Poema

Que el Árbol dé Fuego y dé Sangre

Por Emilia Carabajal

Que el árbol dé fuego y dé sangre

Los oleajes del aire

Den tres liebres de espuma

Y hagan tallo en mi piel

Ya se inflama el cuenco del sonido

Ya revienta

Sus esquirlas que horadan los espejos

Me inundan de soles y alaridos

Sombra mía

Ya soy eco de mi estrépito

Resonancia acuosa del diluvio

Flanco mío

Ya soy sin clave

Y yazgo sin cifras ni designios

Infierno mío

Ya soy la edad previa

Me desprendo de todos mis nombres como pieles

Y habito un cielo colmado de estampidas

Que se tensa al filo del estruendo

Ya explotas, tiempo incandescente

¿Dónde caerás?

Es tu carruaje un laberinto en llamas

Que fulgura en el trueno de la savia

En la vertiginosa combustión de los vendavales

En la voluptuosidad de los derrumbes

En la delicia atroz de las tormentas

En el colapso majestuoso de las constelaciones

Ya acudes a enterrar tu lengua

Y el labio besa las dunas de la sed

Traspasa el tímpano la estepa del silencio

Las manos se hunden en el espesor de los lodazales

Se precipita el ojo al espacio y al abismo

Y el cuerpo cae al pozo hirviente de los días

¿Qué ha de ser ahora que mi sueño vuelca su gemido en tu canto irrevocable,

Ahora que mi insomnio se agita cada vez que me dices?

Ya estás ardiendo, tiempo impetuoso

¿Dónde caeré?

Tu caballo es una hoguera indómita

Que perfora mi corteza

Y me abre a tu delirio,

A tu rito atávico de quemar

La carne

Los días

La piel

La luz

El pelo

Los nombres

Las raíces

Hasta alumbrar mis despojos