Del 12 al 18 de septiembre regresa nuevamente el Festival de Cine Alemán a Buenos Aires. A pesar de la crisis y la desaparición de varios festivales y muestras similares, el cine alemán sigue firme en nuestra ciudad de la mano de German Films, la Embajada de la República Federal de Alemania en Buenos Aires y el Instituto Goethe, tres de los pilares de la cultura germana en nuestro país.
En esta décimo novena edición se destacan los films Gundermann (2018), una biografía sobre el músico comunista alemán Gerhard Gundermann, y Trautmann (2018), la película de apertura, otra biopic que se sumerge en la vida de Bert Trautmann, un destacado arquero alemán del futbol inglés de la posguerra descubierto cuando era prisionero de guerra y jugaba en un club de provincia. En la sección juvenil se exhibirá Jim Botón (Jim Knopf und Lukas der Lokomotivführer, 2018), de Denis Gansel, una superproducción basada en la novela homónima del célebre escritor de obras juveniles Michael Ende, un clásico en Alemania y en Europa. La esperada película muda restaurada con música en vivo será La Muñeca (Die Puppe, 1919), el clásico expresionista de Ernst Lubisch, basado en el extraordinario texto de terror del escritor gótico E.T.A Hoffmann, que contará con la música de Marcelo Katz compuesta especialmente para el film. También se exhibirá Espíritu Bauhaus: 100 Años (Vom Bauen der Zukunft: 100 Jahre Bauhaus, 2018), un film sobre el mundo del diseño y la arquitectura basado en la influencia de la célebre escuela de la República de Weimar fundada por Walter Gropius, por la que pasaron artistas de la talla de Wassily Kandinsky, Paul Klee, Johannes Itten, László Moholy Nagy, Hannes Meyer y Mies van der Rohe, Bauhaus, que este año tiene su centésimo aniversario. El festival también contará con un aclamado documental sobre el amor y la felicidad, Die Nacht der Nächte (2018), de Nesrin Samdereli y Yasemin Samdereli. Como todos los años también serán exhibidos trece cortometrajes seleccionados por un jurado de expertos que expresan la diversidad de propuestas del cine alemán en la actualidad en la sección Next Generation Short Tiger 2019. También tendrán su lugar Adam & Evelyn (2018), de Andreas Goldstein, una película basada en la novela de Ingo Schulze, Cleo (2018), un film de Erik Schmitt que con una historia fantástica recorre los hitos de la capital alemana, El Juego de la Silla (Reise Nach Jerusalem, 2018), una tragicomedia de Lucia Chiarla, la fábula moral En mi Habitación (In my Room, 2018), de Ulrich Köhler, la comedia dramática Este Niño Necesita Aire Fresco (Der Junge Muss an Die Frische Luft, 2018), de Caroline Link, el aclamado thriller dramático La Pareja Perfecta (Das Schönste Paar, 2018), de Sven Taddicken, el drama artístico inspirado en hechos reales Nunca Apartes la Mirada (Werk ohne Autor, 2018), de Florian Henckel von Donnersmarck, la visceral Sólo Dios Puede Juzgarme (Nur Gott Kann Mich Richten, 2017), de Özgür Yildirim, y la adaptación del drama que conmovió a Alemania Sólo una Mujer (Nur eine Frau, 2019), de Sherry Hormann.
El 19° Festival de Cine Alemán se realizará en los Village Cines de Recoleta y Caballito y contará con la presencia del director Marcus Rosenmüller, que presentará su película Trautmann. La presentación del festival estuvo a cargo del coordinador Gustav Wilhelmi, el director del Instituto Goethe de Buenos Aires Uwe Mohr, Simone Baumann, la directora de German Films, la encargada de asuntos culturales de la Embajada de Alemania en Buenos Aires Maja Dimitroff, y el director Marcus Rosenmüller, que charló sobre su película con la prensa. En la presentación todos acordaron que el Festival de Cine Alemán es la mejor aproximación a la heterogeneidad de la cultura alemana y a su producción cinematográfica, que examina las problemáticas del país desde la singular perspectiva autóctona. Uwe Mohr aprovechó la ocasión para expresar su preocupación por el ascenso de los extremismos en Europa y destacar la importancia de este tipo de eventos culturales para proveer una mirada del mundo más abierta que respete la democracia y la convivencia cultural.
Gundermann (2018, de Andreas Dresen), por Martín Chiavarino:
El nuevo film de Andreas Dresen, escrito por Laila Stieler, realiza un cálido retrato del obrero socialista y cantautor alemán Gerhard Gundermann, un personaje contradictorio que tuvo un breve éxito como músico después de la unificación alemana hasta su muerte a los cuarenta y tres años en 1998.
Gundermann (2018) indaga en la vida de Gerhard “Gundi” Gundermann, un operador de grúas para excavaciones mineras de carbón en la República Democrática Alemana (RDA) y músico folk que fue a su vez, como muchos artistas perseguidos y trabajadores, informante del Servicio de Seguridad Estatal, la Stasi, ministerio que persiguió y vigiló incansablemente a los ciudadanos del país hasta la caída del Muro de Berlín y la unificación germana.
Entusiasta de Bruce Springsteen y Bob Dylan, Gundermann cultivó un sonido folk con letras poéticas y sociales que calaron en una sociedad que vivió una difícil transición de un sistema político y social a otro completamente distinto de golpe. El versátil Alexander Scheer realiza una de sus mejores interpretaciones componiendo a un personaje que recrea en sí mismo todas las contradicciones de una época hoy rediscutida y complejizada. El actor incluso interpreta maravillosamente a lo largo del film varias de las canciones de Gundermann, un músico que supo canalizar el desconcierto y la amargura de los trabajadores alemanes del este empujados abruptamente hacia el neoliberalismo. Anna Unterberger también se destaca en su papel de Conny, la esposa y amiga del protagonista.
Víctima y victimario, informante y sujeto vigilado, comunista convencido y patriota que ignoraba o elegía ignorar las consecuencias de sus actos, artista comprometido, empleado contestatario y combativo, Gundermann se enfrentó a la burocracia de la RDA y del Partido Comunista, fue prohibido y perseguido, defendió a sus compañeros, pero también los traicionó y ellos lo traicionaron a él en un enroque que solo los ciudadanos que padecieron la locura de esos años totalitarios pueden comprender realmente. Así como hoy las empresas enfrentan a trabajadores con sus compañeros en nombre de la productividad y la meritocracia en un juego perverso, la Stasi puso a todos los ciudadanos de un país a vigilarse entre sí en un entramado tan retorcido como ridículo que terminó eclosionando por su propio absurdo.
El film recorre distintos momentos de la vida de Gundermann a partir de la creación de la banda que lo volvería famoso en Alemania y lo llevaría a ser telonero de Bob Dylan en su visita a la nación, poniendo principalmente en relieve su relación con su esposa y su primera hija y su rol como obrero y miembro del Partido Comunista, hasta llegar a la inevitable confrontación con los individuos sobre los que informó a partir de la desclasificación y puesta a disposición de las víctimas de los archivos de la Stasi. Dresen revela aquí cómo Gerhard Gundermann debió enfrentarse a su propio pasado y a la mirada de una sociedad que decidió perdonarlo porque lo comprendió. Rebelde o cómplice de un sistema represivo, Gundermann fue ambas cosas y ambas brotaron de su ser irreflexivamente para entronizarlo y ponerlo en tela de juicio ante el mismo público y ante su propia mirada.
Payaso romántico, leal y traidor, poeta y proletario, defensor y enemigo del comunismo real, Gundermann fue un personaje heteróclito e inclasificable que parecía siempre fuera de lugar, pero que a pesar de todo lograba destacarse incomodando a todo el mundo. Dresen capta en toda su dimensión los dilemas del proletario comunista en la RDA a través de la mirada de Gundermann, sus sueños y anhelos, y los errores por los que nunca se pudo perdonar a sí mismo.
Trautmann (2018, de Marcus H. Rosenmüller), por Emiliano Fernández:
Desde los albores del nuevo milenio el cine europeo ha estado tratando de buscarle nuevas facetas a la Segunda Guerra Mundial con vistas a aggiornar un conflicto interimperialista que ya ha sido explorado hasta el hartazgo en innumerables ocasiones tanto por el enorme aparato mainstream hollywoodense como por el propio séptimo arte producido en el viejo continente, por cierto a veces redondeando trabajos interesantes que sin abrirse camino como films bélicos de quiebre por lo menos resultaban loables en esta pretensión de base de encontrarle la vuelta a las escaramuzas entre las Potencias del Eje y los Aliados mediante la antigua estrategia de centrarse en hechos tangenciales y/ o minucias que han sido olvidadas en pos de privilegiar a la grandilocuencia estándar de siempre. La propuesta que nos ocupa, Trautmann (2018), sigue al pie de la letra esta tendencia reciente de revisionismo histórico.
El opus escrito y dirigido por Marcus H. Rosenmüller, en esencia un especialista de larga data en comedias, se centra en la historia de un personaje verídico menor que en su momento ayudó -casi sin proponérselo, en realidad- a cimentar las relaciones entre el Reino Unido y Alemania Occidental luego de la posguerra: Bert Trautmann (David Kross) en 1945 es un paracaidista de la Luftwaffe que es capturado por tropas inglesas y llevado a un campo de prisioneros en Lancashire, donde debido a su habilidad como arquero de fútbol termina siendo reclutado por Jack Friar (John Henshaw), un comerciante y director técnico de un equipo semi profesional, el St. Helens Town, para que ataje en el arco a pesar de las esperables hostilidades que el muchacho deberá “comerse” cortesía de unos británicos que no se tomaron para nada bien esos insistentes bombardeos nazis conocidos como el Blitz.
Si bien la película no ofrece mayores sorpresas en su planteo cercano por un lado al típico humanismo de reconciliación, sustentado en el talento como portero del protagonista y su propensión a cerrarles la boca a todos de tanta eficacia en el arco, y por el otro al devenir romántico más clásico, relacionado con su matrimonio con la bella hija de Friar, Margaret (Freya Mavor), la verdad es que el convite se siente llevadero sobre todo gracias a que va más allá de la anécdota acerca de la “solidaridad europea” y el perdón tácito entre naciones -ya sin tantos prejuicios y generalizaciones burdas- logrando incorporar con esmero el derrotero de Trautmann a la salida del campo de prisioneros, léase su pase al Manchester City, las condenas que despertó su presencia entre la colectividad judía local y las distintas tragedias que la vida le reservó a la pareja con los años (dos son los detalles más atacados por la prensa y los extremistas hebreos, que haya obtenido la Cruz de Hierro en batalla y que se haya sumado de manera voluntaria a la máquina de exterminio nacionalsocialista).
Rosenmüller asimismo no abusa de los infaltables flashbacks sufridos del adalid, ahora pensando y repensando -y hasta fantaseando en torno a- su pasividad durante las masacres perpetradas por los nazis en Ucrania, consiguiendo una culpa relativamente natural que no transforma en caricatura a Trautmann y su cruzada de concordancia que nunca es tal del todo, ya que el hombre lo que padece es tanto los odios irresueltos de la guerra como la vida promedio del inmigrante. La realización por momentos cuenta con un tono narrativo algo ingenuo/ baladí modelo hollywoodense que le impide salir del terreno de lo remanido lacrimógeno fácil, no obstante sabe hacer avanzar el relato cuando resulta fundamental con vistas a que no se generen baches ni esas insoportables escenas redundantes de las que suelen estar llenas las obras yanquis de este mismo rubro bélico aleccionador. Trautmann es un trabajo digno que subraya los lazos en común de los sujetos y la capacidad redentora individual que anida en el deporte cuando no es reducido a refriegas dementes infantiles…