La poesía escrita por autores conscientes de su tiempo y de las vicisitudes de la política sabe ser, cuando lo requiere, fuertemente anticlerical y antinormativa. En esta selección para pasar el fin de semana largo algunos autores argentinos nos comparten poemas que harían sonrojar al Papa…
Amén
En Cali
conocí a una mujer
que tenía la habilidad de rezar
con una sola mano.
Para sentirse más cerca de Dios
le bastaba con hundir sus dedos
bien profundo debajo de su falda.
Rezaba de día
rezaba de noche,
en el nombre del padre
del hijo y del espíritu santo.
Amén.
Luciana Reif, Entrada en Calor, El Ojo del Mármol, 2016.
El infierno no es para mí
“Pensé muy seriamente en dejar todo e ir a trabajar
con los pobres al África. Al final no fui por el calor.
Yo sufro mucho el calor…”
Amalia Lacroze de Fortabat.
No tengo intenciones de irme al infierno
pretendo obrar bien
soy capaz de perdonar
las más grandes ofensas
y también pretendo
-seamos sinceros-
ser perdonado,
sobre todo
ser perdonado .
No tengo intenciones de irme al infierno
pero tampoco le temo tanto
si Dios hizo al hombre
a su imagen y semejanza,
seguiré confiando en el precioso metal
en el papel que me salve
a las puertas del cielo.
Porque no
no pretendo terminar con los demonios
ni quiero estar rodeado
de humanos execrables,
amorales, hechiceros
sodomitas, embriagados
maldicientes.
No quiero,
no podría
no soportaría el calor
de todas esas almas encendidas.
Juan Francisco Andreani, Inédito, 2018.
Avanzás como un chico obediente
Avanzás como un chico obediente
desde mi boca
hacia abajo.
Fosforescés el territorio
te apropiás
de a poco.
Decís que te gusta mi piel,
que soy hermosa.
Bajás con ansiedad
como si te esperara
algún tesoro.
Te dejo hacerte regalo,
la vibración perfecta
de un gemido.
Creés que esto es sagrado,
que conmovemos la historia.
Dios se aburre infinitamente.
Natalia Leiderman, Animales Dorándose al Sol, El Ojo del Mármol, 2016.
Ella, la muerte o Dios
Ayer fue el entierro de mi tía abuela.
El párroco que no sabía su nombre
repetía constantemente : Elvira, Elvira, Elvira
como si conociéramos a quien se refería.
Luego notó su error
leyendo el ataúd y dijo :
“bueno, Emma, pero
de segundo nombre Elvira.”
Y siguió diciéndole así.
Habló de Dios, Jesús y los pecados
y después , la cremaron
otros dos tipos que tampoco
sabían cómo se llamaba,
ni les importaban
Ella, la muerte, o Dios.
Sofía Gómez Pisa, Ella, la Muerte o Dios, El Ojo del Mármol, 2016.
Involución
Ahora que tu torpeza
ha disparado hijos
en útero joven
del rencor de la primigesta, cuidate
rogá que en cloacas se pierda
el nonato en alta noche.
Si no hay con qué y prende
-pues toda carne tiende a la vida-
cuando crezca y abunde
en gestos estúpidos que festejarás
llegado un día negarás tu prole
y otras vaginas correrás a buscar
no flojas ni anchas de parto.
Con el tiempo te derramás
en obvias honduras nuevas.
Cada espasmo seminal tuyo
nos acerca un paso al mono.
Griselda García, Ahora, Ediciones del Dock, 2016.
Jesús me pide drogas
“Vienen bajando los de la federal…”
Los Rusos HDP, 2015.
Ni bien enrolo
y me dispongo a engullirme
un porro
ahí lo veo.
Con sus ojitos
de perrito tuerto
bien pegado a mí
Jesús, implora una seca.
Una vez me pidió
que le armara un porro
todo para él.
Incluso lo he visto llegar
con la mitad del ladrillo
y el transa.
La otra vez vino
con su hijo idiota
Dios
cuando regaba
mi jardín del Edén.
Este poema será mal traducido
y la marihuana tendrá
tantos nombres
locales y universales
que parecerá
que hablamos de una droga divina
bajada de una nave.
¡Oh, lira de la justicia!
Por qué no haces que Jesús se vuelva
al Más Allá
al cálculo renal del Infierno que mejor le quepa
y se lleve encima a su hijo down
Dios
¿en serio te vas a clavar una pepa
sin darme un mísero cuartito?
dice Jesús y se pasa.
Preferiría
que fuese una alucinación
para darme aire místico
pero no, es él, con su ropaje de indio.
Su aparición sería más útil
en forma de esténcil
en algún corte vacuno
en la cara del portero robot
incluso
en forma de aplicación para el celu.
¿Para qué tanta transparencia? le digo,
su hijo idiota muerto Dios lo mira
con la sinestesia de su rostro
y Jesús,
engullendo pastas del botiquín
abre la boca y suelta silencio.
El cuerpo está ensangrentado
el gesto en la mano está ensangrentado,
cien granjas y mil panaderías
me sacan a Jesús de encima.
Mi chica es una computadora
dice
la naturaleza es mi perra
ladra
y me retiro
porque la confianza de su risa
me quema.
La otra vez
en medio del pasillo
hacía ademanes con las dos manos
invitándome a la droga
de nuevo y le digo
tengo que estudiar
el mapa catastral de mi desastre.
Verraco me dice,
verraco y tira
sal en el desierto.
¿A dónde iremos
Jesús
con tu insistencia?
¿Lo del Monte Hermón
no te bastó?
¿Lo del cuerpo glorificado
no te bastó?
¿Lo de ser un líder
que multiplica los drones
no te bastó?
Sigo traumado por los latigazos
dice
y mira sus zapatos italianos.
Y
mira la hora
vacía
y mira la copa
vacía
y sin remedio
marcha.
Yo
rolo mi porro sin atender
tales cancionetas y escucho
una mano aporreando un redoblante
mientras que
las ventanas cruzadas por el viento
dejan pasar
voces
inauditas.
Walter Godoy, Luchemos por la Ida, Milena Caserola, 2016.
V
En el traspaso desde la Edad Antigua
a la Edad Media,
Doods nos cuenta
que pasamos de una cultura de vergüenza
a una cultura de culpa.
De la vergüenza de algunas pitonisas
por escuchar a las voces internas,
entenderlas
trasmitirlas
a un Dios que les da el paraíso a aquellos santos
que viven su vida
en la culpa del pecado original.
¿Y si ya está la culpa?
Ya pasó de moda,
ahora somos una sociedad de obsesión
en donde ser la mejor
es lo que debo lograr.
Y… ¿si dejamos la culpa
de haber nacido?
Agradecerle a la naturaleza
a la biología
de dejarme ser todo esto que soy
de tener la oportunidad de pensar
de escribir
de trasmitir
de comunicar
de ser un mundo
de que seas un mundo
que quiero conquistar.
Catalina Ledezma, Inédito, 2018.