Alice in Earnestland (2015, de Ahn Gooc-jin, Vanguardia y Género), por Martín Chiavarino
La luna de miel
Alice in Earnestland (2015) es una comedia dramática con enormes cuotas de cinismo y un humor cáustico, dividida en tres partes sobre una pareja constituida entre un hombre casi sordo -y con una gran torpeza- y una mujer dispuesta a todo para estar junto a él.
La primera parte es el relato de una serie de desastres que deja al hombre mutilado, deprimido y finalmente en coma, en una sucesión de escenas tragicómicas mientras la chica queda exhausta tras trabajar durante casi diez años para pagar un préstamo con el fin de comprar una casa. En la segunda parte, la chica emprende una cruzada para juntar firmas con el fin de mantener un plan de reurbanización atacado por algunos vecinos que aumentará el precio de su propiedad, para saldar las deudas del tratamiento médico de su esposo. Así finalmente llegamos a la última parte del relato, llamada “Luna de Miel”.
Durante la segunda parte la violencia desplaza a la tragicomedia para convertir a la película en un film de terror en el cual los que quedan afuera de la reurbanización protestan organizados por una fría mujer implacable que manipula a los vecinos junto a un psicópata ex militar retirado y un tintorero absolutamente demente que toma pastillas para calmar su ira.
De a poco, Alice in Earnestland pierde el control al igual que los personajes y todos se ven envueltos en situaciones de violencia que solo conducen a más violencia con el municipio, la policía y esta chica que solo quiere mantener vivo a su esposo en coma. El debut del surcoreano Ahn Gooc-jin promete mucha sangre, diversión y sonrisas incomodas para los amantes del descontrol asiático.
Green Room (2015, de Jeremy Saulnier, Panorama/ Nocturna), por Emiliano Fernández
Sinceramente a priori constituía un interrogante la idiosincrasia detrás de Green Room (2015), la gran sucesora de Cenizas del Pasado (Blue Ruin, 2013), uno de los thrillers de venganza más eficaces y demoledores del último lustro. Ahora es momento de confirmar que la presente toma prestado un poco de los dos convites previos de su autor, combinando el realismo sucio de la anterior con los apuntes irónicos de Murder Party (2007), la ópera prima de Saulnier. Si bien el propio director aclaró en varias oportunidades que en esencia estamos hablando de un film de asedio en sintonía con Perros de Paja (Straw Dogs, 1971), lo cierto es que aquí la influencia del terror más sádico se deja sentir desde el mismo comienzo bajo la premisa “punks versus skinheads”. La excusa para la masacre es la gira de los miembros de una bandita punk/ hardcore por tierras inhóspitas y la desventura de transformarse en testigos no deseados de un asesinato, lo que lleva la acción al entorno cerrado de la habitación a la que hace referencia el título (por supuesto que en el exterior los están esperando los perpetradores del crimen con ánimos de borrar todo rastro que los vincule con el hecho, personas incluidas).
Los chispazos de comedia negra y las referencias rockeras complementan un aislamiento excelentemente trabajado por el guión de Saulnier, el cual en todo momento mantiene aceitada la maquinaría del gore y elevado el nivel de angustia. Craneada en y desde los márgenes de la industria norteamericana, la película en su segunda mitad ofrece una andanada sublime de arremetidas, laceraciones, cortes, disparos y demás ítems dignos de las pesadillas, los que a su vez nos reconectan con la algarabía suprema que despierta ver morir a otro ser humano. Otro importante elemento a destacar es la intervención de Patrick Stewart en la piel de un villano de antología, poseedor de una frialdad lacerante y capaz de proferir mentiras como no se veía -en términos prácticos- desde las décadas del 80 y 90. No queda más que agradecer una vez más a Saulnier por habernos regalado una propuesta impiadosa que arrasa desde su valentía y desenfreno.
Hedi (2016, de Mohamed Ben Attia, Competencia Oficial Internacional), por Martín Chiavarino
Réquiem para la tradición
El primer largometraje del realizador Mohamed Ben Attia, coproducido por los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, es un drama sobre la libertad influido por los nuevos problemas sociales y el espíritu y las políticas democráticas que florecieron tras la revuelta popular que derrocó al gobierno del presidente Zine El Abidine Ben Ali en 2011 en Túnez, un país del norte de África.
Hedi es un joven apagado y desmotivado vendedor de autos marca Peugeot que está a punto de unirse con una bella joven en un casamiento arreglado por su madre con la ayuda de su hermano que vive en Francia. Pero el joven es un extraordinario dibujante cuyo sueño es la publicación de la historieta en la que está trabajando.
Debido a la crisis económica que golpea a la industria automotriz, Hedi es enviado en viaje de negocios a una ciudad costera cercana en la que no tiene mucho éxito, pero allí comienza una relación amorosa con una coordinadora de actividades en el hotel en el que se hospeda. De pronto, la realidad que lo asfixiaba pasa a segundo plano y el protagonista desafía las convenciones de la tradición tunecina y a su propia familia con sus acciones.
El film construye relaciones conflictivas en base a la necesidad del protagonista de crear su propio camino y encontrar la libertad individual en medio de los cambios políticos para abandonar la tradición que lo sofoca. La ópera prima de Ben Attia es una refrescante brisa emancipadora que utiliza un eje narrativo tradicional/ familiar para aportar una visión política relevante sobre la situación de su país a través de un guión extraordinario y una dirección deudora de lo mejor del cine social europeo. Bienvenido este réquiem a la tradición y su oda a la libertad…