La Orden (The Order)

Psicópatas del supremacismo blanco

Por Emiliano Fernández

La Orden fue un grupo terrorista estadounidense enmarcado en el supremacismo blanco que operó entre los años 1983 y 1984 y en esencia se la pasaba odiando a todos aquellos que no fuesen caucásicos, anglosajones y protestantes al igual que el Ku Klux Klan y muchas otras organizaciones similares, en este caso con la particularidad de tomar su nombre de la secta rebelde neonazi que lidera un Golpe de Estado en yanquilandia y desencadena una guerra nuclear y un gran genocidio contra los “no blancos” en Los Diarios de Turner (The Turner Diaries, 1978), sin duda en libro más influyente dentro de la extrema derecha de Estados Unidos y por cierto la novela por antonomasia del chiflado total William Luther Pierce bajo el seudónimo de Andrew Macdonald, el cual escribió otro relato en este tono conspiranoico -y con unas ganas locas de reproducir el Holocausto- por una supuesta preeminencia en el gobierno yanqui del liberalismo, el sionismo y el conservadurismo capitalista, Cazador (Hunter, 1989). La “gran familia” del supremacismo blanco de la segunda mitad del Siglo XX incluía a la Nación Aria, colectivo fundado por Richard Butler según los preceptos del separatismo caucásico y la ortodoxia cristiana angloisraelita, y a la Alianza Nacional, de hecho encabezada por Pierce como un desprendimiento del Partido Nazi Estadounidense que también se remonta a la campaña presidencial de 1968 del inmundo George Wallace, ex gobernador de Alabama que apoyaba el segregacionismo en medio de la avanzada del Movimiento por los Derechos Civiles de la década del 60, todas figuras que influenciaron al mandamás de La Orden, Robert Jay Mathews, un psicópata asentado en Metaline Falls, un pueblito del Estado de Washington, que pasó del mormonismo, el survivalismo y el anticomunismo militante a efectivamente consagrarse tanto al crimen organizado, de hecho imprimiendo dinero falso y robando bancos y camiones blindados, como a actos terroristas patéticos en sintonía con colocar bombas en cines pornográficos, sex shops y sinagogas o matar a un locutor radial hebreo que solía burlarse de estos cultos neofascistas, Alan Berg, quien fuera asesinado a tiros en 1984 en la puerta de su casa en Denver, Colorado, por uno de los 17 miembros del colectivo, Bruce Pierce, responsable crucial junto con David Lane y el propio Mathews, un “alma caritativa” que gustaba de distribuir el dinero robado entre la fauna de la Alianza Nacional y de aquel Partido Patriota Blanco, de Frazier Glenn Miller Jr.

 

El hecho de que al día de hoy se recuerde a un personaje tan ridículo como Mathews y su organización en general, precisamente minúscula y destruida con relativa rapidez por el FBI luego de la insólita aparición de un informante por motu proprio que reveló sin más la localización del aguantadero de la pandilla, un tal Tom Martínez que había estado preso por pasar billetes falsos en una licorería y aparentemente se asustó cuando descubrió las planes del cabecilla de La Orden para reventar al dueño del local y así evitar que testifique en su contra, tiene que ver no sólo con el asesinato de Berg, en parte ficcionalizado en La Radio Ataca (Talk Radio, 1988), célebre película de Oliver Stone con un guión y rol protagónico de Eric Bogosian, sino también con las circunstancias del fallecimiento del mismísimo Mathews, el cual justo después del atraco a un camión blindado con la friolera de casi cuatro millones de dólares en su interior se replegó a una casa secreta en Whidbey Island, también en el Estado de Washington, donde fuera hallado por los agentes federales gracias a la traición de Martínez, así las cosas todo derivó en una de las redadas más famosas de la historia del FBI porque el líder de los supremacistas blancos, en plena “guerra racial”, se enfrentó en soledad contra los esbirros del gobierno con armas automáticas y una máscara antigás que lo llevó a resistir ráfagas de disparos, muchas granadas aturdidoras y de humo y la presencia de un helicóptero que lo acribillaba a tiros y le arrojaba bengalas, una de las cuales detonó una caja de granadas de mano y un montón de municiones, provocando un incendio en el que Mathews terminó muriendo a sus 31 años de edad por quemaduras e inhalación de humo. Incluso superando en fama en el nuevo milenio a muchos eugenistas posmodernos y al artífice de Cazador y Los Diarios de Turner, ese Pierce/ Macdonald que con sus palabras inspiraría muchos más crímenes de odio y como tantos dementes de su calaña crearía una religión de influjo fundamentalista y delirante, la Iglesia Comunitaria Cosmoteísta, Mathews y su aventura terrorista de extrema derecha actualmente son más recordados que George Lincoln Rockwell, fundador del Partido Nazi Estadounidense y otro raudo mártir de la causa a posteriori de su homicidio en 1967 a manos de John Patsalos, un hilarante ex discípulo de ascendencia griega que había sido expulsado de la camarilla por pretender introducir algunos criterios analíticos marxistas en las publicaciones del partido.

 

A pesar de semejante periplo el Hollywood aburrido de las últimas décadas no ha explorado el tópico más allá de un par de excepciones, Traicionados (Betrayed, 1988), gesta agridulce de Costa-Gavras con guión de Joe Eszterhas, y La Hermandad del Asesinato (Brotherhood of Murder, 1999), telefilm olvidable de Martin Bell para Showtime que adoptaba el punto de vista del arrepentido, Martínez (William Baldwin), y dejaba en un segundo plano al líder porque se basó en la autobiografía de 1988 del informante, en realidad escrita por John Guinther, un panorama intra industria cinematográfica local que no cambia mucho con la llegada de La Orden (The Order, 2024), una estupenda película de Justin Kurzel que desde el vamos se siente foránea con respecto a yanquilandia porque el susodicho es australiano y las dos estrellas de turno, los extraordinarios Nicholas Hoult y Jude Law, son británicas. Ahora inspirado en La Hermandad Silenciosa (The Silent Brotherhood, 1989), libro de no ficción de Kevin Flynn y Gary Gerhardt, y un guión sencillo aunque astuto de Zach Baylin, efectivamente su primer trabajo interesante en serio ya que acumulaba en su haber un par de bodrios, Bob Marley: La Leyenda (Bob Marley: One Love, 2024), de Reinaldo Marcus Green, y El Cuervo (The Crow, 2024), de Rupert Sanders, y tres convites mediocres, Rey Richard (King Richard, 2021), otro film de Green, Creed III (2023), de Michael B. Jordan, y Gran Turismo (2023), del sudafricano Neill Blomkamp, el thriller ochentoso de Kurzel cierra una trilogía del realizador sobre la criminalidad lunática contemporánea, a mitad de camino entre el pánico solipsista y el condicionamiento externo, que abarcó Snowtown (2011), faena inquietante acerca de una seguidilla de homicidios y torturas durante los 90 en Australia a cargo de un grupito de desquiciados derechosos, y Nitram (2021), otra obra magistral que cubrió la Masacre de Port Arthur de 1996 encarada por Martin Bryant (Caleb Landry Jones), quien asesinó a 35 personas en la que se considera la matanza más nefasta de la historia criminal australiana moderna, amén de cierta fascinación con la violencia que ya se percibía en las otras propuestas de Kurzel, hablamos de las inferiores Macbeth (2015), Assassin’s Creed (2016) y La Verdadera Historia de la Banda de Kelly (True History of the Kelly Gang, 2019), relectura algo bizarra del devenir de Ned Kelly (George MacKay), un bandolero que defendió a los campesinos pobres y luchó contra el imperialismo victoriano.

 

Como siempre en el cine de Kurzel sobre sucesos verídicos, la historia está manipulada sin miramientos para exacerbar determinadas facetas y cambiar un montón de detalles aunque en general se conserva todo el núcleo duro de la saga en cuestión, por ello aquí Mathews (Hoult), un polígamo con dos hijos, funda La Orden bajo la sombra de la Alianza Nacional y como un desprendimiento concreto de la Nación Aria de Butler (Victor Slezak), loquito que aboga por una interpretación antisemita y racista del protestantismo, conocida como Identidad Cristiana, y pronto despierta el hartazgo de un Mathews que pretende pasar de las ideas a los hechos, así pone bombas en sinagogas y cines pornográficos y roba bancos y camiones blindados en el Noroeste del Pacífico de Estados Unidos al punto de suscitar la investigación de un agente del FBI que perdió a su parentela por su sustrato workaholic, Terry Husk (Law, asimismo productor), quien de inmediato unifica fuerzas con una colega, Joanne Carney (Jurnee Smollett), y un policía de corta edad, Jamie Bowen (Tye Sheridan), que termina asesinado por estos neonazis al igual que Berg (Marc Maron) y un tal Walter West (Daniel Doheny), miembro de la Nación Aria que estando borracho habla de más con Bowen. La película trabaja muy bien desde el neo noir la profesionalización de La Orden mediante el financiamiento vía asaltos y falsificación de billetes y explora el carácter de “manual de acción” que ya en los años 80 había ganado Los Diarios de Turner, en la praxis cotidiana una invitación al reclutamiento, la recaudación de fondos, la revolución armada, el terrorismo doméstico, los homicidios selectivos y ese genocidio poco sutil contra toda alteridad denominado El Día de la Soga. Martínez en pantalla se llama Tony Torres (Matias Lucas) y es un mexicano que se hace pasar por español para conseguir un trabajo dentro de la organización, cayendo no por dólares truchos sino por ser el encargado de comprar armas para el grupo. Kurzel no sólo se luce señalando lo obvio, la cobardía de estos dementes que culpan a chivos expiatorios por unas miseria e ignorancia que son oligárquicas/ capitalistas, sino que además redondea grandes secuencias de acción, en línea con John Frankenheimer y Michael Mann, y mantiene alta la tensión símil Sidney Lumet combinando Mississippi en Llamas (Mississippi Burning, 1988), de Alan Parker, y Armado hasta los Dientes (Dead Bang, 1989), de Frankenheimer, otras epopeyas sobre milicias del supremacismo blanco…

 

La Orden (The Order, Australia/ Reino Unido/ Estados Unidos/ Canadá, 2024)

Dirección: Justin Kurzel. Guión: Zach Baylin. Elenco: Nicholas Hoult, Jude Law, Tye Sheridan, Matias Lucas, Marc Maron, Daniel Doheny, Jurnee Smollett, Alison Oliver, Odessa Young, Sebastian Pigott. Producción: Justin Kurzel, Jude Law, Bryan Haas y Stuart Ford. Duración: 116 minutos.

Puntaje: 10