En la actualidad no sólo el cine de género está en crisis en materia creativa y comercial, ese ubicuo como si los popes idiotas de los estudios y las productoras y los lelos del público sólo pudiesen digerir discursos audiovisuales que viniesen formateados de fábrica dentro de los parámetros más repetidos o accesibles y por ende, infantiles, sino también el viejo y querido cine de autor, otrora una comarca muchísimo más imprevisible, libre, rebelde e idiosincrásica y hoy apenas una variante del anterior aunque con alguna que otra pretensión de seriedad, moraleja, ampulosidad retórica o trasfondo adulto en medio de este reino de la preadolescencia mental, llamado Siglo XXI, que promedia hacia abajo. La cineasta Jessica Hausner es un buen ejemplo de la devaluación del cine de autor porque la austríaca una y otra vez ha intentado, aparentemente con las mejores intenciones y por momentos con un mínimo de talento, construir películas valiosas que digan algo sobre nuestra sociedad, sin embargo los resultados han sido casi siempre magros debido a premisas interesantes que no suelen alcanzar un desarrollo acorde, a una idea igualmente esquemática de crear parodias comunales/ políticas/ económicas/ culturales que quedan flotando en el vacío de la levedad, a una fetichización permanente de los mismos directores en medio de una comparación que nunca la favorece -pensemos en Michael Haneke, Stanley Kubrick, Luis Buñuel, David Lynch, etc.- y precisamente a cierta incapacidad a la hora de por fin redondear el asunto con un remate o desenlace atractivo que articule de manera satisfactoria todo lo expuesto.
Ya sea que pensemos en la angustia púber de Lovely Rita (2001), el misterio bien bizarro de Hotel (2004), el suicidio sarcástico y de época de Amour Fou (2014) o aquellas flores que celebraban el hedonismo lobotomizado de Little Joe (2019), a Hausner definitivamente le cuesta horrores delinear un discurso inteligente y de alto impacto, su insistente interés, y en sí sólo logró entregar una realización más o menos redonda según sus términos favoritos, Lourdes (2009), una fábula cuasi buñueliana sobre la fe que a todas luces inspiró en parte a su nueva faena, Club Cero (Club Zero, 2023), su segundo film en inglés después de Little Joe y efectivamente una licuadora de motivos previos que recupera la desesperación semi oculta y la enorme necesidad de creer en algo de Lourdes, uno de sus pivotes conceptuales principales, más el costado perverso de los adolescentes de Lovely Rita, aquella cadencia morbosa/ macabra de Amour Fou y desde ya las ironías acerca de la autocomplacencia del nuevo milenio de Little Joe, a su vez un exploitation arty de la veta vegetal/ flora tenebrosa de The Little Shop of Horrors (1960), de Roger Corman, Invasion of the Body Snatchers (1956), de Don Siegel, y The Happening (2008), de M. Night Shyamalan. Hausner aquí continúa pegada a los zooms gélidos kubrickianos y el shock a lo Haneke pero también suma su interpretación rosa del body horror de David Cronenberg, algo de la visceralidad reciente de Ari Aster y por supuesto un planteo general robado de Suicide Club (Jisatsu Sâkuru, 2001), ese recordado delirio del nipón Sion Sono sobre suicidios de estudiantes.
Todo transcurre en un internado británico -o quizás estadounidense, nunca se aclara del todo porque las pistas son contradictorias- controlado por la directora, Dorset (Sidse Babett Knudsen), quien contrata a una nueva profesora para una especie de curso extracurricular sobre “alimentación consciente”, la Señorita Novak (Mia Wasikowska), una nutricionista de carácter psicopático que suele meditar, fabrica un té para ayunar y además forma parte del misterioso Club Cero del título, una secta de descerebrados que no comen siguiendo el principio de la autofagia, léase la renovación celular por ayuno forzado. Novak pasa de estupideces new age relacionadas con el vínculo del comensal con el alimento a convencer a sus alumnos de comer cada vez menos y directamente dejar de ingerir bocados con el objetivo de entrar al Club Cero, por ello el relato coral se saltea a una parejita sensata, Joan (Sade McNichols-Thomas) y Corbinian (Andrei Hozoc), y nos pasea por las vidas de los cinco estudiantes a los que convierte en fieles/ discípulos de su culto, nos referimos a Ben (Samuel D. Anderson), único purrete de clase media que necesita de una beca para seguir en el exclusivo colegio, Ragna (Florence Baker), mocosa cuyo padre está en el consejo escolar y encontró en Internet al personaje de Wasikowska, Elsa (Ksenia Devriendt), una bulímica que se la pasa comiendo y vomitando, Fred (Luke Barker), un joven afeminado que practica ballet, es ninguneado por sus padres y está enamorado de la nutricionista, y Helen (Gwen Currant), otra boba ricachona que suele vacacionar con los suyos en Suiza.
Mediante un guión escrito junto a su colaboradora de las últimas dos películas, Géraldine Bajard, más otros latiguillos varios, especialmente actuaciones impostadas de marco mordaz, diálogos espaciados y cortantes y la música percusiva freak de Markus Binder, la directora por un lado enfatiza la sumisión convalidante de Dorset y todos los padres para con Novak a pesar de los signos de alarma como las porciones minúsculas o la monodieta de una sola clase de alimento, con la excepción de la progenitora soltera de Ben (Amanda Lawrence), y por el otro lado pinta el proceso de cooptación de los alumnos por parte de la nutricionista y cómo termina siendo expulsada del establecimiento educativo aunque por otra razón, por haber ido con Fred a la ópera, típico prejuicio de índole sexual que en la estupidez woke del Siglo XXI opera con mayor fuerza a escala cultural que la conducta manipuladora criminal de vieja cepa, una ya omnipresente en nuestra contemporaneidad digital y material. Wasikowska y el resto del elenco están muy bien y se agradece la escena shockeante del vómito regurgitado de Elsa y el sarcasmo sobre los gurúes de autoayuda, el fundamentalismo, la burguesía privilegiada, la competencia escolar, el desperdicio de comida en el Primer Mundo, la obediencia y el masoquismo social lunático, el autoengaño de base ecológica, los padres abandónicos y el fetichismo de las mujeres con la comida y sus cuerpos, no obstante el film apenas si logra superar en calidad a Little Joe sustituyendo aquellas plantas de la alegría falaz/ química por estos profetas del hambre y la docilidad…
Club Cero (Club Zero, Austria/ Reino Unido/ Alemania/ Francia/ Dinamarca/ Turquía/ Estados Unidos/ Catar/ Bosnia y Herzegovina, 2023)
Dirección: Jessica Hausner. Guión: Jessica Hausner y Géraldine Bajard. Elenco: Mia Wasikowska, Ksenia Devriendt, Luke Barker, Florence Baker, Samuel D. Anderson, Gwen Currant, Sidse Babett Knudsen, Amanda Lawrence, Andrei Hozoc, Sade McNichols-Thomas. Producción: Bruno Wagner, Johannes Schubert, Mike Goodridge y Philippe Bober. Duración: 106 minutos.