La Maldad (2015, de Joshua Gil, Competencia Latinoamericana)
Estamos ante un retrato desolador sobre el abandono social que comienza como un muestrario de la decadencia económica que azota en regiones casi abandonadas de México, pero que en su segunda parte acompaña el destino crepuscular de sus protagonistas, con la revuelta política del país como fondo. Su director Joshua Gil pone en escena a dos hombres que fueron abandonados y traicionados, viviendo en una miseria despojada de afecto. El vagabundeo de estas víctimas nos transporta hacia un paisaje oscuro, marcado por el remordimiento, la venganza y una muerte inminente. Uno de ellos se dio por vencido y planea su propio funeral, mientras que el otro pone en marcha un viaje hasta el D.F., donde piensa exigir una suma millonaria para llevar a cabo un film sobre su historia de vida, y que estaría integrada por doce canciones de su misma autoría. La Maldad consigue un golpe efectivo al momento de su desenlace -tan evidente como contestatario- sobre las elecciones del 2012, aunque antes de ponerse tan ruidosa se dedica a preparar un terreno grisáceo respecto al destino que le aguarda a esta pareja de ancianos.
Tiempo Suspendido (2015, de Natalia Bruschtein, Competencia Latinoamericana)
Otro exponente de la historia argentina en formato documental, que funciona como una retrospectiva delicada respecto al último golpe militar del país y sus secuelas. No obstante Tiempo Suspendido está lejos de comportarse como un institucional para abordar dicha temática, y su posición en cuanto a hechos verídicos se permite cierto sentimentalismo acorde al relato de su protagonista. Pasado y presente se contraponen para acercarnos el testimonio de Laura Bonaparte, una de las legítimas fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y nieta de la realizadora Natalia Bruschtein, quien se pone tras la cámara y al mismo tiempo acompaña a su abuela senil en visitas al geriátrico donde está internada y reuniones familiares. En medio de una reconstrucción dolorosa que incluye persecuciones, amenazas y atentados contra su pareja e hijos, el documental sostiene un análisis introspectivo de la memoria (actualmente Laura padece Alzheimer) intercalando material de archivo fotográfico y registros visuales en Súper 8.
Santa Teresa y Otras Historias (2015, de Nelson Carlo De los Santos Arias, Competencia Latinoamericana)
Transmitiendo fragmentos en detalle y dilatando secuencias inconclusas, se reproduce este documental con intenciones poco precisas debido a su impronta fragmentada. La ficción también se entrelaza, pero es apenas sugestiva a lo largo de sus extensos sesenta minutos. Lo que debemos soportar lleva el nombre de Santa Teresa y Otras Historias, refiriéndose al libro 2666 del escritor Roberto Bolaño, un estudio complejo y camaleónico que aborda las torturas y los crímenes que debieron padecer los habitantes de Santa Teresa, una región ubicada en la frontera entre México y Estados Unidos. Vistas panorámicas, tomas fijas, planos detalle y una voz en off que se impone mediante citas y comentarios son las herramientas de su realizador para pasearnos por historias retorcidas, pero increíblemente desencantadas.