18° BAFICI

Sexta Parte

Por Martín Chiavarino

Illegitimate (2016, de Adrian Sitaru, Competencia Oficial Internacional)

 

Claro de luna

 

El extraordinario director Adrian Sitaru vuelve a sumar otro éxito entre su filmografía con Illegitimate (2016), un drama sobre el incesto y el aborto que cuestiona todos los discursos sobre el tópico a la vez que los tabúes occidentales, poniendo en juego el pasado y el presente de Rumania.

 

La película comienza con un padre médico explicando a sus hijos -en medio de un almuerzo familiar- su libro sobre cuestiones sobre el tiempo desde la perspectiva de las teorías sobre física cuántica, en un tema en el que se destacan las hipótesis de Ilya Prigogine. El almuerzo deviene en una acalorada y amarga discusión acerca del rol de informante del padre durante el régimen de Nicolae Ceausescu. A raíz de su aparición en una lista de médicos que denunciaban a mujeres embarazas que expresaban su deseo de abortar, los hijos cuestionan las creencias y el accionar del padre y comienza una pelea penosa para todos.

 

La situación empeora cuando Sasha, la hija menor, queda embaraza de su hermano mellizo Romeo, con el que mantiene una relación incestuosa desde hace años a espaldas de la familia. Cuando la relación y el embarazo se hacen públicos el entorno familiar estalla por completo y cada uno de los protagonistas queda descolocado en su posición.

 

Illegitimate es una lección brillante de debate discursivo a nivel cinematográfico con grandes actuaciones y escenas de altercados memorables que abren una herida en el entramado social imposible de sellar. Sitaru pone en relieve dos temas polémicos, atacándolos desde todos los ángulos posibles para quebrar los prejuicios y que cada espectador saque sus propias conclusiones. Una autentica demostración de cine realizado a martillazos.

 

 

Oleg y las Raras Artes (2016, de Andrés Duque, Competencia Oficial Internacional)

 

Disonancias socialistas

 

El documentalista Andrés Duque busca descifrar el misterio de la genialidad del pianista y compositor Oleg Karavaychuk, un músico ruso que compone perturbadoras piezas a medida que toca, creando sensaciones corporales y una nueva forma de expresión a través de la música. Rechazando cualquier tipo de proyecto comercial, el pianista se centra en sus deseos creativos, que por momentos parecen devaneos de un desequilibrado pero que el documental logra rescatar como parte de una excéntrica personalidad que se opone a la cultura moderna, a la apertura capitalista y a la adoración del hedonismo y el dinero.

 

Con escenas extraordinarias que incluyen performances de Karavaychuk interpretando piezas propias en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, en el piano de oro de los zares, rodeado de algunas de las obras de arte más representativas de la historia de la humanidad, Oleg y las Raras Artes (2016) capta fragmentos del pensamiento y del proyecto estético del poco conocido y menos apreciado pianista para navegar entre las disonancias y las consonancias en una música exquisita e incómoda que raya la atonalidad.

 

Duque se encuentra con un verdadero artista que vive el arte como una forma de supervivencia ante la realidad hostil que lo rodea. Oleg y las Raras Artes le da voz a la persona, al pianista y al compositor para completar una semblanza de uno de los grandes músicos de nuestra era, injustamente prohibido ya que por mucho tiempo sólo pudo componer para el cine y el teatro.

 

 

Verengo (2016, de Víctor Hugo Seoane, Competencia Oficial Internacional)

 

Jugar con la cámara

 

El realizador Víctor Hugo Seoane retoma una grabación familiar en video en el campo familiar de la ciudad de Verengo, en la Comunidad Autónoma de Galicia, para dar cuenta del paso del tiempo, las vicisitudes de la vida campesina y la belleza del paisaje agreste. El documental compara a la misma familia, cuando el director era chico y soñaba con filmar, con el presente de la misma con él convertido en cineasta grabando un almuerzo similar.

 

Verengo (2016) se centra en distintas destrezas y producciones típicas de la región y en las conversaciones con su familia en gallego para dar cuenta de las costumbres y la relación de los habitantes con su entorno. La cámara va siguiendo a su familia en todos los quehaceres de la casa y del campo hasta llegar a la preparación de ese otro almuerzo familiar como culminación del interés de Seoane por el cine. El documental también se centra en el deambular de los animales, verdaderos protagonistas junto a la familia, y en la relación entre padres e hijos como filiación primordial.

 

El registro documental logra escenas verdaderamente hermosas y capta algunos puntos de la idiosincrasia gallega y de su familia pero falta un verdadero desarrollo conceptual y narrativo que construya un relato capaz de convertir lo que la cámara capta en una película. No hay ningún tipo de investigación ni conflicto ni interrogante: la cámara simplemente observa apaciblemente mientras espera que su familia siga con sus labores. Así la vida sigue y el tedio se convierte en el protagonista de esta ópera prima.