34° Festival de Cine de Mar del Plata

Segunda Parte

Por Ernesto Gerez

Radio Olmos (2019, de Gustavo Mosquera, Banda Sonora Original)

 

Corría el año 1993 y Alejandro Taranto tuvo la genial y delirante idea de llevar a los grupos más populares de metal y punkrock de aquel momento a realizar un show en el penal de Olmos, uno de los más jodidos de Argentina. Un hecho de tal magnitud durante un gobierno peronista de derecha como el menemista era una cosa improbable e impensada, sin embargo, por esas contradicciones de la historia, la velada tomó forma. Alejandro Taranto era además fundador de Tommy Gun Records, compañía discográfica independiente que gozó de cierta popularidad en los 90 y le dio empuje a bandas que años después serían icono de aquellos tiempos como Massacre o ANIMAL, y a otras que ya vendían mucho en aquel momento como Attaque 77. La idea era llevar parte de su catálogo al penal, con la rareza de incluir una banda punk inglesa como UK Subs, aprovechando una gira del grupo. En total fueron siete bandas; además de los británicos tocaron Hermética, Lethal, Attaque 77, Pilsen, Massacre y ANIMAL. La idea inicial de Taranto era dejar todo el evento registrado. Desde el vamos sabía que estaba produciendo algo histórico y la idea fue llevar siete cámaras para ubicarlas en diferentes puntos del penal y luego editar un disco y una película. El disco salió rápido pero la película se transformó en un proyecto maldito. El encargado de la dirección fue Gustavo Mosquera (que unos años después filmaría la recordada Moebius); pero los rollos quedaron perdidos (o escondidos en algún sótano por Taranto) y la película quedó oculta e inconclusa durante más de dos décadas. Algunos de los impulsores de que finalmente vea la luz fueron Pablo Conde y el equipo del Festival de Cine de Mar del Plata, a lo que se suma el hecho de que Mosquera y Taranto hicieron las paces y se recuperaron los rollos de fílmico. La reconstrucción de Radio Olmos es un documental que por un lado nos permite ver en vivo todos los temas que fueron editados en el disco (que fueron los que las bandas eligieron que se graben en aquel momento), y por otro se complementa con entrevistas a los protagonistas tanto de 1993 como de la actualidad. En los aspectos formales la película es tan rara como el evento; los movimientos de cámara son rápidos y por momentos extraños (en el equipo de filmación colaboraron futuros directores que serían luego muy conocidos como por ejemplo Pablo Trapero), y se centran sobre todo en los músicos porque había órdenes del penal para que no haya muchos primeros planos de los reclusos. Ver una película que estuvo desaparecida siempre es reconfortante (si lo sabrán los que vieron la gloriosa Wake in Fright después de estar perdida tantos años); y que además sea sobre un hito tan importante como menospreciado de nuestro país, le suma incluso más extrañeza y curiosidad.

 

Planta Permanente (2019, de Ezequiel Radusky, Competencia Internacional)

 

El tema de las plantas permanentes en los ámbitos laborales del estado merece más tratamiento (literario, audiovisual) porque encierra, creo, algo bien argentino. Los trabajos estatales se dividen entre team permanente, team transitoria y team contratado; cada categoría tiene contras y beneficios pero la permanente es la más valorada por la mayoría por ser la que brinda mayor estabilidad laboral. Planta Permanente no se basa estrictamente en el tema del pase a planta pero sí arma un relato con algo de comedia y de drama “nac and pop” a partir de dos empleadas que manejan un comedor medio clandestino dentro de un ficticio Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires. Con la llegada de las nuevas autoridades (una directora que obviamente está representada como alguien de la vieja/ nueva derecha símil los gobernantes del período 2015-2019) llegan también los discursos cínicos, de doble vara y posverdad tan comunes del espectro Cambiemos, que en nombre de un supuesto ordenamiento atentan contra los trabajadores. Claro que lo partidario más allá de ser obvio no se menciona. Y más allá de estas cuestiones, Planta Permanente no es película ni panfletaria y menos partidaria. Su mirada es la de Lila (Liliana Juarez, ganadora como Mejor Actriz en el Festival), que a partir del cierre del comedor que maneja tendrá problemas con su socia y compañera de trabajo, Marcela (Rosario Bléfari, también muy bien). Tal como sucede con varias películas argentinas buenas de este año como -por nombrar una- El Cuidado de los Otros de Mariano González, en las buenas actuaciones recae el peso de un tipo de cine que no pareciera demandar altos presupuestos ni tampoco se plantea una estética particular deudora de tradiciones consagradas, sino más bien cierto naturalismo apoyado en guiones que tienen algo para decir, y eso, nos guste lo que se diga o no, siempre suma.

 

South Mountain (2019, de Hilary Brougher, Competencia Internacional)

 

Hilary Brougher vuelve a utilizar a la familia y a un parto como tema principal, como ya lo había hecho en su poderosa Stephanie Daley más de diez años atrás. Esta vez la tragedia no llega a los niveles de aquella pero también vuelve a centrarse en una protagonista fuerte y vuelve a contar con una actriz tremenda. En Stephanie Daley fue Tilda Swinton y esta vez es Talia Balsam (quien pasó por Mad Men y varias series más).  En su cuarto largo, Brougher trabaja con una sola locación, una casa muy linda que Lila (Balsam) construyó con su marido en las Catskill Mountains de Nueva York. El tema principal es la ruptura de la pareja producida por la doble vida de Edgar (Scott Cohen), la pareja de Lila. Edgar comparte un asado con una de sus familias mientras por su celular ve el nacimiento del hijo que tuvo con su otra pareja. A partir del momento en que la doble vida queda expuesta, la cámara retrata la depresión, la incomodidad y la soledad de Lila. Lo interesante de South Mountain es que Brougher maneja esas emociones sin el desborde del melodrama pero tampoco con la paciencia de la contemplación más festivalera, además de tratar la ruptura evitando los clichés de los dramas de pareja más convencionales. En el tratamiento salen a flote los sentimientos contradictorios que producen las parejas, los perdones, las broncas, la neurosis, el papel de los hijos o la fobia a la soledad. South Mountain es un drama chiquito, filmado en una locación que pertenece a la directora y con un equipo que laburó ad honorem. Sin embargo, en ningún momento se percibe una sensación de amateurismo, no sólo en la dirección de Brougher (que además de directora es formadora de futuros realizadores) sino tampoco en los actores o en el equipo técnico. La propia Brougher dijo que prefiere trabajar con poca plata pero teniendo el control, que venderle el alma a un relato más grande pero que no le genere nada. Enhorabuena.

 

Warning: Do Not Play (2019, de Kim Jin-won, Hora Cero)

 

Tal como dijo Pablo Conde -el programador del Festival de Cine de Mar del Plata que más sabe de género- Warning: Do Not Play es una película de horror coreana que podría ser japonesa. Porque desde la premisa elige contar cuestiones sobrenaturales que supo explotar más el cine de terror nipón que el coreano, además de que el japonés generó cierta tradición en este tipo de películas sobre fantasmas y maldiciones que tienen un fuerte anclaje folklórico y que por algo se las categoriza como J-Horror. Además del aspecto sobrenatural (el eco de un fantasma  atormentador), Warning es un relato autoconsciente que juega con varias capas de ficción desde el inicio: Mi Jung (Seo Ye Ji) -una cineasta y guionista bloqueada con un deadline que se le viene encima- sueña que se despierta sola en un cine y es acosada por el fantasma de una mujer. Esa pesadilla es una de las tantas capas que se interconectan entre lo que realmente pasa y lo imaginado o ficticio, a lo largo de una película que sabe explotar cosas que nos suenan a Ringu (1998) y a Ju-On (2002) -dos de los tantos hits de terror japonés de esa explosión de género nipón de décadas pasadas- mezcladas con elementos de los falsos found footage herederos de Ruggero Deodato. La pesadilla se irá haciendo realidad a medida que Mi Jung, desesperada por encontrar una idea, rasque la superficie de una leyenda urbana sobre una película supuestamente filmada por un fantasma. Kim Jin-won se despega de su primera y más gore The Butcher, y genera muchos momentos de buena tensión apoyados en una narrativa mucho más compleja de lo que parece y en una técnica mucho más pulida, algo frecuente en un cine coreano que está a la altura de las grandes industrias.