Yo, él y Raquel (Me and Earl and the Dying Girl, 2015, de Alfonso Gómez-Rejón, Panorama)
Otra vez el indie melancólico se asoma con una historia que resume diferentes conflictos del universo estudiantil. Greg soporta sus días escolares dependiendo del aislamiento junto a su único amigo Earl, con quien filma películas caseras que parodian a grandes clásicos del cine de autor (sin duda el punto más alto de la película, junto con la participación de Nick Offerman). Pero entre sus obligaciones, su madre le encomienda pasar tiempo con una compañera a la que le diagnosticaron leucemia. Aunque recurre a referencias conocidas del género, Yo, él y Raquel apuesta a un desarrollo enternecedor que paralelamente consigue remates efectivos (desde esos cortos delirantes inspirados en el cine de Herzog hasta los chistes negros respecto a la enfermedad terminal). Cabe resaltar el sólido guion de Jesse Andrews, además de la música a cargo de Brian Eno y la dirección de Alfonso Gómez-Rejón, de ahora en más un realizador a tener en cuenta.
El Club (2015, de Pablo Larraín, Competencia Internacional)
Una de las propuestas más esperadas del festival fue sin duda El Club, lo último del realizador chileno Pablo Larraín, luego de ser nominado al Oscar en el 2012 en el rubro de Mejor Película Extranjera por No. Este es un film de encierro al mejor estilo carpenteriano (se concentra la tensión en un ambiente apartado, donde la maldad permanecía atrapada hasta que comienza a contaminar a un grupo de incautos) en la que unos curas desvinculados de la iglesia por diferentes crímenes -como el abuso de menores, el tráfico de bebés o la participación en actividades ilegales del ejercito militar- convive en una casa ubicada a orillas de un pueblo. Con una puesta en escena amarga, el dramatismo del relato comienza a elevarse por encima de sus personajes para destapar una polémica que nunca pasa de moda (los aspectos más aberrantes de la iglesia que no pueden ocultarse). Seguramente El Club generará reacciones drásticas por parte de la crítica debido a sus pretensiones discursivas, pero lo cierto es que consigue generar sensaciones aterradoras como pocas veces hemos visto por estas regiones del sur.
Allende, mi Abuelo Allende (2015, de Marciales Tambutti Allende, Competencia Latinoamericana)
El círculo privado de Salvador Allende es el verdadero protagonista de este documental que se propone indagar en los hechos más enigmáticos del político chileno que fue derrocado y asesinado por el gobierno militar de Pinochet. Su nieta Marcia Tambutti Allende tiene la ardua tarea de entrevistar a sus mismos familiares (sobresale la esposa de Allende, quien a sus 92 años rememora con detalles precisos), quienes no desean brindar comentarios respecto a la última etapa del mandato socialista de su abuelo. Lamentablemente los saqueos que realizaron los militares eliminaron todo rastro de material fotográfico que pudiera enriquecer el documental. En su lugar, la palabra de los lazos más directos se presta de manera fragmentada para reconstruir un escenario que se intentó descifrar durante décadas. Rico en su contenido, Allende, mi Abuelo Allende es un trabajo fundamental para los interesados y sumamente atractivo para quienes se acercan por primera vez a la vida de una de las figuras más importantes de la historia chilena.