El Festival de Cine Alemán en Buenos Aires es sinónimo de una combinación de calidad cinematográfica con jóvenes promesas y recuperaciones únicas de clásicos del cine mudo con música en vivo. En su décima octava edición se exhibirán trece films: 303 (2018), de Hans Weingartner, el recordado director de Los Edukadores (The Edukators, 2004), Cuatro Manos (Die Vierhandige, 2017), de Oliver Kienle, El Carillón (Windspiel, 2018), de Peyman Ghalambor, El Hombre que Salió del Hielo (Der Mann aus dem Eis, 2017), de Felix Randau, El Jardín (Sommerhauser, 2017), de Sonja Maria Kröner, Ella y Nell (Ella & Nell, 2018), de Aline Chukwuedo, En los Pasillos (In den Gangen, 2018), de Thomas Stuber, La Revolución Silenciosa (Das schweigende Klassenzimmer, 2018), de Lars Kraume, Las Tres Cimas (Drei Zinnen, 2017), de Jan Zabeit, Mi Hermano Simpel (Simpel, 2018), de Markus Goller, The Cleaners (2018), de Hans Block y Motitz Riesewieck, Timm Thaler o El Niño que Vendió su Risa (Timm Thaler oder das Verkaufte Lachen), de Andreas Dresen y Lejos (Weit, 2017), de Gwendolin Weisser. También se exhibirá el ciclo de cortos Next Generation Short Tiger 2018, con los mejores cortos alemanes del año. El film mudo de este año es El Camino hacia la Noche (Der Gang in die Nacht, 1921), de Friedrich Wilheim Murnau, uno de los clásicos cinematográficos del romanticismo alemán. El festival se desarrollará en los cines Village Recoleta y Caballito desde el jueves 13 hasta el miércoles 19 de septiembre.
La Revolución Silenciosa (Das schweigende Klassenzimmer, 2018), de Lars Kraume
Los orígenes del totalitarismo
El realizador Lars Kraume, responsable del film El Veredicto (Terror- Ihr Urteil, 2016), regresa con un melodrama político basado en hechos reales ambientado en la República Democrática Alemana (RDA) sobre la solidaridad de un grupo de estudiantes secundarios a punto de graduarse para con el levantamiento húngaro de 1956, que promulgaba la necesidad de mayor democracia en el país e independencia de las decisiones de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
La muerte de Iósif Stalin (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili) en marzo de 1953 desató una serie de disputas políticas dentro de los países de Europa del Este donde los partidos comunistas habían logrado imponer su liderazgo político gracias a la influencia de la ocupación soviética. La primera de las grandes revueltas fue la sublevación de 1953 en Berlín Oriental donde los trabajadores sindicalizados realizaron una huelga contra las injustas medidas de ajuste laboral por parte del Gobierno de la RDA. Ya a fines de junio de 1956 una protesta de trabajadores en Polonia también había desatado una violenta represión por parte de un gobierno que se sentía inseguro en un escenario de consolidación de la relación entre los países del bloque del este a través del Pacto de Varsovia, alianza militar en repuesta a la creación de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), su homónimo occidental. En Hungría, las protestas de un grupo de estudiantes en Budapest desencadenaron un levantamiento cuando la policía abrió fuego contra los manifestantes que intentaban entrar en una radio para leer sus proclamas. En todos los casos, las protestas contra las injusticias y la perdida de libertades fueron interpretadas por los gobiernos pro soviéticos como ataques contra el comunismo y por ende, duramente reprimidos.
En La Revolución Silenciosa (Das schweigende Klassenzimmer, 2018), dos estudiantes se enteran en el noticiero de un cine de Berlín Occidental del comienzo de las protestas en Hungría y tras escuchar una noticia falsa sobre la muerte del extraordinario jugador de fútbol húngaro Ferenc Puskás durante el levantamiento, difundida por la Radiodifusión en el sector americano (RIAS), deciden junto a sus compañeros de curso realizar un minuto de silencio en solidaridad con los rebeldes que buscan reformas políticas, sociales, económicas y mayor independencia de la URSS. La medida desata una persecución absurda y desproporcionada por parte del Ministerio de Educación de la RDA, lo que une más al grupo y demuestra la falta de comprensión por parte del gobierno de la situación política y su decisión de avanzar hacia un estado totalitario de libertades políticas nulas. Enfrascados en su purga contra el enemigo, la responsable del consejo escolar y el ministro crean una situación insostenible innecesaria que pone a los estudiantes ante una disyuntiva que los lleva a cuestionar todo el sistema bajo el que viven.
Kraume adapta el libro de Dietrich Garstka publicado en 2006 como un drama paralelo a la Revolución en Hungría que funciona como un prólogo de la represión política que llevará a la RDA a construir -unos años más tarde- el infame Muro de Berlín, verdadero monumento a la miopía de los partidarios de la represión que destruyó la unidad y la libertad implícitas en la idea de comunismo para dar paso a un sistema totalitario muy alejado de las nociones de Marx, Engels y todos los pensadores y militantes comunistas.
La pasión y el ímpetu rebelde de los jóvenes que cuestionan todo se contrapone al conservadurismo de los padres, curtidos por la experiencia de la represión y la persecución por parte de los gobiernos de distinto tinte ideológico. Tanto los jóvenes como sus padres se ven enfrentados a una revisión del pasado traumático y la herencia del nazismo en un film que intenta comprender con justeza analítica todo el panorama que oprime a los personajes.
Con excelentes actuaciones, La Revolución Silenciosa propone una interesante y necesaria revisión sobre el viraje del socialismo hacia estados represivos y policiales, destacando sus contradicciones, los anhelos de superar la sociedad de clases y la desilusión al contrastar la realidad con las promesas. Al igual que en El Veredicto, Kraume propone a través del relato una discusión necesaria sobre la historia y la necesidad de luchar por las ideas y por la democracia, evitando pronunciamientos absurdos y una condena extemporánea, exponiendo todos los argumentos y contextualizando muy bien la situación política que rodea a los protagonistas para comprender la historia y no repetirla.
303 (2018), de Hans Weingartner
Amor de carretera
El film de Wolfgang Becker, Goodbye Lenin! (2003), creó a nivel mundial una verdadera revolución recuperando a nivel cinematográfico la posibilidad de mirar en Alemania los años previos a la caída del comunismo sin una condena ideológica absurda para tratar de comprender el pasado a través de un análisis que permitía explicar el surgimiento de la nostalgia, al menos a nivel cultural, de la República Democrática Alemana (RDA) en el imaginario de una población desencantada con las promesas capitalistas. Los Educadores (The Edukators, 2004) de Hans Weingartner representó un año después una mirada sobre las respuestas políticas de esta juventud decepcionada y traicionada, cada vez más comprometida con la búsqueda de una salida a la ofensiva de la burocratización corporativa que el nuevo statu quo entre el Estado y las corporaciones habían impuesto.
En su nuevo film Hans Weingartner, 303 (2018), el realizador alemán crea una historia sobre el proceso de enamoramiento de una pareja de estudiantes alemanes en las carreteras europeas que pone esta situación de rebeldía en otro plano más intelectual y menos político, cercano a una reflexión sobre el amor, la libertad y las relaciones de pareja.
Jule (Mala Emde) se acaba de enterar de que está embarazada y por los nervios de la situación reprueba su examen de Biología en la Universidad Humboldt en Berlín mientras que Jan (Anton Spieker), un estudiante de Ciencia Política, recibe la noticia de que su beca en la Fundación Adenauer ha sido rechazada por no adaptar los datos de su tesis a las ideas conservadoras y retrógradas del jurado de la organización ultra neoliberal. Con la llegada de las vacaciones ambos emprenden un viaje para encontrarse en el camino casualmente, conocerse y entablar una relación de intimidad muy cariñosa y cálida en un viaje desde Berlín hasta Portugal por las carreteras europeas. Mientras que Jan va en busca de un padre al que no conoce, que vive en Bilbao, Jule se propone viajar a Portugal para discutir con su novio, Alex, sobre el embarazo no buscado por la pareja.
Jule y Jan recorren embelesados Alemania, Bélgica, Francia, España y finalmente Portugal discutiendo todo el tiempo sobre política, biología, antropología, historia y filosofía, pero principalmente hablan sobre el amor en un diálogo interesante pero también agotador. La fotografía de Mario Krause y Sebastian Lempe hace hincapié en los paisajes turísticos, la carretera y los primeros planos de una pareja con mucha química, resaltando las buenas interpretaciones de los actores. El guión del propio Weingartner junto a Silke Eggert, y con la colaboración de Sergej Moya, se apoya en los diálogos para construir la historia y la relación de ambos personajes, que en el viaje se descubrirán a sí mismos intentando descubrir al otro.
El nombre del film remite al modelo de casa rodante que conduce a los protagonistas hacia su obvio destino y esto no es azaroso ya que el artefacto móvil es un protagonista más de la obra ya que representa una forma de vivir y recorrer el mundo sin ataduras, resaltando una idea de libertad muy en boga que tiene a la posibilidad de viajar como su principal eje.
En este periplo de autodescubrimiento el film extiende demasiado las discusiones de la pareja protagónica sin ofrecer prácticamente ningún agregado secundario. Además el recorrido turístico deviene en un viaje interminable a pesar de que el final del opus es previsible desde un comienzo. Pero esto queda en un segunda plano ya que 303 ofrece un hermoso y encantador recorrido veraniego alrededor de algunos de los paisajes más bellos del norte de Europa con el acompañamiento de una pareja exquisita y una gran banda sonora romántica que se proponen enamorar al espectador para adentrarlo en su historia y sus disquisiciones, como los films sentimentales del realizador norteamericano Richard Linklater. Empalagosa pero deliciosa, 303 es así una película para la reflexión pero también para el regocijo del viaje.