera, y el niño fue criado por sus abuelos, creyéndolos sus padres y convencido de que su madre era su hermana. Eso, hasta sus tres años, cuando su madre se casó con el padrastro que le dio el apellido con el que adquiriría su celebridad y lo llevó a vivir con ellos. Ted Bundy nunca supo a ciencia cierta quién era su padre biológico, e incluso existió la posibilidad de que fuera fruto del incesto entre su abuelo y su madre, algo que fue descartado con un análisis de ADN con posterioridad a las muertes de los tres.
“Todavía no lo creemos”, dijo Louise Cowel a la prensa, en uno de los dos testimonios que recoge Buyer’s Market. “Sigo sacudiendo la cabeza día tras día, diciendo, ¿cómo puede ser? Porque nuestro hijo es el mejor hijo del mundo. Un chico muy normal, activo. El hijo que criamos era una persona maravillosa, buena. No entendemos qué le ha pasado, esa no es la misma persona que criamos, la que conocimos y conocemos. En nuestros corazones tenemos la seguridad de que nada de lo que hicimos durante su crianza tuvo algo que ver con esto”.
También están las consideraciones de las madres de las víctimas sobre la pena capital. “Y por eso quiero que lo ejecuten, que eso se cumpla, así ya no tenemos que escuchar su nombre. Así ya no tenemos que revivir estos recuerdos horribles. Así todos podremos seguir con nuestras vidas”. “Tendremos la posibilidad de ver a su asesino castigado. Eso está bien. Sé que no es una postura muy cristiana, pero creo que, en este caso, la venganza es necesaria”. “Todavía necesito saber. Me aparecería y le preguntaría, le diría: ‘¿Mataste a mi hija? ¿Secuestraste a mi hermosa hija? ¿Te la llevaste y la mataste?’ (…) Diría que él no puede seguir viviendo, porque no va a hablar sobre eso. No podría confiar en él. No le creería. Ted Bundy necesita morir. Necesitaba morir diez años atrás o más, y no habría tenido la oportunidad de vivir hasta ahora”.
También están los progenitores de aquellos cadáveres que no pudieron ser hallados, existiendo la certidumbre de que efectivamente fue Bundy el asesino. “Querría preguntarle por qué mató a mi hija y qué hizo con ella, dónde puso su cuerpo”, dice una madre, el 23 de enero de 1989, el día previo a la ejecución de nuestro protagonista en la silla eléctrica. “Tener su cuerpo es extremadamente importante. Y tres años atrás pusimos una lápida para ella. Así que tenemos una tumba en el cementerio donde podemos llevarle flores y honrarla, pero todavía no hay un cuerpo ahí”. Sin embargo, no duda en agregar: “Espero que lo ejecuten en la mañana”.
Como corolario y resumen de todo lo anterior están los fragmentos de una entrevista a Eleanore Rose, la madre de Denise Naslund, tomados del documental Murder: No Apparent Motive (Asesinato: sin motivo aparente, 1984).
Denise Naslund, una estudiante de programación informática de diecinueve años, fue secuestrada por Bundy en el parque estatal del lago Sammamish, en Issaquah, estado de Washington, cerca de las nueve de la noche del 14 de julio de 1974. El apuesto señor con el brazo en un cabestrillo la interceptó cuando ella se alejó del picnic que compartía con su novio y algunos amigos, para ir al baño.
“Vi que su novio vino trayendo el auto de ella”, cuenta la señora Rose. “Y supe de inmediato que había algo mal. Y él dijo: ‘No puedo encontrar a Denise’. Dijo que el picnic había terminado un par de horas atrás, y que él había estado buscándola por todos lados y que no había podido encontrarla”.
Denise compartió su breve cautiverio con otra joven secuestrada el mismo día y en el mismo parque por Bundy, en una jornada tan osada como fructífera para el delincuente. Abusó de ambas por turnos, y la última en ser asesinada fue testigo de la muerte de la otra.
El testimonio de la señora Rose es quizás el más elocuente. “Todo lo que puedo pensar es en lo que le hizo a ella. ¿Cuáles fueron sus pensamientos? ¿Cuánto tiempo sufrió?”. Respecto de la familia de Ted Bundy, no demuestra ingenuidad: “Lo lamento por ellos, de alguna manera. Y después, de otra manera, siento que ellos deberían haber visto algo en sus ojos, o algo en algún lugar, sobre él, que les diera una pista de que algo estaba mal”.
“Siento que mi vida ha sido destruida por completo”, concluye. “Por todo lo que él le hizo a las chicas, las golpizas y la estrangulación, humillando sus cuerpos, torturándolos… [La pausa dura varios y tensos segundos], siento que la silla eléctrica es demasiado buena para él”.
10e. Peter Sotos: Buyer’s Market: Victims
“Pensamos que era un casco de fútbol. Todo blanqueado. (…) Hicimos una apuesta de 20 dólares para ver lo que era. Y entonces John dijo en broma: ‘¿Bueno, pero qué pasa si es un cadáver?’”
Así comienza Víctimas, el último collage del primer disco solista de Peter Sotos. “¿Qué hicieron?”, pregunta el entrevistador.
“Lo verificamos. Solo podíamos ver la cabeza y la mano izquierda asomando del barro. Tenía anillos en los dedos. Y aparentemente ella había muerto gritando. Su boca estaba abierta”.
“Cuando vi a mi hermana, todo lo que vi era la piel en su cara”, relata una muchacha.
“Muy, muy poca piel. No quedaban ojos en su cabeza. La mayor parte de su pelo ya no estaba. Apenas había piel en todo su cuerpo. Se veía como el esqueleto entero que podrías encontrar en una clase de ciencia en la escuela. No fue agradable. Fue muy incómodo, para ser honesta contigo. Me asustó por completo”.
“Decirle a un niño de tres años que su papi no va a volver no es fácil. Tratar de explicarle que alguien le voló la cabeza no es fácil”, dice una joven madre, llorando.
“Le cortaron la garganta a mi hijo”, dice otra madre ya no tan joven.
“Le dispararon en la cabeza. Estaban dejando el motel. Se habían ido de vacaciones. Mientras salían, este hombre los hizo volver a la fuerza a la habitación. Los hizo acostar y les disparó en la nuca”, cuenta una hija adulta. “Lo otro que no fue presentado como evidencia fue que después de que mató a mi madre, se masturbó y dejó su semen en un pañuelo descartable cerca de ella. Pero esto no fue presentado como evidencia de parte de su personalidad, porque no es un crimen masturbarse”.
Luego irrumpen en el collage unos anónimos llantos, probablemente femeninos, en el colmo de la congoja. Y de nuevo otra porción de audio llega…
“Enterramos a Debbie en un ataúd para niños color rosa, porque a ella le gustaba el rosa y era una niña. Era un pequeño marimacho. Le gustaba jugar con varones, treparse a los árboles. No tenía miedo. ¿La ves ahí? Tiene pintalabios puesto. Creo que estaba en sexto grado. Estaba ahí saliendo de la etapa marimacho y poniéndose femenina”.
Ahogada en lágrimas, con largas pausas entre frases, habla después la madre de una joven que encontraron muerta tras seis años de búsqueda: “Me senté en la sala funeraria durante tres horas. Diciéndole todas las cosas que había intentado decirle cuando estaba viva. Si tienen hijos y están en la calle, mejor sería que los recuperen, porque si no, no los tendrán. Y cuando están muertos, están muertos. Para siempre es para siempre”.
Quien también pasaba demasiado tiempo en la calle era Debra Estes. Su madre, Carol, nos cuenta: “Cuando empecé a descubrir lo que estaba pasando, era demasiado tarde porque ya había estado ocurriendo por un tiempo. Debbie estaba yendo a Planned Parenthood [una organización dedicada a brindar información sobre salud sexual y reproductiva] y consiguiendo pastillas anticonceptivas. Cuando tenía once o doce años, descubrí que estaba fumando marihuana. Descubrí que los muchachos estaban mucho más interesados en ella que en solo ser amigos. Un montón de cosas que le rompen el corazón a una madre. La arrestaron por prostitución y yo ya no sabía quién era. Ella creía que era un juego”.
Más adelante en el collage, Carol continúa:
“Para cuando empezaron a encontrar a todas esas chicas y se dieron cuenta de que tenían a un asesino serial, ya eran todas huesos. No puedes conseguir demasiada evidencia de los huesos…”.
Carol se está refiriendo al asesino del río Green, en el estado de Washington, uno de los más prolíficos en la historia de los Estados Unidos: más de setenta prostitutas estranguladas entre 1982 y 1984, siempre después de haber gozado de sus servicios. El nombre fue adjudicado luego de que los cadáveres de sus primeras cinco víctimas fueran encontrados en ese río.
Debra Estes, con quince años de edad, desapareció en la ciudad de Seattle en julio de 1982. Esta vez Debra había robado doscientos cincuenta dólares de la cartera de su madre. No era la primera vez que desaparecía por días enteros de su casa, y la fuga de menores de sus hogares había sido despenalizada en 1977, por lo tanto la policía no se preocupó en buscarla.
En abril de 1984, después de escuchar que Debbie había sido vista trabajando en la avenida First, Carol se comunicó con la policía.
Carol y su marido se presentaron en la unidad anti-vicio de la policía de Seattle. Los oficiales les dejaron revisar los archivos relacionados con el asesino del río Green. La sorpresa no fue menor cuando el matrimonio se topó con una serie de fotografías de su hija, esta vez con el pelo teñido de negro. Había sido arrestada en repetidas ocasiones por prostituirse en la vía pública, pero decía llamarse Betty Jones y tener diecinueve años.
Nuevamente Carol:
“Llamé al Grupo de Tareas [asignado al caso del asesino del río Green] y recibí la misma respuesta que había recibido por dos años. Que no habían podido hacer ninguna conexión entre Debbie y la prostitución. Y les dije que había sacado su foto de sus expedientes, y él dijo: ‘Oh, sí, hemos estado buscando a Betty Jones desde 1982’”.
Debra había usado una serie de alias para disfrazar su identidad, y Betty Jones era ese con el cual su fisonomía había sido identificada a la hora ser considerada como una de las posibles víctimas del asesino del río Green, una cuyo cadáver aún no había sido hallado.
Sin embargo, en los expedientes su desaparición no databa de abril de 1982, cuando dejó la casa de sus padres, sino de septiembre de 1982. Debra, bajo el alias Betty Jones, se hallaba entre las víctimas de un violador serial y había aceptado testificar en su contra. Por entonces vivía en un motel de una ciudad cercana, Federal Way. Un detective de la policía la había retirado de ahí, para ayudarla a preparar su declaración. En el camino de regreso al motel, Debra le había mostrado el lugar en el que había sido violada. Se supone que esa fue la última vez que alguien la vio con vida. Un mes después de que los primeros tres cadáveres del asesino del río Green habían sido hallados.
El responsable de esos más de setenta asesinatos de prostitutas se llamaba Gary Ridgway, y pese a que era un sospechoso desde 1983, recién pudo ser apresado por la policía en noviembre de 2001. En 1984, había incluso pasado un test de polígrafo. En ese mismo año, el desconcierto era tan grande que el propio Ted Bundy fue consultado. Con total acierto, Bundy afirmó que el asesino del río Green visitaba los cadáveres después de descartarlos en lugares descampados. Ello sería confirmado por el propio Ridgway, quien explicó que teniendo sexo con las prostitutas muertas ahorraba dinero y evitaba temporalmente volver a matar.
A la fecha, el cadáver de Debra Estes es uno de los nueve que, atribuidos a los actos criminales de Gary Ridgway, nunca pudieron ser hallados.
Victims también contiene una serie de audios derivados de la conducta de otro célebre asesino serial, esta vez oriundo de Kansas City, Missouri.
“Tomó un transformador y lo conectó a mis genitales, y se retiró unos pasos y tomó fotos mientras yo me sacudía. Parecía que nunca terminaría, ¿sabes?”, cuenta Christopher Bryson, la última víctima de Robert Berdella, un señor gordito, con anteojos de vidrio grueso y bigotes. Entre 1984 y 1987 Robert (Bob, para los amigos) violó, torturó y asesinó al menos a seis muchachos. Se supone que había sido inspirado por la adaptación fílmica de 1965 de la novela The Collector (El coleccionista, 1963), de John Fowles.
Por su parte, Christopher Bryson era un prostituto de veintidós años que pasó cuatro días atado a la cama de Berdella siendo torturado y sodomizado. Entre otras cosas, Robert había frotado sus ojos con amoniaco, sustancia con la que sustituyó el líquido destapacañerías que había usado con sus anteriores víctimas. Cuando Christopher escapó, largándose desde una ventana del segundo piso de la casa, corrió por la calle desnudo y con un collar de perro al cuello.
“Tenía fotos de tipos a los que les había hecho cosas, chicos atados y con marcas en el cuerpo”. Berdella, al igual que Jeffrey Dahmer, tenía por costumbre usar una cámara Polaroid para inmortalizar sus obras.
La mayoría de sus víctimas moría como consecuencia de las torturas y no de un acto deliberado de Berdella. Como en el caso de Todd Stoops, un prostituto drogadicto de veintitrés años a quien desgarró analmente con su puño. La herida se infectó, los antibióticos para animales que le dio el secuestrador no funcionaron y tres días después el joven murió a causa de un shock séptico.
“Cuando James desapareció, incluso le rogamos [la mujer que habla se refiere a alguien que se debe haber mencionado antes de esta porción de audio] que hiciera algo, que fuera a la casa de Berdella con una orden de allanamiento con cualquier excusa, para intentar encontrar a mi hijo ahí adentro, porque nos habían dicho que él posiblemente estaba encadenado en la casa”. Alude a James Ferris, de veinte años, la cuarta víctima, un conocido del sádico. Lo torturó con descargas eléctricas de 7.700 voltios y una especie de acupuntura profunda y experimental con agujas hipodérmicas. Además de las repetidas violaciones, claro está.
“Yo revisaba su basura y encontraba diferentes cosas”, dice en otro audio un mendigo del barrio. “En algún momento, pensé que serían restos de perros. Más tarde, después de la investigación, la policía vino. Tres años después. Descubrí que de esa forma Bob descartaba algo de los desperdicios de los restos humanos, los ponía en bolsas de comida para perros y las dejaba con la basura”. Efectivamente, el día en que un secuestrado de turno moría, Robert lo colgaba patas arriba sobre una olla o sobre la bañadera, le abría la yugular y las venas del interior de los codos y lo dejaba toda la noche para que se desangrara. Después lo desmembraba, ayudado por una motosierra.
Y continúa el collage, con más fragmentos de otras tragedias ajenas.
Dice una madre: “Él me había pedido ‘Mamá, ¿puedo salir al fondo a tomar un poco de aire?’ Así que le dije ‘Claro, adelante’”. Dice la hija de esa madre, la hermana de ese niño que quiso salir a un patio trasero que sin duda lindaría con la calle: “Puedo verlo cuando salió por la puerta de atrás. Esa fue la última vez que lo vi. Esa fue la última vez que cualquiera de nosotros los vio. No tendrían que haberlo dejado ir, porque si no lo hubieran dejado ir, mi hermano no estaría muerto”.
Relata una madre: “‘Tiene que venir y tiene que identificar a su niña’. Y ella estaba ahí con ese gran grito silencioso en su cara. E intentas entender por qué alguien podría hacer algo así”.
Más niñas y adolescentes muertas.
“Carrie era una persona adorable. Tengo un sueño en el que ella va a volver. En el que la persona que enterramos no era ella”.
“Ella creía que todos eran buenos”, nos dice la madre de Denise. “Y ella pensaba que yo era una vieja cínica porque intentaba explicarle que alguna gente no lo es”.
El padre de Denise cuenta cómo se enteró del hallazgo del cuerpo de su hija: “Estaba volviendo a casa del trabajo, por la tarde. Tenía la radio sintonizada en mi estación favorita e irrumpió el espacio informativo diciendo que Denise había sido encontrada. Así fue como lo escuché. Lo escuché por la radio. Y me perturbó tanto que, bueno, ya no pude seguir conduciendo. Tuve que detenerme al costado de la ruta y dejar de temblar. Entonces pensé en que mi esposa estaba en casa y en la posibilidad de que ella lo escuchara por la radio. Así que conduje hasta casa tan rápido como pude. Y, para cuando que llegué ahí, por supuesto, a ella ya se lo habían dicho”.
“(…) caminamos hasta el auto y le preguntamos si estaba perdido. Y entonces él salió del auto y nos amenazó. Dijo que si no subíamos al auto nos mataría. Así que yo corrí por ahí hasta la casa de los vecinos. Y Katie estaba llorando y entró al auto”. Es una jovencita quien habla. Luego, una mujer adulta agrega: “Katie había sido tan abusada que Tom dijo que la única cosa que se le parecía eran las pecas en su cara y los brackets en su boca”.
La mecánica del anterior caso guarda una enorme similitud con el de la violación y muerte de Melissa Ackerman, de ocho años, quien cayó en las garras del asesino serial Brian Dugan mientras paseaba en bicicleta con una amiga en la zona rural del pueblo de Somonauk, estado de Illinois. En la sección Kid Kill (Asesinato de niños) del primer volumen del número 3 de PURE, Peter Sotos analiza el suplicio de Melissa y sus allegados, ya que la muerte de la niña tuvo lugar en los mismos días de la preparación del número (junio de 1985).
(Vale mencionar que Brian Dugan había sido, en 1972, abusado sexualmente por el mismísimo John Wayne Gacy, quien, después de conocerlo en un mercado, le ofreció trabajo y lo invitó a subir a su auto. Ya en una zona alejada de la civilización, lo obligó a ponerse una bikini y a practicarle sexo oral. Para mantenerlo callado, le regaló veinte dólares. Dugan recién mencionó el episodio cuando fue detenido por la policía más de trece años después, por sus propios delitos.)
“Cuando él le hizo esto a mi hermana, mató a una parte de la familia. No importa lo que ella hizo o cómo vivió su vida, ella era mi hermana y yo la amaba mucho”.
Y con las lágrimas insinuándose debajo de las últimas palabras de esa muchacha termina Buyer’s Market, una experiencia única de principio a fin. Sin dudas, nadie vuelve a ser el mismo después de su escucha.
11. Whitehouse: Halogen (1994)
Después del regreso a las actuaciones en vivo con la formación Bennett/Wallis/Jaworzyn, el 24 de junio de 1993 Whitehouse empezó una pequeña gira de dos semanas por los Estados Unidos, con Bennett ahora acompañado por Peter Sotos y Jim Goodall, el baterista de la banda Medicine, en esta oportunidad a cargo de uno de los dos sintetizadores, claro está. En 1995, los Medicine le dedicarían a Peter la excelente I Hear, del álbum The Buried Life. “Un carnicero sonríe de oreja a oreja, nadie afuera puede escuchar / ‘¿No crees que ha llegado tu momento?’, oigo”.
El regreso a los escenarios había tenido la particularidad de contar con Birthdeath Experience (Experiencia de nacimiento-muerte) en un lugar permanente dentro de la lista de temas. Esta pieza, con la que cerraba el primer disco de la banda, consistía en unos tres minutos y medio de silencio, en forma análoga a trabajos como el clásico experimental 4′33″, de John Cage, o Two Minutes Silence, de John Lennon y Yoko Ono, artista sumamente admirada por Bennett. Birthdeath Experience era anunciada al público como “canción”, y durante esos tres minutos y medio el trío de turno deambulaba por escenario, respondiendo con ironía a las agresiones del impaciente y a menudo desconcertado público. En más de una oportunidad se suscitaron peleas a golpes entre la concurrencia.
En septiembre de 1993, Peter Sotos volvió a su faceta como escritor, esta vez con el fanzine autoeditado llamado Parasite, en donde reseñaba desde libros, películas, discos y revistas hasta programas de televisión. La publicación tenía una tirada mensual y se enviaba a los lectores previa suscripción anual de 40 dólares. Esta vez, no habría imágenes ilustrando el contenido de las páginas.
La Live Action de Whitehouse en París (la número 58), el 13 de noviembre de 1993, fue significativa no solo por ser el comienzo de una mini-gira de ocho días. En primer lugar, resultaba la primera fecha con Peter Sotos fuera de los Estados Unidos. Y en segundo lugar, marcaba el regreso a la banda de Philip Best, el hijo pródigo de Bennett. La formación más paradigmática quedaba así constituida y lista para horrorizar a quienes se cruzaran en su camino.
Fue por entonces cuando la conducta de Sotos en el escenario terminó por consolidarse. Deambulando como un león enjaulado entre Bennett (al micrófono) y Best (frente a un sintetizador Roland); incitando a la audiencia, reclamando aplausos y gritos; apenas tocando su Wasp; ingiriendo enormes cantidades de cerveza y escupiendo algunos de los tragos en la cara del público de la primera fila, al que también ocasionalmente golpeaba; retirando, cual gorila de seguridad, a los excitados que se metían en el escenario.
De parte del público, la tensión y la agresión, ya un sello característico en las Live Actions, empezó a dejar de ser espontáneo para convertirse en una conducta ritual, en un idioma, una muestra mutua de identidad. Se configuró la costumbre de arrojar a la banda botellas y vasos de vidrio y colillas de cigarrillo encendidas, de molerse a golpes, de intentar destruir los sintetizadores o de arrastrar a Best fuera del escenario.
El mencionado show en París no fue una excepción, y debió terminar abruptamente a los treinta minutos de haberse iniciado, después de que uno de los sintetizadores y un parlante fueran dejados fuera de combate por la turba. Se supone que parte del caos tuvo su causa en la mala instalación eléctrica del equipo de sonido. Las paredes mismas cargaban de electricidad a los miembros de la banda, y eso resultó en una fuerte descarga eléctrica que recibió uno de los fanáticos al ser tocado por Peter, incidente que no hizo más que aumentar el grado de hostilidad en la velada.
Terminada la gira europea, Bennett y Sotos volvieron a Chicago en diciembre, para empezar a trabajar en el decimotercer disco de Whitehouse, bautizado Halogen. Nuevamente grabado y producido por Steve Albini -quien, para entonces, ya había sumado a su curriculum vitae tanto a Rid of Me, de PJ Harvey, como a In Utero, de Nirvana-, y también con portada a cargo de Trevor Brown, esta placa de Whitehouse fue editada en abril de 1994.
El sonido de Halogen se caracteriza por regresar un poco a las texturas sonoras largas y agudas de viejas épocas, con la voz de Bennett cada vez más chirriante. En este disco casi no hay letras y en los temas se evidencia cierta lentitud intencional, dando a los tracks la sensación de reptar por la cabeza de todo aquel que lo escucha a través de la ajustada media hora de duración total de la placa.
Vulgar es una común rola del Whitehouse sexual, compuesta por Bennett.
Ya en Lightning Struck My Dick, vuelve a notarse la pluma de Peter Sotos, en colaboración con James Goodall y el propio Bennett. El título fue tomado textual de un cuento del mayormente ignoto autor de culto Crad Kilodney.
Neoyorkino de nacimiento pero habitante de Toronto, Canadá, desde 1973 hasta su muerte en 2014, desde 1978 Kilodney vendía sus libros autoeditados en las calles, con un cartel de cartón colgando del cuello, un cartel en el que escribía a mano el título del último libro publicado. Escribió más de treinta obras, entre novelas como Pus asqueroso de perros muertos y colecciones de cuentos con títulos como Esclavos sexuales de los astro-mutantes, Historias simples para idiotas, Yo mastiqué las tripas crudas de la señora Ewing o Monos chupasangre de Tonawanda del Norte. Sus manuscritos fueron ampliamente rechazados por los editores e ignorados por los jurados de concursos literarios. Solo cuatro de sus libros fueron publicados por editoriales y llegaron a librerías.
En lo que respecta a Lightning Struck My Dick, el cuento de Kilodney, no hay alusión sexual alguna en su título, por más que el sentido de la canción de Whitehouse lo haya convertido en una grosería cuya traducción sería “El relámpago cayó sobre mi pito”.
Por el contrario, en la historia de Kilodney, un narrador anónimo está recostado en una playa meditando. Piensa, por ejemplo, en un tal Leon Czolgosz. Recapitula la mala suerte de Leon, en una serie de anécdotas absurdas y graciosas. “Leon está en la biblioteca pública para devolver un libro. El plazo está vencido y él se niega a pagar la multa. ‘¡Mis impuestos pagan estos libros!’, le gruñe a la bibliotecaria. Ella lo golpea en la cabeza con el Tratado sobre el Gobierno Civil de Locke”. Mientras los pensamientos siguen libres en la cabeza del narrador, en el horizonte una tormenta se avecina. La gente se retira de la playa, pero él no lo hará. Si no lo hacen los cangrejos, ¿por qué lo haría él? Lo cual lo lleva a una serie de desvaríos con esos animalejos como tema común. “Un general ha tenido que pasar por un trasplante de cerebro y le van dado el cerebro de un cangrejo. Ordena un movimiento de pinza contra el enemigo”. Con la cercanía de la tormenta, la arena empieza a volar. Ahora se suceden pensamientos delirantes relacionados con la arena. “Un hombre está dormido sobre la playa. Lo reconozco, es el hombre que me presentó a mi esposa. Sigilosamente me acerco y derramo un puñado de arena en su garganta y después me escapo”. Empieza a llover y el narrador sigue en la playa. Ahora se suceden en su mente bizarras anécdotas que contienen arena, cangrejos y a Leon Czolgosz como elementos argumentales. Y entonces llega el final del cuento:
“La lluvia está cayendo más fuerte ahora. Todos los bañistas se han ido. Mirando a lo lejos, veo a mi hijo de cinco años, Dick, volviendo desde el puesto de refrigerios con un cono de helado chorreando por todo su puño apretado. De repente un rayo quema el aire y lo alcanza, ¡explotando en una enorme onda de choque! Todo alrededor de su cuerpo ennegrecido, la arena se ha fundido en una especie de vidrio natural. Este es un efecto curioso de la naturaleza que nunca había visto antes”.
Por su parte, si bien la letra de “El relámpago cayó sobre mi pito” es tan grosera como su título promete, se advierte un claro espíritu festivo: “Déjame celebrar / Deja que el relámpago caiga sobre mi pito / Déjame fornicar con tu boca / Y con tus padres / Y tu familia / Déjame fornicar con tu historia completa / Déjame fornicar con los policías / Y los dealers / Y los proxenetas / Y los trabajadores sociales / Y los políticos / Déjame fornicar con este país entero / Déjame fornicar con tu boca”.
Movement 1994 (Movimiento 1994) es una clásica noise wall (pared de ruido blanco o rosa), de las que Whitehouse lanzaría de tanto en tanto en sus discos: la primera fue Movement 1982 (New Britain) y la siguiente, Movement 2000, aparecería en Cruise. El propio Bennett llegó a reconocer, un poco en broma, que ponía estos instrumentales para permitirle al oyente sentarse a reflexionar sobre las letras del resto de las canciones del disco en cuestión.
A Movement 1994 le sigue Dictator (Dictador), con un Bennett vocalizando a su manera, sin decir nada concreto. Parece esperar que Peter Sotos venga en su ayuda a prestarle letras más directas y verosímiles.
El disco continúa con el track Halogen, acreditado a Bennett y a Sotos, y tal vez el tema más misterioso, al incluir de fondo grabaciones extraídas de una radio, de lo que parecen ser niños cantando. También hay silencios y pausas entre el ruido, y cuando parece que la pieza llega a su fin vuelve a aparecer el chirrido característico de la banda y la voz de Bennett, dando el momento más sádico del disco: “¿Puedes ver esto? / El halógeno quema / Halógeno caliente / Quema, hermana / Muéstrame esa quemadura / Párate frente a ese halógeno caliente / Espero que esto te duela / Quiero lastimarte / Quiero que llores mucho más fuerte / No me importa / No me importa si has llevado una vida digna o no / A nadie le importa / Tu lengua me está irritando / Mucho / Ruégame que pare / Quiero que llores más fuerte / Ruégame que me detenga / Ruégame / Muéstrame hermana / Muéstrame cuánto lo quieres / ¿Y qué sabes sobre la conveniencia? / ¿Y llegar a un acuerdo? / ¿Y la humillación?”
El disco cierra con los 58 segundos de The Way It Will Be (De la forma en que será), un poema de Bennett que escapa a todo lo que había escrito hasta ese momento, recitado sobre un exquisito colchón ambient-industrial. Un auténtica rareza que sirve para dejar más que desconcertados a sus oyentes: “Me gustaría vivir para siempre / Los soles podrán salir / Los soles podrán ponerse / Pero tú y yo nunca más regresaremos a la Tierra”.
En 1994 también tuvo lugar la publicación de Quality Time, un cuento de Sotos en el que se dio a conocer una de las facetas del estilo consolidado que caracterizaría su obra a partir de 1996. El texto -que poco más de un año después se revelaría como el primer capítulo de Tool– no era ni más ni menos que el monólogo de un pedófilo ante su víctima, una niña de diez años secuestrada, y fue incluido en el cuarto y último número de Answer Me!, la revista editada por el matrimonio de Jim y Debbie Goad. Se trató del especial sobre “violación”, y su contenido contracultural le valió a un par de libreros del Estado de Washington sendos procesos judiciales por “obscenidad”.
En abril de 1995 Sotos dejó de publicar Parasite. En total, habían sido veinte números.
Volviendo a Whitehouse, Halogen dio como fruto la edición, en febrero de 1996, de Tokyo Halogen, primer disco en vivo “oficial”, grabado en Japón durante tres presentaciones que dio el grupo a principios de noviembre de 1994, como parte del Dictator Tour. Con un dibujo del ilustrador e historietista español Miguel Ángel Martín como portada, este elepé sería el único de la discografía de la banda en contener contribuciones “musicales” de Peter Sotos, siempre obviando las ediciones más limitadas y humildes, sin mezcla, sobregrabaciones o masterización, que la banda hacía de cada Live Action.
12. Whitehouse: Quality Time (1995)
Después de esa merma de ideas que había sido Halogen, en noviembre de 1995 Whitehouse regresó a lo grande con Quality Time, un disco con título tomado del aludido cuento de Sotos, y con un sonido mucho más nítido -aunque oscuro a la vez- y digital que, de no ser escuchado con precaución, puede dejar al oyente con un molesto tinitus.
Grabado y producido en septiembre de ese mismo año en Chicago por Steve Albini y nuevamente con portada del artista inglés Trevor Brown, es en este disco donde se conforma definitivamente la formación clásica de Whitehouse: Bennett, Sotos y Philip Best, todos aportando grabaciones.
En el caso de Best, su principal colaboración fue, por un lado, en formato solista, con su instrumental Execution -sin dudas el track más excesivo y violento del disco-; por el otro, con el total de las voces en Just Like a Cunt (Igual que una conchuda), pronto a convertirse en todo un himno del grupo. “Sí, ese perro te mira / Con fascinada repulsión / Incluso su desagradable erección a medias está disgustada”. Como si eso fuera poco, tanto el título como la letra parafrasean el nombre y el estribillo de Just Like a Woman (Igual que una mujer), de Bob Dylan. Mientras el bardo folk cantó “Ella lo toma igual que una mujer / Sí, ella hace el amor igual que una mujer / Sí, así es, y sufre igual que una mujer / Pero se quiebra igual que una niñita”, Best vocifera: “Lo tomas igual que una conchuda / Fornicas por la concha como una conchuda / Sufres igual que una conchuda…”, etc.
Esta canción ya por entonces estaba considerada en los créditos del disco como la “versión vocal de PB (Philip Best)”, y en un futuro disco tendría una versión con Bennett como vocalista, retitulada A Cunt Like You (Una conchuda como tú). Pero, en medio de ambas, Sotos también hizo lo suyo, aunque en un formato literario, lo cual tenía lógica. Bajo el nombre just like a cunt (kinderwhore version) (Igual que una conchuda [versión niña prostituta]), el texto fue publicado en la antología Funeral Party, Volume Two: A Celebratory Excursion into Beautiful Extremes of Life, Lust & Death (Fiesta funeraria, volumen dos: una excursión celebratoria por los hermosos extremos de la vida, la lujuria y la muerte, Rude Shape Productions, 1997), un volumen conteniendo también narraciones de Jack Ketchum y John Shirley (entre otros), dibujos de artistas de la talla de Trevor Brown y Miguel Ángel Martin y entrevistas varias. El texto de Sotos es una especie de muestrario del material que puebla su universo, con el fluir de la conciencia de cínicos, sádicos, misóginos, homosexuales encubiertos y pedófilos; fragmentos de textos periodísticos, judiciales o provenientes de alguna disciplina del arte a modo de interpolaciones; gramática enrevesada y parlamentos en segunda persona. Párrafos que escupen imágenes inquietantes como “Algún marica chupa la concha flácida, carnosa y lastimada de su esposa después de que ella ha cagado alguna pequeña rata enferma balando disgénica”.
En su mayoría las voces en el disco son mucho más claras que en trabajos anteriores, por lo que se supone que la banda realmente quiso que esta vez las letras (todas acreditadas a Bennett y a Sotos) se entendiesen en su totalidad, a diferencia del disco anterior, en el cual, tal vez, debían ocultar esa falta de texto, que ahora es reivindicado con referencias al sadomasoquismo y al sometimiento sexual en general, como en el caso de la canción que lleva el nombre del disco, con expresiones tomadas de los diálogos espontáneos Walking Toilet Bowl (Inodoros ambulantes), la saga de películas gonzo coprofílicas del actor y productor pornográfico Jamie Gillis: “Di que eres un inodoro humano / Dilo / Di que eres una prostituta mugrienta / (…) / Diez [dólares] si te comes la mierda / (…) / Encrémate los muslos / (…) / ¿Su mierda está en tu cara y estás diciendo que no pasó nada?”
“¿En qué estabas pensando / cuando lo dejaste acabar en tu boca? / cuando sangraste sobre su verga? / cuando le rogaste que parara? / Cuéntame de nuevo / sobre tu hermana / Sobre el dolor / Y sobre tu terapia / Y el Prozac / Y el dolor fantasma / Dime otra vez, querida / Dímelo de nuevo / Me gustan las historias / Dime / Puedo confiar en ti / Dime / Prometo que escucharé / Cuéntamelo mientras bailas”, dicen en Told (Dicho), con una letra armada en base a retazos extraídos del décimo capítulo de Special, un libro de Peter Sotos que recién vería la luz en 1998. Un capítulo, a su vez, basado en el caso de Mary Vincent Larry Singleton, otoño de 1978.
Mary tenía 15 años y hacía autostop en las rutas que separaban Berkeley de Las Vegas. Soñaba con ser bailarina. Larry tenía 51 y se ofreció a llevarla en su furgoneta. En una parada de descanso, en el medio de la nada, Larry la desmayó con un par de martillazos en la cabeza, mientras ella se ataba los cordones. Junto al valle llamado Del Puerto Canyon, en la parte trasera de la furgoneta estacionada, Mary, drogada con algo que se le hizo beber y con los brazos atados, fue violada durante toda la noche por Larry. Al amanecer, le cortó ambos antebrazos con un hacha. La mano del izquierdo quedaría agarrada al hombro del señor por unos segundos después de la mutilación. Mary fue entonces arrojada desnuda por un acantilado de nueve metros de altura, sobre una zanja de drenaje. Con los muñones encostrados por el barro y la sangre, gateó por una barranca hasta un camino de tierra que la condujo a una autopista, donde fue rescatada. Ella misma se fabricaría los antebrazos ortopédicos que la acompañarían por el resto de su vida. Usó pedazos de una heladera y un equipo de música. Antes que eso, la puesta a punto de los muñones había requerido injertos con un buen pedazo de uno de sus muslos. Adiós para siempre a la carrera de bailarina.
Por cierto, la mención en Told del “dolor fantasma” alude a las sensaciones que se siguen sintiendo en el lugar de un miembro cercenado. Picazón, cosquillas y dolor son las más comunes.
Es en Baby, el tercer track del disco, donde el desconcierto es absoluto: se trata de tres minutos de sonidos de chapoteos en el agua, y de fondo, el balbuceo de lo que se creería es, al menos, un niño (quizás dos) tomando un baño. Ciertos sonidos guturales hacen creer que se trata de menores con algún tipo de discapacidad mental. Risas, gimoteos y un ruido ambiente indescriptible han elevado a este track al podio del más misterioso de toda la obra de Whitehouse, solo igualado por los perturbadores collages de audio de Peter Sotos. Lo cierto es que el grupo jamás ha dado pista alguna sobre el enigmático Baby, y tal vez sea mejor que su origen se mantenga en el misterio.
La placa cierra con Once and for All (De una vez y para todos), gritos y ruidos que se cortan abruptamente, dejando al escucha con ganas de más y dándole al LP la media hora de duración de todos los anteriores, formato justo que debería tener todo buen disco, y, en especial, trabajos como los de Whitehouse, que requieren varias escuchas y una cierta profundidad de análisis antes de que se logre entender frente a qué clase de (anti)arte se enfrenta el oyente.
Mientras tanto la carrera literaria de Peter Sotos finalmente despegaba, con Jim Goad como editor y la publicación de Total Abuse: Collected Writings, 1984-1995: Pure, Tool, Parasite, un libro que recopilaba no solo los dos primeros números de PURE (sin la fatídica portada del asunto legal), sino también el número 3, todavía inédito, y todos los números de Parasite. A eso se le agregaba la inclusión de lo que era el primer libro de Peter, Tool, haciendo uso de una técnica editorial algo cuestionable. Años después sería publicado en forma individual.
En las actuaciones en vivo, Sotos se había convertido en una verdadera amenaza para el público de Whitehouse.
En Londres, en marzo de 1995, apenas empezada la Live Action número 70 (que contó con la presencia de Kevin Tomkins entre el público), Peter golpeó a una mujer que intentaba meterse en el escenario.
En una reseña de la Live Action 82, ya en abril de 1997, en Berlín, puede leerse: “La actuación más sorprendente vino de Peter Sotos, luciendo y actuando como un animal enjaulado, un maldito psicópata total, en un momento tranquilo pero de mirada nerviosa, en el otro momento pisoteando el escenario y gritando de ira. Después intentó apagar su cigarrillo en la frente de un miembro del público”.
13. Whitehouse: Mummy and Daddy (1998)
Ya desde la supuestamente inocente portada diseñada por Trevor Brown existía la sospecha de que con Mummy and Daddy Whitehouse estuviera repitiendo en el contenido sonoro las fórmulas de sus dos anteriores trabajos (Halogen y Quality Time). Pero no. Es en este nuevo LP -el décimo quinto, grabado en febrero y marzo de 1998 y editado en abril del mismo año- que el grupo dio un salto hacia adelante y sin red, como de costumbre, dándole lugar a nuevas temáticas líricas con contenidos no menos escabrosos, como la violencia doméstica sobre las mujeres y la violencia intrafamiliar. William Bennett ha reconocido haber estado totalmente obsesionado y absorbido por estos temas durante la concepción y grabación de Mummy and Daddy.
Desde el primer track, Philosophy of the Wife-Beater (La filosofía del marido golpeador), con letra de Bennett y Sotos, se deja muy en claro de qué va el grupo en este disco, que musicalmente suena aún mucho más sucio y desquiciado que nunca, y donde se destaca el nuevo uso de sintetizadores digitales y sonidos generados por computadoras. “¿Quién mierda te crees que eres? / Maldita estúpida / ¿Le hablas así a tu hermana? / ¿Le hablarías así a tu mamá? ¿Eh? / ¿No te enseñó modales? / Mírame y di que lo sientes, conchuda”.
El breve e instrumental segundo track, Worthless, acreditado al trío, es solo una pequeña introducción al auténtico hit de la banda, A Cunt Like You, una nueva versión de ese clásico de las Live Action llamado Just Like a Cunt, aparecido como simple y en el disco Quality Time. En esta versión es William Bennett el único autor acreditado y vocalista principal, y sus gritos y frases llegan a un grado insuperable de misoginia: “Realmente detesto la vulgaridad, tan común / Tu vergonzosa celulitis / Nunca volverás a ser la misma, maldito estereotipo / No eres más que una concha / Pareces un maldito murciélago / Una puta vieja / (…) / Eres un puto desastre / Una maldita desgracia”.
El cuarto track, intitulado Daddo, es acreditado a Peter Sotos y a William Bennett. La letra es un fragmento adaptado de Playground Sex (Sexo de patio de juegos), un libro de Sotos que sería publicado en un par de ediciones especiales y limitadísimas por la editorial francesa Timeless en el año 2000, a modo de número especial. Casualmente, Playground Sex también tendría como portada un dibujo de Trevor Brown: una niña de no más de diez años con los brazos ocultos tras la espalda, debajo de las sogas que rodean su torso, impidiéndole moverlos. Son sogas para saltar, el clásico juego de niñas. Detrás de la menor hay un juego de plaza, un extraño animal cuadrúpedo montado sobre un resorte.
Lo cual nos lleva a la ya mencionada portada de Mummy and Daddy. Aquí Brown se limitó a dibujar a una niña de no más de tres años, sosteniendo dos muñecos, uno en cada mano. Uno es un ama de casa, otro un hombre de corbata, posible oficinista. Un muñeco en cada mano. Sin duda representan a sus padres. Hasta ahí es solo una niñita con sus juguetes. Pero no son esos muñecos para jugar. Son “muñecos sexuados”…
Volviendo a Daddo, la pieza es una catarata de un total de doce minutos, con un largo texto donde el abuso familiar de menores vuelve a ser protagonista. Durante los primeros 120 segundos se oye la voz de Bennett, muy calma, un susurro sobre un crepitar de fuego y ruidos agudos, la voz de un sádico hablándole a una niña abusada sexualmente por su padre, presumiblemente una participante de concursos de belleza infantil. Las palabras de ese adulto cínico se vuelven un abuso en sí mismo, y van a ir retorciéndose hasta convertirse en una gritería casi ininteligible, rodeadas de un sonido más power electronics que nunca.
Después de 25 minutos de violencia verbal y ruido desquiciado (las cuatro primeras “canciones”), llega el plato fuerte del disco: Private, el último track, y el único totalmente producido por Steve Albini (todo lo demás corrió a cargo de Bennett).
Private, creado por Sotos, retoma la fórmula empleada en su seminal Buyer’s Market: un collage de audio plagado de testimonios grabados directamente de la televisión en horario prime time -sobre todo de talk shows sensacionalistas-. Se escuchan padres agónicos por la pérdida de sus hijos, testimonios de prostitutas, enfermos terminales y niños abusados…
Todo empieza con un transexual latino, enfermo terminal de SIDA, que habla mitad en español y mitad en inglés, arrepentido de haber vivido una vida de promiscuidad, y cuya principal consecuencia lo llevará a morir pronto. A la vez, es una etapa que recuerda con alegría, por haber vivido como la fémina que siempre quiso ser.
Una mujer relata su encuentro sexual con un hombre desquiciado y retorcido que por poco le hizo tajos en la garganta, y que luego la arropó en la cama y le hablaba como si fuese una niña.
Una niña llama al 911 porque su padrastro está golpeando a su madre. Entre gritos y llantos desesperados y el intento de la operadora por mantenerla en calma, la comunicación se corta abruptamente. El señor debía estar fuera de control, porque la niña agrega: “Acaba de dejar inconsciente a mi hermana”.
Una mujer aclara que mientras su hijo, la víctima, está en un cementerio, su asesino, aunque esté encarcelado o en alguna institución, seguirá viviendo sin demasiados problemas.
Una mujer separada de su hija imagina cómo será esa vida lejos de ella, a la vez que imagina todas las vivencias que no pudo compartir con la chica, con la que sueña reencontrarse algún día.
Una madre habla sobre lo bueno y bondadoso que era su hijo muerto, Christopher: “Dios me prestó diez años y medio de ojos azules brillantes, hoyuelos y alegría. Ahora es el momento de levantar a nuestro Chris y pedirle a Dios que use a este niño como nuestro ángel especial”.
Una niña habla sobre su maestro: “Nunca noté nada malo en él. Él nunca hizo nada malo. Era un buen profesor y era realmente agradable”. En el siguiente testimonio, otra niña dice: “Él venía y ponía su mano en mi trasero mientras me hablaba, y lo frotaba lentamente”.
Un hombre relata su experiencia sobre haber sido abusado: “Yo nunca superaré esto. Pero sé una cosa. Voy a hacer lo que pueda para evitar que esto suceda. No quiero que le pase a nadie más. Porque no hay sentido común en el sistema que tenemos ahora. Necesitamos el sentido común como nuestro sistema. ¿Qué es peor delito que este?”, dice, ahora alterado. “No hay crimen más atroz que aprovecharse de víctimas inocentes como los niños. Niños que ni siquiera han tenido la oportunidad de vivir su vida. Lo que me enoja tanto”, ahora se ha calmado un poco, “es que no soy el único al que le ha pasado esto. Esto es algo que continúa sucediendo y simplemente no puede volver a suceder. Quiero decir, tiene que parar. Estas personas, cuando son encarceladas, necesitan permanecer allí. Si nuestros niños no están seguros en una comunidad como esta, esta comunidad… ¡Yo me siento seguro en ella! Si nuestros hijos no están seguros en esta comunidad, ¿en qué lugar del mundo de Dios estarán seguros?”
Alguien gimotea y dice: “Era simplemente uno de los mejores niños que había. Nunca pude conocer a nadie más amable. ¿Por qué le sucedió a él? Christopher era el niño perfecto. Nadie lo merece. Los hijos de nadie se lo merecen. Nadie en el mundo merece algo así. Es solo un dolor intenso”.
Entrevista a dos niñas sobre el porqué su madre saldrá en la televisión:
“—¿Sabes por qué tu mami está aquí hoy?
—No.
—¿Ella no te habló de eso?
—Sí.
—¿Qué dijo ella?
—Que va a estar en la televisión.
—¿Sabes por qué va a aparecer en la televisión?
—Porque alguien abusó de ella.
—¿Qué significa eso de que alguien abusó de ti?
—Sé lo que significa.
—¿Qué, cariño?
—La gente te toca en tus partes privadas.
—Sí, ¿y eso no está bien?
—No.”
Luego les preguntan si saben dónde está su papá, y ellas contestan que está en la cárcel y que saldrá para navidad.
“—¿Cómo te sientes al respecto?
—Enojada. Enojada.
—¿Y tú?
—Enojada. Odio hablar de esto.”
Una llorosa madre habla sobre su hija asesinada: “Ella debió haber estado gritando por su vida y él le cortó el cuello. Y él fue la última persona en verla. Oh, ella luchó tan duro. Y he tenido que ser fuerte. Y he tenido que ser fuerte estos últimos años porque tenía que terminar su lucha”.
Los padres de John, un niño asesinado, relatan cómo fue el momento en que un detective de la policia les enseñó una zapatilla de su hijo para reconocerlo a través de su ropa. Sus secuestradores y asesinos lo tuvieron cautivo en una casa antes de torturarlo y matarlo. “Fue devastador, pero fue el final de la espera. Al menos sabía que no tendría que esperar más”, dice la madre.
Otra progenitora cuenta que encontraron a su hija asesinada mientras ella estaba internada, por lo que las enfermeras la ayudaron a asistir al sepelio. “Recuerdo estar siguiendo el ataúd… (…) Y a la gente poniendo flores”.
Alguien llamado Dave conversa con prostitutas, a cambio de algo de dinero:
“—Bueno, te quedas en la calle, pero quiero decir, caminas mucho ¿Es eso lo que estás diciendo?
—Sí. Bueno, además de estar mucho ahí afuera, como en mi tiempo libre, me siento ahí y hago ejercicio y esas cosas.
—Oh, ¿lo haces?
—Sí, hago trabajo abdominal. Las chicas están en la calle las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Yo intento darme tiempo para mí.”
Otra prostituta:
“—¿Ves la grasa de mi estómago? No, no es realmente grasa. Me han operado cinco veces el estómago, Dave. ¿Puedes ver todas mis cicatrices? Tengo cicatrices aquí, cicatrices allí, hernia, apendicitis, dos embarazos tubáricos y una laparoscopia.
—¿Todo en una sola vez?
—No, a lo largo de mi vida. Así que todos estos músculos han sido arrancados.
—Muy bien. Parece que casi podrías ser una bailarina.
—No, no del todo.
Y otra más:
“Estoy libre de drogas ahora mismo. Nada de heroína, nada de coca, nada de nada. Solo rock.”
Testimonio de una niña de casi doce años; quiere que todos sepan que se encuentra segura y bien, pero que tiene una amiga cercana que sí fue abusada.
Llamado al 911 de una mujer pidiendo ayuda porque ella y su hija están siendo atacadas a navajazos por un hombre que irrumpió en su casa.
Una mujer relata cómo su hija de seis años abusada tuvo que testificar contra su agresor, por más de tres horas, ante un jurado, lo que llevó a la pequeña a tener que revivir todo el traumático proceso.
Un padre recuerda cómo fue reencontrarse con su hija desaparecida; golpeada, magullada y con casi diez kilos menos.
Una joven confiesa que fue asaltada sexualmente, pero que su abusador le pedía que no dijese nada porque ese era su “pequeño secreto”.
Un padre relata cómo fue reconocer el cuerpo de Jerry, su hijo torturado y asesinado a golpes, en la morgue: “Tenían la bolsa abierta, la bolsa para cadáveres abierta, y estaba este niño, no se parecía a Jerry, no tenía puente nasal porque estaba todo hinchado. Me despedí, le dije que lo amaba. Una de las cosas más difíciles de hacer es que no puedes tocarlo. No puedes sostener sus manitas”. Revela cómo murió Jerry: “Torturado. Golpeado hasta la muerte y torturado. La causa real de la muerte fue que le metieron una bolsa de papel marrón en la garganta y la dejaron allí”.
Una mujer negra relata cómo era prostituida por su madre, quien la entregaba para ser abusada, incluso por varios hombres a la vez. Para soportar el dolor, bebía o se drogaba. “He estado con cinco o seis hombres a la vez. ¡Y yo odio a los hombres!” Cierto día su madre la llevó con un cliente que terminó maltratándola: “Ella estaba allí un día cuando él estaba teniendo sexo conmigo. Y no lo estaba haciendo bien, porque esta vez él simplemente tomó todo mi cuerpecito y lo levantó así. Y él estaba de rodillas. Y eso realmente me estaba matando. Y simplemente dije, ‘No puedo más, no más. Realmente me estás lastimando’. Entonces él dijo: ‘Vamos, hazlo y ya está’. ‘Realmente duele’. Así que se fue y buscó a mi madre. Ella estaba en la sala de estar con los hijos de él. Le dije, ‘Mamá, él realmente me lastimó. No puedo soportar más’. Pero ella dijo: ‘Ve y haz esto, y haz lo otro. Vamos, apresúrate’. ‘Mami, me duele’. Y yo estaba llorando. Y ella dijo: ‘Bueno, hablaré con él. No lo va a hacer tan duro. Simplemente sigue adelante y hazlo rápido así podemos irnos’”.
Niñas gimnastas relatan el peligro que supone tener un entrenador abusador.
El último fragmento del collage sale de la boca de una mujer: “Él fue tan malo con nosotros, tan malo con mi mamá… Ella lo soportó todos los días”.
Y así culminan los veinte minutos de duración de Private, todo un desafío a las sensibilidades de los oyentes y sin duda alguna un inmenso trabajo de recolección de testimonios, selección y edición del material que Peter Sotos tenía en su archivo.
En 1998 salieron a la venta dos nuevos libros de Sotos: Index, por Creation Books, y Special, por Rude Shape.
El 13 de febrero de 1999, Whitehouse tocó en el auditorio del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, como parte del II Festival de Arte Sonoro. En la reseña de Juan Cánovas se detalla al respecto: “Un genial arranque lleno de fuerza, sin preámbulos, pero algo no iba bien. Peter Sotos tenía problemas técnicos con el sonido. Dos amplificadores y un micrófono no funcionaban. Intentaba comunicarse con el personal de la organización pero no encontraban solución. Estas dos situaciones provocaron el cabreo y la furia de Sotos, quién arremetió a cabezazos y patadas contra los amplificadores y quién se le cruzase por el medio. Desde ese momento Peter Sotos desapareció del concierto. Estuvo más tiempo rondando por la sala que encima del escenario”. Se supone que, de los 80 minutos que duró el concierto, Peter solo estuvo presente durante un cuarto de hora. Cerraron con una versión de Private, a cargo de Philip Best: un drone de sintetizador ahogaba las voces del collage pregrabado de Sotos, que no tuvieron otra opción que infiltrarse de manera subliminar en los cerebros de los oyentes, causando una perturbación cuyo origen, en la medida en pudieran ser decodificadas, ninguno podría lograr explicar.
14. Chthonic Force: Mouth Pigs (1999)
Si bien hacia 1999 habría sido un error decir que Neither/Neither World y Chthonic Force eran el mismo proyecto con distinto nombre, lo cierto es que la salida del simple split en vinilo Alchemaic Mixture / Mouth Pigs (Mezcla Alquímica / Bocas Puercas), con la canción del lado A atribuida a Neither/Neither World y la del lado B a Chthonic Force, ambos se acercaron bastante a compartir una misma formación.
Mientras Neither/Neither World es casi sinónimo de la artista musical Wendy Van Dusen, ya desde la portada del primer elepé, Sociopathic Pleasures, de 1992, se insinúa que Tim Madison, en guitarra, batería y algunas letras, no es uno más entre la troupe de colaboradores que rodearían a Wendy disco tras disco. Asimismo, ambos fueron durante esa misma década parte de la banda Phoenix Thunderstone.
Por su parte, Tim (también conocido con el nombre de Vadge Moore) inauguraba en el lado B de este simple split un nuevo proyecto musical, Chthonic Force, que oficialmente resultó ser un dúo con Wendy. Hasta entonces y desde 1988, Tim había sido el baterista de la hoy legendaria banda punk chicagüense The Dwarves, los mismos del disco Blood, Guts and Pussy, con esa portada de Michael Lavine que a nadie dejó indiferente.
Chthonic Force se alejaba del formato canción del exquisito apocalyptic folk de Neither/Neither World, manteniendo algunos de los elementos instrumentales pero subyugando las estructuras a una predominancia de sonidos industriales. Mouth Pigs, su primera canción editada, cuenta con un invitado de lujo: el mismísimo Peter Sotos, quien leyó un fragmento del primer capítulo de su reciente libro Index, fragmento que, seleccionado por el propio Vance Moore, concluye con las palabras que denominan la pieza sonora:
“(…) mira hacia un gloryhole recortado en el endeble tabique y murmura, en forma casi imperceptible, ‘por favor, déjame chuparte la verga’.
”Fornicaste con este agujero antes. Disparaste leche adentro, ciego, en su boca que lamía, y escupiste tus entrañas dentro de su cabeza.
(…)
”Esa boca muerta nunca es femenina. A menos que sea tu esposa. O tu hermana, hecho en un confuso minuto frenético. Una violación de callejón trasero donde el tiempo no permitirá el pequeño espectáculo porno que preferirías.
(…) En algún lugar, hay una pequeña cuarentena especial, fuertemente atestada, muy iluminada, difícilmente segura, apestando a medicación y dolor rancio con un gran maldito cartel rojo sobre la puerta: Bocas Puercas”.
Por entonces Sotos era reacio a grabarse leyendo, pero aceptó hacerlo en virtud del respeto que le inspiraba Wendy Van Dusen.
Como si el texto de por sí no fuera lo suficientemente perturbador, en gran medida es replicado en segundo plano por los susurros de la propia Wendy, mientras suena una canción de cuna de caja musical y un drone ominoso que, sumado a vocalizaciones etéreas (¿de furias enamoradas?), rellena el espacio.
Con la denominación “mouth pig” (aquí traducido aproximadamente como “boca puerca”) se alude, en la jerga del mundo del sexo anónimo, al homosexual, entregado al vicio, que está dispuesto a succionar todo pene que aparezca en el agujero de un tabique de un cubículo de baño público o de una cabina de un backroom, sin importar la cantidad. Ni el riesgo de contraer VIH…
Mientras que Sotos grabó su voz en el estudio de Steve Albini, en Chicago, el resto de las pistas de Mouth Pig fueron interpretadas y grabadas por Wendy en una consola de cuatro canales, en San Francisco. Vance, en esta pieza, se limitó a trabajar en la mezcla.
La portada del lado B de la funda del simple estuvo a cargo de Trevor Brown. Es una niña de no más de tres años, con los ojos vendados, vistiendo solo una remera que le llega a los muslos (una remera con una corchea testada estampada en la pechera) y botas. Una pistola galáctica de juguete le apunta a la cabeza, flotando en el aire, y unos auriculares intraurales parecen estar dándole corriente eléctrica, no solo en los oídos, sino también en un brazo, por medio de un cable adicional colocado a modo de vía intravenosa por medio del conector.
Y como todo queda en familia, al año siguiente Wendy Van Dusen formaría parte, como solista, de un compilado curado y puesto a la venta por William Bennett: Extreme Music from Women.
Con un detalle de la mitad de la cara de JonBenét Ramsey en la portada, Creation Books editó en 1999 el nuevo libro de Peter Sotos, Lazy. JonBenét Ramsey era una reina de concursos de belleza infantil, asesinada y probablemente abusada en la casa de su familia en 1996 y en circunstancias inexplicables. Un crimen que, a la fecha, sigue impune, y sobre el que Sotos escribiría en textos como Prime Time (Apocalypse Culture II, Feral House, Adam Parfrey [editor], 2000).
En mayo del año 2000 salieron a la venta tres volúmenes que, bajo el nombre History of Abuse (Historial de abuso) y con la intención de celebrar los 20 años de la banda, compilaron una selección de material de Whitehouse previamente editado. Cada disco tenía a un miembro de la formación actual de la banda en la portada. En el volumen 2 puede vérselo a Peter Sotos, sobre el escenario, inclinado sobre su Wasp, en blanco y negro.
Durante el mismo año Whitehouse grabó un nuevo disco. Salió a la venta en marzo de 2001 y se llamó Cruise, verbo con el que se define la actividad de los homosexuales que merodean callejones, cines porno o baños públicos en busca de sexo.
Con el diseño de Alan Gifford y la tipografía de los libros de Peter Sotos publicados por la editorial Creation, la portada de Cruise omite el nombre de la banda, contiene el nombre del disco en letras rojas y expone en primer plano el siguiente texto de letras blancas sobre fondo negro:
“El mundo del arte permite ese seguro distanciamiento posmoderno. Justo lo que necesitan los fetichistas de la cinta de correr. Del mismo modo que los pervertidos perezosos reducidos gritan cuando intentan frenéticamente defenderse de un proceso penal. Los artistas que buscan trabajo y los aficionados al arte que prefieren que el arte ‘plantee preguntas’ son ciertamente tan repugnantes como esos diletantes engomados que reconocen que las respuestas son aquello con lo que te masturbas. Una vez que sales de la escuela primaria, no puedes apreciar las meras preguntas. A menos, por supuesto, que prefieras no reconocer las respuestas que esas preguntas producen en público. Así que mejor cierren la maldita boca.”
Un diseño de portada similar tendría Wriggle Like a Fucking Eel, un simple editado por Whitehouse ese mismo año.
Cruise se inicia con la canción que da título al disco, Cruise (Force the Truth) (Buscar sexo [Forzar la verdad]). En su letra reside con total claridad la naturaleza de la labor habitual de Peter Sotos como letrista de Whitehouse: no se trataba del escritor participando activamente en la redacción, sino permitiendo que William Bennett saqueara sus textos literarios, adaptando fragmentos al formato verso. Así, en el caso de la canción con que se inicia Cruise, la primera mitad de la letra fue tomada de un libro por entonces inédito (vería la luz en 2005), Comfort and Critique.
Comfort and Critique es un trabajo centrado en los efectos que sobre la sociedad evidencia el tratamiento que da la prensa a los delitos sexuales contra niños, con pivote en el caso de Sarah Payne, una niña de ocho años asesinada por un pedófilo exconvicto en el año 2000, en el pueblito de Kingston Gorse, Inglaterra. El caso dio origen al dictado de la Ley de Sarah (Sarah’s Law), la versión inglesa de la Ley de Megan, una disposición que permite la consulta pública de los registros de delincuentes sexuales.
Entre otras selecciones que Bennett hizo del texto de Comfort and Critique, hay alusiones directas al mercado negro de los pedófilos:
“He tenido que escuchar a estos inválidos enfermos de mierda durante lo que parece toda mi vida. / Y peor, he querido comprar / lo poco precioso que tenían para vender. / Ahora mismo estoy realmente harto de eso. / En serio, jodidamente cansado de sus sucias mentiras / y las ventas a tropezones y sin razón. / Y después su completa condescendencia”.
La segunda mitad de la letra de Cruise (Force the Truth), por cierto, parece haber sido inspirada por las preguntas que salpican los párrafos del tercer capítulo de Tick (Garrapata), el libro de Sotos publicado el año anterior. Preguntas tomadas del test de detección de adicción sexual elaborado por el doctor Patrick Carnes en su libro de 1989 Contrary to Love: Helping the Sexual Addict (Lo opuesto al amor: Ayudando al adicto sexual).
Entre otras cosas, Cruise contiene otra entrega de la mencionada saga de instrumentales llamados Movement, o bien canciones como Princess Disease (La enfermedad de la princesa) o Dance the Desperate Breath (Baila la respiración desesperada).
De la lectura de la letra de esta última, firmada y susurrada por Bennett, se desprende una inspiración por demás turbia, para variar. El narrador se dedica a la colocación de body wraps, un tratamiento reductor de la grasa que consiste en envolver en plástico a las pacientes. Pero el narrador, además de trabajar con mujeres que desean adelgazar, meses atrás ha secuestrado a una joven, a quien está haciendo adelgazar como haría una anoréxica por motu proprio. Una buena parte de lo que se relata en la letra fue adaptado a verso y tomado, casi en forma textual, con algunas variantes (el secuestrador aplica body wraps a su víctima, como un castigo más), del cuento Emaciated (Demacrada), de alguien que decía llamarse Durbeen Tarfloe.
“Lisa está de pie, mantenida erguida por un arnés, debajo del mentón y alrededor del cuello, atada al techo. (…)
”Presiono con fuerza una gran bolsa de plástico arrugada sobre su boca y la observo bailar con la respiración desesperada (…).
”(…) Sus tetas cuelgan, pequeñas bolsas de mierda en su pecho, están caídas. Me las voy a comer calientes directamente de su cuerpo. Cortar y masticar. Esto es lo que le digo.
”(…) Estoy seguro que alguien me vio llevármela, justo en la calle, esquina de su casa. Le di dos descargas de picana y la metí en el coche. Los primeros gemidos. Acabé en mis pantalones. Algún vecino mirando, probablemente, anotando la matrícula. No era mi auto.
”La hago levantar pesas mientras tironeo de mi verga y miro, en trance. Ella siempre está desnuda. (…). Ella posa para mí, como un fisicoculturista. Dolor de pelotas y eyaculación.
(…)
”Sus menstruaciones cesaron, pero todavía estoy tratando de dejarla embarazada. Qué salvaje se vería, vientre hinchado, cuerpo esquelético. Me excita la verga solo de pensarlo.
”(…) La fornico lo más fuerte que puedo, siempre atento a si se rompe un hueso. Nunca pasa.
”Le muerdo los putos dedos de los pies. Chupando con sangre, como patas de langosta, le como las uñas de los pies. De todos modos, ya no puede caminar. 28 kilos y siempre cansada. Ni siquiera puede sacar la lengua. Su orina, sin más, sale goteando débilmente. Le he puesto un tapón en el culo. No debería desperdiciar nada sólido allí.
”Le pellizqué el clítoris y se lo atravesé con una aguja larga. Ella ya está muerta”.
La versión completa del cuento fue publicada en Anorexic and Bulimic Rec Room (La sala de recreación anoréxica y bulímica), un sitio de Internet que existió entre 1997 y 2001, año en que el servidor lo dio de baja después de algunas denuncias, y así su contenido pasó a la clandestinidad de la Deep Web. Hasta entonces (de hecho, los días de Cruise), en esta página podía encontrarse material de sobra para aquellos con un fetiche sexual por los cuerpos esqueléticos. Desde narraciones como Emaciated hasta videos de bulímicas vomitando o siendo torturadas por estar excedidas de peso y anoréxicas flexionando sus músculos atrofiados pero sin grasa que los contaminara (como la joven del cuento), pasando, por supuesto, por fotografías de desnudos y manifiestos en los que el webmaster, un tal Deke, desde su guarida en New Jersey, vilipendiaba la agenda políticamente correcta de los liberales. El mejor material, de todas maneras, estaba en el llamado “Calabozo”, al que se accedía mediante una suscripción arancelada. También el sitio reclutaba a los que llamaba “Agentes Óseos”, que no eran más que fotógrafos amateurs que acechaban clínicas donde se trataban desórdenes alimenticios o gimnasios.
Princess Disease, por su parte, fue escrita por Bennett e inspirada en la violación sufrida en París, en 1999, por la escritora feminista tan admirada por Sotos Andrea Dworkin, a sus 52 años y pesando casi 150 kilos. El hecho fue relatado en un artículo escrito por ella misma, llamado El día en que fui drogada y violada y publicado el 5 de junio del año 2000 en la revista londinense New Statesman, en la misma semana en que se ponía a la venta su libro Scapegoat: The Jews, Israel and Women’s Liberation (Chivo expiatorio: los judíos, Israel y la liberación femenina).
Durante la estadía en un hotel de tres estrellas, Dworkin fue drogada en el bar; se supone que un mozo colocó algo en su bebida. Al sentirse indispuesta se fue a su habitación y se desmayó después de que un camarero le trajo la cena. Cuando se despertó, la oscuridad de la noche avanzada que le mostraba la ventana con cortinas descorridas le indicaba que habían pasado algunas horas.
“Me dolía muy dentro de mi vagina. Me dije: ‘Bueno, es cáncer y no hay nada que puedas hacer ahora, así que preocúpate cuando llegues a casa’. Fui al baño y encontré sangre en mi mano derecha, fresca, de color rojo brillante, no sangre menstrual ni sangre coagulada. Ya no sangro. Intenté encontrar la fuente de la sangre. Mi mano se empapó de nuevo”.
“En mi propia vida, no tengo relaciones sexuales. Esa es mi elección”, explicaba Dworkin también en su artículo. Este era un factor que a pocos para entonces podía sorprender: estaba casada con un homosexual feminista y, después de considerar que filmar pornografía heterosexual o lésbica equivalía a violar a las mujeres, había llegado al extremo, en su libro Intercourse (1987), de insinuar que todo acto sexual entre hombres y mujeres era violación.
En la letra de Princess Disease puede encontrarse, además de un repaso párrafo por párrafo del artículo de New Statesman, una mirada políticamente incorrecta sobre la última violación de Dworkin -se supone que este tipo de agresión había sucedido varias veces a lo largo de su vida-. “Es hora de darse una ducha para lavar la suciedad / La memoria / Y prepárate para examinar la gloria de esos / moretones impecables con Rohypnol / ¿O GHB? / ¿O ambos? / ¿Fue ese chico negro quien trajo la cena? / ¿O el camarero? (…) ¿Cómo puedes afrontar lo que no recuerdas?”
Pero antes de juzgar a Bennett, vale recordar que las dudas y las críticas que suscitó el artículo de Dworkin (y el hecho que narra) fueron expresadas en la prensa del momento incluso por sus colegas feministas.
Y, sin siquiera entrar en el mal gusto de discutir la veracidad del delito manifestado, en un anticipo de lo que serían en la era del mega-progresismo las denuncias de abuso sexual exclusivamente vía redes sociales, les asistió razón a algunos/as de los/as intelectuales aludidos/as cuando reflexionaron sobre el hecho de que Dworkin nunca presentó una denuncia penal ni se sometió a pericias médicas (para hacer honor a la verdad, en su artículo, Dworkin afirma haber llamado por teléfono a su “ginecóloga feminista”, quien, además de ofenderse por haber sido molestada fuera de su horario laboral, nula ayuda le brindó). Una investigación policial medianamente seria habría, con cierta probabilidad, terminado con los dos empleados del hotel al menos enjuiciados. Dworkin era una persona pública, que decía luchar en favor de las mujeres violadas. Debía reconocerse que, habiendo tenido ese día de 1999 una lamentable oportunidad de buscar justicia -siquiera por mano propia, como en más de una oportunidad lo había fomentado; o bien por medio de un detective privado y un sicario, si se quiere-, flaco favor les había hecho a las mujeres que terminarían por convertirse en futuras víctimas de estos depravados en libertad.
Pero volviendo a Cruise, en una clara afrenta a las críticas negativas que recibió Whitehouse por la inclusión del track Private en el disco anterior (Mummy and Daddy), todas quejas aduciendo que el collage de Sotos interrumpía el flujo de agresividad sonora de la lista de canciones, en mitad de este nuevo disco Bennett incluyó trece minutos de perturbadores audios de víctimas de abusos sexuales y familiares de asesinados, todo proveniente del archivo de Peter Sotos. El resultado se llamó Public, fue producido por Steve Albini y antecedió en el orden del disco al instrumental Scapegoat, una pieza claramente alusiva al recientemente editado libro de Andrea Dworkin.
“Me tiró al suelo y me asfixió con todo su cuerpo” es lo primero que se escucha en Public, una voz femenina relatando una violación. “Durante el tiempo en que [la violación] estaba sucediendo me decía que mis padres lo sabían, que mis padres no me amaban, que mis padres… sabían que yo era una cualquiera…”.
A continuación, un adulto interroga a una niña pequeña:
“—¿Qué te dijo para que entraras en esa camioneta? Tú recuerdas lo que dijo. ¿Qué dijo él? ¿Qué te dijo sobre tu mami?
—Ella estaba en el hospital.
—Dime otra vez, ¿qué te dijo?
—Que estaba en el hospital.
—Te dijo que tu mami estaba en el hospital. ¿Y qué dijiste?
—‘¿Es realmente cierto?’
—Y ¿qué dijo él?
—Sí.
—¿Y entonces te subiste a la camioneta porque te iba a llevar al hospital?
—Me dio una revista puerca.
—¿Y qué le dijiste entonces?
—Yo quería verla.”
Le sigue el testimonio de una madre cuya hija fue raptada por el hombre del camión de los helados. La leyenda urbana hecha realidad: “Y doblaron por la esquina, que está apenas cuatro puertas más abajo, para esperar el camión de los helados. Y un poco más tarde entró Kimber y dijo que estaba cansada de esperar, que el camión de helados aún no había llegado. Y dije, ‘Bueno, ya es hora de entrar de todos modos. Está empezando a oscurecer y hace frío’. Dije, ‘Ve a buscar a tu hermana’. Entonces volvió a salir, para buscarla, y ya no estaba. La habíamos dejado sola por unos tres minutos”.
Tres drogadictas se expresan luego:
“La de esta foto era una niña joven y bonita. Ni siquiera podría decir que era yo. He sido una prostituta yonqui convicta durante diez años desde que esa foto fue tomada”.
“Ciertamente no sabía cuando tenía 15 años y alguien me clavó la primera aguja en el brazo que era tan adictivo como es. Que era una broma. Fue un juego. Y quiero decir, un hombre de 39 años me inyectó la primera inyección de cocaína que tomé cuando tenía 15 años. Y lo juro por Dios, si alguien le hiciera eso a mi hijo ahora, probablemente le rompería los dedos una vez a la semana, y lo haría continuamente. Y una vez que hayan sanado, hacerlo de nuevo”.
“(…) me quedaba ahí fuera y no me drogaba en mi habitación. (…) Ni siquiera me cambiaba de ropa durante días. (…) Así que, básicamente, solo tengo clientes. Hago un cliente, lo que sea que cobro por el sexo, compro mi droga y sigo drogándome hasta que no queda nada de droga, y luego vuelvo a otro cliente. Compro mi droga hasta que nada de droga queda, y de nuevo a otro cliente. Me drogué hasta que se terminó. De nuevo a otro cliente. Siempre drogándome afuera porque tenía miedo de drogarme adentro. Casi tengo dos personalidades. Lo descubrí porque, cuando era niña, lo que hacía cuando estaba siendo golpeada, y cuando estaba siendo violada y abusada y veía a mi mamá cuando la golpeaban y la abusaban y le disparaban, era bloquearlo al convertirme en otra persona (…)”.
Varios de los fragmentos posteriores contribuyen a contrariar la insinuación, tanto del machismo como del feminismo -afines en sus conclusiones al respecto, no así en los fundamentos-, que afirma que los hombres no suelen ser violados.
Un jovencito: “Cuando volvió, tenía los pantalones desabotonados y la bragueta baja. Se subió encima de mí. Y puso su antebrazo en mi garganta y estaba tratando de estrangularme. Empecé a desmayarme. Y cada vez que lo hacía, dejaba de luchar. Dejé de intentar luchar contra él. Y aflojó la llave. Y fue entonces cuando agarré mi cuchillo y lo apuñalé. ¿Qué más se suponía que debía hacer? ¿Simplemente dejar que lo haga? Él dijo: ‘¿Por qué hiciste eso?’ Y dije: ‘Porque intentabas violarme’. Y fue entonces cuando dijo que lo sentía. Y le dije que ya era demasiado tarde para eso”.
El niño de nombre Jake no tuvo tanta suerte, y su madre y su padre traen a colación la cuestión de la reincidencia del delincuente sexual:
“—Cuando Jake fue secuestrado, fue secuestrado por un imbécil que se llevó a mi hijo y le hizo cosas horribles, indescriptibles. Y luego, un par de semanas después, descubrimos que era un imbécil al que se supone que los federales debían estar vigilando. Y esto es algo importante. Jake estaba asustado. Pensó que lo iba a matar. Dijo que Michael Robinson le dijo: ‘Si lo dices, te mataré. Te encontraré y te mataré’. Podrían habernos aliviado y haber dicho, ‘Sabemos quién es. Lo estamos vigilando’.
—Pero no lo estaban vigilando. Todo esto estaba progresando y él todavía estaba fuera.
—Sin supervisión
—Sin supervisión. Eso es absolutamente correcto.
—No les importa a quién lastimó. No les importa este niño que tendrá esto en su mente para siempre”.
Otra madre: “Sabía que Larry había matado a mi hijo. Sabía que lo hizo solo. Sabía que mi hijo no era gay porque nunca lo fue. Ahora tal vez pueda decir que mi hijo está muerto y puedo volver a casa y llorar por ello”.
Otro padre: “Es un depredador y nunca más deberían permitirle estar cerca de niños. Debería permanecer tras las rejas hasta que sea demasiado viejo para caminar. (…) Creo que este señor acosaba a mi hijo. Creo que lo atrajo con engaños a su departamento. Creo que lo usó como papel higiénico y creo que lo tiró a la basura”.
El siguiente audio proviene de la emisión del 31 de mayo del año 2000 del programa de la CNN Larry King Live. Sentados a la mesa con el anfitrión, los padres de JonBenét Ramsey, Patsy y John, discuten durante tres cuartos de hora, cara a cara, con Steve Thomas, un detective de la policía de Boulder que siempre estuvo convencido de la culpabilidad del matrimonio.
JonBenét Ramsey era una niña de Boulder, Colorado. Ganadora serial de concursos de belleza infantil, en la Navidad de 1996 fue hallada muerta en el sótano de su casa. Su boca estaba cubierta por cinta aislante, sus muñecas atadas con una cuerda y su cuerpo envuelto en una sábana. Tenía el cráneo roto y había sido estrangulada con el método del garrote, es decir, ajustando una cuerda alrededor de su cuello mediante giros del mango de un pincel roto insertado por dentro de las vueltas de la atadura, detrás de su nuca. En sus genitales había leves lesiones compatibles con un abuso sexual crónico.
Siete horas antes, su madre había encontrado sobre las escaleras externas que llevaban a la cocina una nota pidiendo dinero por el rescate de la niña, supuestamente secuestrada. Una nota escrita a mano, con lapicera y papel tomados de la propia casa de JonBenét, y cuya confección varios investigadores, entre ellos Steve Thomas, no dudaron en adjudicar a sus padres. Una de las principales teorías indicaba que Patsy había asesinado a su hija luego de que esta se orinara encima mientras dormía.
Sotos reprodujo en Public el siguiente fragmento del mencionado programa de Larry King:
JOHN: Steve, tú no tienes niños. ¿Tienes una mascota?
STEVE: Sí, John. Y déjeme decirle, me alegra que haya sacado el tema. De verdad.
JOHN: ¿Y si alguna vez, porque las mascotas lo hacen, se orinara en el piso, la matarías?
STEVE: Yo sé cuánto amo a mi mascota, a mi papá, a mi esposa. Y si alguien matara a mi perro, yo estaría en la oficina del sheriff, en la estación de policía, todos los días, hasta descubrir quién se metió en mi casa, escribió una nota de rescate falsa y mató a mi perro.
JOHN: [no deja de interrumpirlo] … que maté a mi hija, porque de eso nos estás acusando.
STEVE: Solo he respondido a su pregunta.
JOHN: No, no lo hizo.
STEVE: Sí, lo hice.
PATSY: ¿Mataría a su perro?”
El misterio del crimen de JonBenét Ramsey nunca fue resuelto. Un asesinato sin culpables.
La protagonista de los dos siguientes fragmentos es Dolores, la madre de Sam Manzie, un adolescente de quince años que se había declarado culpable de la muerte de Eddie Werner, un niño de ocho años al que también había abusado sexualmente, si bien su confesión no incluía ese aspecto del ataque perpetrado en la propia casa de la familia Manzie. El 14 de abril de 1999, un año y medio después del hecho, tuvo lugar la audiencia donde el juez dictó la sentencia basada en la declaración de culpabilidad.
Dolores y su marido se sentaron a la derecha del estrado, en la primera fila, del lado del acusado. Tal como se lo dijo al juez cuando tomó la palabra, Dolores temía que su único hijo varón terminara pasando el resto de su vida tras las rejas.
Pese al dolor que embargaba a las familias de la víctima y el victimario, las cosas habían estado desarrollándose sin mayores complicaciones hasta que el fiscal del condado de Ocean, New Jersey, tomó la palabra. Sin piedad, atacó a los padres del adolescente abusador y asesino. Vociferando, los acusó de no haber vigilado a su hijo como correspondía y de derivar la responsabilidad a las instituciones psiquiátricas y estatales que habían tomado conocimiento de los problemas mentales de Sam antes del asesinato.
El audio incluido en Public captura el instante en que el fiscal dice que el acusado “no estaba buscando ayuda” de parte de esas instituciones, y que “su madre quería librarse de él”. Eso terminó por hacer explotar a Dolores. En medio de un arrebato de furia, se puso de pie y señalando al fiscal gritó: “¡Discúlpeme! Sáquele la medicación. Lléveselo a su casa por una semana. Dígame que usted estaría en condiciones de controlarlo”. “Señora Manzie, tome asiento”, se escucha que el juez advierte, mientras Dolores grita, llora y no deja de perder el control, confrontándolo, diciendo que no se va a ir a ningún lado. “Retírenla de la corte”, ordena el juez a los alguaciles. Y ante la confusión de estos, que no se atreven a manipular por la fuerza a una mujer de contextura frágil como Dolores, el magistrado recurre a su marido. “Señor Manzie, ¿nos ayudaría aquí?”
A continuación, Dolores, ya calma, en una entrevista para televisión, explica: “Nunca hubo ninguna preocupación real por los problemas de conducta de Sam. Sí, tal vez problemas de adaptación, tal vez un poquito. Decían: ‘Bueno, él está cuestionando sus problemas de sexualidad, tal vez más que otros adolescentes, pero no hay nada de qué preocuparse’. (…) Creo que lo que pasó esa semana fue después de que habíamos estado en el centro de crisis con Sam y nos dijeron que no le pasaba nada. (…) Bajamos la guardia y pensamos que estaría bien dejarlo solo”.
Sotos volvería a este caso unos cuatro años después, en ocasión de elegir una imagen para la superficie no legible de otro de sus trabajos solistas en compact disc…
“No creo que nada pueda ser lo suficientemente duro”, dice una madre. “Ni siquiera la pena de muerte. Si hubieras podido sentarte por un día, no mucho después de que diagnosticaran a mi hijo, y observar el sufrimiento que siguió… Incluso la muerte es demasiado buena para alguien que le ha hecho esto a mi hijo”. El contexto permite asumir que un portador de VIH violó al hijo de esa mujer.
“No es por lo que me hiciste pasar, Anthony. Es por lo que le hiciste pasar a Brenda”, dice la madre de Brenda Oakden, una joven punk de 19 años que tres años antes había escapado de su casa paterna en Huntington Beach, California.
Brenda conoció a Anthony Sully a mediados de abril de 1983, cuando este último, adicto a las prostitutas, le pidió a una proxeneta amiga que le consiguiera una muchacha fácil, que aceptara tener sexo con él a cambio de dinero pero que no se dedicara a la prostitución. La proxeneta pensó en la joven con quien compartía departamento la recepcionista de su agencia de escorts, esto es, Brenda Oakden. Había trabajado una temporada en su agencia. Una de las prostitutas la llevó a la casa de Anthony, en Burlingame, en la península de San Francisco. Más concretamente, al depósito donde este, policía retirado, guardaba los materiales para instalaciones eléctricas que usaba en su trabajo como contratista de la construcción.
Nadie volvió a ver a Brenda hasta el mes siguiente, cuando dos barriles metálicos de 200 litros rellenos de cemento fueron hallados en el Golden Gate Park. Apenas la policía movió uno, por las grietas del cemento brotó sangre.
Para evitar dañar todo elemento probatorio, antes de intentar desarmar el conglomerado en que había sido convertido cada barril, se los radiografió. En uno se veían dos esqueletos, en el otro solo uno. Separar los cadáveres del cemento e identificarlos no iba a ser tarea fácil.
“¿Cómo pudiste poner su cuerpo en tu baúl, Anthony, y simplemente conducir y dejarla?”, dice la madre de Brenda en Public. “O sea, sé que debería besarte los pies por no mutilarla… (…) Me siento fatal porque tuve que cortarla en pedazos antes de poder recuperarla. Cuando la recuperé, ella no estaba allí. La toqué y ella no estaba ahí, Anthony. Ella se fue, no sé a dónde, pero se fue”.
El cuerpo desnudo de Brenda, bastante podrido y parcialmente envuelto en plástico, compartía el cemento con otra prostituta. Cada una tenía un tiro de revólver en la nuca. En el otro barril estaba el cadáver de un proxeneta.
“No pude abrir su ataúd, Anthony, porque tenía la cara muy hinchada. No tenía cuello. Y el cabello grueso de Brenda era fino y el maquillaje no podía cubrir las marcas de tus manos. Se podían ver las marcas de tus manos. Tenía los nudillos raspados y las uñas arrancadas”.
No había sido el asesinato de Brenda el primero cometido por Anthony. De hecho, su primera víctima había sido Kathryn Barrett, una prostituta de 24 años que había escapado debiéndole 500 dólares a su amiga proxeneta. Esta última había logrado apresarla, y la llevó a la casa de Anthony. Ahí el expolicía la encerró en su depósito y le dio su merecido. La esposó y la colgó del techo por las muñecas. Durante dos días la violó y torturó, tomándose descansos para fumar crack con la proxeneta y otra escort. Cuando la mordaza se aflojó y Kathryn gritó pidiendo ayuda, Anthony la ahorcó con una soga. Sus dos amigas lo ayudaron a meterla en su auto. Mientras viajaban buscando un lugar para deshacerse del cuerpo al que creían muerto, la joven recuperó la conciencia. Anthony se vio obligado a darle varios hachazos en la cabeza.
Con un historial de algunas violaciones a prostitutas, en 1986 Anthony Sully fue condenado a muerte por los asesinatos de Brenda y otras cinco personas.
El último audio de Public no requiere mayores comentarios:
“Era muy joven y… Es un poco difícil hablar de eso… Pero yo era la hija mayor de seis hermanos y mi mamá estaba enferma, así que tenía muchas responsabilidades. Entonces, los fines de semana, iba a la casa de un amigo y se aprovechaba de mí cuando estaba allí. Él me acostaba encima de él, me palpaba y se revolcaba sobre mí. Y a veces me recostaba en un extremo del sofá, ponía su pie entre mis piernas y jugaba conmigo. Y un día fue diferente. Simplemente me tomó y me tiró al suelo. Y de repente estaba boca arriba, y él tenía mis muñecas juntas con una mano, por encima de mi cabeza. Y tomó mis piernas y las puso entre sus piernas. Y yo estaba gritando y llorando. Y tenía su lengua en mi boca. Y sus manos estaban por todo mi cuerpo. Y después empezó a desabotonarme los pantalones. Y yo solo quería escaparme. En lo único que podía pensar era que solo quería a mi mami”.
El 28 de septiembre de 2001 Whitehouse tocó en Hinoeuma The Malediction, una sala ubicada en la parte trasera de The Red Rose, un club londinense donde se llevaban a cabo números de comedia. Las causas que llevaron a un lugar como Hinoeuma The Malediction a estar ahí ubicado han sido un misterio para muchos. Porque fueron muchos los eventos relacionados con la contracultura ahí celebrados, en clara distancia de los sketchs que sobrios actores llevaban a cabo para un público de ancianos en el frente. El nombre de Hinoeuma, de hecho, hace alusión a una antigua maldición asiática: según el calendario lunar-solar chino que los japoneses usaron hasta 1872, cuando en su ciclo llega, cada 60 años, el año del caballo de fuego (hinoeuma), las mujeres que durante esos doce meses nazcan serán propensas a asesinar a sus maridos. El último año hinoeuma tuvo lugar en 1966, un año record en abortos en todo Japón.
El show de Whitehouse en Hinoeuma The Malediction tuvo la particularidad de tener, entre los casi 300 espectadores, al mismísimo Richard James, más conocido como Aphex Twin, que se mantuvo en segundo plano, con su espalda apoyada contra la barra del bar, a salvo de la violencia que circundaba el escenario.
Para entonces, en junio de ese mismo año, el irlandés se había presentado en el festival barcelonés Sonar, y se había despachado, dentro de su set de DJ, con una versión remixada de Cruise (Force the Truth). Y subiría la apuesta en el Conservatorio Tropical del Barbican Centre, en Londres, en octubre del mismo 2001, donde los asistentes pudieron, entre la vegetación, escuchar en forma aislada, con auriculares que se les entregaba en la entrada, un set algo más tranquilo, con su tan particular música ambient. Lo que no hubieran podido prever era que el músico incluyera en la mezcla, para espanto de todos esos pares de oídos, los audios de Public. Un reseñador cuasi-anónimo escribiría: “Lamentablemente, una noche casi perfecta se vio empañada, al estilo típico de Aphex, por su decisión de utilizar entrevistas grabadas con lo que parecían víctimas de violación o abuso infantil, innecesarias, amarillistas y gratuitas. Especialmente porque tiene él una capacidad más que suficiente para crear y mantener un estado de ánimo o atmósfera sin tener que recurrir a estas tácticas”.
16. Últimas acciones en vivo (2000-2002)
Entre el 13 de octubre del año 2000 y el 28 de septiembre de 2002, Whitehouse llevó a cabo diez Live Actions, con audiencias que rara vez superaban los 300 asistentes. Fechas en Inglaterra, Bélgica, Alemania, República Checa y Francia. Fechas caracterizadas por un nivel de tensión y agresión verbal y, en no pocas ocasiones, física entre la banda y el público.
Y Peter cumplía, a tales efectos, un papel no menor. No solo oficiaba de esbirro de los otros dos, sacando del escenario a los atrevidos y golpeando o rociando de cerveza a los maleducados de la primera fila. A veces les escupía en la boca. Apenas le llevaba el apunte a su sintetizador.
También era una especie de animador, de incitador, o, para usar una terminología del hip-hop, de maestro de ceremonias, aunque sin micrófono. Aplaudía como un gorila en celo, exigiendo la misma conducta del público. Podía ser falsamente amigable, invitando a la audiencia a acercarse al escenario, que siempre estaba al ras del suelo, sin valla de por medio. “¿Alguien quiere un abrazo?”, decía, con su enorme cuerpo enfundado en un sobretodo de exhibicionista. O bien podía ser más directo: “¡Acérquense, conchudos de mierda!”.
Lo normal era que al trío Bennett/Sotos/Best le llovieran colillas de cigarrillo encendidas y latas y botellas de cerveza, una bebida que los tres ingerían en cantidades durante cada Live Action. A veces los vasos o las botellas iban dirigidos al techo, sobre los músicos, que terminaban bajo una lluvia de vidrio molido.
Y Sotos repartiendo golpes a los que se pasaban de la raya. Usualmente cachetazos, porque una trompada suya bien podría knockear a cualquiera. Pero también había empujones y patadas. A veces los castigados caían al suelo cubierto de cerveza y flemas. Los insultaba. “¡Conchudo!”. “¡Pajero!”. Recibía insultos, el más común era “¡Feminista!”. Si el ruido de los sintetizadores te lo permitía, podías escucharlo cuando te susurraba al oído, después del golpe: “Es parte del show”.
El público se había tomado por costumbre arrastrar a Philip fuera del escenario. De manera tal que Peter terminó siendo el encargado de traerlo de vuelta hasta su sintetizador.
Las cosas se pusieron especialmente violentas en Leeds, Reino Unido, el 29 de septiembre de 2001, durante la Live Action 94. En el libro Fight Your Own War, Power Electronics and Noise Culture (Jennifer Wallis, Headpress Books, 2016) se relata con cierta minucia la noche:
“El idiota en la parte delantera del escenario estira su brazo y le hace a William Bennett el saludo de ¡seig hail!, quien toma un gran trago de su cerveza, hace gárgaras con ella y se la vomita en la cara al tipo. El idiota toma eso como un cumplido y enloquece de felicidad. Bennett hace una señal a Peter Sotos para que le saque al idiota de encima. Sotos obedece y arroja, como un trapo, al idiota al fondo de la sala. Sotos regresa brevemente al escenario y la tensión aumenta cuando Philip Best toma el micrófono y comienza a gritar como un desquiciado. Sotos pierde sus cabales y vuelve a su puesto para modificar un dial del sintetizador, y rompe una botella en un arrebato de locura. Después de un par de minutos, está claro que está perdiendo un poco de sangre, que sale de sus puños cerrados mientras sus ojos brillan con una malicia sin límites. Bennett, presintiendo que algo va mal, va tras él, y en el escenario queda un Philip Best desconcertado que bebe cerveza, cambia los diales del sinte y se pregunta qué hacer. Al cabo de un par de minutos, Best también abandona el escenario dejando que el equipo continúe sonando solo. Algunos concurrentes deciden que ya es suficiente y se marchan. Al final, el ruido se reduce a un quejido imperceptible, la gente se mira y se encoge de hombros. Best aparece fumando un cigarrillo y vuelve a subir el volumen y por diez minutos da un show en solitario. Se ríe de la multitud que disfruta del caos, sonríe malévolamente, hasta que Sotos y Bennett reaparecen entre una gran ovación: ocupan sus puestos e inmediatamente se lanzan con una terrible y feroz versión de la canción A Cunt Like You.
”Bennett y Best luchan por el micrófono. Best pierde la contienda y se agita frustrado mostrando su rictus maníaco. Sotos sigue sangrando.
”Afuera, El Idiota se está arremangando el pantalón para mostrar un enorme rasguño que le recorre toda la parte inferior de la pierna. Sangra. ‘¿Ven esto?’, dice a sus compañeros, ‘¿Ven esto? Peter Sotos me hizo esto. ¡Él me lo hizo!’
”Mike Dando, de Con Dom, lleva a Sotos al hospital. Un miembro anónimo de la audiencia en el sitio web de Susan Lawly recordará más tarde: ‘La impresión duradera es que William Bennett y compañía son unos completos imbéciles, ¡pero vaya noche!’”
Mientras Bennett y Best ya habían empezado a trabajar en el próximo disco de Whitehouse, llegó una nueva fecha, una nueva Live Action. Esta vez, en París, el 28 de septiembre de 2002, exactamente un año después de la anterior, la de Leeds.
“Lo último que recuerdo es que la noche del show, impedí que uno atacara al otro en un bar y a la mañana siguiente, ambos [Bennett y Best] estaban desconsideradamente desagradables, por completo enemistados y solos en una mesa de desayuno en el hotel en el que él y el otro se hospedaban. Me quedé en un local diferente que no fue pagado por el promotor ni por la banda. Había estado en París una semana antes de que ellos llegaran, tenía grandes amigos inteligentes y borrachos y me echaron de Le Depot justo la noche anterior, alrededor de las cinco de la mañana. Así que mi estado de ánimo tampoco era jodidamente bueno”.
Tocaron para 200 personas. La misma situación de agresividad de las veces anteriores, al menos por parte del público. En el caso de Sotos, se limitó a deambular de un lado a otro y a repeler las invasiones en el escenario. Esa sería su última actuación con Whitehouse.
Al mes siguiente, en octubre de 2002, Bennett anunciaba desde el sitio de Susan Lawly (el sello discográfico con que había reemplazado a Come Org. en 1990) que Peter Sotos ya no era parte de la banda.
En enero de 2003, en el mismo sitio hizo su aparición una entrevista a Bennett y a Best, supuestamente conducida por alguien de nombre Judith Howard, lo cual fue un indicio de que ambos se estaban entrevistando a sí mismos.
“JH: Sé que ha habido una increíble cantidad de rumores y verdades a medias, pero ¿podrían finalmente contarnos ambos con sus propias palabras un poco sobre la partida de Peter Sotos?
PB: Bueno, un show particularmente tumultuoso en París llevó las cosas a un punto crítico, pero, por varias razones, las cosas habían estado tensas durante mucho tiempo. Ahora que lo pienso, ¡Leeds también fue bastante traumático! Pete es un genio, fin de la historia. Y también es un tipo genuinamente divertido y cariñoso, como puede confirmar cualquiera que lo haya conocido. Le debo todo y todavía lo extraño muchísimo. Pero la conclusión, según yo lo entendí, era que o era Whitehouse sin Pete o no había Whitehouse y punto. Entonces se hizo la elección. Lamento decepcionar a todos los imbéciles que esperaban que tuviera SIDA [un rumor que circuló a raíz de las incursiones en los backrooms de sexo anónimo relatadas en primera persona por Sotos en sus libros].
William Bennett: Sí, ha sido muy difícil. París fue difícil. Nuestra amistad es muy larga y luego están todas esas increíbles experiencias compartidas. Por desgracia, últimamente hubo mucha tensión y una ruptura en la comunicación —principalmente entre nosotros dos— con respecto a los shows en vivo, y sumado a esto creo que ha habido una diferencia notable en las actitudes de estilo de vida. Curiosamente, en cierto modo, esto hizo que muchas de las actuaciones posteriores fueran aun más eléctricas e intensas, pero lamentablemente la tensión antes y después de los conciertos no fue tan agradable como debía ser. Mi respeto personal por Peter no ha disminuido en absoluto: su contribución a esta banda ha sido y seguirá siendo incomparable tanto en formas visibles como menos visibles.
JH: Entonces, ¿dirías que esto ha afectado en gran medida las presentaciones en vivo?
PB: Sí, sin duda. ¡Hay más espacio en el escenario, para empezar! (…) Creo que durante mucho tiempo la formación Sotos/Best/Bennett fue intocable. Tres personalidades muy distintas y separadas en el escenario, que se combinaban para crear shows verdaderamente clásicos. Pero creo que habíamos llegado a una especie de encrucijada, por todo tipo de razones. Con Pete fuera de escena, hemos tenido que reagruparnos y repensar hasta cierto punto. (…) La música está ahora en un nivel diferente y toda la experiencia es -¿me atrevo a decirlo?- casi espiritual. Creo que ahora somos una banda capaz de casi cualquier cosa. Esto no se debe tanto a que Pete se haya ido, sino mas bien a que tanto William como yo hemos tenido que reevaluar también nuestras contribuciones y compromisos individuales. (…) Otra cosa, Pete a menudo se encontraba en una posición realmente terrible en el escenario. A menudo era el pararrayos de los imbéciles que quieren causar problemas o buscar pelea en los shows. Esos idiotas inevitablemente gravitaban hacia Pete y consumían gran parte de su tiempo y energía. Yo no habría podido lidiar con eso, era una situación imposible”.
17. Whitehouse: Bird Seed (2003)
Editado en febrero de 2003, Bird Seed (Alpiste), el décimo séptimo disco de la banda, es el primero de la década del 2000 sin contar con la presencia de Peter Sotos como miembro. Por eso es que resulta curioso que el único aporte del escritor, otro collage sonoro producido y grabado por Steve Albini, sea el que bautiza al disco. El resto de los tracks, tanto en su música como en su letra y su producción, están acreditados a Bennett.
El texto de uno de los temas del álbum ocupa prácticamente toda la portada. Las letras negras del título dentro de casilleros verdes, rojos y blancos: guiños a la bandera de Kenia, aunque también podría tratarse de la bandera de Sudán. Lo cierto es que en este disco William Bennett comenzó a utilizar en las mezclas la percusión africana, una de sus últimas obsesiones sonoras, que poco tiempo después llevará a crear su actual proyecto Cut Hands.
En este álbum se alternan la voz un poco más grave de William con la voz extremadamente chillona de Philip Best, quienes se desmadran en el primer track, Why You Never Became a Dancer, con insultos a Sotos en la primera estrofa, considerándolo un poser y un hipócrita: “¿Puedo sugerirte?: Hazte encular / Mientras mientes respecto de manoseos sexuales a niños / Y exhibicionistas de banco de plaza y cretinos pervertidos / Y virginidad anal y fotos Polaroid / Y abuso verbal y violaciones en baños / No sé qué tan bien puedes / recordar tu insensata adolescencia de inhalador de pegamento / Ese sexo a tientas con pija muerta / en medio de los maricas / Esas patéticas peleas a trompadas / Todos esos patéticos robos menores”.
La alusión al “sexo a tientas con pija muerta en medio de los maricas” no era una mera revelación traicionera de parte del dúo en que ahora se había convertido Whitehouse. Una parte importante de los libros hasta entonces publicados por Sotos (Tool, Index, Special, Lazy y Tick) contiene detalladas descripciones de supuestos -sus lectores no sabemos a ciencia cierta hasta qué punto hay ficción o testimonio- encuentros entre el narrador y otros hombres en tradicionales territorios del vicio, hoy en día en franca extinción. Pasillos largos, tenues luces violetas y carteles de advertencias; reglas de comportamiento que nadie cumple. Cabinas privadas donde ver películas porno. Televisores protegidos por jaulas. Olor a fluidos corporales, a mugre acumulada en la ropa, en la piel. Olor a noches eternas nubladas por las drogas baratas.
Los porno shops de Chicago, Illinois. De eso habla a menudo Sotos en sus libros, a eso sin duda alude esa línea de Why You Never… No son solamente lugares para comprar pornografía gráfica o en video; son puntos de encuentro para hombres que atraviesan las avenidas y límites de la legalidad en busca de una satisfacción que parecen nunca alcanzar.
En estos locales suburbanos los horarios de atención al público son variados. Hay lugares que abren solo algunas horas. Otros solo cierran desde la mañana hasta el mediodía. Necesitan un intervalo para limpiar la mugre que dejan los clientes, básicamente semen en Kleenex, o en el piso. También sangre. O mierda. La clientela está compuesta exclusivamente por hombres, algunos transexuales. Es muy raro encontrar allí alguna mujer que, de compras en la tienda de porno que sirve de fachada, se aventure a los pasillos que se forman entre las cabinas del fondo.
Los consumidores de porno hétero se entregan sin demasiadas vueltas al público homosexual que se ofrece en las cabinas de video. En las estructuras de algunas de ellas hay un agujero en la pared izquierda o derecha. O en ambas. Dichos agujeros están abiertos a la altura del pubis de un adulto, forrados con cinta para no lastimarse demasiado el miembro. Los famosos glory holes. Aberturas por las que las personas que están en las otras cabinas pueden meter sus erecciones una vez que los minutos de porno duro accionados con una moneda o un cospel han hecho efecto. Ya no se trata de un mismo loop, como en los tiempos de Linda Lovelace. A través de un panel de control puede accederse a una cierta oferta de escenas porno para elegir. Solo un par de minutos por moneda ingresada en la ranura, claro está. Y desde la cabina de al lado, el otro cliente puede pasar su pene y optar por aprovechar la efusión de su compañero masturbatorio. O no. También puede meterse en la cabina del vecino, para un poco más de contacto físico.
El término glory hole comenzó a ser utilizado ya entrada la revolución industrial, en la manufactura de la fabricación del vidrio. Lo “glorioso” muy probablemente se debía a los efectos visuales que producían los hornos vidrieros, los cuales emitían (a través del agujero o abertura que permite malear el vidrio) una luz espectral con múltiples efectos visuales, los cuales se asemejarían a las auras bíblicas, relacionadas a la “gloria” de Dios.
Hoy en día el término ha vuelto a ganar su lugar “legal” dentro del entretenimiento apto para todo público gracias a la serie Blown Away, un reality show canadiense emitido por la plataforma Netflix, que muestra las competencias de escultores y artesanos de objetos de vidrio. Mayormente estas estructuras vidriadas se moldean a través del “blowing”, o soplado. En el soplado de vidrio, el “agujero glorioso” es la apertura del horno que se utiliza para mantener el vidrio caliente y maleable a más de 1000 grados Fahrenheit. La serie comenzó a emitirse en 2019, y lleva cuatro temporadas completas. Si además se le suma que la palabra blown (soplar) se relaciona con el término inglés blow job (dar una mamada, sexo oral), todo tiene más sentido.
Volviendo a la historia del término, según el Oxford English Dictionary, el primer uso registrado “legal” para glory hole data de 1825, y se utilizaba para describir lugares pequeños, receptáculos o habitaciones en las cuales se amontonaban cosas sin ningún orden específico. Dos décadas más tarde, los glory holes pasarían a definir, en argot, las celdas sucias y sofocantes para los presos y otros seres degradados de la sociedad.
Pero si retrocedemos unos cien años más en el tiempo, podemos encontrar el primer reporte sobre un glory hole relacionado con el sexo. Sexo homosexual, como no podía ser de otra manera. En el caso judicial de 1707 conocido como “Los juicios de Thomas Vaughn y Thomas Davis” se juzgó un confuso caso de sodomía -la homosexualidad estaba perseguida y penada en aquellas épocas por la ley, cuyos representantes se apostaban en las entradas de salones non sanctos para realizar masivas cacerías de promiscuos- ocurrido en el bar de Lincoln’s Inn Fields, de la capital londinense, donde muchos homosexuales frecuentaban sus barracones y retretes. Fue en uno de estos que se hallaba el primer buraco destinado para alcanzar la gloria (sexual), o al menos el primero que se haya registrado en la historia. Parece ser que estos dos muchachos, los Thomas, habían desarrollado un sistema de intercambio de fluidos que hasta nuestros días es utilizado, y que se ha mantenido a pesar de severas pestes venéreas como el HIV -aunque, según muchos miembros de la comunidad homosexual, la reutilización de los glory holes durante la última pandemia ayudó a que mucha gente pudiera seguir manteniendo contactos sexuales, ya que los tabiques que dividen a los participantes ayudaron a mantener la distancia social establecida por las autoridades sanitarias.
El usuario atrincherado en la cabina porno ha mirado varias veces por esos buracos en la pared. Ha espiado la desidia y el hartazgo de la pornografía en esos cubículos. A veces los clientes asoman sus lenguas para reclamar sexo. Otras veces se van sin siquiera haber mamado ni tenido una erección. Abandonan las cabinas en forma trágica y apurada, o muy lentamente. El aburrimiento y las drogas y la repetición a veces hacen que todo acabe antes de empezar. Verlos alejarse derrotados es también parte de la diversión. Se alejan en las madrugadas, vuelven a sus departamentos donde solo espera la anfetamina, la soledad y el miedo al SIDA.
Bijou está abierto las 24 horas. Es un local ubicado en el número 1455 de West Irving Park, en Chicago, que ofrece -desde 1970 y hasta hoy- material porno gay en revistas, libros y videos, además de accesorios exclusivos. En 1989 sufrió un destructivo incendio aparentemente intencional.
Allí lo conoció. El joven trabajaba como dependiente del porno shop. Después de un par de charlas le anotó su número de teléfono, aunque ya lo había visto garabateado en las paredes del local. La amistad con ese muchacho le facilitó a Sotos charlas sórdidas y encuentros de sexo promiscuo, incluso dentro del local. Este empleado, además, lo puso en contacto con un material algo más duro que el ofrecido en el catálogo del Bijou.
Sotos le pidió al empleado que le prestara sus manuscritos sobre vivencias sexuales con consumo de drogas, las cuales se repetían en incontables correrías de noches y días enteros de encuentros sexuales anónimos.
Todos los que pasaban por ahí arrastraban similares historias de niñez dura, malas compañías y pésimas decisiones de vida. Y conocer esas historias es algo que estimulaba a Sotos. Esa era la verdadera pornografía para él.
Cuando leyó aquellas anotaciones de su amigo, quiso pasar a un nivel más gráfico: le pidió un video, pero no necesariamente porno, sino uno en el que apareciera solo la cara del tipo en primer plano. Su rostro frente a la cámara, relatando en primera persona todo lo que había vivido en esa clase de lugares, porque una cosa era trabajar en un porno shop, pero otra era actuar de visitante y recorrer otros locales similares. Cada uno, por más parecido y secuencial que pareciera, contenía sus propios códigos. Para decepción de Sotos, su amigo se limitó a entregarle un video en cual era levemente azotado por un fantoche vestido de cuero.
Detrás de uno de los bastidores que llevaban a los glory holes del fondo del local, un hombre maduro los observaba con urgente necesidad, con ansias de promiscuidad. A Sotos le recordaba aquel viejo marica que había tenido como docente en la escuela de arte. A su maestro le fascinaba el look punk de Peter y las camperas de cuero que este usaba, aunque lo cuestionaba, porque en las pinturas que hacía Sotos en clases había demasiados cadáveres y miembros erectos.
Sí. Ese hombre siniestro del Bijou se parecía mucho al docente que no perdía oportunidad de abrazarlo cada vez que lo saludaba. Y se parecía a cada uno de esos viejos que se arrodillaban ante él para chupársela; ofreciéndole, además, dinero por permitirle hacerlo. Era un asunto rápido. Acabar enseguida en la garganta de los clientes, tomar los dólares que le ofrecían e ir a la parte de abajo del porno shop, para poder comprarse ese video tan codiciado que quería llevarse a casa.
Pero además del porno enlatado Peter quería información. Quería saber qué clase de material oculto consumían esas bestias nocturnas con las que se cruzaba en sus ratos libres. Tal vez alguno de ellos lo invitara a su casa. No era tan importante el sexo que pudieran ofrecerle, sino la calidad del porno duro que pudiera encontrar en sus guaridas. Muchos de ellos estaban fuertemente vinculados con el bestialismo, el sado y, sobre todo, con la pedofilia. El acceso a ciertos elixires llevaba tiempo y más que nada paciencia, para poder soportar a esas personas que muchas veces solo le terminaban enseñando una aburrida colección de fotos con niños que él ya había visto en demasiadas ocasiones.
Cell Block quedaba en el número 3702 de la calle N. Hasteld. Cada vez que Sotos se acomodaba en una mesa para tomar un trago dejaba su paquete de cigarrillos y su encendedor color rosa cerca del cenicero. A él siempre le gustaba fumar en esos lugares. Le gustaban los Dunhill, porque tienen un humo más denso, que genera un buen contraste con la cara enrojecida de los maricas que se le acercaban con la excusa de pedir un cigarrillo, para intentar un acercamiento.
Lover’s Playground, en el número 3901 de la avenida Lawrence; lencería, juguetes para adultos, DVDs, libros, Video Arcade para adultos, glory holes, peep shows…
Cuando alguien trabaja en el negocio de la carne es imposible no apestar a un animal muerto. Sobre todo cuando estás en contacto directo con la mercadería, transportándola a distintos locales. El olor a pollo mal refrigerado era realmente nauseabundo. Quedaba adherido a la ropa y las botas de cuero de Sotos, que se deslizaba dentro de los peep shows cada vez que terminaba sus repartos de la empaquetadora de carne. Sus botas ostentaban una profunda costra de sangre y grasa. El olor parecía excitar todavía más a los clientes que esperaban del otro lado del glory hole, al fondo del local.
Chickenhawk, o gavilán pollero, es el término usado para señalar a los depredadores de niños, varones gay aficionados a la pedofilia y a la pederastia que deben resignarse al sexo con otros hombres para poder suplantar a la carne joven de sus fantasías. Sotos llevaba prendida en sus ropas de trabajo la esencia a carne de cientos de pollos. Caminaba lentamente hacia las cabinas, donde los gavilanes podían conformarse con su olor a ave de corral. La cena estaba servida.
Antes de la sección que ocupaban las cabinas con televisores, pero siempre en el sector “backrooms”, estaban ubicadas las bailarinas, detrás de un vidrio que las protegía y separaba de los demás obreros, noctámbulos y onanistas con sus pantalones bajos, sus miembros flácidos y sus bebidas y su cocaína. Cada uno en su cabina, todas las cabinas rodeando el escenario circular. 25 centavos de dólar por verlas bailar, pero solo por 30 segundos.
Volviendo a toda la diatriba contra Sotos que Bennett escribió en esa primera estrofa de Why You Never…, resulta demasiado contradictorio que después de tanta injuria no se le haya pedido permiso al escritor para utilizar el audio collage más arriba mencionado, el track 4 del disco. Una actitud común de Bennett, quien en el pasado había manipulado material de Maurizio Bianchi, agregándole a unas pistas del italiano ciertos discursos nazis, algo que no agradó demasiado a Bianchi al verlo puesto a la venta por Come Organization. O, como en el mencionado disco The New Order, donde le daba crédito como miembros de composición e intérpretes a unos desconcertados Steven Stapleton y Genesis P-Orridge, lo que desencadenó la furia de Genesis, quien se supone que se presentaba en todas las disquerías donde se vendía el disco para rayar los ejemplares y tachar su nombre de los créditos.
Why You Never Became a Dancer era además el título de una obra de videoarte de la inglesa Tracy Emin, la cual conseguiría nuevos seguidores gracias a la mención de Whitehouse y al resto de la letra, alusiva a la artista, aunque nunca sabremos si lo hicieron como burla o por el mero hecho de que les gustaba demasiado el trabajo de Emin.
El disco continúa con Wriggle Like a Fucking Eel (Sacúdete como una puta anguila). Si bien en toda la letra Bennett dirige su afrenta a un “muchacho” al que amenaza con ahogar en una pileta de natación, gran parte del contenido parece haber sido elaborado en respuesta a la información que volcaba en el Anorexic and Bulimic Rec Room una modelo pornográfica amateur de nombre Anna K., algo así como la estrella del “Calabozo” de la página. Además de enviar fotos en las que posaba desnuda (con “sus magníficas tetas en toda su GLORIA PLANA”), Anna K. era una anoréxica cocainómana de más de 23 años y un peso que oscilaba los 45 kilos. El webmaster, además de las fotos, publicaba algunos de los emails confesionales de la muchacha. “No sé por qué estarías orgullosa de tus 33 horas de falta de necesidad”, le espeta William en la canción. Critica también una anécdota escatológica de Anna: después de ser obligada por su madre a engullir un bagel con queso crema se sintió mal, pero tomó dos tazas de café y se convirtió en “un tubo de pasta de dientes, lo exprimí con una sola contracción. Miré en el recipiente, siempre reviso que esté TODO afuera, y… estaba claro, como un chorrito de gel para el pelo. Como que chapoteé en el agua, frenética, terror en mí, y entonces, el tranquilizador color marrón otra vez. Los tubos largos son lindos, es mi digestión escarbándome otra vez y dejándome hueca”. Bennett ataca la adicción de Anna a la cocaína, por completo funcional al objetivo de volverse inapetente: “Otra fosa nasal que gotea (…) Deja de reírte, piel de gallina / Enfréntate al festín del polvo”. La modelo había explicado que “La cocaína me pone cachonda, pero muy cachonda. (…), quiero tirarme al suelo, con las piernas levantadas como un escarabajo muerto, y que mi amiga me pise con sus tacones más altos y extravagantes… quiero que me empujen la cabeza en el plato de agua para perros en el piso de su cocina, sus manos ahogándome en agua para perros, su rodilla dura en mi coxis. Con coca, puedo sentirme gravemente afectada por una demente oleada de deseo sexual masoquista, del rango de una esclava sumisa, a veces ni siquiera puedo respirar pensando en ello, tengo tantas ganas de que me den una patada en el estómago… (…). Verás, tengo que ir al baño y masturbarme. Normalmente uso su cepillo de dientes. Y luego pienso en ESO, más tarde: mi caldo de vagina en su boca mientras ella distraídamente se cepilla los dientes, escupe y se enjuaga”.
Philosophy no es más que una nueva versión de Philosophy of the Wife-Beater (La filosofía del marido golpeador), anteriormente aparecida en el disco Mummy and Daddy, acreditada a Bennett/Sotos. Esta nueva versión posee más texto y la autoría de Sotos es eliminada para darle todo el crédito a Bennett.
Finalmente se llega al ya mencionado track Bird Seed, que corta al disco por la mitad, 14 minutos con 39 segundos de testimonios a los que Sotos ya nos tenía para entonces acostumbrados:
Lisa es una pequeña comensal en Wendy’s, local de hamburguesas y comidas rápidas. Alguien de la empresa le pregunta qué está haciendo allí, lo cual resulta obvio. La niña duda un momento y responde: “Estoy cenando”.
Una prostituta recuerda su encuentro con un cliente que se negaba a usar condón. Ella decidió asustarlo, y dijo estar enferma de SIDA. Pero el cliente le jugó sucio, y le respondió que él también estaba infectado. Ante esto la mujer se encerró en el baño hasta que pudo convencerlo de usar protección.
Un sujeto cuenta que él y su hermana eran violados por su padre, durante los fines de semana, en los momentos de juego que el perpetrador llamaba Bubble Bath Time (Hora del Baño de Burbujas).
Mujer negra cuenta que cuando tenía diez años debía darle sexo oral a su padre, mientras su madre se ausentaba de casa.
Una prostituta asegura que obliga a todos sus clientes a usar protección, incluso si solo va a masturbarlos con la mano. Si ella se enferma y muere, nadie podrá cuidar a sus hijos.
Otra prostituta de diecisiete años solo accede a estar con clientes que utilizan preservativos. Está embarazada de siete meses…
Casi inentendibles voces de niños pequeños. Apenas saben hablar, pero parece que hablan de sexo.
Gloria, una niña mexicana, cuenta a un supuesto representante de la ley que su padrastro la violó más de diez veces, y que la mantenía amenazada con hacerles lo mismo a sus hermanas si le llegaba a decir algo a su mamá. La niña llama a su agresor en una conversación grabada para poder inculparlo. Hablan en español. La niña le dice que se siente mal y que probablemente está embarazada. El hombre niega todo y cuelga el teléfono.
Una prostituta llora por haber sido separada de sus tres hijos debido a su estilo de vida.
Una mujer llora y pide que su hija fugitiva vuelva a casa.
Yolanda Manuel, madre de la niña Sherrice Iverson -quien fuese asaltada sexualmente y asesinada por un joven llamado Jeremy Strohmeyer en un baño del Casino Nevada el 25 de mayo de 1997- cuenta cómo es seguir adelante sin su hija.
Nuevamente, Yolanda Manuel pide y grita a través de un megáfono. Pide que se encarcele por complicidad a David Cash Jr. -amigo de Strohmeyer-, quien vio como éste llevaba a la niña Iverson hasta un cubículo del baño donde terminó por abusarla y romperle el cuello, pero nunca delató a su compañero ni intervino para evitar el crimen. “¡Él es malo!”, dice sobre David Cash. “¡Es malo, es malo!”, grita a coro con la gente que la acompaña.
Durante otra entrevista, Yolanda Manuel sigue culpando a David Cash por no haber hecho nada para salvar a su hija de Strohmeyer. Y cuenta cómo se enteró telefónicamente de lo que había ocurrido con Sherrice en Nevada. La niña estaba en ese lugar en compañía de su hermanastro de 14 años, quien supuestamente la estaba cuidando mientras el padre de los niños bebía y jugaba en el casino.
Una joven madre desconoce el paradero de su hija fugitiva. Compara su vida con la sitcom The Brady Bunch (La Tribu Brady, emitida en Estados Unidos desde fines de la década de 1960 hasta mediados de los setentas), en la cual uno de los personajes femeninos, Marcia, podía desenvolverse en cualquier situación. Pero esta madre se lamenta no saber si su hija se encuentra muerta o vive prostituyéndose en las calles siendo una drogadependiente.
Una jovencita cuenta en una entrevista que cuando tenía 12 años fue abusada por su padre, y aunque su madre sabía lo que ocurría, nunca hizo nada por evitarlo. “Debía tener unos doce años cuando empezó a acariciarme, que yo recuerde… Me obligaba a practicar sexo oral. (…) Y creo que me libré del coito real, porque mi hermana siguió interviniendo”. La vez que fue desflorada, la madre de la niña regresó a su casa y al ver sangre en las sábanas solo se limitó a preguntarle a su hija si el padre había eyaculado afuera. Su único miedo era que la niña hubiese quedado embarazada.
Relata una niñita: “Escondí a Abigail en el armario y me escondí en mi cama con la almohada sobre la cabeza, para no escucharlo. Cada vez que no llegábamos al baño y nos hacíamos en nuestra ropa interior… Bueno, él nos hacía que nos la pusiéramos en la cabeza”.
Y otra, casi con picardía: “Adivina qué. Nuestro hermano le disparó a nuestro papi”.
Rhonda Plank, madre de la niña Cynthia ‘Cindy’ Allinger, secuestrada el 4 de julio de 1996 y asesinada por el pedófilo Guy Matthew Rasmussen, pide ante las cámaras que quien la tenga, la deje ir. La madre aún no sabe que su hija yace, desde hace días, asesinada y envuelta en una alfombra, en un descampado cerca de su casa.
Más madres llorando por sus hijos desaparecidos. Todas ruegan porque vuelvan sanos y salvos a casa.
“Me culpo a mí misma. Realmente lo hago. No me soporto a mí misma, porque dejé que ese hombre se llevara a mi hija. Necesito saber. Necesito encontrar a mi bebé”.
A Bird Seed le sigue Cut Hands Has the Solution (Cortar manos es la solución), un track minimalista donde el fondo sonoro es solo un monocorde bombo acústico, mientras William Bennett habla sobre una persona con desórdenes alimenticios que se siente rechazada y observada por sus marcas de bulimia. Marcas como los Signos de Russell, esto es, las marcas que dejan los dientes incisivos en los nudillos de las personas que se inducen el vómito con frecuencia. “¿Admites haber dejado que otros te presionen? / ¿Quién te está presionando ahora? / ¿Quién te está coqueteando ahora? / ¿Quién es el pervertido que te coquetea ahora, Nudillos? / ¿Ha destruido tu cuerpo de muñeca? / Te mostraré cómo es no tener manos / Y te mostraré cómo agarrarte fuerte / Te enseñaré a orinarte en tu propia ropa de cama”. Bennett le aconseja sarcásticamente que es mejor cortarse las manos, para no volver a lastimarse. ¿Autoayuda? ¿Desprecio hacia la autocompasión? Todo eso y algo más: la amputación de manos es uno de los castigos legalmente aplicados en ciertos territorios de África.
Como queda claro, la obsesión de Bennett por las enfermedades mentales asociadas a trastornos de conductas alimentarias está muy presente, tanto en este texto como en otros publicados en Mummy and Daddy y Cruise.
El track que cierra este magistral Bird Seed -que, por cierto, recibió una mención de honor en la categoría de música digital de los premios anuales Prix Ars Electronica, de Austria, que galardonan los trabajos de arte electrónico, la animación por computadora y la cultura digital- es el enigmático Munkisi Munkondi, base minimalista programada con percusión electrónica acompañada por una voz desconocida, que relata algo indescifrable en algún dialecto africano. Este track, sin ningún tipo de variantes, sería reeditado en el primer disco homónimo de Cut Hands (el ya mencionado siguiente proyecto de Bennett), en el 2011.
Bastante tiempo después los fanáticos de Whitehouse se enterarían que no había sido idea de Peter Sotos incluir sus collages como tracks en discos de la banda. Los había hecho con Steve Albini para escucha personal y algunos habían terminado formando parte de un disco (Buyer’s Market) pero, de no haber sido por el uso que William Bennett les terminaría dando en Mummy and Daddy, Cruise y Bird Seed, no habrían llegado al público oyente. Escuchar cada uno de estos tres discos terminados y encontrar en cada uno un largo fragmento de esos archivos de audio que le había grabado a su amigo a modo de muestra no le hacía demasiada gracia.
En 2004 Void Books puso a la venta el nuevo libro de Peter Sotos: Selfish, Little: The Annotated Lesley Ann Downey (Egoísta, Pequeña: Lesley Ann Downey explicada). Ann West, la popular madre de Lesley Ann, no tuvo la suerte de ver esta obra publicada: había fallecido en 1999.
A Selfish, Little le siguió, en 2005, el mencionado inédito de Sotos Comfort and Critique. Para sorpresa de sus excompañeros de banda, y sin mencionar el nombre “Whitehouse” en lugar alguno, el escritor había agregado algunos párrafos que no estaban en el manuscrito que ellos habían leído.
“Los hijos de puta que arrojaban su cerveza desde el frente del escenario eran los más fáciles de convencer: me limpiaba el sudor y la cerveza de mi cara hinchada, barría todo hasta mi pelo, y me inclinaba hacia las miradas de un estúpido idiota tras otro. Casi todos abrían la boca y fingían querer la cerveza que yo podía vomitarles. Casi todos retrocedían y dejaban que los desagradables baldazos golpearan cualquier lugar menos su cara.
”Sabía cómo se veía. El idiota del cantante me dijo más tarde que era lo peor que había visto en vídeo [la grabación de la Live Action]. Yo dejé de ver los videos unos mierdosos diez años atrás.
(…)
”Me trabajaba una putrefacta bola de flema estomacal, subiéndola a mi boca, y se la escupía al primer sorete que veía mirándome fijo. No era algo inesperado, dada la audiencia de las Ronettes”.
La mención del célebre grupo vocal femenino de la década del sesenta es lo más cerca que llega Sotos a llamar a Whitehouse por su nombre…
La controvertida editorial Creation Books nació en 1989 de la mano del británico James Williamson, única cara visible y editor en jefe, responsable de numerosos volúmenes de libros de contracultura en los que se abrazaban los ítems más controvertidos dentro de las temáticas de cine, música, fotografía, historia y ficción. Williamson terminaría debiendo, de acuerdo a los testimonios de los autores publicados, mucho dinero en cuestión de regalías, por lo que la editorial pasó a una semi-clandestinidad a principios de la década pasada, y hoy el paradero de su mentor y dueño es casi desconocido. De hecho, muchos de los escritores que se sintieron estafados por el editor crearon una página web dedicada a acusar abiertamente a Williamson por violaciones a sus respectivos derechos de autor.
Las tiradas de Creation Books solían estar limitadas a algunos centenares de ejemplares, en ciertas ocasiones firmados por los autores. Algunos libros traían como regalo un compact disc, con los escritores leyendo sus propios textos. Eran todavía épocas de ediciones físicas, en las que los reproductores de CD aún se fabricaban.
En el año 2005 Creation editó Proxy, Peter Sotos Pornography 1991-2000, un volumen en tamaño A4 que recopilaba cinco libros completos de Sotos; Tool, Index, Special, Lazy y Tick, sin un orden específico. La primera edición limitada y autografiada de 500 ejemplares incluía un CD de spoken word también llamado Proxy, producido y grabado, como era usual tratándose de Sotos, por Steve Albini, en noviembre de 2004. “Debido a su contenido extremo, este CD nunca estará disponible en disquerías”, anunciaba la editorial en su nota de prensa.
En este disco el autor lee textos de sus libros Playground Sex, Tick, Predicate y Selfish, Little, y un fragmento de Heartbreak, The Political Memoir of a Feminist Militant (Continuum, 2002), la autobiografía de Andrea Dworkin, feminista radical por quien Sotos, se recuerda, siempre sintió una febril admiración. Entre las lecturas del mismo Sotos aparecen los clásicos audio-collages compilados por el autor. Los mismos aparecen de un momento a otro, como para darle un respiro al escritor, que parece desesperado por terminar de leer en voz alta.
Proxy (el compact disc, no el libro) estaba curiosamente envasado al vacío en un blíster sellado que presentaba un troquel especial para poder abrirlo sin dañar el disco. Eso sí: una vez abierto no había forma de volver a guardarlo en el estuche, y el comprador debía conseguir una caja vacía. Algunos fanáticos aún conservan el disco inmaculado sin abrir e incluso dentro del libro mismo. Otros lo ocultan por ahí, solo en la genérica caja de plástico transparente -porque ni siquiera traía una carátula-, esperando a que aparezca algún comprador dispuesto a pagar sumas astronómicas en sitios de compra y venta on line. Porque, vale recordar, solo 500 copias de este CD fueron producidas por la editorial. En Discogs, el sitio internacional de compra y venta de discos, llegó a estar a la venta por casi 500 libras esterlinas hace algunos años.
Sotos lee apurado, como si quisiera que lo que está haciendo acabase de una vez. Acabar rápido, expresión que se repite muchas veces en sus libros. Cum quick. Acabar rápido en los constantes, cotidianos y oscuros fondos de los porno-shops. Rápido e irse a casa. Nunca olvidar la cara del mugriento degenerado que se la acaba de chupar en las cabinas de películas pornográficas. Recordar la situación vivida para llevarlo a las mismas, cansinas y repetitivas páginas.
Por momentos Sotos rasca su barba y eructa la cerveza que toma para hacer su tarea más tolerable. Ha confesado que lo pone nervioso presentarse en vivo ante una audiencia. Pero aquí la cosa es unidireccional: nadie puede interrumpirlo o molestarlo. No hay sangre ni audiencia borracha y drogada.
Sotos lee sin pausas. Su voz es suave, monótona. Escucharlo produce tranquilidad. Los setenta y nueve minutos de Proxy bien podrían funcionar como método de ASMR, para relajarse y dormir.
“¿Alguna vez se ha sentido degradado por su comportamiento sexual?”
18a. Peter Sotos: Proxy: Playground Sex
Sotos:
“Esto es pornografía de la mano a la boca. Una gran trampilla. Barata, siempre disponible, siempre ahí, siempre demasiado cara, grosera, innecesaria, rápidamente vaciada. Obsesiva, simple, trivial. No es lo suficientemente buena. Ya no. Esa seguridad, esa sensata seguridad no va a servir esta vez. Ese control, ese pequeño lío, esa pequeña válvula que te permite preocuparte de ti mismo y mantener las cosas en orden y que en realidad te separa de los gorilas y los negros y las mamás y los papás de los programas de televisión y los veinteañeros en crisis.
(…)
”En Port Authority, en la 8ª Avenida, hay una joven blanca bolsa de huesos grasientos adicta a la heroína que te vende la vagina de su bebé muda de casi dos años por solo 10 dólares. Dice: ‘¿Quieres meter uno de tus dedos en mi niña? Son solo 10 dólares’. Ella tiene cuidado a quién se la ofrece, porque alguien puede avisarle a la policía ante semejante acción expuesta y horrenda. ¿Cuánto por meter algo más que mi dedo? ¿Encajaría ya? ¿De forma natural o antinatural? ¿Cuánto por cogerme esa boca que se ofreció a vender a su bebé? ¿Cuánto por un polvo rápido detrás de las taquillas o de un sucio baño de hombres? No dejará de llorar, ¿verdad?
(…)
”Un pequeño hombro huesudo, un cuello maltratado, tirante, una vértebra bien fuera de lugar, pellizcada, desarticulada, su pelo arruinado, su largo pelo castaño que era brillante, rubio puro antes, en vida, probablemente. ¿Estaba seco, quebradizo y fibroso, como si lo hubieran mojado hasta el cráneo, como si lo hubieran empapado? ¿Tenía los pulmones magullados? ¿Había vasos sanguíneos dentro de sus ojos partidos por la asfixia y la lenta y aplastante catarata cerebral? ¿Muerta? Pequeña rata. ¿Cuánto debería costar? ¿Qué obtengo por mis 100 dólares? ¿Tengo que dar propina después? ¿Eres funcional? ¿Tomas hormonas? (…) Cierra los putos ojos. No te muevas. Cierra tus putos ojos antes de que te los arranque. Escribes, garabateas, pequeña rata, pequeña puta. No hay inocencia aquí. No cuando se te ve así. Cuando sigues llorando. Cierra la puta boca.”
Audio:
Lo que sigue es el audio de la voz de Sayeh Rivazfar. En la mañana del 22 de septiembre de 1985, ella y su hermana Sarah fueron raptadas del departamento de su madre en Pensacola, Florida, Estados Unidos, por Warfield Raymond Wike Jr., un hombre al que conocían desde un tiempo atrás, ya que había mantenido algunas citas con la madre de ambas niñas.
“Mi hermana Sarah tenía seis años y yo ocho. Y esa noche, Ray Wyke nos había sacado a mi hermana y a mí de nuestra casa y nos metió en su coche, que estaba estacionado enfrente. Así que nos lleva en su automóvil y conducimos a una zona boscosa cercana y gira en este camino de tierra. Él me había preguntado si yo le había contado a alguien que él había abusado de mí dentro de ese primer año de haberlo conocido.
”Y así, en ese camino de tierra, ató a mi hermana, que estaba en el asiento trasero, seis años de edad, le ató las manos y las piernas. Y mientras tanto nos preguntamos qué está haciendo y por qué lo está haciendo. Y durante todo este tiempo él dice ‘Solo pórtate bien, no digas nada, pronto verás a tu madre’.
”Así que me saca del coche, se pone unos pantalones cortos. Me dice que me quite los pantalones, y empieza a acariciarme y luego empieza a violarme. Así fue. Y ahí fue cuando mi hermana empezó a llorar y a decir: ‘¿Por qué está haciendo esto?’ Y yo solo intentaba consolarla y decirle: ‘No te preocupes, todo irá bien’.
”Y mientras tanto, solo me pregunto, ‘Ray, ¿cuándo vas a terminar?’ En ese momento, ya no sentía nada. Solo quería que terminara. Y salía el sol, se hacía la luz, y me dijo que me volviera a poner la ropa. Y tomó a mi hermana, porque seguía atada, y me dijo que caminara hacia el bosque. Y seguimos caminando hacia el bosque. Dejó a mi hermana en un claro junto a un árbol, sacó un cuchillo y me dijo que rezara. Y después de decir mis oraciones, empezó a cortarme la garganta. Y después de cortarme la garganta tres veces, me toqué la garganta y vi la sangre. Al ver la sangre, me tiré al suelo. Cerré los ojos y oí a mi hermana gritar con todas sus fuerzas. Y supe que no podía hacer nada. Y no podía moverme porque sabía que si él sabía que estaba viva terminaría de matarme. Así que tuve que hacerme la muerta. Me pareció una eternidad. Pero fueron unos minutos, y después de unos minutos, sentí que saltaba sobre mí. Y mi hermana había dejado de gritar.
”Y entonces le oí correr por el bosque y meterse en su coche y arrancar. Entonces me levanté, me agarré el cuello, me acerqué a mi hermana y la llamé por su nombre. Y por su mirada, supe que no iba a responder. Y supe que iba a tener que salir del bosque yo sola.
”Así que caminé por el camino de tierra y le hice señas a un camión azul que pasaba por el camino de tierra, les hice señas y se detuvieron. Solo les describí lo que había pasado, quién lo había hecho, ya sabes, la descripción del vehículo y de la persona.
”Lo localizaron. Creo que lo encontraron en su casa, durmiendo tranquilamente. Yo sabía qué y quién nos había hecho esto a mi hermana y a mí y que debía pagar por ello. Y no iba a dejarlo pasar, y no quería rendirme. Así que cada juicio al que iba me daba fuerzas. Yo sabía que él no iba a ganar.”
Ray Wike fue detenido en su vivienda tras una breve entrevista de la policía a Sayeh y su madre. El cuerpo de Sarah fue descubierto a escasos metros del camino donde su hermana fue a pedir ayuda. Warfield fue condenado y sentenciado a pena de muerte, siendo albergado en el pabellón para condenados desde 1989. El 16 julio de 2004 falleció por causas naturales a la edad de 48 años en la prisión de Raiford, Union County, Florida.
Sotos:
“Es una habitación al fondo de un hotel. Es un cuarto en algún lugar del sur, barato, de última. Es fría, es flaca, y con un poco más de información sé que está asustada y sé que no tiene por qué estar aquí. Sé que no quiere estar. O sé que su padre ha cobrado. Sé la cantidad exacta y cuánto costó. Además, cuando el animalito tuvo que pasar la noche, sé que luego se quejó y se negó y que desapareció solo después de que papá fuera a la cárcel. Sé que tenía un nombre. Era Tammy o Yvonne. Y las fotos que el hombre de la habitación del hotel hizo de ella y de su hermana se vendieron en Roex, en Copenhague. Yo tenía esas fotos. Tuve que pagar por la información. Tuve que buscar un poco más y pagar de más. Eres mejor que esto. No perteneces a esta fila. Pasaste toda tu vida evitando este tipo de cosas. Eres especial, única, elegida para no pertenecer a esto. Sé lo que eres porque pagué el importe total.”
Sotos:
“Aquel muchacho joven, que si miraba alguna pija a su lado se asustaba y callaba por culpa del pequeño miedo natural a su debilidad, se encuentra solo ahora, años y años después, imaginando todas las posibilidades y envejeciendo en el recuerdo del mismo acto.
”Aléjate del urinario y dirige tu orina al desagüe. A ver si el niño se ríe. Y si, por su cuenta, decide acompañarte.
”Levanta su cuerpo de menos de metro y medio, y quiere jugar también.
”Disfruta con dos hombres, juega a ver hasta dónde puede llegar su pipí en el inodoro. Su único miedo ahora es que su padre entre y le grite por haber hecho un desastre.
”Su aliento tan cerca. Su irreflexiva y disponible desnudez, lista para ser apuñalada y mutilada descuidadamente con un par de tijeras afiladas, convenientemente guardadas en tu bolsillo trasero.
”Le voy a decir a tu papá que estás portándote mal.
”No vuelvas a hacerlo.
”Y se encuentra a sí mismo, para siempre, queriendo repetir ese acto. Agachándose ante cada maricón en cada tetera y cada cabina de salones porno, listo para chupar todas las pijas que quiera.
”Gracias.
”¿Quiere que le dé una mamada, señor?”
y
“La última mujer con la que cogí se había metido otra pija en la vagina hacía solo unos meses, pero había realizado el acto tantas veces antes que estaba garantizado que no habría nada nuevo o interesante que sacar de dentro de la enormidad de su cuerpo. [eructo] Nunca me la había cogido. De hecho, nunca me había cogido algo tan viejo, razón por la cual decidí cogerla en lugar de pajearme o dejar que me lamiera la pija con el condón puesto.
”Ya había cogido a mujeres antes y me había quedado con lo mejor que ellas podían ofrecerme: sus historias del crack, los niños del gueto, el SIDA, la vejez, las tetas pequeñas, las necesidades económicas, todo lo que sea que sonase demasiado bajo. No las odio. No me aburren. No me siento primariamente obligado, pero no estoy dispuesto a creer que haya algo especial en ninguna de ellas. Es mi elección, y hago esto desde hace mucho tiempo, antes de poner mis ojos en algo concreto. No es más que pornografía.
”En París vi a todas esas prostitutas a la luz del día hablar entre sí. Se paraban en portales individuales a lo largo de la calle principal y se agrupaban en números más cercanos en las calles laterales. Algunas llevaban abrigos largos abotonados hasta el cuello, mientras que otras vestían suéteres ajustados, finos y brillantes y blusas transparentes de Lacey. Muchas llevaban pezones postizos, pequeños tapones clavados en el sujetador y en las tetas.
”Siempre interesado, siempre listo, siempre joven y firme miraba sus rápidos envejecimientos y el desgaste por su trabajo. Todas ellas llevaban el maquillaje de payaso que usan todas las mujeres que venden su cuerpo, labios gordos para mostrarte dónde meter tu dinero y mejillas rojas para cubrir la mala infancia y la mala salud y ojos sombreados para convencerte de que les hables directamente de usar sus cuerpos plenamente como si fuesen urinarios y cestos de basura. ¿Quiero una negra con más maquillaje que las que abundan de donde provengo? ¿Quiero una negra que hable de mi dinero y mi mal gusto en francés? Tendría más suerte entendiendo su falso inglés roto y mocoso que la mugre del gueto con las que suelo coger. ¿Quiero una negra con boca? Se dice que las negras están desplazando a las blancas. La proporción de colores ha cambiado drásticamente desde la última vez que estuve allí. Escoger una puta blanca gorda con tetas grandes, flaca con relleno falso, no implantada no parece una perspectiva mucho mejor que ese jodido esperpento francés que se separa del grupo tan pronto como me acerco.
(…)
”De hecho, esa mamá y yo tuvimos que caminar alrededor de una manzana a través de una apretada multitud de turistas y comerciantes para llegar desde su parada hasta su departamento alquilado. Estoy bastante seguro de que vivía allí porque con mucho cuidado solo vi una habitación con una cama y un lavabo. Pero estaba en medio de un pasillo mucho más grande de otros muchos departamentos más grandes donde todo el mundo en el edificio sabía lo que ella ha hecho toda su vida. ¿Y no es triste esta especie de forma de vida lamentable? Y claro, yo soy el cerdo, la bestia asquerosa, aprovechándome, desesperado y enfermo con alguien así.
”No te quites la ropa, mamá. Levántate la falda, mamá. Bájate esas pantimedias. El jersey de mamá sentaría mejor que la carne acuosa, modelada, colgada y flácida debajo. Prometí tener cuidado. Prometí no meter los dedos ni acercarme a los gordos pliegues entre tus venas y tus muslos colapsados. Al principio solo quería ver la cabeza de mamá en el extremo de mi pis, mi suciedad. Se vería mejor así. No soy fan de la carne, mamá. Soy fan del maquillaje y de darte dinero, de confirmar tu alquiler. El dinero no es el punto de apoyo aquí. Es la introducción. El sexo es el comercio. El acto se comercia”.
Audio:
Un hombre relata a otro, tal vez representante de la ley, cómo asesinó a un niño o a otro joven, no aporta nombres ni ninguna otra información al respecto.
“—Así que lo agarro por la cabeza y jalo hacia atrás, con mi mano derecha, ¿verdad? Y hago esto. Solo lo conduzco. Bien.
—¿Y ahora qué pasa?
—Viene la sangre.
—Bien, ¿a dónde va toda la sangre?
—Va delante de él. Yo estoy detrás de él. Él está delante de mí. Va hacia aquí. Y estoy sosteniéndolo allí. Y estoy como tirando de su cuerpo de esta manera y su cabeza de esta manera y dejo que la sangre se vaya afuera.
—Bien, ¿entonces qué? ¿Fluye?
—Está fluyendo. Está tratando de gritar. Está tratando de hablar, pero su garganta está cortada, por lo que solo tiene que ir hacia abajo. Esto es sangre fluyendo. Tengo el cuchillo en mi mano. Así que lo apuñalo, aquí en alguna parte. Y lo dejo caer al suelo. Y lo dejo caer al suelo, y lo apuñalo una última vez aquí en la espalda.”
18c. Peter Sotos: Proxy: Predicate
Sotos:
“Un plano largo de ella bebiendo jugo de naranja y escuchando a su protector decirle lo guapa que se va a poner. Está claro que ella escucha con mucha atención. Como si se estuviera preparando para algo que pudiera parecer importante o incluso divertido. Algo que a una niña de diez años le gustaría hacer bien. Solo el puto Dios sabe por qué. Y la escena al principio del vídeo es verdaderamente espantosa. Porque ya no entiendo las intenciones de ese tipo inmundo. Después de todos estos años vuelvo a estar absolutamente a oscuras. Todo lo que pensaba que estaba pasando es oscuro como un espeso barro negro. Estoy confundido y molesto y tiendo a pensar en todo a la vez, todo el tiempo, por alguna razón, y me pongo enfermo. (…) Los miserables que compran esta mierda. Que están todo el tiempo buscando esta mierda y viven toda su parasitaria existencia a través de esta mierda. Cada sobreexcitado minuto de sus rastreras vidas dedicadas a escarbar en la mugre.
”Eyaculan como yo. Gordos, mayores de cuarenta y desbordados. Acaban rápido. Con lo más insignificante. Y, sin embargo, el animal que viola a esta pequeña y flaca —aunque perfectamente formada— niña se toma su tiempo como si estuviera actuando para el público del porno. Es mejor masturbarse en la mesa en la que ella se sienta. Es mejor que la acción no se detenga. Dejar que apenas avance. Dejar de comer y existir y luego, solo para dejar este punto jodida y perfectamente claro, hacer que ella levante la camiseta de su pijama para que muestre solo su ombligo.
”Ahora ponte de pie, date la vuelta. Muéstrame cómo te desarrollas. Rápido. Muéstranos. Solo una vez.
Y eso sería todo.
(…)
”Los he visto mirando las fotos de esas pequeñas mierdas por las cuales se ensuciaron. ¿No es todo lo que quiero? ¿Crees que quiero preocuparme por esas pequeñas basuras? ¿Crees que quiero protegerlas? ¿Quiero cuidar a la pequeña que elegí para salvarla de todo esto? No soy como una de esas jodidas ratas pedófilas torturadas que piensan que esto puede ser malo para ellas. Yo las protejo, cabrón. Esa sería la diferencia. Yo ni siquiera las toco.
”Se la chupas a estos pedófilos para conseguir pornografía infantil, y de repente te encuentras ocupando el lugar de la niña o el niño con el que quieren coger. Un lugar miserable para perder el tiempo, por más evidentemente falso que sea. Te alejas de ello. Quitas tus labios, tu mano de sus bolas, tu culo, colocas una bonita fotografía en el suelo y frotas tu pija hasta dejártela seca. Cinco minutos después, te dices a ti mismo que te lo has ganado, ¿verdad?”
Audios:
Entrevista a una mujer que vende contenido erótico en su propio sitio web.
“—Gary venía, tenía el calzón marrón allí y decía, bueno, ya recibimos este pedido. El tipo ya envió los 250 dólares, así que, oye, ponte esto. Vamos a hacerlo. Y quiero decir, en ese momento sentí que no tenía otra opción. Quiero decir, ya era un trato cerrado. Seguí diciendo que no y no quería hacerlo.
—Vi el vídeo y parecía que te interesaba.
—Parecía que mi única opción para salir de esa situación era terminar de una vez y sacarlo de mi mente. Y quiero decir, eso es lo que terminó sucediendo.
—¿Cómo te sentiste cuando todo terminó?
—Desagradable. Me sentí avergonzada y me sorprendió que realmente lo hiciera. Simplemente seguí intentando sacármelo de la cabeza. Y cuando pienso en Gary, toda la situación me hace sentir estúpida y engañada”.
Otra muchacha del mismo rubro:
“Bueno, empezó como una cosa, y el dinero empezó a llegar y se convirtió en extorsión. Entonces comencé a ganar dinero y él dijo, bueno, tenemos que hacerlo de esta manera. Este es tu pan de cada día. Si no lo haces, te excluiré, daremos de baja el sitio web. No, no hago eso en absoluto. Tengo mi propio sitio web, que está completamente bajo mi control. Soy parte de todo esto. Yo soy la emprendedora. Estoy revelando mis propias imágenes. Participo en todas las fotografías, la planificación, el guión, la vestimenta, el peinado, dónde filmamos, cómo filmamos. Sí, es mi sitio. Tengo mi propio sitio web”.
Por último, dos clips que volverían a aparecer en un futuro CD:
“Hum, sí, hum… Siempre que salía a jugar… ¡Era un chico bastante decente! Se vestía bien. Actuaba bien. Nada fuera de lo común”.
Y después una niña canturreando la frase “Eso nunca cambiará, cambiará”, haciendo pedorretas y riendo tontamente en un loop repetitivo que dura 10 minutos y 37 segundos, hasta el final del track.
18d. Peter Sotos: Proxy: Selfish, Little
“Cada libro que he escrito comienza y termina con Lesley Ann Downey. Cada uno.”
Peter Sotos
Sotos:
“No puedes confundir a Lesley con todos los otros niños del porno que has visto. Ella es una niña con toda su ropa puesta que disfrutaba de su pequeña vida. (…)
”Te diré algo. Tengo una foto de ella con la parte inferior del biquini más blanco y diminuto que nunca he visto. Su culo está lejos de la cámara, así que solo veo el tirante atado a su cadera y la curva de su muslo mientras retuerce sus brazos sobre su puto pecho, bloqueándolo todo, mientras estira esos brazos largos y delgados alrededor de su cuerpo flaco y soleado.
(…)
”Las únicas fotos de Leslie siempre serán las que tomó su asesino, que su madre entregó a la prensa para ayudar a buscarla y luego registrar los trágicos detalles de un asesinato pornográfico.
(…)
”¿Crees que conoces a estos niños? No necesitas oír su chillido. Sabes que su voz es diminuta y aguda, estrujada. No será más sucio. No hará el punto mejor que la imagen. (…)
”¿Qué harías exactamente con estos niños? Llevarlos hasta las lágrimas en las formas que poco a poco tienen sentido, dado lo que estás dispuesto a hacer. Dejar que me sorprendan y luego decidir la mejor manera de usarlo contra ellos.
(…)
”¿Qué haces con estos niños? Me masturbo inmediatamente. He visto a otros masturbarse con ellos. He sido excitado por otros mientras observo a estos niños. No he hecho daño a ninguno de ellos. He pedido más fotos y he recibido más fotos. ¿Ha sido suficiente? Sí. ¿Cuándo será suficiente? Cuando deje de mejorar.
(…)
”Si voy a seguir con esto, voy a tener que verme a mí mismo cerniéndome sobre los niños específicos que he visto ser abusados en demasiadas ocasiones. Deja tu puta lengua quieta. Mantén la boca abierta. Las letrinas como vos no se rascan la espalda. Las letrinas son chatas, niños. Estoy tan jodidamente borracho o jodido estos últimos meses que he estado deseando que estas pequeñas basuras me jalaran fuerte el prepucio para poder volver a mearles en la boca con total impunidad social.
”He recubierto lenguas de gente que me gusta con mi sangre estomacal, así como con mis líquidos ácidos manchados de negro y el hedor de encías y dientes podridos. Aprendí a disfrutar besando a desconocidos maricones que abrían la boca primero y echaban la cabeza hacia atrás para que yo pudiera tantear el interior de sus bocas y sus paladares. Mantengo los putos ojos cerrados. Casi siempre. Ellos hacen lo mismo cuando ven los míos, y rechinan y aprietan mucho más fuerte que yo, concentrándome, memorizando, incapaz de eyacular de otra manera, mirando las largas piernas de mi pequeña crecer a lo largo de los años, pasar de ser la bebé de su madre a ser una joven adulta.”
Audios:
Relato de una mujer sobre la desaparición de su hija:
“Suele llegar pronto porque sabe que si se retrasa un minuto, me preocupo. Y pasaron cinco minutos, y pasaron diez minutos, pasaron quince minutos, y ahora estoy empezando a preocuparme de verdad. Y a las diez de la noche mi ansiedad era demasiado alta. Así que fui a los guardias y les pedí que la llamaran. Y la llamaron y la llamaron. Y los guardias de seguridad escanearon el centro comercial con las cámaras y no pudieron encontrarla. Y entonces empecé a ponerme histérica. Y entonces llamaron a la policía e incluso salí a buscarla yo misma. Me dijeron que no lo hiciera, pero lo hice. Esa noche empecé a llamar a sus amigos. Primero, la policía me llevó a casa. Yo no quería ir porque dije: ‘¿Y si Chrissy aparece y yo no estoy aquí? ¿Y ellos lo saben, los guardias de seguridad lo saben, y estarán pendientes de ella y la traerán a casa?’ Bueno, cuando llegué a casa, empecé a preguntar a sus amigos y después empecé a buscar en la Internet y luego la policía pensó que era una fugitiva. Y yo dije que no, que ella no era una fugitiva. Chrissy nunca haría eso. Teníamos una relación demasiado cercana. Pero entonces me dijeron ‘Bueno, mira, no sabías nada de lo que había en Internet, así que ¿cómo lo sabes?’ Así que en mi corazón sabía que algo terrible había pasado, pero quería creer a la policía porque era mejor creer eso. Así que no me habría dormido de saberlo. Así que vinieron por la noche, abrieron la puerta, y empecé a mirar si con ellos venía Chrissy. Y cuando vi al pastor supe lo que me iban a decir. [llanto]”
Luego, niña relatando cómo escapó de un secuestrador de menores:
“Bueno, si no tuviésemos una palabra clave, si alguien se nos acerca, no estaríamos seguros. Bueno, yo estaba caminando a casa de la escuela primaria Vista Elementary y un tipo en un coche rojo se detuvo y me dijo: ‘Tengo algunos caramelos para vos en el auto’. Y le dije que no. Entonces él dijo ‘Tu mamá tuvo un accidente’. Pero le dije: ‘¿Cuál es la palabra clave?’ Y él no dijo nada. Así que le dije que no. Y corrí hacia Isabella.”
18e. Peter Sotos: Proxy: Heartbreak
Heartbreak, de Andrea Dworkin, es un libro en el que pueden encontrarse verdaderos momentos de incomodidad. Como el que Sotos grabó para Proxy, o bien el siguiente:
“Mi tercer gran maestro fue amable y diferente en esencia. Le gustaban las niñas, especialmente las niñas judías. No me refiero a niñas de cinco años, aunque tal vez también le gustaban. Pero le gustábamos mis dos mejores amigas y yo. Él había sexualizado las relaciones con las tres. Pensé que él y yo íbamos a fundar juntos una escuela de filosofía; él sería el líder y yo su acólita. Lo más sexy de él era el rango de sus experiencias, no solo en relación con el sexo.
”Sabía sobre jazz; me presentó a Sartre y Camus, había fumado marihuana y habló de ello; alentó la identificación con el chico malo y enajenado Holden Caulfield; me hizo dibujos de todos los actos sexuales, incluyendo sexo oral y anal, e imprimió a mano los nombres de los actos y me instruyó en cómo perseguir a los hombres, no a los niños. Me sugirió que me prostituyera porque creía que era más interesante que convertirse en peluquera, la cual era la única profesión -en su opinión- para mujeres de mi clase social. Animó la desobediencia en general y nos enseñó a odiar y desafiar todas las estúpidas reglas.
”Era un ménage à quatre; él sabía lo que cada una de nosotras quería y allí estaba él y si eras parte de su deleite sexual, te daba a probar. Su mejor truco fue darnos pases a las tres para sacarnos de las clases que no nos gustaban, y así pasar ese tiempo con él aprendiendo cosas reales: cosas sexuales, cosas sexy.
”Fornicó con una de nosotras la noche de graduación, y mantuvo una relación emocionalmente abusiva con ella durante años. Yo casi me suicido a los dieciséis porque pensé que no me amaba: bajo su influencia y la de Salinger terminé metiéndome en el océano decidida a ahogarme. Las olas me llegaron a la altura del pecho cuando me di cuenta que el agua estaba jodidamente fría, por lo que me di la vuelta y salí directamente de ese viejo y enorme océano, aunque el mar en sí mismo -no el suicidio- sigue cautivando mi corazón desde entonces. Me convertí en anti-suicida; me tomó más tiempo -mucho más tiempo- volverme anti-pedófila”.
Audio:
Lori Davis responde preguntas no incluidas en la pista de audio. Es la madre de Ashley Marie Pond, de 12 años, quien había desaparecido junto a Miranda Gaddis, de 13. Ambas eran compañeras de colegio. Ashley se había esfumado de la faz de la tierra en la mañana del 9 de enero de 2002, camino a la parada del colectivo que la llevaba al colegio. Dos meses más tarde, el 8 de marzo, Miranda corrió idéntica suerte. Las niñas vivían en el mismo complejo de departamentos de Oregon, Estados Unidos, y asistían a la misma clase de danza. Se presumía inicialmente que las muchachas eran fugitivas voluntarias de sus hogares: ambas provenían de familias disfuncionales con múltiples denuncias por abusos, violencia doméstica y alcoholismo.
“Te quiero, y todo va a ir bien. Sí, lo estoy. Y eso fue algo muy bueno, porque tal vez, lo más probable es que ninguna de las chicas siga usando lo mismo. Pero como dijeron, si se encuentra una prenda de vestir, podría llevar a encontrar a las chicas más tarde. Llevaba pantalones Tommy Hilfiger. Tenían una rosa roja en el bolsillo izquierdo. Era un bordado que mi madre y Ashley habían hecho juntas. Llevaba zapatillas blancas. Llevaba calcetines negros. Tampoco estoy muy segura de qué camiseta llevaba exactamente, pero siempre llevaba sudaderas. Siempre.
”Esta es una foto de las dos chicas con los números en ella. Y tiene un poco de información sobre ambas. Y fue hecho por una joven que va a la misma escuela que Ashley y Miranda. Lo hizo con todo su corazón, solo porque quería hacer algo para ayudarnos a Michelle, a mí y a la familia en estos momentos difíciles, lo cual fue algo maravilloso por su parte. No, solo sé que mi hija está desaparecida y que necesita volver a casa. Y que la amamos. Y la echamos de menos. Y mantengo mi esperanza porque me hace seguir adelante cada día para hacer lo que tengo que hacer. Y me trajo aquí hoy. Y estoy haciendo todo lo que puedo para traer a mi hija a casa y poder decirle que la quiero y darle un abrazo. Lo siento.”
El cuerpo de Miranda Gaddis fue hallado el 24 de agosto de 2002, cuidadosamente contorsionado adentro de la caja de cartón de un horno microondas, en el cobertizo para herramientas de una vivienda ubicada en el número 2507 de South Beavercreek Road, Oregon. El cadáver de Ashley Marie Pond apareció al día siguiente en el mismo domicilio, pero dentro de un barril enterrado bajo un bloque de hormigón en el fondo de esa casa que alquilaba -junto a su familia- Ward Francis Weaver III, un empleado treintañero con cierto historial de denuncias por abusos y agresiones, y quien desde un tiempo atrás había sido señalado como posible secuestrador de Ashley y Miranda. La policía, con perros rastreadores entrenados, ya había allanado sin éxito la morada.
“No tengo ningún problema con que me vean como sospechoso. El problema son las preguntas que le hacen a mi familia. Les están diciendo a los padres de las amigas de mi hija que no las dejen venir a mi casa, porque soy el principal sospechoso y sus hijas podrían ser las siguientes”, señaló Weaver, tratando de mantener su inocencia, en un reportaje que le hizo en su hogar la estación local Katu TV, el 3 de julio de 2002.
En la filmación se vio como Ward y Anna Song, su entrevistadora, caminaban por encima de la loza de concreto donde entonces estaba enterrada Ashley. Al ser cuestionado por ese detalle de albañilería, Ward señaló que estaba por instalar allí un jacuzzi e ironizó que, según él había averiguado, no presumía ilegalidad alguna instalar allí un baño de burbujas. Para hacer el pozo y la loza había pedido ayuda a su hijo Francis.
Weaver III llevaba en su haber dos divorcios y tenía dos hijos: Francis, de 19 años y Malori, de 12, quien era compañera de colegio y amiga de Miranda y Ashley, y con quienes pasaba mucho tiempo en su casa, llegando incluso a vacacionar junto a Ashley en verano. En agosto de 2001 Ashley Pond acusó a Ward Weaver III de intentar violarla, pero nunca se presentaron cargos formales.
El periodismo parecía no querer dejar tranquilo a Ward, mucho menos después de notar ciertas conductas extrañas en el sospechoso, y de que este admitiera querer mudarse lejos de Oregon. Algunos medios de noticias -el caso de desaparición llegó incluso a cubrirse internacionalmente en forma muy amplia- montaron guardia a distancia prudencial de la casa y lograron filmar al hombre en situaciones extrañas. Cierta vez fue captado ingresando en su casa con la novia de su hijo.
El 13 de agosto de aquel 2002, Weaver fue arrestado por violar a su nuera. Fue acusado principalmente por su hijo Francis Weaver, quien además le dijo a la policía que su padre le había confesado el secuestro y asesinato de las niñas desaparecidas, y que si bien él había ayudado a su padre a cavar el pozo donde enterró a Ashley, desconocía la finalidad. El 23 de agosto el FBI obtuvo una orden de registro de la propiedad. Un hedor cada vez más penetrante y las moscas que habían inundado el lugar anunciaban que algo no marchaba bien en ese sitio. La reportera Anna Song tuvo una crisis de nervios cuando supo que había estado parada sobre la tumba secreta de Ashley.
Ward III acabó confesando los crímenes de ambas niñas. Fue acusado de seis cargos por asesinato agravado, más cargos por abusos sexuales, abuso de cadáver e intentos de violación. En septiembre de 2004 se declaró culpable de solo dos cargos, y tras realizar un acuerdo de culpabilidad evitó la pena de muerte, aunque fue sentenciado a dos cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional.
Ward había nacido en California el 6 de abril de 1963, siendo el hijo de Ward Weaver Junior, un padre alcohólico y abusivo, que fue sentenciado a muerte en 1984 por el crimen de una pareja en 1981. Al hombre lo mató enseguida a golpes, mientras que a la mujer la secuestró, violó, asesinó y enterró en el patio trasero de su casa con la ayuda de su hijo Ward III, quien 21 años más tarde involucraría a su propio hijo en una complicidad familiar similar. Ward II fue ajusticiado sin que hubieran podido serle adjudicados los otros crímenes seriales de los que era sospechoso.
Francis Weaver, por su parte, fue arrestado, junto a otras tres personas, el 17 de febrero de 2014, acusado del crimen de un traficante de drogas. En 2016 lo sentenciaron a cadena perpetua.
18f. Peter Sotos: Proxy: Eddie Werner
Este CD no posee portada, como se dijo, pero sí contiene, impresa sobre la superficie del lado no legible por el láser, una clara y definida, precisa, foto de la cara de Eddie Werner a sus once años, días o semanas antes de salir a la calle un sábado de septiembre de 1997.
En la escuela a la que asistía, en la ciudad de Jackson Township, New Jersey, Eddie y sus compañeros estaban recaudando fondos para la cooperadora mediante la venta puerta a puerta de caramelos y papel para envolver regalos. Quien más dinero recaudara ganaría un par de walkie-talkies.
Y en eso estaba Eddie, recorriendo el vecindario en soledad, golpeando puertas, cuando llegó a la casa donde Sam Manzie, de quince años, vivía con sus padres.
Sam estaba muy aburrido y enojado. Sus padres se habían ido a pasar el día en un casino, como guías de un contingente, y su hermana pasaría el fin de semana en la casa de una amiga. Lo habían dejado solo, pese a que la conducta del muchachito era cada vez más errática. La policía, para colmo, se había llevado su computadora como evidencia en un juicio penal que se estaba llevando a cabo contra el pederasta Stephen Simmons, de cuarenta y tres años. Sam y Stephen se habían conocido virtualmente en uno de los salones de chat de lo que por entonces era una arcaica Internet… Lugares donde los depredadores habían empezado a reproducirse…
En el chat para homosexuales el alias de Sam era XSpaceboy1, en alusión a la canción Spaceboy de los Smashing Pumpkins, una canción que Billy Corgan le escribió a su hermano menor, cuya personalidad había sido afectada por un desorden cromosómico. Simmons vivía en Long Island, en el Estado vecino de New York, a dos horas de viaje. Sam todavía era virgen.
Había sido en agosto de 1996, cuando el adolescente tenía catorce años, que se habían encontrado por primera vez. La cita tuvo lugar en un shopping center, donde fueron a ver una película, y en la oscuridad del cine por primera vez se besaron y masturbaron mutuamente. La relación prosiguió, clandestina, con encuentros en moteles y sexo oral, penetraciones y la documentación de la pederastia mediante fotos Polaroid. Stephen parecía ser el único que entendía las tribulaciones de ese jovencito fanático de los Smashing Pumpkins. Stephen había sido condenado por sodomía (término con el que se tipifica penalmente en algunos estados norteamericanos el sexo entre varones adultos y adolescentes) en dos oportunidades. Sam se sentía demasiado a gusto con él, tanto como para confesarle sus fantasías sexuales más salvajes. Como violar niños de diez u once años. El año anterior incluso se había animado a manosear a uno de tres años con un retraso madurativo que le impedía hablar y controlar esfínteres.
Si bien Stephen ahora vivía en pareja con un sujeto de cincuenta y nueve años, había estado casado con una mujer y tenía un hijo de diez años. El niño vivía con su exmujer, pero eso no había impedido que en algunas visitas fuera abusado por su padre.
Stephen y su amante habían intentado compartir a Sam, en la única oportunidad en que este visitó la casa en Long Island. Pero al adolescente le había producido asco la piel demasiado blanca y arrugada del sexagenario y todo terminó en una pelea entre los dos adultos. Ahora Stephen jugaba con la idea de hacer un trío sexual con su hijo y Sam…
Stephen y Sam hablaban mucho por teléfono. Eran llamadas a larga distancia, porque el adulto vivía en la ciudad de New York. Cuando en diciembre de 1996 los padres de Sam lo confrontaron una vez más respecto de las costosas facturas telefónicas que llegaban, el adolescente terminó confesando su relación.
Sus padres lo enviaron a terapia. Se le diagnosticó psicosis y depresión. Le llevó asimismo un par de sesiones confesar la pena que lo embargaba desde que no veía a Stephen. El terapeuta no dudó en darle aviso a la policía.
Y la policía quiso atrapar al pederasta. Y para eso decidió usar a Sam como señuelo. Conectaron un sistema de grabación de llamadas en el teléfono de la habitación del muchacho.
No fue fácil. Sam estaba traicionando al amor de su vida. Hablaron una vez. Hablaron otra vez, dos días después. Y después de colgar el auricular Sam decidió que no volvería a colaborar con la policía. Destrozó el teléfono y el sistema de grabación con un martillo. Roció todo con creolina y fue detenido por sus padres cuando estaba a punto de prender fuego.
El 21 de septiembre de 1997 Sam volvió a hablar con Stephen. Se lo contó todo, en especial lo que había hecho con el martillo. Pero era demasiado tarde. Un par de días después, la policía arrestaba a Stephen por nuevos cargos de sodomía. Esta vez, Sam era la víctima.
Así llegó el sábado 27 de septiembre, cuando el pequeño Eddie Werner tocó el timbre y Sam abrió la puerta. Para entonces la policía ya había peritado su computadora, en la búsqueda de más pruebas que sirvieran para incriminar a Stephen. Pero, además de eso, se habían topado con una buena cantidad de pornografía infantil acumulada por el propio Sam para consumo propio. Más de tres mil fotos y videos…
Sam le dijo a Eddie que necesitaba ponerse anteojos para poder ver lo que estaba vendiendo. Sam no usaba anteojos. Le pidió que entrara en la casa mientras él los buscaba. Eddie, poco convencido, aceptó a regañadientes. Y cualquier tipo de sospecha que hubiera tenido respecto de ese chico mayor que él pareció ser confirmado cuando vio que cerraba la puerta con llave. De inmediato se puso a llorar. Y Sam no perdió tiempo.
A la fuerza, lo arrastró escaleras arriba, hacia su habitación, donde el forcejeo continuó. Sam intentó calmarlo. Encerrados, encendió el equipo de música. Por supuesto había un disco de los Smashing Pumpkins, eso calmaría al niño. Lo invitó a jugar con su Sega. Pero Eddie no dejaba de llorar y de repetir que quería irse a su casa. En determinado momento dijo: “Haré lo quieras si me dejas ir”.
Lo que Sam quería era que se acostara sobre la cama. Eddie obedeció. Sam lo desnudó. Pasó un buen rato lamiendo y chupando los genitales del niño. Pero Eddie, en vez de tener una erección, seguía llorando.
Exasperado, Sam ordenó: “Acuéstate en el piso boca abajo y cierra los ojos”. Eddie obedeció.
Lo ahorcó con lo primero que tuvo a mano. Lo más apropiado resultó ser el cable de un reloj despertador digital. Pasó al menos tres cuartos de hora ahorcando al niño, incluso cuando este ya llevaba un buen rato sin respirar. Una vez que se sintió seguro, aflojó la presión. Le dio una buena patada. Y otra. Estaba muerto. Esta parte no era el final contemplado en sus recurrentes fantasías sexuales, pero concretarlas no había sido tan fácil como parecía.
Recordó algo que alguien le había pedido en un chat. Un pedófilo del estado de Vermont buscaba material snuff. Incluso estaba dispuesto a pagar. Fue entonces cuando decidió inmortalizar con la cámara Polaroid de sus padres la imagen del niño sobre el piso alfombrado, en calzoncillos y con el cable todavía alrededor del cuello.
Escondió la foto y se sentó en la cama para reflexionar sobre la mejor manera de deshacerse del cadáver.
Cabía en una valija. Descartó el cuerpo después de que sus padres volvieron del viaje, mientras dormían. Pese a que ya la policía, la familia Werner y los vecinos estaban buscando a Eddie, esa noche Sam dejó la valija en una zona boscosa a medio camino entre la casa del niño desaparecido y la suya.
Quizás fue el miedo a ser vinculado con el cadáver, quizás la culpa por una situación que del abuso sexual que creía legítimo pasó a un incómodo asesinato, pero apenas veinticuatro horas después del crimen, Sam lo confesó a su madre. Ella no dudó en entregarlo a la policía.
En el número E3 de septiembre de 1998, el newsletter de la organización IPCE, siglas de International Pedophile and Child Emancipation (Emancipación Internacional de Pedófilos y Niños), se tradujo al inglés el artículo In Memoriam: Edward Werner, 11 years, and the wellbeing of Sam Manzie, 15 years; Quis custodiet ipsos costudes? (En memoria de Edward Werner, 11 años, y por el bienestar de Sam Manzie, 15 años; ¿Quién custodia a los custodios?), publicado originalmente por la Asociación Holandesa por la Reforma Sexual (NVSH) y firmado por un tal Frans NL.
“Sam, conscientemente buscando un amigo, es visto como un niño y, por lo tanto, una víctima. El mismo Sam, asesinando en un estado de confusión mental, es visto como un adulto. Esto sugiere que el asesinato es visto como un acto consciente deseado por Sam, mientras que amar es visto solo como abuso por él sufrido como víctima que no podría haber experimentado un deseo. ¿No es una forma extraña de pensar? (…) ¿Quién es el responsable de la idea de Sam de que cualquier contacto sexual que tuviera -fuera con su amigo adulto o con el más joven Edward- debía ser ocultado a cualquier costo?” Vale remarcar que con el sustantivo “amigo” los pedófilos organizados definen a un adulto que tiene sexo con niños o adolescentes.
Sam se declaró culpable del asesinato de Eddie en un acuerdo en que los cargos por abuso sexual fueron retirados. En abril de 1999, después de una audiencia marcada por el escándalo (como ejemplo obra el audio que Peter Sotos incluyó en Public) la sentencia lo condenó a setenta años de prisión. En noviembre del mismo año Stephen Simmons fue nuevamente condenado por pederastia, esta vez por su relación con el adolescente asesino.
Sam se negó a declarar contra su amante. Se limitó a leer en el estrado de los testigos una declaración dirigida al juez de la causa. “Su Señoría, por favor tenga en mente que él nunca me forzó a hacer lo que yo no quería hacer”. Y si bien sus palabras no lograron conmover al magistrado, este, basándose en algunas irregularidades en la detención y en la recolección de pruebas, fijó solo cinco años de prisión para Simmons, de los cuales ya llevaba más de dos cumplidos de manera preventiva. En cuatro meses podría solicitar su libertad bajo palabra.
En el número E7 del newsletter de IPCE, publicado on-line en diciembre de 1999, un redactor anónimo escribió: “Parece que Simmons podría llegar a ser un importante activista si sobrevive a su sentencia y si puede evitar hacer cosas ‘estúpidas’ como navegar en la Internet otra vez… Ha sido incinerado por el sistema, y ahora quiere pelear por las mismas cosas por las que muchos de nosotros estamos peleando — pelear en nombre de los ‘adolescentes gay’ y pelear contra las ‘investigaciones agresivas’”. Al respecto, Simmons afirmaba haber escrito un libro durante su cautiverio. Se suponía que, dándole una función social a los conocimientos adquiridos en su vida como pedófilo, en su tratado enseñaba a los padres técnicas para tener una comunicación más efectiva con sus hijos.
Asimismo, además de buscar un editor, tan pronto como saliera de la cárcel planeaba demandar al estado de New Jersey. En la enfermería le habían recetado unas pastillas para dormir que, afirmaba, lo habían dejado impotente.
Pero los planes del chickenhawk se vieron frustrados en dos oportunidades. Primero, al cumplir el plazo de dos años y medio de prisión necesarios para solicitar la salida bajo palabra (es decir la mitad de su condena). Esta le fue denegada. Luego, en noviembre de 2001, semanas antes de cumplir la totalidad de la condena, el Estado lo transfirió a un neuropsiquiátrico de alta seguridad, y le informaron que, de momento, la posibilidad de recuperar su libertad como correspondía ya no existía. Si bien sus derechos civiles lo acreditarían como un delincuente sexual que había purgado su pena, no dejaba de ser un futuro reincidente, como todo pederasta. Y la Ley de New Jersey sobre Depredadores Sexualmente Violentos permitía, orden judicial de por medio, evitar que este tipo de convicto volviera a las calles.
Mientras tanto, Sam pasaba sus días en la unidad de Custodia Protectora -para evitar ser violado y/o asesinado por los otros internos- de la Prisión Estatal de New Jersey, ubicada en la ciudad de Trenton. Hacia 2006 le manifestó al escritor Rick Whitaker, que lo visitaba con cierta asiduidad, cual Truman Capote del nuevo milenio, que “se había masturbado esa mañana con el programa de TV para niños ‘Barney’, que muestra a un reducido grupo de niños pequeños en cada episodio”. Su rango etario favorito, le explicó, son los niños de dos a doce años.
19. Peter Sotos: Waitress (2005)
“Todas las mujeres sueñan con ser camareras, y todas las camareras sueñan con ser madres”.
Peter Sotos
En 2005 Creation Books editó el libro Predicate, The Dunblane Massacre: Ten Years After, otra obra en la que Peter Sotos daba rienda suelta a su estilo propio de true crime, pedofilia, abducción de niños y experiencias sexuales propias con personas anónimas en glory holes.
Como en cada producción del escritor, este trabajo está orientado hacia un caso de infanticidio en particular: en esta oportunidad centró su interés en el asesinato múltiple que tuvo lugar en la localidad escocesa de Dunblane, a 67 kilómetros de Edimburgo.
En la mañana del miércoles 13 de marzo de 1996, Thomas Watt Hamilton entró al gimnasio de la escuela primaria de la pequeña aldea armado con dos revólveres Smith & Wesson M19.357, dos pistolas 9 mm Browning HP y más de setecientas municiones.
Sin mediar palabra abrió fuego sobre los menores y los docentes que estaban en el lugar. El resultado fue la matanza de dieciséis niños y niñas de seis y siete años y una maestra de cuarenta y cinco años, quien antes había logrado evacuar a varios alumnos que, de lo contrario, habrían corrido la misma suerte. Entre esos sobrevivientes se encontraban los hoy famosos hermanos tenistas Jamie y Andy Murray. Además de las personas asesinadas, otros diecisiete niños más pequeños, que asistían al jardín de infantes, fueron heridos, muchos de gravedad.
El homicida, carente de apuro o impedimentos, podría haber cometido una masacre incluso mayor, de no ser porque creyó que en esos pocos tres minutos que duró el caos su cruento mensaje a la sociedad ya había sido dado. Así, en medio de llantos y gritos y el penetrante olor a pólvora y sangre, decidió llevar el cañón del arma a su propia cabeza y terminar con todo aquel maldito asunto.
Muy probablemente, la idea no era matar a los infantes, sino más bien dañar para siempre a los padres de esas criaturas, que lo veían como un peligro para sus pequeños. Su acción era una venganza contra los monstruosos adultos del pueblo que lo privaron de los niños que tanto necesitaba para saciar sus fantasías. Gradualmente había sido expulsado de su propio paraíso interior, y él simplemente ya no pudo tolerarlo. Iba a tomar represalias contra todo y todos. Era un pedófilo marginado al que no se le permitía siquiera trabajar.
Thomas Watt Hamilton había nacido el 10 de mayo de 1952 en Glasgow, Escocia. Su madre, camarera de un hotel, se había divorciado durante el embarazo, y el niño nunca conocería a su progenitor. Thomas terminó siendo criado por los padres adoptivos de su madre, y creyendo que eran sus verdaderos padres biológicos. Sus abuelos lo adoptaron legalmente a los dos años. También creía que su madre biológica era su hermana, hasta que le dijeron la verdad, cumplidos sus veintidós años de edad.
Hamilton era profesor de gimnasia y desde los veinte años fue un líder Scout que trabajaba en eventos juveniles y clubes diversos, donde pasaba el tiempo rodeado de púberes varones. Dos años más tarde fue despedido por primera vez de los Boy Scouts: la versión oficial fue su ineptitud como líder, aunque la verdadera razón fueron las fuertes sospechas sobre su homosexualidad.
Thomas también se desempeñaba como fotógrafo aficionado. Este hobby fue uno de los factores que condenaron su destino: le gustaba sacar fotos a los niños que tenía a su cargo en las actividades deportivas, bajo engaño y con cada vez más insistencia. En las casas de revelado del pueblo los empleados comenzaron a sentirse incómodos al imprimir las fotos de esos jovencitos semi-desnudos.
Si bien Hamilton no tuvo ningún problema legal debido a sus desviaciones, sí se ganó una sólida fama de degenerado, la cual fue cerrándole las puertas en los lugares deportivos donde trabajaba. También su propio club de Scouts se vio reducido de concurrentes debido a los rumores circundantes.
Los padres de los niños estaban preocupados por dejar a sus pequeños a cargo de aquel excéntrico masón, coleccionista de armas, obeso, calvo y miope de 43 años que solía darles estrictas órdenes a los niños para que rondaran a su alrededor con pantalones cortos negros y sin camiseta. En Dunblane comenzaron a llamarlo Mr. Creepy, porque sin dudas Thomas era aquel típico hombre raro del barrio, el que apenas hablaba con sus vecinos; un extraño siempre enfundado en un anorak y con la mirada perdida tras sus enormes anteojos.
Cansado y sin ingresos monetarios por el rechazo de una población que le negaba trabajo, lo acosaba y perseguía, Hamilton decidió jugar una desesperada táctica para reclamar su lugar en la sociedad: les escribió a las autoridades locales. Pero estas pasaron de prestar atención a las amenazas que podían leerse entre líneas en las desesperadas misivas.
Envió su última carta el viernes antes de la masacre, y nada menos que a la mismísima Reina Isabel II: “Acudo a usted como último recurso y apelo a algún tipo de intervención con la esperanza de que pueda recuperar mi autoestima en la Sociedad”. Está visto que la anciana monarca tampoco intervino en el caso y que la venganza del viejo scout ya estaba concretamente en marcha.
Chicago Tribune, 20 de mayo 1996:
“Thomas Hamilton, el vengativo inadaptado que masacró a 16 niños y a su profesora en una escuela escocesa, fue incinerado el martes en una ceremonia familiar secreta. Seis días después de su masacre y suicidio, la ceremonia se celebró lejos de Dunblane, la ciudad escocesa a la que sumió en el dolor, según informó la policía. Solo estuvo presente su familia”.
La edición especial del libro Predicate incluía -en volumen aparte- una publicación inédita de Sotos llamada Waitress (Camarera), el primero de una serie de volúmenes exclusivos que acompañarían algunos de los ejemplares de sus siguientes libros adquiridos directamente a la editorial. Llegarían a publicarse cinco más (acompañando los libros Show Adult, Perfect, Public, Private y Kept), todos con el nombre Waitress y con más de cien páginas a dos columnas, repletos de lo que Sotos llamaría more of the same, o más de los mismo: pornografía dura, confesiones sexuales propias y ajenas y destacadas noticias sobre abusos, secuestro y crímenes de niños, aunque también se incluyeron entrevistas al autor, algunas inéditas.
En una de las entrevistas de Waitress, originalmente publicada en el número 36 de la revista francesa D-Side, Jean-Francois Micard le pregunta:
“Trabajaste durante varios años con Whitehouse, luego dejaste la banda y nunca tuvimos una explicación adecuada para tu partida. William Bennett acaba de decir en una entrevista que la razón fueron los diferentes ‘estilos de vida’. ¿Podrías dar más detalles sobre esto?”
“Estoy de acuerdo con William cuando menciona el cambio de estilos de vida”, contesta Sotos, “pero nunca hubiera sido tan vulgar como para decirlo. Pero, como él ya lo hizo, sí, estoy de acuerdo”.
“¿Qué papel tuvo Whitehouse en tu obra, en relación con tus libros?”, pregunta Micard.
“William Bennett fue una tremenda influencia en mi vida, al igual que Philip Best y Kevin Tomkins, pero no encontrarás mucho de ellos en mis libros. Philip, en realidad, tuvo mucho que ver con lo que terminé escribiendo e inculcando en Index. Creo que jugué un papel más importante en su situación que ellos en la mía. No considero que lo que hice con ellos tenga mucha importancia, sin embargo”.
Siempre sin miedo a la libertad de expresión, pese a su lamentable experiencia personal, Sotos parece haber brindado una entrevista a una publicación clandestina llamada Paedophile Gazette (La gaceta pedófila), entrevista conducida, como era de esperarse, por un anónimo que solo usaba el nombre de pila “James” para personificarse. El segmento también fue reproducido en Waitress, y al respecto de Whitehouse, Peter se explayó de la siguiente manera:
“El cantante le dijo a alguna revista de heavy metal, después de que dejé la banda, que yo estaba complaciendo a su audiencia. Tratando de igualar sus expectativas básicas o algo así. No puedo decirte cuántas veces el maldito cantante me pidió que fuera a sacarle de encima algún conchudo que le estaba causando problemas. De todos modos, mi cabeza siempre está llena de imágenes del Holocausto. Whitehouse era todo PURE para mí. Y no tienes idea de lo avergonzado que me sentí en ciertos momentos, al igual que con PURE. ¿Puedes, la puta madre, imaginarte lo que era tener que apretar la tecla que hacía esos soniditos de explosión en Thank You Lucky Stars? Apenas lo hacía. (…) No fue una sorpresa que, después de que mi presencia no fuera necesaria, el vocabulario publicitario que utilizaron incluyera ‘improvisación’, ‘espiritualidad’ y ‘alma’. ¿Qué más podían hacer? (…) Mis problemas no eran con mis dos viejos amigos, por muy hartos que estuvieran de que yo me quejara de sus estilos de vida o de la forma en que buscaban asumir que yo estaba presumiendo. Fue el arte. La situación se había vuelto patética. Para que conste, importante solo para mí, sospecho, yo había querido salir de esa situación durante años. Mucho antes de que las cosas llegaran a su punto máximo con el jefe de una discográfica en París. (…) En lo que respecta a la banda, honestamente no puedo mirar ese material y encontrar algo de mí ahí. Desprecio la suposición de que tuve algo que ver con ese trabajo. Definitivamente no es parte de mi obra, que, para empezar, de ninguna manera es prístina. Pero toda la producción de esa banda debe verse en el contexto de lo que quería el tipo que la inició. Incluyendo dónde colocó los collages de Buyer’s Market que hice. Los hice yo solo, para mí, fueron pagados por mí, porque quería escucharlos. Es sorprendente verlos ahora tratados como solos de batería. Como si no estuviera diciendo nada más que, para empezar, solo era el baterista… Es solo que no fue mi decisión poner el solo de batería en el lugar donde se encuentra actualmente. No deberías quejarte de lo aburrido que es el solo de batería, sino de por qué fue colocado allí en primer lugar por aquellos que lo necesitaban allí. Para rellenar espacio o lo que sea. ¿Quizás para hacer todo un poco más real o lo que sea, para alejarlo de las canciones, las letras y las poses, tal vez? Lo que sea. (…) El vocalista seleccionó letras de cosas que escribí por razones que no tenían nada que ver con recortes o ideas de letras cuando las escribí. No me gano las palabras y no busco controlar hacia dónde van. Muchas veces es deprimente que la gente piense que escribí algo como: ‘¿No sabes que tu Dios no existe?’[alusión a la segunda mitad de Cruise (Force the Truth), donde se dice ‘¿No sabes que Jesucristo nunca existió?’] Honestamente, si me estás buscando, mira los libros. Ese otro material proviene de ideas más amplias. Eso es todo. Whitehouse siempre ha sido la banda del cantante: tiene una voz increíble, una que no tiene igual, y realmente no quiero sonar como si creyera que mi posición en esa banda alguna vez hubiera sido significativa. Y siento que tengo que explicar estas cosas debido a las grandes cantidades de texto que usaron para las letras, especialmente de Playground Sex y la introducción rechazada que escribí para un libro de Romain Slocombe que no me gustó” [el mentado libro es Tokyo Sex Underground: Images of Erotic Japan].
Este primer Waitress además incluía un CDr (esto es, un compact disc producido en forma casera) enfundado en un barato sobre plástico, y con la impresión de un recorte de la sección policial de un diario a modo de portada.
Este disco contaba con seis tracks sin título y ninguna información adicional. Los primeros cuatro tracks se tratan de voces de niñas repetidas en loops de diez minutos de duración cada uno. El origen de dichos archivos es una incógnita, tal vez hayan sido tomados por el mismo Sotos de audios de programas de televisión o películas.
El primer track se conoce como She Was Screaming (Ella estaba gritando) y solo se escucha, en repetición: “Ella estaba gritando, dijo ‘Ayúdame’”.
El segundo track es There’s Nothing to Think About (No hay nada que pensar), previamente incluido en Playground Sex, del CD Proxy, luego del testimonio de Sayeh Rivazfar:
“NIÑA: ¡Vamos Howie, asqueroso!
NIÑO: No hay nada en qué pensar
NIÑA: ¡Howie!”
Siempre en repetición.
El tercer lugar del disco lo ocupa He Was a Pretty Decent Kid: “Hum, sí, hum… Siempre que salía a jugar… ¡Era un chico bastante decente! Se vestía bien. Actuaba bien. Nada fuera de lo común”. El mismo audio que se había escuchado en el track Predicate de Proxy, aunque una y otra vez.
That Will Never Change (Eso nunca cambiará) es una niña canturreando esa frase, haciendo pedorretas y riendo tontamente. Básicamente, el final de Predicate.
“No fue más que poner en un orden específico las selecciones de lo que me gustaba escuchar. Es por eso que el tercer volumen tiene esas pequeñas secciones repetidas una y otra vez. El de JonBenét pegó especialmente. Me encanta la forma en que su voz suena tan chillona y se interpreta correctamente. Lo dejé sonar durante diez minutos pensando que sería suficiente tiempo para conseguir una erección y luego poder acabar. Sin embargo, normalmente se me pone dura cuando pongo el CD. Podría hacer las secuencias más cortas la próxima vez. Porque tan pronto como llego a ese pequeño punto ardiente en mi cara donde JonBenét dice su nombre una y otra vez, quiero escuchar la preocupación de la idiota de la madre a continuación”.
Los tracks 5 y 6 de Waitress, Lisa Is a Little Girl (Lisa es una pequeña niña) y He Threw me Down on the Ground (Él me tiró al suelo), son, ni más ni menos, los collages Bird Seed y Public, aparecidos como contribuciones de Peter Sotos en los discos de Whitehouse de 2003 y 2001, respectivamente. Porqué Sotos repitió exactamente estos mismos archivos ya editados es un misterio. La suposición más acertada indicaría que, no habiendo sido previamente consultado para el uso de sus audios en los discos de Whitehouse, al editarlos en un trabajo propio el escritor estaría haciendo una suerte de “justicia poética”, disponiendo de su propio material exactamente como él quería.
Respecto del recorte de la sección policial que compone la portada de Waitress (el disco compacto), su texto y la foto en blanco y negro que lo ilustra hablan por sí solos:
“CALIFORNIA. Vagabundo admite asesinato: Flanqueado por oficiales y por el defensor público Curt Owen en su lectura de cargos el miércoles en Vista, el vagabundo de 20 años Brandon Wilson, de St. Croix Falls, Wisconsin, inesperadamente confiesa haber apuñalado fatalmente a un niño de 9 años el sábado en un baño público en una cercana playa del Pacífico. Vista está a 35 millas al norte de San Diego”.
Cuando cumplió 13 años, Brandon Wilson se vio profundamente involucrado y afectado por un accidente automovilístico donde perdió la vida su mejor amigo. Seguidamente tuvo que afrontar el divorcio de sus padres. Todas esas situaciones tan traumáticas habrían desarrollado un odio hacia su madre, a la cual fantaseaba con asesinar. Además comenzó a creerse que era un auténtico guerrero de Dios.
Según su abogado, Brandon se graduó en la escuela secundaria y recibió un acuerdo de dinero por las lesiones del accidente, dinero que utilizó para viajar por el país y encontrar a Dios.
Al jurado le bastó ver un video de Wilson describiendo el ataque a Matthew Cecchi. Brandon parecía feliz y orgulloso de lo que había hecho. Rio varias veces mientras le demostraba a un oficial de policía cómo atacó al menor. Sabía que sus acciones estaban mal, pero reconoció que no tenía remordimientos por Cecchi, y llegó a afirmar que era capaz de volver a matar a otro niño y disfrutarlo.
El asesinato de Cecchi ocurrió el 14 de noviembre de 1998.
Brandon sonríe a la cámara desde la tapa de Waitress.
20. Whitehouse sin Sotos: Asceticists 2006 (2006)
Asceta:
Persona que, en busca de la perfección espiritual, vive en la renuncia de lo mundano y en la disciplina de las exigencias del cuerpo.
Ya desde el título, Asceticists 2006 (Ascetas 2006), la placa de este nuevo Whitehouse pone en alerta al fanático. No más textos largos en la portada: un fondo negro y solo tres renglones de decoración en colores advierten al oyente que están a punto de zambullirse en otra placa del grupo británico que se desplaza hacia su nueva era ¿espiritual?, ¿de autoconocimiento? Lo cierto es que en este anteúltimo disco el grupo había cambiado mucho desde su Bird Seed del 2003; el sonido sigue siendo más brutal que nunca, las letras varían entre lo críptico y lo social, Peter Sotos ya no colabora con la banda y el tándem William Bennett/Philip Best se asienta definitivamente en estos siete temas, que en conjunto no alcanzan los 29 minutos de duración.
Compositivamente es en Asceticists 2006 donde la creatividad letrística de Best es más prolífica: la mitad de los textos son escritos solo por él, dejando todo el trabajo sonoro de composición a Bennett, quien se comporta como un verdadero asceta y se recluye en el fondo del proyecto Whitehouse para crear música y mantenerse más al tanto de la producción, mientras que su eterno compañero de banda domina con sus gritos la mayor parte de la placa. Esa era la idea que rondaba a Bennett por aquellos años: Asceticist era el nombre para un nuevo proyecto solista -idea que se materializaría años más tarde como Cut Hands-, ya que después de grabar Bird Seed su deseo era concentrarse en la composición de música, más que en la exposición vocal y escénica.
Pero en el mundo Whitehouse las ideas pueden transitar por senderos sinuosos.
Philip Best también había estado trabajando en un disco solista nunca terminado, y después de algunos intercambios de ideas el asceta se duplicó, y con el resultado de ambos proyectos combinados los artistas salieron al ruedo como nunca. Ya sin la intimidante y, a todas luces, problemática presencia de Sotos en los escenarios, y armados con un par de laptops como único instrumental, el dúo se embarcó en lo que fue la formación más sólida en cantidad de Live Actions que tuvo Whitehouse en su larga vida: de un total de 178 recitales, solamente la formación Bennett/Best realizó casi 79 conciertos entre noviembre de 2006 y mediados de 2008.
Asceticists 2006 comienza con Dans, una catarata de percusiones, drones y agudos y la agresiva voz de Best declamando sobre perversiones, situaciones políticas y atentados árabes. Si bien siempre las letras del grupo han tratado cuestiones que tienen que ver con lo social en un acotado contexto de grupos humanos (crímenes, abusos, problemas domésticos, desviaciones), es en Dans donde Philip sorprende, al coquetear con ciertas temáticas sociales que años más tarde definiría en forma más precisa en sus textos para Consumer Electronics, sobre todo en sus discos Dollhouse Songs (2015) y, más precisamente, Airless Space (2019).
En Language Recovery (Recuperación del lenguaje), segundo track, Philip Best se despacha con un largo texto en el que se critica a un degenerado por no llegar a ser un auténtico perverso. El detallismo obliga a pensar que se trata de alguien en particular, una persona real…. ¿Ciertos guiños, críticas o insultos al exmiembro Peter Sotos? Es probable: “¿Reconoces tu tipo? / ¿Podrías ser tú? / Un conservador sexual que perdió su instinto de autocensura / Un embaucador morboso con mala sincronización y sin habilidades de rechazo / Desfilando entre los elegantes síntomas de los abusos del pasado y el abandono cotidiano / Constantemente intrigado por la anarquía moral y el dolor económico / ¿Podrías ser tú? (…) Atiborrándose del suculento sabor del popper y el esmegma (…) Entonces, ¿cómo va la vida en tu mundo marrón? (…) ¿Qué clase de animal agraviado eres? (…) Ponte cómodo en mi acogedora oficina de juguetes / Y te enseñaré cómo tocar correctamente a uno de tres años de edad / Los interesantes orificios y los diferentes olores corporales / Los últimos estudios sobre erecciones prenatales y orgasmo infantil (…)”.
Las alusiones a Sotos continúan en Ruthless Babysitting (Niñera despiadada), una sónica pared de percusión digital sobre la cual Philip Best se despacha con historias de prostitución, drogas y misoginia (“Jessie la sucia ha crecido / Hoy es su día de cocaína”). Y en medio de tanta diatriba, un listado de formulario con ciertas supuestas preferencias culturales:
“Tu película favorita: The War Zone”.
The War Zone (La zona de guerra) fue el debut como director del actor inglés Tim Roth, en 1999. En un tono similar al de Gary Oldman en Nil by Mouth (otro debut como realizador de otro actor de lujo), la película de Roth (adaptación de la novela de Alexander Stuart) se sumerge en esa cara de la sociedad inglesa que no se ve en los comerciales de TV. Aunque en esta oportunidad la violencia física intrafamiliar se traslada de cabeza al aspecto sexual: incesto y sodomía.
La película adquiriría un metatexto en el año 2009, cuando Tim Roth manifestó en una entrevista que una situación de abuso “ocurrió durante mi infancia y hasta mi pubertad, y aunque no voy a decir quién era, hace mucho que ya no está entre nosotros. (…) [The War Zone] fue para mí una oportunidad fantástica de exorcizar un montón de demonios”. En 2016 revelaría que el violador en cuestión era nada más ni nada menos que su abuelo paterno, quien un par de décadas antes había también abusado sistemáticamente de su padre.
“Tus portadas de disco favoritas: Virgin Killer, Houses of the Holy, U2 – Boy”.
Virgin Killer (Asesino de vírgenes) es un disco de la banda de heavy metal alemana Scorpions (sí, los de “Vientos de cambio”), en cuya portada hay una niña de nueve años desnuda. Mediante un efecto que simula unas rajaduras en el vidrio que se supone que cubre la foto, se ocultan los genitales.
La portada de Houses of the Holy de Led Zeppelin es un montaje de fotografías de dos niños pelilargos y desnudos, multiplicados en diversas poses (once niños en total), mientras avanzan sobre las columnas de basalto hexagonales de la Calzada del Gigante, en Irlanda del Norte. Los menores eran el futuro presentador de televisión británica Stefan Gates y su hermana Samantha, de siete y cinco años respectivamente. El diseño y las fotos corrieron a cargo de Aubrey Powell, del estudio de diseño Hipgnosis, uno de cuyos socios era el mítico Peter Christopherson.
Mencionar el disco debut de U2 (Boy), a los efectos buscados por Best en esta canción, equivalía a mencionar otros tres vinilos de la banda irlandesa: Three (el primer EP), el simple I Will Follow y War (el tercer elepé). Los cuatro trabajos tienen en su portada a Peter Rowen, el hermanito de Guggi, uno de los cantantes de los Virgin Prunes, banda “hermana” de U2, experimental y sin el reconocimiento masivo de Bono y sus muchachos. Y si bien en casi todas estas portadas el niño tiene el torso desnudo, los temores de la discográfica y la polémica posterior no hacen más que confirmar la dudosa condición sexual de aquellas personas con suficiente poder como para permitirse decretar que algunas fotografías de menores son capaces de provocar excitación genital en un adulto.
“Fotógrafo favorito: Dodgson”.
La alusión es a Charles Lutwidge Dodgson, más conocido como Lewis Carroll, más famoso por sus libros de Alicia que por las fotos que les tomó a Alicia y a sus hermanas, algunas con las muchachitas prácticamente desnudas.
“Artistas favoritos: Balthus, Remarko, cualquier cosa con un niño incluido”.
El ya fallecido pintor europeo Balthus de tanto en tanto vuelve a ser acusado de inclinaciones pederastas, y basta con ver obras como Lección de guitarra, Teresa soñando, Teresa sobre un banco o Chica con un gato. Se supone que obligaba a sus amantes adultas a vestirse de niñas en la intimidad, que pintaba a su esposa con apariencia adolescente y que se acostó con su sobrina de 15 años.
“Búsquedas de Google favoritas: orfanato ruso, niñera despiadada, gimnastas de elite”.
No cuesta mucho imaginar una humorada detrás del listado, elecciones que abrevan en el estereotipo de la pedofilia según la cultura popular, acusación con la que Sotos ha cargado a sus espaldas desde esa mancha en su carrera que fue el proceso de PURE.
“Puedes llamarme conchudo, si quieres”, termina la canción. “Porque todavía serías capaz de poner las pilas adentro del bebé / como un sonriente chiflado del NAMBLA”. La NAMBLA es la Asociación Norteamericana por el Amor entre Hombres y Muchachos, en la actualidad moribunda. Básicamente, una red de pedófilos dándose ánimo entre sí, intercambiando información y pornografía infantil, facilitándose niños e insistiendo en que ninguna legislación debería establecer una edad mínima para tener sexo intergeneracional. A diferencia de las organizaciones pedófilas europeas, nunca llegó a contar con el apoyo encubierto de políticos poderosos. Apenas un miembro estrella: Allen Ginsberg.
La alusión a “las pilas adentro del bebé”, por cierto, remite al caso de James Bulger, un niño de dos años raptado, vejado y asesinado por otros dos menores, Jon Venables y Robert Thompson, ambos de diez años de edad, en 1993. Después de una larga caminata, lo dejaron muerto a golpes sobre unas vías ferroviarias de Liverpool, donde fue cortado en dos por el tren. Sotos se ocupó del caso en un par de números de Parasite y en varios capítulos de Special. Entre las agresiones de índole sexual nunca admitidas por los asesinos, pero insinuadas en los peritajes, figuraba la inserción anal de varias pilas Duracell AA. En lo que respecta a Venables, dos veces recuperó la libertad bajo palabra, en 2001 y en 2011. Dos veces, porque tanto en 2010 como en 2017 volvió a estar tras las rejas, en ambas oportunidades culpable de posesión y distribución de pornografía infantil. Su rango etario favorito eran los niños de entre dos y siete años… Y nada descarta que la justicia inglesa vuelva a dejarlo en libertad.
Es en Guru, canción totalmente compuesta y escrita por William Bennett (tal vez una de sus mejores composiciones), donde se aprecian otros cambios en la forma de elaborar letras. Pareciera que el grupo se asomaba a una nueva edad reflexiva y de intereses sobre los que escribir. Van quedando atrás las largas invectivas sobre abusos y asesinatos, para dar pista a una banda que no teme a reflexionar sobre la existencia, el ser y lo que deparará el futuro: “¿No es mejor pensar sobre qué mierda es lo que realmente queremos? / ¿Por qué hacemos lo que hacemos? / Las cosas que realmente nos atormentan, nos afectan, nos conmueven de verdad / Y esas cosas que realmente nos asustan en las pesadillas / ¿Te sentirías mejor sin ti? / Y estás de acuerdo en que no deberías cambiar tus acuerdos / ¿Y debería forzar esa maldita boca cerrada? / La verdad en la oscuridad no es lo que quieres ver / Fíjate en la fealdad, así es / Trabaja tu cara en la expresión”.
Además, en Guru Whitehouse recrea el primer riff de su existencia, dejando muy en claro que podían llegar a asimilar ciertas estructuras del rock and roll sin dejar de ser un grupo ruidista extremo. Porque los acoples no desaparecen, como lo demuestra Nzambi Ia Lufua, un corto instrumental que divide al disco por la mitad, y que reaparecería sin retoques como parte del primer disco de Cut Hands de 2011.
Killing Hurts Give You the Secrets (Las heridas de muerte te dan los secretos) es el siguiente track, con una primera parte minimalista en su sonido con un bombo de fondo y una segunda mitad donde el ruido estridente reaparece como un estrado desde el cual Bennett y Best se despachan por turnos con un texto que varía entre lo analítico de la miseria humana y paranoia: “Creo que es algo realmente común / Cómo muchos siguen viviendo de un puto día para otro / Pozos de desesperación, infiernos de soledad (…) Es como si te preguntaras ¿es esto? / ¿Es esto por lo que he estado viviendo? / ¿Esto es todo? ¿No es la vida decepcionante? / Constantemente engañado, engañado, y perpetuamente mentido (…) No puedes confiar en nadie porque te traicionarán / Es solo cuestión de tiempo / No puedes confiar en nadie / Mirando a los ojos / Que conoces desde hace tiempo o que acabas de conocer / Cuando ves alguna línea o sombra en su cara / Y te das cuenta / No puedes confiar en ellos / Te decepcionarán / Es cuestión de tiempo”.
Asceticists 2006 termina con Dumping the Fucking Rubbish, el cierre definitivo para un disco que no da respiro y que nos alienta a “deshacernos de la puta basura que nos inhibe sexualmente y a levantarnos ahora para matar a las putas pesadillas que viven dentro nuestro”, tal cual dice el texto escrito por Bennett.
Asceticists 2006 fue un disco extraño e innovador, que tendría una especie de segunda parte en 2007 con Racket, el último disco de Whitehouse, que marcó disimuladamente el final de la banda, con la partida (dentro de todo amigable) de Philip Best y el nacimiento de Cut Hands, la cueva sonora africana en la que William Bennett se refugió y desde la cual opera hoy día, sin bajar la guardia; reinventándose y alejándose de los costumbrismos y lugares comunes donde suelen empantanarse los músicos de las vertientes noise y power electronics.
En enero de 2006, un mes antes de la salida de Asceticists 2006, en respuesta a preguntas de algunos fanáticos, William Bennett había escrito en el foro de Susan Lawly el siguiente acertijo: “¿Sotos? Qué fabulador tan increíble, su ficción siempre está llena de eso. No es una cuestión de no mencionar la verdad más real para ganar tiempo desesperadamente, como Dworkin y las perras de las que no habló; y ni siquiera se trata de ser un cerebrito heterosexual y conservador negado, ni siquiera se trata de entender la diferencia entre la vanidad de la vergüenza y ser un maldito mentiroso. Es lascivia disfrazada de empatía; es no estar en condiciones de ayudarse a sí mismo: son libros numerados y monedas sueltas”.
En 2007 Creation Books puso en venta Show Adult, el nuevo libro de Peter Sotos.
21. Martin Bladh: Dirge; The Peter Sotos Files (2008)
Martin Bladh es un artista sueco que se dedica a las disciplinas audiovisuales, la literatura y la música experimental. Toda su obra está dominada por las ásperas temáticas que abarcan sus obsesiones: la muerte, la automutilación, la sumisión y dominación, el sexo, los asesinos seriales y la violencia en general.
Junto a la también artista multidisciplinar Karolina Urbaniak fundaron en Londres, en 2013, la editorial independiente Infinity Land Press, que ya lleva publicada una treintena de libros, contando en su catálogo con obras de la propia dupla Urbaniak / Bladh y con controvertidos escritores, fotógrafos y artistas gráficos contemporáneos como el propio Philip Best, Shane Levene, Thomas Moore, New Juche y Audrey Szasz.
Influenciado por la obra de artistas como Hermann Nitsch, Georges Bataille, Dennis Cooper, Peter Sotos, Yukio Mishima y por la música extrema, Bladh tuvo sus dos más importantes proyectos sonoros llamados IRM y Skin Area, con quienes realizó presentaciones en directo y discos desde la década del 90 hasta 2014, cuando se volcó de lleno a su trabajo editorial.
Martin también ha editado discos en forma solista, siempre fiel al ruido extremo y las letras violentas. Una de sus obras más conocidas es el disco Dirge; The Peter Sotos Files (Endecha; los archivos de Peter Sotos), de 2008, editado en formato CD por el sello finlandés Freak Animal Records, dedicado a y basado en la obra de su amigo y colega Sotos, por quien Bladh siente una fuerte admiración.
En dicha obra, Bladh utiliza sonidos industriales violentos combinados con collages sonoros de Peter que ya habían sido editados tanto en la placa Buyer’s Market como en Proxy, Waitress y los discos de Whitehouse. Si bien en Dirge hay muy poco material inédito proveniente del archivo de Sotos, Martin Bladh supo rendir tributo a su amigo traduciendo en sonidos propios su obra literaria y audiovisual, creando capas de distorsión y sonidos inquietantes, mezclando y sampleando a gusto los archivos de voz, logrando diez tracks (y cincuenta y cinco minutos) de intensidad, oscuridad e incomodidad.
Del propio libreto de Dirge; The Peter Sotos Files:
“Mientras me encontraba trabajando en la traducción al sueco del excelente libro de Peter Selfish Little: The Anotated Lesley Ann Downey, descubrí que no había tenido suficiente de ese mundo inseguro y altamente personal, y concebí la horrible idea de hacer mi propia pieza basada en ello. Como me encanta el material de Buyer’s Market le pedí permiso a Peter para hacer una grabación centrada en su universo privado. Estuvo de acuerdo y me envió un montón de clips de sonido y vídeo, que había recopilado y puesto en contexto.
”Supongo que es justo llamar a este álbum una pieza conceptual, pero quiero señalar que es, ante todo, mi visión personal del trabajo de Peter y que él no debe ser considerado responsable de nada de lo que he hecho.
”Muchas gracias a Peter que hizo posible esta grabación.
Martin Bladh, Norrköping, junio de 2008”
22. Consumer Electronics: Sex Pig: USA Live (2013)
En 1995, Goad to Hell Enterprises puso a la venta Total Abuse, el compendio con gran parte del material que Peter Sotos había publicado y/ o producido entre 1984 y 1995: los tres números de PURE, el libro Tool y los veinte números de Parasite. En su portada interior podía apreciarse, además del índice de la obra completa, del título, del nombre del autor, del registro de los derechos de autor y de la dirección postal de la editorial, una fotografía en blanco y negro, bastante granulada, de un Sotos muy joven, probablemente perteneciente a su primeros tiempos con Whitehouse, los días de PURE, los meses anteriores al escándalo judicial. Pero sus ojos estaban obliterados por sendos óvalos blancos, de líneas irregulares. Sobre el del ojo derecho estaba escrita, con letras imprentas, color rojo, a mano, la palabra SEX. Sobre el otro, la palabra PIG. SEX PIG. Cerdo sexual.
El sentido del epíteto podía ser imaginado en función del contenido de Total Abuse, ya que no había en los textos recopilados alguna mención relevante de la expresión “cerdo sexual”.
Inspirados por la obra de Peter, en 2006 cinco adolescentes de Austin, Texas, formaron una banda de hardcore-punk extremo, prácticamente grindcore. La llamaron Total Abuse. En marzo de 2007 grabaron su primer EP, y lo titularon Sex Pig, como una de sus canciones.
Cuando en 2008 William Bennett decidió ponerle punto final a Whitehouse, la muerte del proyecto fue paulatina. En Nantes, Francia, el 30 de junio de 2008 tuvo lugar la última Live Action de Philip Best con Whitehouse. Desde la partida de Sotos continuaban siendo un dúo. En Yokohama, Japón, el 15 de septiembre de 2008 tuvo lugar la siguiente Live Action, la número 177 de la historia de la banda, que en esta ocasión había quedado reducida a un mero proyecto solista de Bennett. Ante una audiencia de 150 personas, el músico aprovechó la situación para presentar algo del material que formaría parte de la primera placa de su nuevo proyecto, Cut Hands.
En los primeros tiempos de Cut Hands se vería acompañado por Mimsy DeBlois, una joven artista gráfica de dieciocho años que lo asistiría con la inspiración esotérica del proyecto, con el diseño de los discos y con algunas de las voces. Pero antes había sido con ella con quien llevó a cabo la última actuación en vivo de Whitehouse, en la única oportunidad en que una mujer fuera parte de la fluctuante formación. Bajo el alias de “LouLou”, Mimsy subió junto a William a uno de los escenarios del Festival Internacional de Música Exploratória do Barreiro, en Portugal, el 23 de mayo de 2009. Cuando abandonaron el escenario, él estaba con el torso desnudo y ella en ropa interior, después de haberse quitado el vestido.
Ya liberado de su compromiso con Whitehouse, Philip Best había resucitado a Consumer Electronics, editando un EP (Nobody’s Ugly, 2007) con la inesperada producción de William Bennett.
Volvieron así las actuaciones en vivo de Consumer Electronics, y para la presentación del 6 de septiembre de 2008 en Camp Concentration, el sótano de la disquería Apop, de Saint Louis, Missouri, Philip contó con Mark Solotroff en el sintetizador y Peter Sotos proyectando sus collages de artículos periodísticos de la sección “policiales” sobre el fondo del escenario. Lo cual, claro está, indicaba una reconciliación entre los viejos amigos.
En abril de 2009 vio la luz un nuevo elepé de Consumer Electronics. Se llamó Crowd Pleaser (El que complace a la multitud) y fue grabado por el trío Philip Best, Gary Mundy y el músico experimental vasco Mattin.
Sin embargo, Philip no podría conservar la formación de Crowd Pleaser para la fecha que se le presentó en Boston, Massachusetts, donde Consumer Electronics fue invitado a tocar en el Northeast Noise & Power Electronics Festival, el 8 de noviembre de 2009. Pero sí volvió a contar con su lugarteniente Solotroff, y esta vez también Sotos fue de la partida, con sus proyecciones.
La grabación del show del 2008 en Saint Louis tuvo una edición japonesa en abril de 2013 bajo el nombre Sex Pig: USA Live (Cerdo sexual: en vivo en los EE. UU.). Un elepé que contenía una buena cantidad de material que no había tenido ni tendría alguna vez su versión de estudio.
La portada de Sex Pig: USA Live contiene cuatro fotografías en blanco y negro, en apariencia tomadas de un libro de medicina. En todas hay porciones del cuerpo desnudo de un niño de no más de doce años. Su cuerpo sufre las deformaciones y alteraciones derivadas de una pronunciada escoliosis dorso-lumbar.
Siguiendo una actitud muy propia de la música experimental en general, y en especial de los artistas vinculados al sonido industrial, donde adquieren estatus de miembros de una banda tanto los músicos y los cantantes como aquellos que solo producen, manipulan el sonido, componen, o se dedican a los aspectos visuales del producto, el integrante no-músico de la formación en vivo de Consumer Electronics plasmada en Sex Pig: USA Live es mencionado en los créditos del disco como un miembro más. Así es que, mientras Solotroff y Best figuran como intérpretes de los sintetizadores, y este último también como vocalista, con la palabra “visuals” (imágenes) se acredita el “instrumento” que Peter Sotos manipula durante toda la actuación.
Pero no solo se encargó Sotos de proyectar sus collages durante este show en Saint Louis. También a él debe atribuirse el nombre del disco en vivo. Que, a riesgo de incurrir en la reiteración e insultar la inteligencia de quien lea estas palabras, se recuerda que resulta coincidir, en lo sustancial, con las palabras que cubren los ojos del escritor en la portada interna de Total Abuse.
SEX PIG.
Las mismas palabras que un indignado ciudadano había escrito en una hoja de papel que pasó por debajo de la puerta de la casa de la madre de Peter, en los días del infame juicio, en la segunda mitad de los ochentas. CERDO SEXUAL.
Los autores agradecen especialmente la información suministrada por @slumbumble y Vance Moore.